“Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 Mac 12:46).
Por el profesor Felipe Aquino
Es una antigua Tradición de la Iglesia Católica rezar por todos los fieles fallecidos el 2 de noviembre. La Iglesia reserva un lugar importante en la Liturgia a todos los que han muerto “en el signo de la fe”: hay un recuerdo diario en la Misa, el Memento (recuerdo) de los difuntos y en el Oficio Divino.
En el día de Todos los Santos, la Iglesia autoriza a cada sacerdote a celebrar tres Misas en sufragio de las almas de los difuntos, porque la Iglesia celebra el día de Todos los Santos desde los primeros siglos, ya que en la Biblia, en el segundo libro de los Macabeos, encontramos esta recomendación: “Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 Mac 12:46).
La existencia del Purgatorio en la Tradición de la Iglesia
Con el recuerdo de los difuntos, la Iglesia quiere recordar la gran verdad basada en la Revelación: la existencia de la Iglesia triunfante en el Cielo, sufriente en el Purgatorio y militante en la tierra. El Purgatorio es el estado intermedio pero temporal “donde el espíritu humano se purifica y se hace apto para el cielo”.
Así pues, la Tradición de la Iglesia está llena de enseñanzas sobre la oración por los difuntos. San Juan Crisóstomo (349-407), Obispo y Doctor de la Iglesia en el siglo IV, recomendaba rezar por los difuntos: “Llevémosles socorro y celebremos su memoria... ¿Por qué hemos de dudar de que nuestras ofrendas en favor de los difuntos les traerán algún consuelo? No dudemos en socorrer a los difuntos y en ofrecer nuestras oraciones por ellos” (Hom. 1Cor 41,15).
“Los Apóstoles instituyeron la oración por los difuntos y les es de gran y real ayuda” (In Filip. III 4, PG 62, 204).
¿Qué significa rezar por los difuntos?
Tertuliano (+220) - Obispo de Cartago, dice: “La esposa reza por el alma de su marido y pide por él para que se refresque y se reúna con él en la resurrección; ofrece sufragios cada aniversario de su muerte” (De monogamia, 10).
Dicho esto, el Santo Obispo atestigua el uso de sufragios en la Liturgia oficial de Cartago, que era uno de los principales centros del cristianismo en el siglo III: “Durante la muerte y el entierro de un creyente, éste era beneficiado por la oración del sacerdote de la Iglesia” (De anima 51; PR, ibidem)
San Cipriano (+258), Obispo de Cartago, se refiere a la ofrenda del sacrificio eucarístico en sufragio por los difuntos como una costumbre heredada de sus Obispos predecesores (cf. Epist. 1,2). En sus epístolas es frecuente encontrar la expresión: “ofrecer el sacrificio por alguien o con ocasión del funeral de alguien” (Revista PR, 264, 1982, pp. 50 y 51; PR ibid.)
Otro santo, Cirilo, Obispo de Jerusalén (+386), dice: “Finalmente, rezamos también por los Santos Sacerdotes y Obispos y por los Difuntos y por todos en general que han vivido entre nosotros; creyendo que esto será la mayor ayuda para aquellas almas por las que rezamos, mientras la santa y tremenda víctima yace ante nosotros” (Catecheses. Mistagógicas. 5, 9, 10, Ed. Vozes, 1977, p. 38).
¿Por qué hay un Día de los Difuntos?
En el Día de Todos los Difuntos no celebramos la muerte, sino la vida después de la muerte, la resurrección que Cristo nos ganó con Su muerte y Resurrección. Por eso, el Catecismo de la Iglesia nos recuerda que: “Reconociendo plenamente esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, la Iglesia terrena, desde los primeros tiempos de la Religión cristiana, ha venerado con gran piedad la memoria de los difuntos...” (CIC, § 958)
Como las almas de los difuntos también rezan por nosotros, algo muy importante, el Catecismo afirma: “Nuestra oración por ellas [en el Purgatorio] no sólo puede ayudarlas, sino también hacer eficaz su intercesión por nosotros” (n. 958).
La Iglesia enseña que las almas que se purifican en el Purgatorio ya no pueden hacer nada por sí mismas, entre otras cosas porque la muerte pone fin al tiempo de que disponen para hacer méritos ante Dios. Por lo tanto, son los Santos y los fieles de la tierra quienes las ayudan. Por eso, es una gran obra de caridad hacia las almas ofrecer la Santa Misa, el Rosario, indulgencias, oraciones, penitencias y limosnas para su sufragio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario