Hermanos y hermanas en Cristo:
Cada día que pasa nos enfrentamos a los desafíos de la amplia aceptación tanto política como cultural de la marihuana recreativa en Colorado y más allá. Les escribo por preocupación pastoral por la salvación de las almas y porque estoy convencido de la necesidad de abordar el impacto que el consumo de marihuana está teniendo en las personas, las familias y la sociedad en general.
En 2012 Colorado votó para legalizar la marihuana recreativa y en 2014 se convirtió en el primer estado en permitir su venta. A medida que más estados siguen nuestro ejemplo (al momento de escribir este artículo, la marihuana recreativa y medicinal es legal en 23 (1) y 38 (2) estados respectivamente), es necesario hablar sobre los efectos devastadores de las drogas como la metanfetamina, el fentanilo, los opioides y otras, cuyo impacto hemos presenciado.
Durante las campañas que abogaron por la legalización de la marihuana y otras drogas, se hicieron muchos argumentos a favor de la legalización y se lanzaron visiones del futuro que minimizaban los posibles efectos negativos de la legislación. En Colorado, ahora llevamos una década en este experimento. A medida que se publican más estudios y se acumulan más muertes por fentanilo, ahora tenemos una cantidad abrumadora de datos que refuerzan lo que hemos sabido que es cierto desde el principio. La legalización de la marihuana y la aceptación cultural del consumo de drogas ha sido desastrosa para nuestra sociedad.
Recientemente estuve en España y, mientras oraba en una iglesia, un hombre sin hogar entró y se acercó a mí. Me pedía dinero. Necesitaba el dinero no para comida, agua o cobijo, sino para drogas. Hizo todo lo posible para expresar su desesperación y me mostró el daño que las agujas le habían hecho en el brazo. Se me rompió el corazón por este hombre que no solamente era gravemente adicto a las drogas, sino que también padecía una enfermedad mental.
Desafortunadamente, la adicción, la enfermedad mental y la falta de vivienda comúnmente se experimentan juntas. No podemos pretender que la legalización y la creciente aceptación cultural de las drogas no tienen efectos desproporcionados sobre los más vulnerables de nuestra sociedad. No solo eso, sino que es un asalto a la dignidad humana, pues se aprovecha de los vulnerables con tal de obtener beneficio financiero.
Al escribir esta carta, quiero ayudar a los católicos a dialogar de manera inteligente con el 70 % de los estadounidenses que actualmente creen que la marihuana debería ser legal (3). Estas reflexiones se basan en la ley natural, que se fundamenta en la razón, pero también presentan argumentos distintivamente cristianos. De hecho, no hay tensión entre la razón y la fe; más bien, como espero que esta carta ponga de manifiesto, se complementan bien.
Espero que esta carta pastoral sea la primera de muchos recursos disponibles para ayudar a llenar el vacío que existe en el espacio católico sobre este tema creciente y crítico. Lo que se dice aquí sobre la marihuana también se puede aplicar a otras drogas recreativas, como los hongos psicodélicos (recientemente legalizados en Colorado), el fentanilo y otras sustancias.
PARTE 1
¿Cómo juzgamos las drogas?
Algunas personas consideran que las drogas recreativas son buenas porque dan placer o enmascaran el dolor. Sin embargo, debemos preguntarnos si este es el criterio adecuado para juzgar la bondad de las drogas. Conviene señalar que, en esta carta, a menos que se indique un tipo específico de droga, “drogas” se referirá a cualquier tipo de sustancia psicoactiva que se utilice de forma recreativa para provocar artificialmente cambios significativos en la consciencia. ¿Qué criterios debemos utilizar para determinar si las drogas son un bien genuino o simplemente un bien aparente?
Solo podemos juzgar si una acción es buena o mala para una cosa cuando entendemos su propósito y cómo persigue ese propósito. Por ejemplo, cuando comprendemos que un coche está hecho para el transporte y que se mueve convirtiendo la energía calorífica de la combustión de gasolina en energía mecánica, entonces podemos juzgar correctamente que poner agua en el tanque no es bueno para el coche. Del mismo modo, necesitamos conocer el propósito y la naturaleza del hombre para evaluar el consumo de drogas.
