martes, 8 de octubre de 2024

EL PADRE PÍO Y EL SECRETO DE FÁTIMA

De un modo muy especial, el Padre Pío pudo ser testigo de la verdadera Fe Católica y profeta de nuestro tiempo.

Por el padre Frank Unterhalt


El mensaje y los acontecimientos de Fátima, descritos como una “explosión de lo sobrenatural” [1], se reflejaron claramente en la vida de San Padre Pío. De un modo muy especial, pudo ser testigo de la verdadera fe católica y profeta de nuestro tiempo.

Como los pastorcillos, el estigmatizado sacerdote capuchino se caracterizó también por una heroica adoración de Dios en el Sacramento del altar. Así, confesaba: “¡Sería más fácil que la tierra existiera sin el sol que sin la Santa Misa!” [2]. De este modo, se sentía repetidamente atraído por este incomprensible misterio de amor con una emoción extática. La visualización del sacrificio de Cristo en la cruz se hacía transparente, por así decirlo, durante su celebración. “El drama del Gólgota surgió ante su mente. Su actitud reverente recordaba a la del Ángel de Fátima, que enseñaba las dos famosas oraciones de adoración” [4] y administraba la comunión oral de rodillas. El Padre Pío sentía también que el encuentro con el Señor Eucarístico era la fuente de toda su vida: “El corazón de Jesús y el mío [...] se fundieron en uno. Ya no eran dos corazones los que latían, sino uno solo. Mi corazón se había perdido como una gota de agua perdida en el mar” [5]. El celoso sacerdote capuchino concedía gran importancia al hecho de que los fieles recibieran la Sagrada Comunión en estado de gracia para no ofender al Señor y comerse el juicio (cf. 1 Co 11,27).

La devoción sacerdotal del Padre Pío era el honor del Altísimo y la salvación de las almas. “Así como Dios exhortó a los niños de Fátima, a través de una visión del infierno, a hacer reparación y sacrificio, también ve a muchas personas en peligro de perderse eternamente. […] ¡Cómo no llorar cuando veo cómo la humanidad quiere arrojarse al infierno a toda costa! [6]. Al igual que Jacinta de Fátima, el santo de Pietrelcina sabía que los pecados que llevan a la mayoría de las almas a la perdición eterna son los de la carne [7]. Por eso, como verdadero pastor según el corazón de Dios, luchó resueltamente contra los males desastrosos de la impudicia y lanzó advertencias urgentes. “Estos pecados profanan las fuentes de la vida y son muy desagradables a Dios, como siempre ha enseñado la Iglesia” [8]. Finalmente, el Padre Pío libró una batalla aún más implacable contra otros males terribles, como la homosexualidad, la eutanasia activa y el aborto. Consideraba estos pecados como la abominación de la humanidad y la destrucción de todos los valores humanos y cristianos [8].

La llamada de Fátima a rezar y sacrificarse mucho por la conversión de los pecadores quedó grabada en el corazón del capuchino del alma. Conocía el precio de la salvación: “¡Si supierais cuánto cuesta un alma! Las almas no se regalan, se compran. No sabes lo que le cuestan a Cristo. Ahora siempre hay que pagarlo con la misma moneda” [9]. El Padre Pío confirmaba a menudo a la gente después de su conversión, lo mucho que había sufrido por ellos.

Su vida siempre estuvo dedicada a su oración favorita, el rosario. Lo veía como una excelente “arma” espiritual con la que se podía conseguir todo, porque “la Santísima Virgen recomendaba calurosamente el rosario en cada aparición” [10]. Por eso quiso legar esta cadena victoriosa a sus hijos espirituales.

Como ministro de la Divina Misericordia, el Padre Pío fue un apóstol del Sacramento de la Penitencia, confesando hasta 15 horas diarias. No toleraba la superficialidad, sino que exigía un arrepentimiento auténtico: “Exigía una acusación clara y honesta, una contrición sincera y resoluciones firmes. Sobre todo, había que reconocer y admitir los propios pecados y la propia maldad” [11] El destacado confesor se caracterizaba por su misericordia y determinación al mismo tiempo. El don de la visión del alma le permitía guiar a los fieles de un modo inimitable. A un confesor le dijo: “¡Te conozco al dedillo, como te reconoces en el espejo! [...] ¡Lo sé todo a la luz de Dios!” [12]. El dotado director espiritual sufría a menudo indeciblemente por la suciedad del pecado que llegaba al confesionario. “Sentía tal aborrecimiento por el pecado que hubiera preferido morir mil veces antes que dejar que esta inmundicia manchara su alma. [...] Luchaba con todas sus fuerzas para que el penitente se diera cuenta al fin de quién era, cuya bondad y amor había ofendido” [13] El drama de la inmensa avalancha de barro podía sacudirle hasta la médula: “Llora por el pecador que prefiere el pecado a su preciosa alma. Llora por la sangre de Dios que se derrama en vano por tantos desdichados” [14].

