domingo, 26 de noviembre de 2023

SAN PÍO X: UNA VIDA CENTRADA EN LA EUCARISTÍA

Publicamos un extracto del discurso del Papa Pío XII en la canonización de San Pío.


“La santidad que inspiró y guió las empresas de Pío X que acabamos de recordar resplandece aún más inmediatamente en sus acciones cotidianas. Fue en sí mismo en primer lugar donde llevó a cabo, antes de realizarlo en los demás, el programa que se había propuesto: unirlo todo, reconducirlo todo a la unidad en Cristo. Como humilde párroco, como obispo, como Sumo Pontífice, siempre estuvo convencido de que la santidad a la que Dios le había destinado era la santidad sacerdotal. En efecto, ¿qué santidad puede ser más agradable a Dios en un sacerdote de la Nueva Ley que la que corresponde a un representante del Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, que dejó a la Iglesia el recuerdo continuo, la renovación perpetua del sacrificio de la Cruz en la Santa Misa, hasta que venga para el juicio final [1]; que por el sacramento de la Eucaristía se dio a sí mismo como alimento de las almas: “Quien coma de este pan vivirá eternamente” [2]?

Sacerdote sobre todo en el ministerio eucarístico, éste es el retrato más fiel de San Pío X. Servir al misterio de la Eucaristía como sacerdote y cumplir el mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía” [3] fue su vida. Desde el día de su ordenación hasta su muerte como Pontífice, no conoció otro camino posible para el amor heroico de Dios y para retribuir generosamente al Redentor del mundo, que por medio de la Eucaristía “derramó de algún modo las riquezas de su amor divino por los hombres” [4]. Una de las pruebas más significativas de su conciencia sacerdotal fue el ardor con el que se esforzó por renovar la dignidad del culto y, sobre todo, por superar los prejuicios de una práctica errónea, promoviendo decididamente incluso la asistencia diaria de los fieles a la mesa del Señor, y llevando sin vacilar a ella a los niños, a los que levantaba en brazos, por así decir, para ofrecerlos al abrazo del Dios escondido en los altares. De este modo, la Esposa de Cristo vio florecer una nueva primavera de vida eucarística.

Gracias a su profunda visión de la Iglesia como sociedad, Pío X reconoció en la Eucaristía el poder de alimentar sustancialmente su vida íntima y de elevarla muy por encima de todas las demás asociaciones humanas. Sólo la Eucaristía, en la que Dios se da al hombre, puede fundar una vida de sociedad digna de sus miembros, cimentada por el amor antes que por la autoridad, rica en obras y tendente a la perfección de los individuos, es decir, “una vida escondida en Dios con Cristo”.

Un ejemplo providencial para el mundo moderno, en el que la sociedad terrena se ha convertido cada vez más en una especie de enigma para sí misma, buscando ansiosamente una solución que le devuelva el alma. Que mire como modelo a la Iglesia reunida en torno a sus altares. Allí, en el misterio eucarístico, el hombre descubre y reconoce verdaderamente su pasado, su presente y su futuro como unidad en Cristo [5]. Consciente y fortalecido por esta solidaridad con Cristo y con los propios hermanos, cada miembro de ambas sociedades, la de la tierra y la del mundo sobrenatural, estará en condiciones de extraer del altar la vida interior de dignidad personal y de autoestima, que actualmente está a punto de quedar sumergida por el carácter técnico y la excesiva organización de toda la existencia, del trabajo e incluso del ocio. Sólo en la Iglesia, parece repetir el Santo Pontífice, y a través de ella en la Eucaristía, que es “vida escondida con Cristo en Dios”, están el secreto y la fuente de la renovación de la vida social.

De ahí la grave responsabilidad de quienes, como ministros del altar, han de abrir a las almas la fuente salvífica de la Eucaristía. En verdad, la acción que un sacerdote puede emprender para la salvación del mundo moderno reviste muchas formas, pero una de ellas es sin duda la más digna, la más eficaz y la más duradera en sus efectos: convertirse en dispensador de la Eucaristía después de haberse nutrido él mismo abundantemente de ella. Su obra dejaría de ser sacerdotal si, incluso por celo de las almas, hiciera secundaria su vocación eucarística. Que los sacerdotes conformen su pensamiento a la inspirada sabiduría de Pío X y orienten confiadamente toda su actividad personal y apostólica a la luz de la Eucaristía. Del mismo modo, que los religiosos y religiosas, que viven con Jesús bajo el mismo techo y se alimentan diariamente de su carne, consideren como regla segura lo que el santo Pontífice declara en una importante circunstancia, a saber, que los vínculos que les unen a Dios por medio de los votos y de la vida comunitaria no deben ser sacrificados a ningún servicio al prójimo, por legítimo que sea [6].

El alma debe hundir sus raíces en la Eucaristía para extraer de ella la savia sobrenatural de la vida interior, que no sólo es un bien fundamental de los corazones consagrados al Señor, sino también una necesidad para todo cristiano, porque Dios lo llama a obrar su salvación. Sin la vida interior, toda actividad, por preciosa que sea, se devalúa en una acción casi mecánica, y no puede tener la eficacia propia de una operación vital.

Eucaristía y vida interior: ésta es la predicación suprema y generalísima que Pío X dirige a todas las almas en esta hora, desde la cumbre de su gloria. Como apóstol de la vida interior, en esta época de máquinas, técnicas y organización, se erige en santo y guía de los hombres de hoy”.


Notas:

1) I Cor., XI, 24–26.

2) Juan, VI, 58.

3) Lucas, XXII, 19.

4) Conc. Trido. Sesión. XIII, cap. 2.

5) Conc. Trido. lc

6) Carta al THF Gabriel-Marie, Superior general de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, 23 de abril de 1905. — Pii X, PM, Act., vol. II, págs. 87–88.


La Porte Latine


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