Creados para el amor
La humanidad fue creada para conocer y amar a Dios (4) Fuimos creados para estar en relación con nuestro Creador, y él nos creó con ese propósito. Dios nos dio a cada uno de nosotros un intelecto para conocerlo, una voluntad para elegir amarlo y emociones para llevarnos a acciones que nos impulsen hacia él y nos repelen de los males que nos alejan de él (5).
Las Escrituras arrojan más luz sobre nuestro diseño al revelar la asombrosa verdad de que “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza” (6). Dios es una Trinidad, una comunión amorosa de tres personas que se entregan plenamente entre sí. Y nosotros somos un reflejo más pleno de él cuando hacemos un don de nosotros mismos en el contexto de una relación, primero con él y luego con los demás.
Entendiendo que somos personas creadas para la comunión amorosa, ahora podemos juzgar que las drogas son solo un bien aparente. Son malas para nosotros, ya que obstaculizan nuestra capacidad de conocer y de amar. Como se explicará con mayor profundidad en la Sección II, las drogas disminuyen nuestro autocontrol, ya que dañan las facultades que nos hacen humanos: las drogas inhiben nuestro uso de la razón, debilitan la orientación de nuestra voluntad hacia el bien y habitúan a nuestras emociones a esperar un alivio rápido que proviene del placer artificial. Estos efectos limitan gravemente nuestra capacidad de entregarnos libremente a otro, ya sea temporalmente, como en el caso del consumo ocasional de drogas, o regularmente, como en el caso de la drogadicción. Decimos “no” a las drogas para poder decir plenamente “sí” a nuestra vocación al amor.
Hay que señalar que existen muchos usos legítimos de los fármacos terapéuticos. Como se muestra en la Sección V (“Preguntas frecuentes”), los medicamentos que ayudan a restablecer la salud del cuerpo son un bien genuino que nos ayuda a cumplir nuestro propósito. También se trata en esta sección la distinción entre drogas recreativas y alcohol, que son fundamentalmente diferentes.
La humanidad fue creada para conocer y amar a Dios. Fuimos creados para estar en relación con nuestro Creador, y él nos creó con ese propósito.
Vida abundante
Para los cristianos, nuestra vocación al amor se vive con y a través de la persona de Jesús, que dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (7). Esta vida abundante, que los Padres de la Iglesia identificaron como vida eterna (8), no es simplemente una promesa cumplida en el otro mundo; es una realidad que podemos empezar a experimentar en esta vida. Mientras que las drogas ofrecen un placer fugaz, Jesús quiere darnos una plenitud de amor, alegría y paz (9) que permanezca constante frente a los altibajos de la vida. En lugar de recurrir a los productos químicos cuando nos sentimos cansados y agobiados, Jesús nos invita a dirigirnos a él, que nos promete descanso (10) y abundancia.
Ahora que tenemos una comprensión fundamental de la humanidad y de lo que Cristo nos ofrece, podemos evaluar plenamente las drogas en teoría en la Sección II (“Las drogas en principio”). Luego demostraremos en la Sección III (“Las drogas en la práctica”) que, como era de esperar, basándonos en los principios de la Sección II, las drogas son perjudiciales en la práctica, pues causan una amplia gama de efectos negativos. La Sección IV (“La respuesta cristiana”) abordará lo que los cristianos pueden hacer para responder a los males del consumo de drogas enumerados a lo largo de esta carta pastoral. Por último, la Sección V (“Preguntas frecuentes”) responderá a una serie de preguntas que son relevantes, pero no centrales, al tema del consumo de drogas.
PARTE 2
Las drogas en principio
El inestimable valor de la vida humana
El amor es tan esencial para la condición humana que el papa Juan Pablo II afirmó: “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente” (11). Fuimos creados en el amor y para el amor por el Dios que es amor (12). Y podemos confiar en el amor de Dios porque “Dios entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna” (13). La dignidad humana se eleva aún más en esta invitación a la unión eterna con Dios. “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios”, escribió Juan Pablo II. “Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana” (14). Esto nos lleva a la primera razón fundamental de que las drogas son inmorales:
Puesto que la persona humana tiene tal valor eterno, está mal utilizar cualquier sustancia que sea perjudicial para la vida humana.
