miércoles, 10 de mayo de 2023

VIEJO, GORDO, AMARGADO Y SIN DIOS, SE QUEJA DE LOS JÓVENES

El burro viejo jadea mucho.“Indietrismo” es la nueva palabra que el escritor de discursos en el Vaticano ha acuñado para permitir a Francisco expresar su antipatía por la gente que es, ya sabes, católica.


Significa “retrógrado”, y entendemos que, a ojos de Francisco, es un insulto.

Verás, el viejo lascivo, gordo y amargado está enfadado con la gente que quiere volver al catolicismo, volver a la liturgia adecuada, volver a la doctrina adecuada, volver a la teología precisa y correcta, volver a la práctica real de los sacramentos, volver a la oración adecuada, volver a hacer penitencia y volver a todas esas otras cosas que, en realidad -y para disgusto del viejo lascivo- hacen a un católico.

De hecho, encuentro este “retroceso” realmente bueno. Y parece que no soy el único. La SSPX acaba de consagrar una iglesia de 42 millones de dólares, lo que demuestra que el movimiento “indietrista” goza de muy buena salud.

Parece, en efecto, que los que quieren volver a la cordura son, en gran parte, jóvenes; mientras que los que piensan que la Santísima Virgen pudo haberse sentido traicionada al pie de la cruz son, en realidad, viejos, gordos, amargados, ignorantes y muy, muy estúpidos como el mismísimo Payaso Maligno. 

De ahí que siempre esté quejándose en compañía de otros jesuitas decrépitos y moribundos que piensan que aún estamos en 1969, y que a estas alturas, seguramente las personas ya se han olvidado que son ateos, herejes, homosexuales o todo lo anterior junto. Pero que no se preocupen. Pronto se les recordará.


Atrás es el nuevo adelante, mientras que los decrépitos herejes que se creen progresistas son los que quieren devolvernos a los tiempos precristianos, cuando la gente adoraba a los árboles y a los tótems y a los animales, igual que las tropas bergoglianas adoran el clima, el bosque y a las chicas retrasadas de Suecia.


El tipo está perdiendo, y lo sabe. Está perdiendo y eso le enfada. Ya ha comprendido que, cuando esté a dos metros bajo tierra, se le ridiculizará tanto como se le condenará. Para un ego grande y gordo como el de este tipo es una patada en los dientes aunque sea ateo. De ahí su amargura.

Acabamos de tener una coronación.

Esperemos que pronto tengamos una nueva; y que, esta vez, el nuevo rey sea mejor que el anterior.


Mundabor

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