jueves, 1 de junio de 2023

LAS REDES SOCIALES: UNA ASIGNATURA PENDIENTE

Pienso que los obispos tienen una grave responsabilidad en lo que corrigen y toleran, pero también en lo que escriben, lo que publican, lo que alientan y lo que apoyan 

Por el padre Jorge González Guadalix


He leído con atención la reflexión que sobre redes sociales, con el título “Hacia una plena presencia”, nos acaba de ofrecer el Dicasterio para la comunicación.

No. No voy a hacer un resumen. Mayorcitos somos y bien podemos cada uno leer y sacar las propias conclusiones. Yo apenas quiero aportar algunas consideraciones sobre el particular desde mis años de bloguero y presencia en redes.

Hoy lo que no está en la red simplemente no existe. Diría más: lo que no está en la red y lo que no está en formato red no existe. Por ejemplo, el mismo documento que acaba de presentarse. Dieciocho páginas seguidas en el mundo de los caracteres limitados para una frase. Otras veces nos empeñamos en ofrecer preciosos videos de ocho o diez minutos en la era del TikTok. No terminamos de comprender el funcionamiento del medio.

Dicho esto, las cosas que podemos aportar y que en el documento se observan son verdades de perogrullo: que las redes son importantísimas, que se puede hacer un gran bien -y un gran mal-, que son un medio de evangelización, que hay que ser prudentes y fieles al magisterio y no convertirlas en medio de ruptura de la comunión eclesial y que, por supuesto, mejor el cara a cara.

Mucho habría que decir de la presencia católica en la red, y especialmente a los que aquí llegamos desde nuestra condición de sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos. También va para los obispos.

No se pueden poner puertas al campo. Internet no hay quien lo controle, no siendo los chinos y no del todo. Las cosas se saben y no hay manera de ocultar ni lo bueno ni lo malo. Hoy cualquiera fotografía, cualquier grabación, se divulga. Por lo tanto, la primera prudencia y esencial es andarnos con mucho cuidado con lo que hacemos y decimos, porque aquí todo se sabe, y si alguien comete alguna fechoría es imposible pedir discreción con la cosa de la comunión eclesial.

A todos nos importa la comunión eclesial, por supuesto, pero esta comunión no se rompe por lo que se publica, sino por lo que se hace o consiente. Por ejemplo, si un obispo dijera que Cristo no está realmente presente en la Eucaristía y lo contara un servidor, a ver quien rompe la comunión eclesial.

Abundando en este tema, cada palo aguante su vela. Lo que hagan los laicos es más difícilmente controlable, pero con sacerdotes y religiosos lo tienen muy fácil. Basta que nuestro obispo nos retire las licencias para predicar y escribir en las redes. Igual los religiosos. Por lo tanto, si hay presencias de clérigos y religiosos en las redes que suponen un peligro para la sana doctrina, lo tienen fácil.

Dicho esto, pienso que los obispos tienen una grave responsabilidad en lo que corrigen y toleran, pero también en lo que escriben, lo que publican, lo que alientan y lo que apoyan con su presencia, sus quereres y sus doblones.

Y una última cosa. La gente acude a la parroquia que quiere, se conecta a los portales que prefiere y sigue a los blogueros que mejor le caen. Curiosamente, mientras las páginas y los canales de las diócesis y hasta de la propia conferencia episcopal languidecen, portales como este van viento en popa. Háganselo mirar. Medios diocesanos llenos de profesionales con buenos sueldos son la nada, mientras que otros, que se debaten entre la sobriedad y la austeridad, aumentan de lectores cada día.

Sigo pensando que las curias no saben lo que es el mundo digital. Curiosamente a los que estamos dentro de este mundo y con un cierto seguimiento no nos preguntan, o preguntan solo a algunos. El resultado, en cualquier caso, escasito.


De profesión, cura



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