La definición clásica de santo Tomás de Aquino del amor como querer el bien del otro (15) también se aplica al amor propio. Puesto que las drogas son perjudiciales tanto para la mente como para el cuerpo (como se demostrará en la Sección III), consumirlas es una acción carente de amor y, por lo tanto, inmoral.
El Catecismo subraya esta realidad: “El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas gravemente contrarias a la ley moral” (16). Esta verdad se confirma en la vida de los 18.4 millones de estadounidenses atrapados en la drogadicción (el 6.6 % de la población mayor de 12 años) (17). El papa Francisco tiene razón al llamar a las drogas “una nueva forma de esclavitud” (18).
El Catecismo sitúa perspicazmente este párrafo sobre las drogas bajo el quinto mandamiento: “No matarás” (19). Ha habido una desensibilización generalizada a las drogas debido a su prevalencia en la vida diaria y su glamurización en los medios de comunicación, pero al abordar el consumo de drogas en el contexto de este mandamiento, se nos recuerda que las drogas son lo suficientemente peligrosas como para matar. Ciertamente, ninguna persona que consume drogas por primera vez cree que está comenzando un camino que terminará en su propia muerte, pero este fue el trágico resultado para los 106.699 estadounidenses que murieron por sobredosis de drogas en 2021 (20).
¿Qué pasa con las drogas “blandas”?
Los defensores de las drogas establecen una distinción entre drogas “duras” y “blandas”, argumentando que estas últimas son aceptables porque los riesgos de daños corporales son mínimos. En primer lugar, esta categorización es subjetiva, ya que a nivel farmacológico no existe tal distinción (21). En segundo lugar, se fomenta implícitamente el consumo de cualquier droga cuando minimizamos los peligros del consumo de algunas drogas porque se enseña a la cultura a ver las drogas como una respuesta a sus problemas. Juan Pablo II señaló: “Esta distinción [entre drogas blandas y duras] descuida y atenúa los riesgos inherentes a toda toma de productos tóxicos, en particular las conductas de dependencia, que se basan en las mismas estructuras psíquicas, la disminución de la conciencia y la alienación de la voluntad y de la libertad personales, que cualquier droga produce” (22). Aunque una droga “blanda” como la marihuana puede no causar dependencia física, sí puede causar dependencia psicológica. Hemos sido testigos de este fenómeno en Colorado: el trastorno por consumo de marihuana afectó al 1.6 % de la población (23) a principios de la década de 2000, pero aumentó al 3.3 % a partir de 2019 (24), más del doble en un lapso de menos de veinte años. La legalización de la marihuana recreativa y su promoción como inofensiva seguramente “minimizó los riesgos” para aquellos que más tarde se volvieron psicológicamente dependientes.
El papa destacó efectos físicos adicionales que atacan aspectos claves de nuestra personalidad: conciencia, voluntad y libertad. Esto nos lleva a la segunda razón fundamental para no consumir drogas:
Todo lo que disminuye el uso de la razón y la voluntad del hombre atenta contra su dignidad como persona humana y, por lo tanto, es perjudicial.
El consumo de drogas “reduce seriamente la libertad de una persona, a veces hasta el punto de cancelarla por completo” (25). Disminuye la capacidad del hombre para tomar decisiones libres porque impide el intelecto y embota el juicio, al tiempo que debilita la voluntad y mina la energía moral (26). Juan Pablo II llegó a decir que consumir drogas “es siempre ilícito, porque implica una renuncia injustificada e irracional a pensar, querer y actuar como personas libres […]. No podemos hablar de la ‘libertad de drogarse’ o del ‘derecho a la droga’, pues el ser humano no tiene derecho a hacerse daño a sí mismo, ni derecho a abdicar de su dignidad personal, que procede de Dios” (27). Además, subrayó que las drogas frustran la capacidad de comunión y entrega de la persona, que es su misma razón de ser (28).
