lunes, 15 de mayo de 2023

ENTREVISTA CON EL SUPERIOR GENERAL DE LA FSSPX

Entrevista realizada por FSSPX.Actualités en la comuna suiza de Menzingen el 5 de mayo de 2023, en la fiesta de San Pío V


Abogan por una Iglesia sin doctrina, sin dogmas, sin fe, y en la que ya no hace falta autoridad para enseñar nada. Todo se disuelve en un espíritu de 'amor y servicio', sin saber realmente lo que esto significa y a dónde conduce.


FSSPX.Actualités: Reverendo Padre General, Su Santidad el papa Francisco ha celebrado recientemente diez años de pontificado. ¿Cuál es, en su opinión, el punto más significativo de estos últimos años?

Don Davide Pagliarani: Después de sus dos ideas centrales e innovadoras de la misericordia, entendida como "amnistía universal", y de la nueva moral basada en el respeto de la tierra como "casa común de toda la humanidad", es innegable que estos últimos años se han caracterizado por la idea de la sinodalidad. No se trata de una idea absolutamente nueva [1], pero el papa Francisco la ha convertido en el eje prioritario de su pontificado.

Esta idea es tan omnipresente que muchos, hasta cierto punto, han perdido interés en ella, a pesar de que representa la quintaesencia de un modernismo maduro y perfeccionado. Desde un punto de vista eclesiológico, se supone que la revolución sinodal va a impactar y transformar profundamente a la Iglesia en su estructura jerárquica, en su funcionamiento y, sobre todo, en su enseñanza de la fe.

¿Por qué la gente se ha cansado de esta sinodalidad?

Es posible que se haya percibido excesivamente como un problema germanófono, o quizás -guardando las proporciones- que se trate básicamente de un problema belga, y que su dimensión universal se haya perdido con el tiempo. Es cierto que los alemanes han desempeñado un papel particular en el proceso sinodal, pero el problema en sí es un problema romano -y por lo tanto, universal- y, por ello, concierne a la Iglesia Católica en su conjunto.

¿Cómo definiría este proceso sinodal?

En primer lugar, este proceso es una realidad concreta, más que una doctrina predefinida. Es un método confuso, o mejor "una praxis", que se ha puesto en marcha sin conocer de antemano todos los posibles resultados. En concreto, se trata de una voluntad decidida de dar la vuelta a la Iglesia. La Iglesia docente ya no se ve a sí misma como la custodia de una Revelación que viene de Dios, y de la que es guardiana, sino como un grupo de obispos asociados al papa, que escuchan a los fieles, y en particular a todas las periferias, es decir, con especial atención a todo lo que puedan sugerir las almas más alienadas. Es una Iglesia en la que los pastores se convierten en las ovejas y las ovejas en los pastores.

La idea subyacente es que Dios no se revela a través de los canales tradicionales de la Sagrada Escritura y la Tradición, salvaguardados por la jerarquía, sino a través de la "experiencia del pueblo de Dios". Por eso, el proceso sinodal comenzó con una consulta a los fieles de todas las diócesis del mundo. A partir de estos datos, se elaboraron síntesis, a nivel de las conferencias episcopales, que desembocaron en una primera síntesis romana publicada hace unos meses.

¿Qué significa la idea de que Dios se revela y da a conocer su voluntad a través de las experiencias del pueblo de Dios?

Esta idea está en la base misma de todo el edificio modernista. San Pío X construyó toda su encíclica Pascendi sobre la denuncia de esta falsa idea de la Revelación. Si, en lugar de referirse a la Sagrada Escritura y a la Tradición, la fe se reduce a una experiencia -individual al principio, comunitaria después, cuando se comparte-, entonces el contenido de la fe, y en consecuencia la constitución de la Iglesia, queda abierto a todo tipo de evoluciones posibles. Por definición, una experiencia está ligada a un momento o a un periodo de tiempo. Es una realidad que se da en el tiempo y en la historia, y que es, por lo tanto, por esencia, evolutiva. Del mismo modo, la vida de cada uno de nosotros contiene un movimiento y, por lo tanto, evoluciona.

