6 de Abril: San Celestino, Papa
(✞ 432)
El glorioso celador de la dignidad de la Madre de Dios, San Celestino, primero de este nombre, fue hijo de Prisco, romano, y nació en Campana, que es tierra de Nápoles.
Habiendo resplandecido a los ojos de todos por sus virtudes y sabiduría le consagraron Obispo de Ciro, en Siria y le honraron con el título de Cardenal de la Iglesia de Roma y después, por muerte de Bonifacio primero, fue elegido con universal aplauso, Vicario de nuestro Señor Jesucristo en la tierra.
Este fue el santo Pontífice que envió al glorioso San Patricio a Irlanda, para que convirtiese aquellas gentes ciegas a la fe de Cristo, lo cual hizo San Patricio, con tan maravilloso suceso, que mereció ser llamado Apóstol de aquella nación.
Por este tiempo se quitó la máscara el diabólico hereje Nestorio, el cual con boca sacrílega negaba la unión hipostática del Verbo eterno con la naturaleza humana en las entrañas de la purísima Virgen, y juntamente afirmaba que esta serenísima Reina de los ángeles no había concebido y dado a luz a un hombre que juntamente era Dios, sino a un hombre puro; y que así no se había de llamar Madre de Dios, si no Madre de Cristo, en quién reconocía y confesaba dos personas divina y humana, poniendo en estas tanta distinción como en las naturalezas.
Contra este Luzbel que trajo su error, el cielo trajo a este ángel que fue San Celestino, el cual mandó que se celebra en el año cuatrocientos treinta y uno el Concilio general de Éfeso, que fue el tercero de los ecuménicos, donde asistió como legado apostólico el glorioso Doctor y Patriarca San Cirilo.
Así fue condenada y anatematizada la herejía de Nestorio, y al ser llamado, no quiso comparecer ante el Concilio, ni retractarse, fue depuesto de la Cátedra de Constantinopla y recluido en el monasterio de san Eupredio de Antioquía, donde acabó miserablemente su vida, llenándosele de gusanos aquella lengua que tanto había blasfemado contra la Madre de Dios.
Entonces añadió la Iglesia, como artículo de fe, a la oración angélica aquellas palabras: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros” y el pueblo con luminarias y regocijos, sostuvo la definición dogmática del más excelso título de Nuestra Señora.
Finalmente, habiendo el santo pontífice Celestino logrado del emperador Teodosio que hiciese leyes para la observancia de las fiestas, y edificado y enriquecido muchos templos de Roma con gran magnificencia, a los ocho años de su Pontificado descansó en la paz del Señor.
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