La verdad es que incluso las drogas “blandas” agreden a la persona humana afectándola negativamente a nivel físico, intelectual, psicológico, social y moral (29). Por ejemplo, la marihuana causa déficits en el funcionamiento ejecutivo del cerebro al inhibir temporalmente la coordinación, la concentración y la memoria de trabajo (30). Para aquellos que podrían verse tentados a sacrificar parte de su dignidad por el placer que traen las drogas, se nos recuerda la paráfrasis (31) de las palabras del papa Benedicto XVI: “El mundo te ofrece comodidad. Pero no fuiste creado para la comodidad. Fuiste creado para la grandeza”.
Los cristianos y el consumo de drogas
Esta llamada a la grandeza hace que el consumo de drogas sea especialmente inadecuado para los cristianos, que están llamados a reflejar a Cristo ante el mundo. ¡Debemos vivir de otra manera porque Jesús nos ha cambiado! Como escribió el papa Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (32). Un encuentro así con Jesús, que nos cambia la vida, nos inspira a dirigirnos a él en primer lugar en todo y a reevaluar nuestras vidas a la luz del evangelio. A medida que nuestra conversión se profundiza, abrazamos más plenamente la invitación de Cristo a dejar atrás los apegos malsanos y los mecanismos de afrontamiento, como las drogas, y llegar a ser “perfectos, como [nuestro] Padre celestial es perfecto” (33). Este llamado radical a la virtud es exigente, pero el amor y la alegría nos impulsan a trabajar incansablemente con Jesús para quitar de nuestros corazones todo lo que no es de él para que podamos estar llenos de “toda bendición espiritual” (34).
Parte de esta vida virtuosa consiste en honrar a Dios con nuestro cuerpo. Las palabras de san Pablo son desafiantes: “¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos” (35). Sin duda, las drogas, que deterioran las facultades que nos hacen como Dios, no lo glorifican. San Pablo también nos recuerda: “Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud” (36). Habiendo sido liberados de la esclavitud del pecado, todos los cristianos deberían renunciar a las drogas, a través de las cuales una parte de todos los consumidores terminan esclavizados en la adicción, y “comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido” (37).
Como señaló el entonces cardenal Joseph Ratzinger hace treinta años: “Las drogas son un intento de saciar […] la sed del alma” (38). Si somos cristianos que consumimos drogas, debemos plantearnos preguntas difíciles sobre qué vacío de nuestra alma intentamos llenar o qué dolor de nuestra vida buscamos adormecer. Sin embargo, este examen debe tener lugar dentro de la misericordia de Jesús, quien dijo: “Yo tampoco te condeno; vete, no peques más en adelante” (39). No importa lo que hayamos hecho, su amor misericordioso nos invita a salir del pecado y a entrar en la vida abundante. Cuando buscamos el perdón a través del sacramento de la reconciliación nos fortalecemos espiritualmente (40), pues recibimos las gracias que nos ayudan a abordar las causas de nuestro pecado y a desarraigarlas.
Cualquiera que sea nuestra relación actual con las drogas, cada uno de nosotros está invitado a una vida encendida con el amor de Dios en la que vivimos con alegría el mandamiento “Ama a Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente” (41). Esto está al alcance de toda persona por la gracia de Dios, para quien todo es posible (42).
Las drogas son un intento de saciar […] la sed del alma. – Cardenal Ratzinger
PARTE 3
Las drogas en la práctica
El camino típico hacia las drogas
En general, la droga “no entra en la vida de una persona como un rayo con el cielo sereno, sino que como la semilla echa raíces en un terreno por largo tiempo preparado” (43). Aunque cada persona es única y tiene su propia historia, en el corazón del consumo de drogas tendemos a encontrar dos temas centrales: una crisis de valores y una privación de profundidad relacional que hacen que la persona esté abierta o sea susceptible al consumo de drogas. Ciertamente, muchos factores contribuyen al consumo de drogas: la desintegración de la familia, los elevados niveles de desempleo, las injusticias sociales y la propagación del relativismo moral, por nombrar solo algunos (44). La persona humana está en el centro del problema (45).