Como los Pastorcitos de Fátima, el Padre Pío sabía perfectamente quién es capaz de guiarnos sanos y salvos hacia nuestra meta eterna. Las famosas palabras de la Inmaculada resonaban en su alma: “¡Mi Corazón Inmaculado será vuestro refugio y el camino que os conducirá a Dios!”. Conocía perfectamente la posición prominente de la Santísima Virgen y Madre de Dios María en el plan de salvación, llamándola tiernamente su “Mammina” y describiéndola como la “incomparable obra maestra del Creador” [15]. Con gran fervor, proclamó las glorias de la Reina celestial, en particular su Inmaculada Concepción, su virginidad perpetua y la maternidad de Dios. En éxtasis, exclamó: “Sí, eres hermosa, si no fuera por la fe, la gente te llamaría diosa. Tus ojos son más brillantes que el sol” [16]. Vivió y difundió la consagración al Corazón Inmaculado de María, tan solicitada en Fátima, como poderosa ancla de salvación y alabó a la Inmaculada como mediadora de todas las gracias: “Ella brilla como el lucero del alba sobre toda la creación. Todas las cosas se refieren a Ella, todas las gracias pasan a través de Ella. Sólo Ella es capaz de captar las corrientes de amor que brotan del corazón de Dios. Sólo Ella es digna de estar en comunión con ellos” [17].

La especial conexión del Padre Pío con el mensaje de Fátima también se reveló en 2017 en una dimensión enormemente reveladora: se supo que incluso conocía el Tercer Secreto -ya le había sido revelado cuatro años antes que a los Pastorcitos-. Así lo atestigua el reputado periodista José María Zavala en su libro “El secreto mejor guardado de Fátima”, que publicó con motivo del centenario de las apariciones. En esta obra de investigación, el autor español hace referencia a su extensa entrevista con Don Gabriele Amorth, hijo espiritual del Padre Pío. En ella, el célebre exorcista reveló lo que el santo estigmatizado, golpeado hasta la médula y conmocionado, le confió sobre el Tercer Secreto: “Es Satanás quien se ha introducido en el seno de la Iglesia, y dentro de poco gobernará una falsa Iglesia” [18].  Zavala interrogó a Don Gabriele Amorth sobre esto con más detalle y concluyó el diálogo así: “Había dos temas recurrentes e interrelacionados: la gran apostasía en la Iglesia desde su cúspide -en línea con el testimonio del Cardenal Ciappi- y la introducción del diablo a la cabeza de la Iglesia a través del 'Papa' bajo el control de Satanás'”[19].

Zavala señala la clara correspondencia entre estas palabras y la declaración del Hermano Michel de la Sainte Trinité, destacado experto en el Mensaje de Fátima y autor de la trilogía correspondiente. Afirmó: “Será el tiempo de la batalla decisiva entre la Virgen y el demonio. Una inundación de confusión diabólica se extenderá por todo el mundo. Satanás penetrará en las más altas esferas de la Iglesia. […]  Cegará los espíritus y endurecerá los corazones de los pastores, porque Dios los habrá abandonado a su suerte como castigo por la desobediencia a las peticiones del Corazón Inmaculado de María. Esta será la gran apostasía anunciada para los últimos días, [...] el 'Falso Profeta' que traicionará a la Iglesia en favor de la 'Bestia', según la profecía del Apocalipsis” [20].

El Falso Profeta errante y el Anticristo que pronto aparecerá, intentarán por todos los medios engañar, defraudar y corromper a la gente.

“Aquí es donde la firmeza de los santos debe demostrar su valía” (Ap 14,12).

Al final, sin embargo, triunfará el Corazón Inmaculado de María, la Virgen de Fátima, Reina del Rosario y vencedora en todas las batallas de Dios.


Notas:

[1] Paul Claudel, en: P. Charles Olmi, Méditations sur les révélations de Fatima, Le Puy 1945, Introducción.

[2] P. Ferdinand Ritzel, Pater Pio. Sein Leben. Lieben und Leiden (Padre Pío. Su vida. Amar y sufrir), Media Maria Verlag 2018, p. 182.

[3] Ibid, p. 181.

[4] Dios mío, te creo, te adoro, te espero y te amo. Te pido perdón por todos los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman. Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro con la más profunda reverencia y te ofrezco el precioso Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de las injurias, profanaciones e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os imploro por la conversión de los pobres pecadores.

[5] P. J. Derobert, Heiliger Pio aus Pietrelcina durchsichtig auf Gott hin (San Pío de Pietrelcina transparente hacia Dios), Hauteville/Suiza 2011, p. 66.

[6] P. Ferdinand Ritzel, p. 182.

[7] Cf. Prof. Dr. L. Gonzaga da Fonseca, Maria spricht zur Welt (María habla al mundo), Friburgo/Suiza 1973 (16ª edición), p. 177.

[8] P. Stefano Maria Manelli, San Pío de Pietrelcina, Castelpetroso 2002, p. 132.

[9] Don Gabriele Amorth, Pater Pio. Lebensgeschichte eines Heiligen (Padre Pío. Historia de vida de un santo), Stein am Rhein 2006 (2ª edición), p. 60.

[10] P. Stefano Maria Manelli, p. 97.

[11] Ibid, p. 105.

[12] P. J. Derobert, p. 717.

[13] Ibid. p. 715.

[14] Maria Winowska, Das wahre Gesicht des Pater Pio, Augsburgo 1989 (25ª edición), p. 127.

[15] Ibid. p. 159.

[16] P. Ferdinand Ritzel, p. 266.

[17] María Winowska, p. 159.

[18] José María Zavala, El secreto mejor guardado de Fátima, edición española, editorial Planeta 2017, p. 231.

[19] Ibid, p. 267.

[20] Ibid, pp. 83-84.


Communio Veritatis


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