sábado, 11 de abril de 2009

LA NOCHE DE LA RESURRECCIÓN

Vi el alma del Señor, acompañada de las almas de los Patriarcas, entrar en el sepulcro, atravesando el peñasco, y mostrarles todas las heridas de su Sagrado Cuerpo. La mortaja se abrió y el Cuerpo apareció cubierto de llagas…


Relato de una visión de la Beata Maria Catalina Emmerich

Pronto vi el sepulcro del Señor; todo estaba tranquilo alrededor; había seis o siete guardias de pie o sentados. Casio está siempre en contemplación. El Santo Cuerpo, envuelto en la mortaja y rodeado de luz, reposaba entre los Ángeles que yo había visto constantemente en adoración a la cabeza y a los pies del Salvador, desde que se le puso en el sepulcro. Estos Ángeles parecían Sacerdotes, su postura y sus brazos cruzados sobre el pecho me recordaban los Querubines del Arca de la Alianza, más no le ví las alas. El Santo Sepulcro, todo entero, me recordó muchas veces el Arca de la Alianza en diversas épocas de su historia. Quizá la luz y la presencia de los Ángeles eran visibles para Casio, pues estaba en contemplación delante de la puerta del sepulcro como quién adora al Santísimo Sacramento.

Vi el alma del Señor, acompañada de las almas de los Patriarcas, entrar en el sepulcro, atravesando el peñasco, y mostrarles todas las heridas de su Sagrado Cuerpo. La mortaja se abrió y el Cuerpo apareció cubierto de llagas; era lo mismo que si la Divinidad que habitaba en él hubiera mostrado a esas almas de un modo misterioso toda la extensión del martirio. Me pareció transparente, y se podía ver hasta el fondo de sus heridas. Las almas estaban llenas de respeto mezclado de terror y de viva compasión.

En seguida tuve una visión misteriosa, que no puedo explicar ni contar claramente. Me pareció que el Alma de Jesús, sin estar todavía completamente unida a su Cuerpo, salía del sepulcro en Él y con Él, me pareció ver dos Ángeles que adoraban a los extremos del sepulcro, levantar el Sagrado Cuerpo desnudo, cubierto de heridas, y subir al Cielo traspasando la roca que vibraba: Jesús parecía presentar su Cuerpo lacerado delante del Trono de su Padre Celestial, en medio de coros innumerables de Ángeles prosternados; quizás fue así como las almas de los Profetas entraron momentáneamente en sus cuerpos, después de la Muerte de Jesús, sin volver a la vida en realidad, pues se separaron de nuevo sin el menor esfuerzo.

En ese momento hubo un temblor en la peña; cuatro de los guardias habían ido por algo a la ciudad; los otros tres cayeron casi sin conocimiento. Atribuyeron eso a un temblor de tierra. Casio estaba conmovido, pues veía algo que pasaba, aunque no era claro para él. Pero se quedó en su sitio esperando lo que iba a suceder. Mientras tanto, los soldados ausentes volvieron.

Vi de nuevo a las santas mujeres, que habían acabado de preparar sus aromas y se habían retirado a sus celdas. Sin embargo, no se acostaron a dormir; solo se reclinaron sobre los cobertores enrollados. Querían ir al sepulcro antes de amanecer, porque temían a los enemigos de Jesús; pero la Virgen llena de nuevo valor desde que se le había aparecido su Hijo, las tranquilizó, diciéndoles que podían descansar y sin temor ir al sepulcro, que no le sucedería ningún mal. Entonces se permitieron un poco de reposo.

Serían las once de la noche cuando la Virgen, llevada de amor y por un deseo irresistible, se levantó, se puso su manto pardo y salió sola de su casa. Yo decía: "¿Cómo dejarán a esta Santa Madre, tan acabada, tan afligida, ir sola entre tantos peligros?". Fue a la casa de Caifás, el Palacio de Pilatos, recorrió el camino de la Cruz por las calles desiertas, parándose en los sitios donde el Salvador había sufrido los mayores dolores pésimos tratos. Parecía que buscaba un objeto perdido; con frecuencia de prosternaba en el suelo, tocaba las piedras o las besaba, como si hubiese habido Sangre del Salvador. Estaba llena de amor inefable, y todos los sitios santificados se le parecían luminosos. Yo oo acompañé todo el camino y sentí todo lo que Ella sintió, según la medida de mis fuerzas.

Fui así hasta el Calvario, y conforme se iba acercando, se paró de pronto. Vi a Jesús con su Sagrado Cuerpo aparecerse delante de la Virgen, precedido de un Ángel, teniendo a ambos lados dos Ángeles del sepulcro, y seguido de una multitud de almas libertadas. El Cuerpo de Jesús estaba resplandeciente; yo no veía en Él ningún movimiento; pero salió de Él una Voz que anunció a su Madre lo que había hecho en el Limbo, y le dijo que iba a resucitar y a venir a Ella con su Cuerpo transfigurado, que debía esperarle cerca de la piedra donde se había caído en el Calvario.

La aparición se dirigió a la ciudad, y la Virgen se fue a arrodillar al sitio designado. Podía ser media noche, porque la Vírgen había estado mucho tiempo en el camino de la Cruz. Ví al Salvador con su escolta celestial seguir el mismo camino; todo el suplicio de Jesús fue demostrado a las almas con las menores circunstancias. Los Ángeles recogían todas las partes de su Sustancia Sagrada que le habían sido arrancadas del Cuerpo.

Me pareció después que el Cuerpo del Señor reposaba otra vez en el Sepulcro y que los Ángeles le restituían de un modo misterioso todo lo que los verdugos y los instrumentos del suplicio le habían arrancado. Lo ví otra vez resplandeciente en su mortaja, con los dos Ángeles en adoración a la cabeza y a los pies. No puedo expresar como sucedió todo eso, aunque no lo alcanza nuestra razón; además, lo que me parece claro e inteligible cuando lo veo, se vuelve oscuro cuando quiero expresarlo con palabras.

Cuando el cielo comenzó a relucir al oriente, vi a Magdalena, María, hija de Cleofás, Juana Chusa y Salomé, salir del Cenáculo envuelta en sus mantos. Llevaban aromas, y una de ellas una lámpara encendida, pero oculta debajo de sus vestidos. Las ví dirigirse tímidamente havia la puerta de José de Arimatea".

(Capitulo LXIII- La Noche de la Resurrección- "La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo"- Beata María Catalina Emmerich-

Edición - Fundación de la Misericordia - Quito - Ecuador , 5 de abril de 2004)

* * *

Estas visiones de una Beata, sirven para interiorizarnos este Sábado de Gloria sobre detalles que pueden llevarnos a vivir con mayor Fe este día.

Lo he leído muchas veces y como me ha hecho sentir muy cerca de los acontecimientos que hoy conmemoramos, me pareció que a Ud. le haría mucho bien leerlo, con devoción.

Ignoraba muchos detalles que aquí se narran y que no contradicen en lo más mínimo lo que el Evangelio nos narra sucintamente. Es una profundización de estos acontecimientos que Dios ha querido revelárselo a esta Beata.

Lo que afirma sobre el Limbo, lo entendí así: La iglesia afirma que el Limbo no existe. Pero no dice que no existió.

Con la Redención el Limbo no tuvo razón de ser, porque Jesús liberó a todas las almas que estaban allí hasta ese momento y las llevó consigo al Reino Eterno.

Eduardo Palacios Molina

Sábado de Gloria, 11 de abril de 2009


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