Creer es apoyarse en el testimonio primero de Jesucristo, pero también en el de la primera comunidad cristiana. La fe se recibe y se trasmite. Esto que hace a la verdad de la fe nos es trasmitido por las Sagradas Escrituras. Esto es lo que la Iglesia ha recibido y celebra.
Por Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Con la celebración del Domingo de Ramos iniciamos la Semana Santa. Toda la fuerza de esta Fiesta se encuentra en la persona de Jesucristo que sube a Jerusalén para cumplir el momento central de su vida, que se convertirá en el acontecimiento mayor de la historia. Para comprender esta afirmación nos debemos preguntar si el que sube a Jerusalén es sólo un hombre? En este caso asistiríamos al testimonio de un gran hombre que nos dejó una buena doctrina, comparable o superior a otras, pero no sería, ciertamente, el acontecimiento mayor en la historia de los hombres, el que marca un antes y un después.
Cuando participemos este domingo en la actualización litúrgica de este acontecimiento de la historia, debemos comprender, y esta es una afirmación central de nuestra fe, que él que sube a Jerusalén y va a morir crucificado, es el Hijo de Dios, no es sólo un hombre. Como vemos, es necesaria una mirada de fe que se apoya, tanto en el testimonio del mismo Jesús que nos dice quién es él y para que ha venido, como en los testimonios que nos trasmitieron los primeros discípulos que fueron testigos directos de los acontecimientos que estamos celebrando. La fe no crea los hechos, sino que se apoya en el testimonio. Creer es apoyarse en el testimonio primero de Jesucristo, pero también en el de la primera comunidad cristiana. La fe se recibe y se trasmite. Esto que hace a la verdad de la fe nos es trasmitido por las Sagradas Escrituras. Esto es lo que la Iglesia ha recibido y celebra.
Los que vamos a participar este domingo de la celebración del ingreso de Jesús en Jerusalén en nuestra comunidades, estamos en una condición distinta a la de aquellos primeros cristianos, nosotros sabemos cuál ha sido el término de este camino. Por ello lo importante no es quedarnos sólo en el festejo del ramo de olivos con el cuál vamos a saludar simbólicamente a Jesús, sino iniciar con él esa marcha hacia su Pasión. Podemos decir que el sentido más profundo del Domingo de Ramos es disponernos a caminar hacia nuestra propia muerte y resurrección con Cristo. A que debemos morir, para participar de su resurrección? Se trata de un tiempo de conversión, de renunciar a ese hombre viejo marcado por el pecado, pero que está llamado al gozo de una vida nueva desde la resurrección de Cristo. El hombre nuevo es el que nace del encuentro con Jesucristo. Esto vamos a celebrar.
Por ello los invito a acercarse a sus Parroquias o Capillas para iniciar junto con Jesús, en este Domingo de Ramos, el camino que nos lleve a encontrar esa vida nueva que El nos ha traído y la ofrece a nuestra libertad. Es tiempo de conversión, de muerte al pecado decíamos, es un tiempo propicio de acercarnos al sacramento de la confesión, de la reconciliación, con un corazón dispuesto, para vivir la alegría de una vida al servicio del amor y la verdad nuestros hermanos. Una Semana Santa bien vivida es el comienzo de una vida nueva, en la cual renovamos los ideales de una vida cristiana que nace y crece junto a Jesucristo y se expresa en la caridad.
Deseándoles un buen Domingo de Ramos en sus comunidades y junto a sus familias, reciban de su Obispo mis oraciones y bendición.
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Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Con la celebración del Domingo de Ramos iniciamos la Semana Santa. Toda la fuerza de esta Fiesta se encuentra en la persona de Jesucristo que sube a Jerusalén para cumplir el momento central de su vida, que se convertirá en el acontecimiento mayor de la historia. Para comprender esta afirmación nos debemos preguntar si el que sube a Jerusalén es sólo un hombre? En este caso asistiríamos al testimonio de un gran hombre que nos dejó una buena doctrina, comparable o superior a otras, pero no sería, ciertamente, el acontecimiento mayor en la historia de los hombres, el que marca un antes y un después.
Cuando participemos este domingo en la actualización litúrgica de este acontecimiento de la historia, debemos comprender, y esta es una afirmación central de nuestra fe, que él que sube a Jerusalén y va a morir crucificado, es el Hijo de Dios, no es sólo un hombre. Como vemos, es necesaria una mirada de fe que se apoya, tanto en el testimonio del mismo Jesús que nos dice quién es él y para que ha venido, como en los testimonios que nos trasmitieron los primeros discípulos que fueron testigos directos de los acontecimientos que estamos celebrando. La fe no crea los hechos, sino que se apoya en el testimonio. Creer es apoyarse en el testimonio primero de Jesucristo, pero también en el de la primera comunidad cristiana. La fe se recibe y se trasmite. Esto que hace a la verdad de la fe nos es trasmitido por las Sagradas Escrituras. Esto es lo que la Iglesia ha recibido y celebra.
Los que vamos a participar este domingo de la celebración del ingreso de Jesús en Jerusalén en nuestra comunidades, estamos en una condición distinta a la de aquellos primeros cristianos, nosotros sabemos cuál ha sido el término de este camino. Por ello lo importante no es quedarnos sólo en el festejo del ramo de olivos con el cuál vamos a saludar simbólicamente a Jesús, sino iniciar con él esa marcha hacia su Pasión. Podemos decir que el sentido más profundo del Domingo de Ramos es disponernos a caminar hacia nuestra propia muerte y resurrección con Cristo. A que debemos morir, para participar de su resurrección? Se trata de un tiempo de conversión, de renunciar a ese hombre viejo marcado por el pecado, pero que está llamado al gozo de una vida nueva desde la resurrección de Cristo. El hombre nuevo es el que nace del encuentro con Jesucristo. Esto vamos a celebrar.
Por ello los invito a acercarse a sus Parroquias o Capillas para iniciar junto con Jesús, en este Domingo de Ramos, el camino que nos lleve a encontrar esa vida nueva que El nos ha traído y la ofrece a nuestra libertad. Es tiempo de conversión, de muerte al pecado decíamos, es un tiempo propicio de acercarnos al sacramento de la confesión, de la reconciliación, con un corazón dispuesto, para vivir la alegría de una vida al servicio del amor y la verdad nuestros hermanos. Una Semana Santa bien vivida es el comienzo de una vida nueva, en la cual renovamos los ideales de una vida cristiana que nace y crece junto a Jesucristo y se expresa en la caridad.
Deseándoles un buen Domingo de Ramos en sus comunidades y junto a sus familias, reciban de su Obispo mis oraciones y bendición.
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