Tal experiencia de fe, necesariamente destinada a evolucionar según la conciencia y las necesidades de los distintos momentos de la historia, se "enriquece" constantemente con nuevos contenidos y, al mismo tiempo, deja de lado lo que ya no es actual. De este modo, la fe se convierte en una realidad más bien humana, ligada como la historia de la humanidad a contingencias siempre nuevas y cambiantes. A largo plazo, no queda mucho de lo eterno, lo trascendente o lo inmutable. Si seguimos hablando de Dios y de la Iglesia Católica, estas dos realidades acaban siendo la proyección de lo que una experiencia puede sentir hic et nunc. Estos dos términos, junto con todos los demás elementos dogmáticos de nuestra fe, quedan irremediablemente alterados en su verdadero significado y alcance. Se reabsorben poco a poco en el borrón de lo meramente mundano y cambiante. Su significado evoluciona con la humanidad y con su experiencia de Dios. Esta idea no es nueva, pero el proceso sinodal representa una nueva culminación de su amplitud y profundidad.

¿Qué puede decirnos de esa "síntesis romana" que menciona?

Esta síntesis romana es un documento publicado en octubre de 2022 y titulado "Ensancha el espacio de tu tienda". Es el documento de trabajo elaborado para la reflexión de los obispos, en la etapa continental del camino sinodal, es decir, para los obispos reunidos en sus respectivos continentes [2]. Se presenta como expresión del sensus fidei de los fieles, y se recomienda a los obispos que lo lean en oración, "con los ojos del discípulo, que lo reconoce como testimonio del camino de conversión hacia una Iglesia sinodal, [...] una Iglesia que aprende de la escucha a renovar su misión evangelizadora" [3]. Es, pues, de esta presunta expresión del sensus fidei de los fieles de donde se espera que los obispos saquen las consecuencias y tomen sus decisiones finales.

Ahora bien, el contenido de este texto y las sugerencias que contiene son un desastre de principio a fin. No hay prácticamente nada que pueda considerarse expresión de la Fe Católica. Al contrario, la mayoría de las sugerencias abogan por una disolución de la Iglesia en una realidad completamente nueva. Tal vez sea comprensible que algunos fieles (e incluso algunos sacerdotes, sobre todo hoy) digan cosas extrañas, pero es absolutamente inconcebible que tales afirmaciones se hayan mantenido en la síntesis elaborada por la Secretaría General del Sínodo del Vaticano.

¿Hay algún pasaje en esta síntesis que destaque como particularmente peligroso?

Desgraciadamente, ¡la mayoría de los pasajes son aterradores! Sin embargo, hay dos en particular que me parecen resumir la intención de todo el documento, y en particular, el deseo de cambiar la esencia misma de la Iglesia Católica, a través del proceso sinodal. En primer lugar, en relación con la autoridad, hay un deseo explícito de reconocer una Iglesia que funciona al revés, y en la que la Iglesia docente ya no tiene nada que enseñar: "Es importante construir un modelo institucional sinodal como paradigma eclesial de deconstrucción del poder piramidal que privilegia las gestiones unipersonales. La única autoridad legítima en la Iglesia debe ser la del amor y el servicio, siguiendo el ejemplo del Señor" [4].

Aquí nos preguntamos si estamos en presencia de una herejía o, simplemente, de una "nada" que ni siquiera podemos describir. Un hereje, en efecto, sigue "creyendo" en algo, y puede seguir teniendo una idea de la Iglesia, aunque su idea esté distorsionada. Sin embargo, aquí se trata de una idea de la Iglesia no sólo difusa, sino también "líquida", por utilizar una expresión moderna. Aquí se propugna una Iglesia sin doctrina, sin dogma, sin fe, y en la que ya no hace falta una autoridad que enseñe nada. Todo se disuelve en un espíritu de "amor y servicio", sin saber realmente qué significa esto -si es que significa algo- y a dónde conduce.

¿Ha mencionado también un segundo pasaje que le preocupa especialmente?

