Jorge Bergoglio le dio instrucciones al arzobispo Ganswein para que se vuelva a su país a más tardar el 1 de julio. La tensión entre ambos aumentó tras la publicación de un libro que no le agradó al “papa”
A seis meses de la muerte de Benedicto XVI, Bergoglio resolvió el destino de Georg Ganswein. Después de idas y venidas y versiones de todo tipo, el arzobispo alemán que escandalizó a muchos bergoglianos al publicar un libro en el cual expuso algunos trapos sucios a pocos días de la muerte de Joseph Ratzinger, vuelve a su diócesis de origen, Freiburg, sin ningún cargo, sino como ciudadano privado, según indicó el diario Die Welt. El periódico alemán precisó que Francisco, que en los últimos meses recibió a Ganswein tres veces en audiencia, le ordenó a Gänswein que abandone Roma a más tardar el 1 de julio.
En una de esas audiencias, Bergoglio le sugirió regresar a su diócesis de Alemania y le recordó a Ganswein que, según la tradición, todos los secretarios privados de los papas siempre habían vuelto a su diócesis de origen cuando el pontífice había muerto, tal como ocurrió, por ejemplo, con Estanislao Dziwisz, que regresó a Cracovia, Polonia, después de la muerte de Juan Pablo II.
En los últimos meses, se especuló mucho sobre el destino de Ganswein que, según trascendió, no quería irse del Vaticano o, en todo caso, hubiera preferido ser nombrado al frente de una nunciatura o institución educativa, algo que Bergoglio descartó, sobre todo después de la publicación de su libro “Nada más que la verdad, mi vida al lado de Benedicto XVI”.
En el libro, considerado “imprudente” por el “Equipo de Francisco”, si bien destacó que la relación entre Jorge Bergoglio y Joseph Ratzinger siempre estuvo marcada por el “afecto”, también escribió cosas que se supone que un secretario privado debe mantener en reserva. Por ejemplo, reveló que quedó “shockeado” y se sintió un “prefecto reducido a la mitad” cuando Bergoglio le pidió en enero de 2020 que se tomara una licencia de su cargo de prefecto de la Casa Pontificia, para cuidar a Benedicto.
Ganswein siempre tuvo una relación tensa con Bergoglio, desde el momento en el cual debía servirle a él como prefecto de la Casa Pontificia –cargo clave en el que lo blindó Ratzinger antes de dimitir- y al papa emérito. Era una doble función difícil de mantener.
Aunque todo comenzó a principios de 2020, cuando Benedicto se vio obligado a pedir que sacaran su nombre y firma de un libro en defensa del celibato del que tuvo que negar ser coautor junto al cardenal Robert Sarah. Ese libro había desatado una tormenta en el Vaticano porque había aparecido como una “indebida presión” del retirado Ratzinger sobre “su sucesor”. Esto ocurrió en momentos en que se esperaba un documento posterior al Sínodo sobre la Amazonía, en el que se había discutido la posibilidad de implementarse la ordenación de hombres casados diáconos “para suplir la escasez de sacerdotes en áreas remotas”.
Fue en entonces que Ganswein quedó mal parado en lo que pareció una operación del frente tradicionalista contra el “papa revolucionario”. Y fue en ese momento que el cargo de Ganswein como prefecto de la Casa Pontificia, quedó congelado.
El regreso de Ganswein a Freiburg como ciudadano común, sin revestir ningún cargo pone fin a una guerra, en la que, el que tiene el poder, gana.
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