domingo, 27 de febrero de 2022

LAS DIVERSAS FORMAS DE APOSTOLADO

De los escritos del Padre Gabriel de Santa María Magdalena (1893 - 1953).


Oh Jesús, enséñame a rezar, a sufrir, a trabajar contigo por la salvación de las almas.


1 - Cuando se habla de apostolado se piensa casi exclusivamente en la actividad exterior; ciertamente esto es necesario, pero no es la única forma de apostolado. Siempre debemos tener presente que Jesús nos salvó no sólo con la actividad realizada en los últimos tres años de su vida, dedicados a la evangelización de las multitudes y a la formación del primer núcleo de la Iglesia, sino también con la oración, con sufrimiento, en fin, con toda su vida. 

Jesús siempre fue apóstol, siempre fue mandato del Padre para nuestra salvación. Su apostolado comienza en Belén en la miseria de una cueva donde, como un niño pequeño envuelto en pañales, ya sufre por nosotros; continúa en los treinta años de vida pasados ​​en Nazaret en oración, en retiro, en escondite; toma una forma externa en contacto directo con las almas durante la vida pública; culmina en la agonía del huerto de los olivos y en la muerte de la Cruz. 

Jesús es apóstol en el establo de Belén, en el taller de José, en la angustia de Getsemaní y del Calvario no menos que cuando viaja por Palestina enseñando a las multitudes o discutiendo con los doctores de la ley. Nuestro apostolado consiste en asociarnos a lo que Jesús hizo por la redención de la humanidad, por tanto no se limita sólo a la actividad exterior, sino que consiste también, y de manera esencial, en la oración y el sacrificio. 

Se distinguen así dos formas fundamentales de apostolado: el apostolado interior de la oración y de la inmolación, que es una prolongación de la vida oculta y de la Pasión de Jesús; el apostolado externo de la palabra y de las obras, que es una prolongación de su vida apostólica. Ambos son una participación en la obra salvadora de Jesús, sin embargo hay una gran diferencia entre ellos: el apostolado interior es la base indispensable del apostolado exterior; de hecho, nadie puede pensar en salvar almas con una actividad que no se apoye en la oración y el sacrificio. 

Por otra parte, hay casos en que puede faltar la actividad exterior, sin que disminuya la interior de oración y sacrificio, que puede ser igualmente muy intensa y fecunda. Todo cristiano es apóstol no sólo en virtud de la actividad que realiza, sino principalmente en virtud de su participación en la oración y el sacrificio con que Jesús redimió al mundo. 



2 - El apostolado interior puede existir por sí mismo y de hecho hay formas de vida que legitiman la ausencia del apostolado exterior. Es el caso de la vida contemplativa pura, siempre floreciente en la Iglesia y maternalmente sostenida por ella frente a quienes la acusan de ausentismo del campo de actividad. 

Quienes, siguiendo la llamada de Dios, se apartan de las obras para entregarse a este tipo de vida, no son desertores, fugitivos; y si abandonan las filas del apostolado exterior, lo hacen precisamente para entregarse a un apostolado más profundo: el de la oración y la inmolación continua. 

“Los que desempeñan el oficio de la oración y la penitencia continua en la Iglesia contribuyen mucho más al crecimiento de la Iglesia y a la salvación del género humano que los que cultivan el campo del Señor con su propia actividad; pues si no atrajeran del cielo la abundancia de las gracias divinas para regar el campo, los obreros evangélicos obtendrían ciertamente menos fruto de su trabajo”


[Escrito tomado de “Intimidad Divina”, del Padre Gabriel de Santa María Magdalena, publicado por el Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas en Roma, imprimatur: Vicetiae, 4 martii 1967, + C. Fanton, Ep.us Aux .].


Cordialiter



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