domingo, 19 de abril de 2009
COMPARTIENDO EL EVANGELIO: “¡LA PAZ ESTÉ CON USTEDES!”
Para tener equilibrio y tener paz con los demás, tengo que tener paz conmigo mismo. No será posible dar la paz y equilibrio a los demás si en mi vida personal yo no los tengo.
Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia
Domingo 12 de abril de 2009
Domingo de Pascua
Evangelio según San Juan 20, 19-31 (Ciclo B)
Evangelio: “¡La paz esté con ustedes!”
La presencia de Cristo Resucitado es la paz que nos deja y la paz que nos da. La paz no es ausencia de problemas, la paz es un estado mucho más profundo ya que muchas veces uno puede estar inquieto, en conflicto, puede estar perseguido, ser mal interpretado, hasta ser calumniado, o uno puede estar enfermo o sufrir por los egoísmos de los demás, pero uno se queda en paz, ¡si está en Dios, tiene que tener paz!
La presencia de Cristo en medio de los suyos será renovada también en nosotros, sólo a través de la experiencia de ciertos signos que son sacramentales para nosotros. El Señor está presente ¿dónde?, en la Palabra de Dios, allí lo encontramos.
¡Escuchándolo bien, vamos a responderle bien!
¡Leyendo con atención, vamos a responder bien!
¡La Palabra es un verdadero alimento!
Luego, la comunión fraterna: es Cristo que está presente, que nos alimenta, que aleja de nosotros todo vestigio de pecado y muerte. Este Cristo que con su comunión en nosotros, nos hace vivir la comunión ¡entre nosotros! La Eucaristía, que es lo más personal, no se reduce a lo individual. Porque si yo recibo a Cristo, si yo como a Cristo, tengo que vivir en comunión fraterna con los demás, porque no puedo vivir separadamente de los demás, no puedo fingir, ni mentir, ni dividir. ¡Tengo que vivir en comunión fraterna! ¡Es Cristo que está en mí y que me llama a vivir esa comunión fraterna!
Después, la participación en la oración común: donde todos rezamos para agradecer, para alabar, para bendecir y para interceder ante Dios por los demás. Así como Cristo Resucitado es enviado por el Padre, así nos envía Cristo para cumplir la voluntad del Padre. El envío es voluntad y fervor de la voluntad, no pereza de la voluntad: “yo no tengo ganas”, “hoy no quiero” eso no va. ¡Fervor de la voluntad! ¡Voluntad de amor y no voluntad de ganas!
Y hay algo que también quiero afirmar: quien cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios. El Señor nos da la fuerza y la garantía para que observemos sus mandamientos. Además tenemos que tener unidad de nosotros mismos con ese espíritu de la Resurrección.
Para tener equilibrio y tener paz con los demás, tengo que tener paz conmigo mismo. No será posible dar la paz y equilibrio a los demás si en mi vida personal yo no los tengo. Por eso es importante saber que lo personal de Dios es personal en nosotros. Dios nos da siempre la fuerza del equilibrio.
Fundamentalmente la Resurrección y la Verdad no tienen necesidad de ser sentidas. Hoy en día todo se quiere sentir. Pareciera que el criterio máximo de valoración es la sensibilidad. ¡No, la sensibilidad puede equivocarse!
¡La verdad no tiene necesidad de ser sentida!
¡Basta que sea interpretada!
¡Es superior a lo que se siente!
De allí que es importante que tengamos fuerza y convicción en la verdad, y ser consecuente y obre consecuentemente con ello.
Que la Verdad de Cristo y su Resurrección, reinen en nuestros corazones. Que seamos capaces de vivir como resucitados y dar esa paz a los demás; pero que, para poder darla, hay que recibirla interiormente.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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