A partir de la semana que viene vamos a publicar las notas tomadas del libro de Conrad De Meester de título “El fraude místico de Marta Robin” según las hemos ido tomando a lo largo de la lectura del mismo.
Por Eleuterio Fernández Guzmán
No es una recensión (aunque podría tomarse por tal) sino, en todo caso, la mejor conclusión que se puede sacar de este caso. Y no acompañará comentario alguno a dichas notas. Sirva, pues, el artículo de hoy, como mera introducción a tales notas.
Y ahora, vamos con el artículo.
En realidad, no hacemos más que seguir las palabras de Jesucristo cuando dijo que donde era sí, debía ser sí y donde era no, debía ser no.
Es verdad que cuando uno se encuentra a gusto con un tema y comparte con él la esencia de lo que cree, camina con la tranquilidad más absoluta y no teme caer en la fosa de la que tanto habla el salmista.
También es verdad que cuando algo está fuertemente asentado en el devenir de la Esposa de Cristo, a uno se le hace difícil contradecir lo que eso sea porque se siente mal, verdaderamente mal.
Y entonces vuelve al corazón el sí es sí y el no es no y las cosas se complican, espiritualmente hablando y, claro, del espíritu salta uno a la realidad y, por decirlo pronto, se la ha liado uno parda…
Hace algunos años y unos centenares de artículos que uno viene escribiendo sobre la Venerable Marta Robin (así declarada por el papa Francisco) Por tanto, no puedo decir que desconozca de qué hablo o, a lo mejor, sí; bueno, como ahora veremos, en realidad, el desconocimiento o ignorancia es grande. Y es que de buenas intenciones, como suele decirse, esta empedrado el Infierno…
Esto es, en suma, una retractación en toda regla y así quiero que se tome sin enfado por nadie pero, a lo mejor, con alegría de alguno o, incluso, sorpresa de más de uno que sostenga que siempre es mejor sostenella y no enmendalla…
En realidad, todo parte del comentario de un lector a uno de los artículos que he venido publicando los lunes. El mismo derivó a la lectura de un artículo sobre el tema y, desde ahí, a la compra y lectura de un libro cuyo autor es Conrad De Meester y cuyo título, traducido del francés, es bastante clarificador: “El fraude místico de Marta Robin”.
Con franqueza, después de haber leído el libro al que me refiero, y comprobar que es totalmente cierto, pues aporta pruebas que son totalmente irrefutables, lo que dice acerca del “plagio” de textos completos atribuyéndoselos a ella, a Marta Robin, el corazón le da a uno un vuelco pues no es poco de lo que se da cuenta.
El caso es que el propio autor del libro tenía, en un principio, una visión muy positiva sobre aquella persona, creyente católica, que tanto parecía haber hecho por la Iglesia. Así lo dice al principio de su libro, en concreto, en la página 24 cuando afirma esto que sigue que es, exactamente, lo mismo que podría haber dicho el que esto escribe en un principio de conocimiento de esta persona:
“En el curso de una serie de homilías radiofónicas en el marco del Día del Señor, sobre el tema de la ‘audacia mística’, afirmé, en la fiesta de Todos los Santos, el 1 de noviembre de 1986: ‘Una mística de nuestro tiempo, Marta Robin, a resumido esta audacia cuando ella dice: ‘Después de los años, he osado, he elegido a Cristo Jesús por Maestro. Él se ha revelado y dado’. Encontré esto muy bueno, un resumen de la vida cristiana en cierto modo. Sin conocerla bien, tenía al respecto de Marta un prejuicio favorable”.¿Saben ustedes que a esta persona, autor de este libro, le habían propuesto informar sobre Marta Robin y que cuando su informe (que es este libro) llegó al Vaticano no hicieron caso a la inmensa mayoría de sus páginas?
En realidad, nunca le contestaron a su autor y, lo que es peor, no hicieron ni el más mínimo caso a lo que este buen hombre, conocedor de lo que hacía (como así lo reconocían los que le habían escogido para tal trabajo en un principio…) demostraba en las páginas de lo que ahora es este libro. Es más, el papa Francisco declaró Venerable a Marta Robin el 7 de noviembre de 2014. Y, es más todavía, el que esto escribe, remitió un librito en forma de biografía, al Consejo Pastoral Litúrgico (CPL, en siglas) de Barcelona para que fuera publicado en su colección de Santos y Santas cuando, eso me dijeron, estuviera establecida la fecha de la beatificación de Marta Robin pues eso mismo hicieron con la Beata Emilia Fernández, conocida como “La Canastera”, gitana mártir y de la que tuve el honor de escribir (y publicaron) para tal colección con el número 252 de la misma.
Como es fácil deducir de lo aquí dicho, tal libro será retirado por el que esto escribe de forma inmediata pues no tengo la más mínima intención de colaborar con el fraude místico del que habla Conrad De Meester y que es tan evidentemente claro.
