miércoles, 18 de marzo de 2020

EL GRAN REBAÑO

Un estornudo espanta, una tos demuele el edificio de las amistades, un poco de fiebre condena al ostracismo...

por Eduardo Allegri

Con la autoridad que me han conferido los organismos internacionales como persona de riesgo, por mi edad entre otros defectos, digo, solamente por ahora, lo que sigue y a quien corresponda:

No me importa en lo más mínimo el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave y su secuela de la enfermedad del coronavirus 19.

No me interesa como noticia, no me interesa como histeria, no me interesa como tema de conversación, no me interesa particularmente como causal de muerte, no me interesa como terror pánico.

Dos cosas inmediatamente me interesan ahora:

1. Pase lo que pasare, incluyendo el valor simbólico que pueda tener el bicho y la situación que pueda generar en la salud, hay algo que ha pasado y está pasando de cierto. Si es intencional o no, me importa poco. Hay quienes pueden tomar nota del dato inédito y hacer con eso lo que peor les plazca: porque el dato está y es un hecho.

En muy poco tiempo se ha producido un fenómeno de disciplina social global como los hombres no vieron en toda su historia conocida. Disciplina social significa, ni más ni menos, una vía de una sola mano: órdenes y más órdenes de disciplina social, lo que todos tienen que hacer. Y crece cada día y no conozco, al menos un servidor, cuándo terminará si es que llega a terminar. De la otra parte, acoquinados por la histeria y el terror, los hombres se mueven como un cardumen, como una majada, al unísono. Han suspendido el juicio, la conciencia, el sentido común. Y lo están oblando en el altar de la disciplina global.

Esto terminará como fuere a terminar.

Pero el dato está. Un laboratorio cósmico, descomunal, de disciplina social como nunca se vio.

Los que pueden y quieren sacar conclusiones y más, datos muy precisos, de cómo se ha comportado la humanidad llamada a moverse al unísono al son de un silbato mundial, tienen ya y tendrán todavía más material de sobra. Plata no les falta, poder tampoco, ganas de poder, menos.

No hay conspiración alguna en lo que digo: el dato es el dato, el hecho es el hecho. Y he dicho que no me importa si esto que ocurre es a designio o salió de chiripa.

Pero el cardumen está. Sabrá quien se relama por manejar redes lo que podría hacer con eso.

2. Besos, abrazos, mates criollos y otros lazos entre las gentes son lo que son. Y hasta algunos de esos lazos pueden ser sobreactuados, modistos, estúpidos. Y cosas peores, como lijas de arquetipos, como en el caso del besuqueo masculino de estos últimos años en las pampas, a mi sabor.

Todos esos lazos y otros que no nombré, no son necesariamente signos del amor y menos de la caridad. Son lo que son. A veces un mismo signo puede significar significados distintos. Así son los signos.

Pero la disciplina de la que hablé ha llegado lo suficientemente lejos como para desabotonar a los hombres y a las mujeres, desabrocharlos a todos de todos, en una ablación de cuerpos o de cercanías, en una constante sospecha de lo que sea respecto del otro, separación, apartamiento, amputación, lejanías. Por edades, por procedencias, porque sí. Un estornudo espanta, una tos demuele el edificio de las amistades, un poco de fiebre condena al ostracismo.

Pero dicen los médicos que la cuarentena... Sí, claro.

¿Y los que no están enfermos ni contaminados, ni cerca de estarlo? (En algún momento habrá que hablar del "y si te toca, ¿qué?" y de alguito más serio todavía.)

Sobre más de 7 mil setecientos millones de humanos en el globo, hay, a la hora de este escrito (cambia segundo a segundo): 155.371 casos confirmados oficialmente, 5.802 muertos, 72.590 que sanaron.

Así las cosas, aunque el 0,0020% ha sido afectado directamente por la situación, el 99,9979% de los humanos del planeta, casas más casas menos, tiende a moverse en majada y cardumen, pero no juntos, sino separados, aislados, lejos uno del otro. Ni beso, ni abrazo, ni mano, ni cerca, ni mate, ni nada.

No es exactamente a esto a lo que se refiere ese pasaje del evangelio de san Mateo (24, 12). que dice aquello de que "al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará."

Pero tampoco me parece amañado suponer que este aislamiento cósmico no será despreciado, como antecedente, si alguna vez a algún pelafustán se le despierta el apetito de conducir a la majada, toda junta pero todos separados, no como un buen pastor precisamente.


Publicado originalmente en Revista Ens.


Wanderer

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