Sin duda. Hay este segundo pasaje que me parece que resume el espíritu de todo el texto, y al mismo tiempo, el sentimiento real de estos últimos años de pontificado del papa Francisco: "El mundo necesita una 'Iglesia en salida', que rechace la división entre creyentes y no creyentes, que mire a la humanidad y le ofrezca más que una doctrina o una estrategia, una experiencia de salvación, un 'golpe de don' que responda al grito de la humanidad y de la naturaleza" [5]. Estoy convencido de que este breve pasaje encierra un sentido y un significado mucho más profundos de lo que podría parecer a primera vista.

Rechazar la distinción entre creyentes y no creyentes es ciertamente una locura, aunque lógica en el contexto actual. Si la fe deja de ser una realidad auténticamente sobrenatural, la propia Iglesia, que debe preservarla y predicarla, altera su razón de ser y su misión entre los hombres. En efecto, si la fe no es más que una experiencia entre otras, ¿cómo puede presentarse como mejor y por qué debe imponerse universalmente? Sencillamente, un sentimiento-experiencia no puede corresponder a una verdad absoluta: su valor es el de una opinión particular, que ya no puede ser la verdad en el sentido tradicional de la palabra. Esto conduce lógicamente al rechazo de la distinción entre creyentes y no creyentes. Lo único que queda es la humanidad, con sus expectativas, opiniones y clamores, y que, como tales, no pretenden nada sobrenatural.

Así, la Iglesia ofrece a la humanidad una enseñanza que ya no corresponde a la transmisión de una Revelación trascendente. La Iglesia se reduce a proponer un "evangelio" disminuido y naturalizado, que se convierte en un simple libro de reflexión y consuelo, adaptado a todos sin distinción. En esta perspectiva, comprendemos cómo la nueva teología y la nueva moral ecológica propuestas por Laudato si' se ofrecen a una humanidad que ya no necesita convertirse, y en la que ya no hay distinción entre creyentes y no creyentes.

En los medios de comunicación, la atención que el Sínodo presta a las uniones entre personas del mismo sexo es particularmente notable. ¿Cómo ve este problema?

Es innegable que la presión mundial en este ámbito tiene eco en el proceso sinodal. Se pide a la Iglesia que sea más acogedora y atenta a las necesidades afectivas de estas personas, sobre todo después de que se les abrieran las puertas con la exhortación apostólica Amoris Lætitia. Este es uno de los temas en los que las expectativas son mayores. Tenemos la impresión de ver, por una parte, a la autoridad de la Iglesia reiterar el principio de que estas parejas no pueden ser bendecidas -tómese como ejemplo la respuesta del Dicasterio para la Doctrina de la Fe de marzo de 2021- y, por otra parte, en varias ocasiones, a estas parejas siendo bendecidas -algunas vienen a la iglesia para recibir la bendición después de un matrimonio civil en el ayuntamiento-.

Hace unos meses, los obispos flamenco-belgas publicaron incluso un ritual oficial para bendecir a estas parejas. Ante esta nueva iniciativa, el Vaticano aún no ha reaccionado. Según el obispo de Amberes, el santo padre lo sabía, pero decidió simplemente dejar que sucediera. En la misma línea, los obispos alemanes proponen pasos importantes y abiertamente revolucionarios en este ámbito. Todo esto provoca inevitablemente reacciones por parte de algunos obispos y de algunos fieles. Sin embargo, muchos otros se contentan con observar las cosas pasivamente.

Se crea así una situación dialéctica y confusa -tanto en este campo como en otros- y en la que, naturalmente, todo el mundo acaba esperando a que la autoridad competente se pronuncie... Esta autoridad es entonces libre de poner freno cuando las cosas parecen demasiado prematuras, pero también puede ceder y dejar que las cosas sigan adelante para que, poco a poco, se vayan incorporando a los usos y costumbres. A veces, la Doctrina Tradicional de la Iglesia se reitera e incluso se define como inmutable, lo que tranquiliza a los conservadores. Pero también se aducen las necesidades pastorales de los casos particulares, aplicando una misericordia "milagrosa" que concilia lo irreconciliable. En realidad, los principios morales tradicionales, así como la fe, se transforman así en opiniones facultativas. Esta es la característica de una forma de ejercer la autoridad que ya no se guía por principios trascendentes, sino que se muestra sensible a las expectativas del momento - y decidida a satisfacerlas, según una oportunidad evaluada de forma puramente pragmática.

