La certeza cristiana ante la lectura de las cartas del tarot no ha cambiado: supone un pecado grave vinculado a la superstición y pone en peligro a quien la practica.
Por Luis Santamaría del Río
En los últimos tiempos se ha difundido en la sociedad la idea de que el Tarot –la célebre baraja de cartas simbólicas que el imaginario colectivo siempre ha asociado con la adivinación– se habría convertido en una especie de herramienta psicológica para el autoconocimiento y la búsqueda de bienestar y paz interior. Un lavado de imagen que no es inocente, sino con un claro interés de mantener su uso y buscar nuevos nichos de población interesada (y, por tanto, ampliación de negocio).
El paso del vidente al “terapeuta”
A esto contribuyen habitualmente los medios de comunicación que aseguran recoger tendencias culturales, muchas veces lo que hacen es crearlas. Uno de los últimos ejemplos es el de un reportaje de la célebre revista de moda Vogue. Firmado por Rhea Cartwright, arranca afirmando que la lectura del tarot es una “práctica wellness”, es decir, orientada al bienestar personal, y por eso una de las razones de su popularidad sería “nuestro insaciable apetito por apoyo emocional”.
En el artículo podemos leer también que el uso de estos naipes de origen medieval “puede ser visto como una herramienta de auto-reflexión, más que de adivinación”, y se repiten términos como “místico” y “espiritualidad”. Este engaño que presenta como algo bueno o saludable al Tarot, explica también el crecimiento de su demanda en este contexto global de pandemia e incertidumbres. Vogue revela que “las búsquedas de ‘cartas de tarot’ y ‘cómo leer las cartas del tarot’ en Estados Unidos han aumentado 31.9 % y 78.4 % respectivamente, desde 2019”.
Las personas consultadas por la revista insisten en la utilidad del Tarot para la vida personal, pues ayudaría a leer la realidad desde una clave simbólica y a encontrar una respuesta a nuestras necesidades. Y no sólo eso: la psicóloga Chloe Carmichael asegura que para entenderlo hay que tener en cuenta que “los humanos quieren sentirse conectados a algo más grande que ellos mismos”. Así, vemos que se está hablando en términos religiosos, en términos de trascendencia, huyendo sin embargo del concepto “religión” para enmascararlo tras un lenguaje psicológico y de autorrealización, algo muy propio del ambiente New Age (Nueva Era) y de sus terapias “holísticas” de sanación.
La vidente considera su actividad como algo “profesional”
Hemos podido leer otro texto reciente, publicado por el medio digital Business Insider, aunque esta vez no es un reportaje periodístico, sino el testimonio en primera persona de Patti Woods, que se presenta como “una lectora profesional de cartas del tarot desde hace más de 20 años”. Cuenta cómo descubrió estos naipes esotéricos en su adolescencia y le fascinaron. En la misma línea de lo que vamos viendo, esta mujer afirma que “algunas personas se refieren a la lectura del tarot como adivinación, pero las considero una herramienta para obtener información sobre las circunstancias de una persona”.
Frente a la mala fama que pueda tener esta práctica, Woods insiste en que “no hay razón para tener miedo a las cartas”, ya que no sirven para presagiar infortunios, sino que “las cartas que se sacan y la forma en que se extienden crearán un mensaje único que el lector interpretará”. Sin embargo, no explica cómo surge ese “mensaje único”, ni por qué “las cartas parecen hablarte”, si es por azar o por alguna acción de tipo sobrenatural, lo que no debería dejar a nadie tranquilo ni satisfecho.
Lo que sí aclara esta vidente es cómo prepara el lugar donde lleva a cabo la práctica, con toda una ritualidad de tipo mágico: “quiero hacer que mi espacio sea lo más sagrado e inmóvil posible, y limpiarlo con salvia, palo santo (una madera medicinal) o un spray de aceite con infusión de cristal”, colocando a continuación sobre la mesa “las cartas y cristales que tengo que usar ese día” y practicando meditación “para estar lo más conectada posible” (aunque no detalla con quién o con qué).
Rastreando sus orígenes
A la luz de estos dos ejemplos de vivencia contemporánea del tarot, ¿podemos decir, entonces, que ha habido realmente un cambio? Aparentemente es así, y se estaría buscando una transición de lo ocultista a lo psicológico. De manera que no supondría un problema ni para mentalidades racionales y escépticas que rechazan lo que pretenda escaparse de las coordenadas científicas de la realidad, ni para las personas religiosas –como los cristianos– que rechazan todo intento de un conocimiento especial o actividad procedente de fuerzas superiores ajenas a Dios (porque vienen del diablo).
Se trata, ciertamente, de un juicio superficial, del que nos previene una mirada más profunda y rigurosa a la identidad del Tarot, su origen y su historia, para conocer la verdad. Podemos rastrearlo hasta el siglo XIV en Italia, con sus 22 arcanos mayores (los que son más conocidos, con imágenes que van siguiendo el alefato hebreo) y 56 arcanos menores (con estilo y orden semejantes al de otros tipos de barajas). Los 78 naipes serían una síntesis de todos los saberes... incluida la astrología, con su supuesta capacidad –falsa, por supuesto– de adivinar el futuro.
Por eso, desde hace mucho tiempo se considera que el Tarot “está conectado con los poderes ocultos y busca revelar y controlar el futuro”, como explica el P. William Saunders en la web del Catholic Education Resource Center. Pero para ser rigurosos, tenemos que afirmar que en sus comienzos no era más que un juego de cartas, como otros muchos, y la consideración de sus virtualidades esotéricas se dio sobre en el siglo XVIII, bajo la influencia de la masonería, con Antoine Court de Gébelin como principal impulsor. Este autor, masón y pastor protestante, afirmó la conexión del tarot con la antigua sabiduría egipcia y con la cábala judía, y su uso secreto por parte de los Papas... todo ello falso, obviamente.
Así, podemos ver posteriormente su uso por parte de importantes figuras del ocultismo contemporáneo, como Éliphas Lévi en el siglo XIX y Aleister Crowley en el siglo XX. También fue incluido entre las doctrinas de grupos esotéricos como la Orden Hermética de la Aurora Dorada (Golden Dawn). Y un impulso fundamental para su supuesto uso “psicológico” vendría dado por Carl Gustav Jung –el padre de la psicología analítica–, un autor muy influyente con su teoría de los “arquetipos”, que serían imágenes universales que derivan del inconsciente colectivo y que rigen la mente humana... y que conectó precisamente con los arcanos del tarot.
Una postura crítica
En otro reportaje hemos detallado cuál es la valoración que la fe cristiana hace de este tipo de prácticas. Aparece totalmente claro en la Sagrada Escritura, de la que se hace eco la Iglesia Católica al afirmar en el n. 2116 del Catecismo que “todas las formas de adivinación deben rechazarse”, detallando fenómenos como “la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘médiums’”... ya que “encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos”. De esta forma, atentan contra el primer mandamiento: “están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”.
Portaluz
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