domingo, 26 de abril de 2009

VOLVERNOS A JESÚS - VII


María Magdalena sale muy de madrugada a venerar un cadáver por cariño doliente, se encuentra con el mismísimo Jesús, insospechadamente vivo y radiante en un saludo con contagiosa alegría y bondad.


Homilía 26.04.09

Por Mons. Miguel Esteban Hesayne

Para volvernos a Jesús hemos de volver a centrarnos en la Pascua.

Pascua es la cumbre de la Vida. Esta realidad es la médula de nuestra Fe Cristiana. De las muchas definiciones que se han venido dando sobre la Iglesia de Jesús, la que no podemos olvidar es la del Concilio Vaticano II: es la comunidad de los creyentes en Jesús muerto y resucitado. Para valorarla hemos de volver constantemente a lo que sucedió una vez que Jesús fue condenado, ejecutado y muerto.

El poder civil y religioso de ese tiempo con el final trágico de Jesús, pretendió acabar también con su proyecto. De hecho, sus seguidores llenos de miedo a los poderes que habían triunfado sobre Jesús, se dispersaron y huyeron a esconderse.

Tras unas largas horas de dispersión, desorientación, tristeza y abatimiento de los seguidores sumidos en un estado de postración, acontece un insólito hecho: el mismísimo Jesús se les hace presente radiante de vida. No han hecho nada para provocarlo. Jesús es el que toma la iniciativa de su nueva presencia entre ellos. “Se hace ver” en las más diversas circunstancias de la vida que han retomado sus discípulas y discípulos. El que murió crucificado sale al encuentro de quiénes no lo esperaban resucitado. El caso típico del encuentro de Jesús con María Magdalena es significativo: la que sale muy de madrugada a venerar un cadáver por cariño doliente, se encuentra con el mismísimo Jesús, insospechadamente vivo y radiante en un saludo con contagiosa alegría y bondad. Con razón, los estudiosos de las fuentes bíblicas correspondientes a las apariciones de Jesús resucitado concuerdan que no son los seguidores de Jesús, en su vida histórica, quiénes lo buscan sino que es Jesús rebosante de una vida nueva el que les sale al encuentro en forma sorpresiva y convincente

Es sorprendente esa nueva presencia de Jesús: es el mismísimo que los había llamado y con quién convivieron recibiendo sus enseñanzas y admirando el bien que realizaba por donde pasare. Sin embargo, tiene un aire distinto, siendo el mismo. Por eso, por momentos, dudan. Eso sí, todos se sienten seducidos por su presencia que transmite paz, alegría, ganas de vivir disipándoles la tristeza, el miedo, la cobardía.

Esta experiencia del encuentro con Jesús resucitado fue profundamente significativa existencialmente A tal punto que los cambia de seguidores dispersos y temerosos, en un grupo definido como comunidad de hombres y mujeres contagiados de entusiasmo y coraje para anunciar la Buena Noticia de que Jesús ahora vive victorioso. Comprueban que Dios ha premiado con la vida, la fidelidad de Jesús hasta la muerte. Ahora comprenden que Dios, fuente de la Vida, no quiso la muerte de Jesús sino quiso que Jesús llegara hasta las últimas instancias en la misión de liberarnos del mal. Muriendo mató nuestra muerte. Dios no lo salvó de la muerte pero sí en la muerte. El poder del mal quedó aniquilado por el poder de Dios-Amor. En la muerte del hombre Jesús, su Padre-Dios de la Vida, lo engendra para una nueva vida.

En la resurrección, Dios se ha identificado con Jesús de tal forma que en El, el mismísimo Dios está compartiendo la vida con nosotros; en sus palabras escuchamos la Palabra de Dios, en sus gestos captamos el Amor divino a tal punto que se ha hecho realidad su nombre: Emanuel “Dios con nosotros”. Los Evangelios no son una biografía de Jesús como la biografía de grandes hombres de la historia. Estas son historias del pasado de famosos y poderosos que han muerto. Los Evangelios hablan de dichos y hechos que se actualizan EN HOY DE LA HISTORIA porque son de ALGUIEN QUE MURIÓ, PERO DIOS LO RECREÓ EN NUEVA VIDA. ES EL HIJO DE DIOS, UN HOMBRE CON VITALIDAD DIVINA EN PLENITUD- No quedó en el pasado, conquistó el presente eterno de Dios. Ahora, seguir a Jesús es vivir, cada instante de nuestra existencia, en su compañía de muerto-resucitado: su Pascua


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