Sin embargo, es importante comprender que todo esto no se detiene en un momento dado. Esta forma de ejercer la autoridad se somete al mismo mecanismo que rige las democracias modernas: algo que no puede aprobarse hoy se aprobará mañana, cuando, a través de la misma dialéctica y de nuevas presiones y nuevos precedentes, la situación esté suficientemente madura y las mentes suficientemente preparadas. Esta es una breve descripción del mecanismo desencadenado por la sinodalidad, y por eso nos encontramos ante el ejemplo más acabado de modernismo.

Más recientemente, un rescripto del papa Francisco reafirmó que cualquier nuevo sacerdote que desee celebrar la Misa Tridentina debe obtener el permiso expreso de la Santa Sede. Además, para que se permita una Misa Tradicional en una iglesia parroquial, también se requiere el permiso de la Santa Sede. ¿Cómo valora estas medidas?

No creo que haga falta ser un experto muy avezado para darse cuenta de la clara voluntad de acabar con la Misa Tradicional. Tanto este rescripto, publicado en febrero de 2023, como la carta apostólica Desiderio desideravi, de junio de 2022, pretenden restringir al máximo el uso del Misal Tradicional, así como asustar a quien quiera utilizarlo. En estas condiciones, no veo a ningún sacerdote joven que tenga el valor de dirigirse a la Santa Sede para pedir permiso para celebrar la Misa Tridentina. Nos guste o no, desde el Motu Proprio Traditionis Custodes, esta Misa está prácticamente prohibida en la Iglesia. Como recordaba hace poco el cardenal Roche: con el Concilio, "la teología de la Iglesia ha cambiado" [6] y, en consecuencia, también su Liturgia, ya que la Liturgia es la expresión de la Teología de la Iglesia.

En este contexto, los diversos miembros de los Institutos Ecclesia Dei viven un momento de incertidumbre y aprensión. Hemos oído que pronto podría aparecer un nuevo documento pontificio sobre ellos. ¿Qué puede decirnos al respecto?

No sé nada de tal documento. Sin embargo, creo que un sacerdote no puede vivir su sacerdocio de manera satisfactoria si acepta que una espada de Damocles penda sobre su cabeza todo el tiempo. Del mismo modo, no puede vivir serenamente si está constantemente al acecho del menor rumor. Un sacerdote debe vivir unido a su Misa, sin tener que preguntarse si sus superiores le permitirán seguir celebrándola mañana. Se supone que debe preocuparse por compartir, con otras almas, el gran tesoro que dispensa, sin vivir constantemente con el temor de verse él mismo privado de él, o tener que vivir con la esperanza de un milagro que le permita salir de la precaria situación en la que se encuentra. Sinceramente, no creo que la Divina Providencia quiera este tipo de situaciones.

Además, desgraciadamente, los miembros de estos institutos, como muchos otros sacerdotes que desean celebrar el Rito Tridentino, viven con tal miedo que se condenan al silencio ante los acontecimientos actuales de la vida de la Iglesia. Por desgracia, saben muy bien que el día en que empiecen a expresar sus reservas sobre lo que está sucediendo hoy en la Iglesia, ese mismo día, la espada de Damocles podría caer sobre ellos -¡y el cardenal Roche está dispuesto a recordárselo en cualquier momento! Lo digo con toda caridad: esta situación provoca una dicotomía permanente entre el ámbito litúrgico y el ámbito doctrinal, que corre el riesgo de hacer vivir a estos sacerdotes en un estado permanente de decepción, paralizándolos irremediablemente, ante la necesaria profesión pública de su fe. Por eso hoy, sobre todo en algunos países, la reacción contra la locura del movimiento sinodal, paradójicamente, procede más de los círculos no apegados al uso del Misal Tradicional.

