Por Monseñor Richard Williamson
En medio de la confusión en la Iglesia y en el Estado, que se ha agravado cada año que pasa, tenemos la intención de superar el error del modernismo, que tanto daño nos ha hecho, especialmente desde la década de 1960, cuando muchos clérigos católicos de alto rango estuvieron involucrados en el desastroso concilio Vaticano II.
El modernismo dentro de la Iglesia Católica es el error de intentar alinear la Iglesia con el mundo moderno en lugar de alinear el mundo moderno con la Iglesia.
Poco antes de que Nuestro Señor Jesucristo ascendiera al Cielo al final de Su ministerio personal en la tierra, en el curso del cual había fundado Su Iglesia Católica para que fuera la continuación de Su Encarnación entre los hombres, dio, como Sus últimas palabras a Sus Apóstoles, instrucciones sumamente importantes:
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Indicadles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo” (Mt. XXVIII, 18-20).
“Todo poder en el cielo y en la tierra” pertenece a las tres Personas del Dios Omnipotente, pero también ha sido confiado por el Padre al Hijo en su naturaleza humana. Por lo tanto, Jesús tiene autoridad divina para decirles a los Apóstoles lo que deben hacer.
Cuando les dice es “Enseñad a todas las naciones”: enseñar, no dialogar; “todas las naciones” , incluidas Israel y Arabia Saudita , y no sólo algunas naciones: y “las naciones”, no sólo las sacristías, lo que significa que la política debe servir a la Iglesia con su considerable influencia, para ayudar a salvar almas. Y después de que a las almas se les han enseñado las verdades de la salvación, entonces se les deben dar los sacramentos sobrenaturales de la salvación, y deben “observar todas las cosas que os he mandado”, en otras palabras, deben obedecer los mandamientos de Jesús, no solo consentir a sus sugerencias. Y si ese programa parece desalentador, entonces debéis tener la seguridad de que si cumplís Sus mandatos, siempre tendréis Su apoyo y presencia entre vosotros, incluso en el año 2024. Pero debéis hacer lo que Él dice, y eso es lo que la Iglesia siempre ha dicho y siempre ha hecho, y eso es la Tradición Católica.
Basta mirar las últimas líneas del Evangelio de San Mateo para ver lo bien que Nuestro Señor diseñó y construyó Su Iglesia Católica. ¿Qué pasó después? Durante tres de sus Siete Edades, la de los Apóstoles, los Mártires y los Doctores respectivamente, prosperó, hasta llegar a los aproximadamente mil años de la Cuarta Edad, la Edad Media que se extiende desde el fin del mundo antiguo hasta el comienzo del mundo moderno, desde alrededor del año 500 hasta 1517, cuando se dice que Lutero clavó sus 95 tesis en las puertas de la Iglesia de Wittenberg. En cualquier caso, fue el principal responsable del lanzamiento del protestantismo, el padre y la madre de una serie de revoluciones que crearon el mundo moderno: naturalismo, racionalismo, LIBERALISMO, ecumenismo, comunismo, MODERNISMO y multitud de otros “ismos”. Todos intentaron recomponer lo que Lutero había destruido, la integridad del hombre entregada por Dios a la Iglesia Católica, pero fracasaron porque se negaron a regresar a la verdadera Tradición de la Iglesia Católica.
El neomodernismo del Vaticano II, como lo presenta claramente el padre Calderón en su admirable libro Prometeo, es simplemente el último de una larga lista de subprotestantismos, que elevan al hombre a expensas de Dios. La hábil excusa fue que todos los humanismos anteriores sólo habían tenido como resultado dos guerras mundiales, pero que la propia Iglesia Católica ahora iba a crear un “nuevo humanismo” que elevaría al hombre sin degradar a Dios. ¡Vana ilusión! Con términos como “dignidad humana”, los mandatos de Jesús tuvieron que convertirse en consentimiento de los hombres. Dios ya no iba a estar al mando. ¿Qué Dios era ese? Millones y millones de católicos perdieron su fe en Él. Sin embargo, la verdadera Iglesia aún vive en las pocas personas que mantienen la verdadera Fe.
Kirie eleison
El neomodernismo del Vaticano II, como lo presenta claramente el padre Calderón en su admirable libro Prometeo, es simplemente el último de una larga lista de subprotestantismos, que elevan al hombre a expensas de Dios. La hábil excusa fue que todos los humanismos anteriores sólo habían tenido como resultado dos guerras mundiales, pero que la propia Iglesia Católica ahora iba a crear un “nuevo humanismo” que elevaría al hombre sin degradar a Dios. ¡Vana ilusión! Con términos como “dignidad humana”, los mandatos de Jesús tuvieron que convertirse en consentimiento de los hombres. Dios ya no iba a estar al mando. ¿Qué Dios era ese? Millones y millones de católicos perdieron su fe en Él. Sin embargo, la verdadera Iglesia aún vive en las pocas personas que mantienen la verdadera Fe.
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