En realidad, podría decirse que la cosa no es para tanto y que, al fin y al cabo, si la cosa ha ido bien y espiritualmente ha dado frutos… en fin, que deberíamos hacer la vista gorda.
Sin embargo, al que esto escribe le parece algo desvergonzado construir algo, lo que sea, sobre unos cimientos falsos y podridos, falsificados y puestos en el lugar donde no deberían haber estado puestos. Y es, si Jesucristo dijo que quien no podía ser honrado en lo grande, no podía serlo en lo pequeño, ¿acaso puede ser honrado en lo grande quien no lo ha sido en lo pequeño?, que sería, por así decirlo, lo que hace Marta Robin desde lo pequeño, lo que es ella, su situación y hacia lo grande, el resultado espiritual de lo dicho y hecho. ¿Es que, acaso, podemos decir que es bueno lo que ha nacido torcido?
Creo, de todas formas, que nadie debe pensar que aquí se está juzgando a Marta Robin en el sentido de que eso no debemos hacerlo. Sin embargo, lo que creo no debemos hacer es juicios temerarios o, algo así, como basados en la nada o por decir lo que sea con tal de perjudicar a quien queramos perjudicar. Y no creo que este sea el caso pues, como he dicho arriba, hay pruebas para hartar a quien quiera ver si esto es cierto o no lo es. Y, con franqueza, digo que hay más que de sobra y más que de sobra y más que de sobra, así, por triplicado y para que quede claro esto.
Como podrán ustedes imaginar, el que esto escribe ha sido un ávido lector de las cosas de Marta Robin y tengo en mi poder unos cuantos libros escritos por ella, preparados por lo que dijo e, incluso, escritos por otras personas con ánimo laudatorio. Y no crean que no me duele estar escribiendo esto pues ya he dicho arriba que cuando uno se siente tranquilo con determinado tema todo es poco para conocerlo mejor y, si es posible, escribir sobre eso. Y, que Dios me perdone por decir esto, pero me arrepiento más que mucho por haber escrito lo que he escrito que, ahora bien, no lo ha sido con mala intención sino, simplemente, por error que es, jurídicamente hablando, un conocimiento equivocado de una determinada realidad. Y lo mismo que no escribiría nada de alguien que no es católico por ser, digamos y por ejemplo, protestante y no lo haría con ánimo de decir nada positivo de quien creo está equivocado, lo mismo digo de este caso que me ha causado no poca amargura y no poco dolor.
De todas formas, ya está escrito lo que hay que hacer en este tipo de casos: podar las ramas podridas y dejar que cure la herida. Y es que creemos esto de Marta Robin después de haber leído lo que había que leer: estaba ávida de una fama que no merecía, de una santidad que no tenía y de una espiritualidad basada en la mentira y en el fingimiento.
Y ya, para finalizar, podrán fácilmente comprobar que ya no aparecen los artículos que he escrito sobre la Venerable Marta Robin pues su categoría ("Serie Venerable Marta Robin"), dicha de tal forma, ya no está en mi Blog. Y ruego a Dios que haya hecho lo mejor. Personalmente, creo que sí.
Por cierto, este artículo lo empecé a escribir el pasado 13 de marzo y hoy, 14 de abril, he terminado de leer el libro de Conrad De Meester. Este buen hombre y cumplidor a la perfección con la labor que se le encargó, termina su texto (antes de poner ejemplos originales de los textos de Marta Robin) diciendo esto:
“El descubrimiento de los secretos de fabricación más dudosos en las palabras y en los actos, en cuanto a la construcción voluntaria de una ficción que habrá caracterizado el destino de la “estigmatizada de la Drôme” no deja ninguna duda sobre el juicio que hay que aplicarle.Y, por cierto, no resulta muy explicable que la dimensión mística no se tuviera en cuenta en la positio aunque explicable, según lo aquí dicho, sí que es: se quita lo que molesta y ya está… a otra cosa. E, incluso, según un artículo publicado recientemente, “Incluso los miembros de su familia, están conmovidos por el hecho de que se ha excluido la dimensión mística de su familiar”. Y a esto nosotros decimos que Conrad De Meester habría dicho algo así como “mejor para ellos”.
Por eso, a mi entender, del fraude místico de Marta Robin, no hay nada, propiamente hablando, que venerar ni tampoco que conservar”.
Y, otro por cierto, ya sé que recientemente ha salido a la luz pública un libro para refutar lo escrito por Conrad De Meester aunque, francamente lo decimos, aún sin haberlo leído, nos resulta más que difícil que a pruebas tan irrefutables pueda oponerse algo que no sea buena voluntad y opiniones, digamos, buenistas o resultadistas…
Amén, Amén y Amén. Todo sea a Mayor Gloria de Dios.
Mera Defensa de la Fe
No hay comentarios:
Publicar un comentario