¿Cómo ve el futuro de la Sociedad de San Pío X?

Sencillamente, la veo en perfecta continuidad con lo que ha representado hasta ahora. La Sociedad debe preocuparse de la actualidad de la Iglesia, pero sin interesarse por los rumores, ni por lo que este cardenal dijo en confidencia a aquel seminarista, ni por lo que pueda pasar en la Iglesia, ni siquiera por lo que nos pueda pasar a nosotros... Hay que vivir por encima de todo eso.

Por el bien de la Iglesia Católica, la Compañía debe mantener y garantizar a sus sacerdotes y fieles la plena libertad de celebrar la Liturgia Tradicional. Al mismo tiempo, la Compañía debe seguir asegurando la conservación de la Teología Católica Tradicional que acompaña y sostiene esta misma Liturgia. Un católico todavía lúcido no puede renunciar a esta Doctrina. Parafraseando al Cardenal Roche, ¡el cambio de doctrina, realizado a través del Concilio, es de hecho lo que ha inspirado la nueva misa! Es nuestro deber mantener tanto la Misa como la Doctrina Católica, conservando la plena libertad de impugnar los errores y a quienes los enseñan. Al fin y al cabo, si la Liturgia es por definición pública, también lo es la profesión de fe asociada a ella.

Hoy más que nunca, debemos ser conscientes de que la Liturgia Tradicional de la Iglesia Católica corresponde también a una moral que no tenemos derecho a alterar en sus principios. En el centro de nuestra religión, Dios Todopoderoso ha plantado la Cruz y el Verdadero Sacrificio. Nadie puede salvarse sin la Cruz y sin este Sacrificio. Nadie puede salvarse aceptando, en nombre de un falso amor y de un falso sentido de la misericordia, toda clase de abominaciones. Sólo hay un tipo de amor que salva, porque sólo hay un amor verdadero que purifica: es el amor de la Cruz, el amor de la Divina Redención, el amor que Nuestro Bendito Señor nos ha mostrado y que nos comunica, y que Él llamó "caridad". Sin embargo, este amor no puede existir sin la fe, ni sin quienes lo enseñan.


Notas:

[1] El movimiento sinodal comenzó inmediatamente después del Concilio Vaticano II, y desde entonces se han celebrado más de mil sínodos diocesanos, con la frecuente presencia de laicos, lo que constituye una gran novedad.

El papa Francisco aclaró los elementos de su concepción de la sinodalidad desde el inicio de su pontificado. En primer lugar, a través de su interpretación del sensus fidei y de la piedad popular como fuente de revelación (cf. Evangelii gaudium, n° 119-120). Después, abordando más francamente la cuestión de la sinodalidad en su Discurso con motivo del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos (17 de octubre de 2015). A partir de ahí, la Comisión Teológica Internacional elaboró un texto que dio forma a la noción: La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia (2018), teorizando el proceso que hoy vemos en marcha.

El sínodo sobre la sinodalidad aparece así como la aplicación práctica, a escala de toda la Iglesia, de nociones que, expuestas y exploradas teológicamente a lo largo de este pontificado, habían sido ampliamente experimentadas desde el Concilio.

[2] Existen siete grupos continentales distintos. América del Sur y América del Norte son dos entidades distintas, y Oriente Medio está separado de Asia.

[3] Ampliar el espacio de su tienda, n° 13.

[4] Ibidem n° 57.

[5] Ibidem n° 42.

[6] El cardenal Roche argumentó que "la teología de la Iglesia ha cambiado. Mientras que antes el sacerdote representaba, a distancia, a todo el pueblo. Se canalizaban, por así decirlo, a través de esta persona que era la única que celebraba la misa. [Hoy, en cambio, no es sólo el sacerdote quien celebra la liturgia, sino también los bautizados con él. Y es una afirmación enorme" (emisión de BBC Radio 4, 19 de marzo de 2023).


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