El consumo de drogas es mucho más probable cuando una persona vive sin propósito y no cree que la vida tenga sentido. Como señaló Juan Pablo II: “La falta de puntos de referencia, el vacío de los valores, la convicción de que nada tiene sentido y que, por lo tanto, no vale la pena vivir, el sentimiento trágico y desolador de ser viandantes desconocidos en un universo absurdo, puede empujar a algunos a la búsqueda de huidas exasperadas y desesperadas” (46). Algunos periodos de la vida son increíblemente dolorosos, y si la vida y su inevitable sufrimiento parecen carecer de significado, se crea un terreno fértil para que arraigue el consumo de drogas (47).
Estas situaciones individuales se agravan en una sociedad que también carece de valores fundamentales. El sinsentido de la vida aparece validado en cualquier cultura en la que la violencia, la injusticia, la opresión y la corrupción son habituales (48). Ante un mundo tan duro, el consumo de drogas “es una protesta contra una realidad percibida como prisión…”, escribía el entonces cardenal Ratzinger. “Las drogas son el pseudomisticismo de un mundo que no cree y que a la vez no puede librarse del anhelo que el alma tiene del paraíso” (49).
Tal evasión a un “paraíso artificial” (50) es aún más seductora frente a la soledad. Puesto que somos imagen del Dios que es uno y trino, también nosotros somos personas individuales, creadas para formar parte de una comunidad. La falta de intimidad con Dios y, al mismo tiempo, la privación del amor auténtico de los demás, sume a las personas en un aislamiento desesperado o en una imitación barata de comunidad que es tan perjudicial como útil. Ante tal dolor relacional, “las drogas son una respuesta fácil e inmediata, pero engañosa, a la necesidad humana de satisfacción y amor verdadero” (51).
Las drogas son una respuesta peligrosa a la falta de propósito y amor, porque proporcionan una gratificación instantánea sin abordar los problemas de fondo. Crean una especie de intoxicación emocional que brevemente hace que la vida parezca más apetecible, pero es una mera simulación de placer sin base en el mundo real. Cuando los efectos desaparecen, las realidades que llevaron a los consumidores a las drogas permanecen inalteradas. Por eso drogas como la marihuana pueden ser psicológicamente adictivas: los consumidores pueden volverse dependientes de ráfagas artificiales de placer como panacea rápida. Es mucho más fácil fabricar placer manipulando el cerebro con sustancias químicas que construir una vida llena de bienes que lleve a la auténtica felicidad.
Esto también forma parte del peligro de consumir drogas con fines recreativos para aliviar los efectos de los problemas de salud mental. El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas advierte: “Muchas personas que desarrollan trastornos por uso de sustancias (TUS) también son diagnosticadas con trastornos mentales, y viceversa” (52). Teniendo esto en cuenta, podemos comprender con compasión el típico vuelo hacia las drogas, aunque sin aprobarlo, y por qué constituyen una industria tan masiva.
Las drogas son el pseudomisticismo de un mundo que no cree y que a la vez no puede librarse del anhelo que el alma tiene del paraíso. – Cardenal Ratzinger
Dinero y drogas
Se calcula que los estadounidenses gastaron 150 000 millones de dólares en drogas ilegales en 2016, lo que convierte a Estados Unidos en el mayor mercado del mundo (53). La compra y el consumo de drogas ilícitas es perjudicial porque socava la ley, que garantiza el orden en la sociedad y promueve el bien común (54). También suele apoyar a los cárteles, que recurren a medios reprensibles para mantener y aumentar su cuota de mercado. Estos “mercaderes de la muerte” (55), como se refirió a ellos san Juan Pablo II, trafican con la “libertad de sus hermanos” (56) beneficiándose de la adicción, creándola y promoviéndola en aras del beneficio (57).
En los estados donde la marihuana es legal, esta se ha convertido en un gran negocio. Se espera que las ventas medicinales y recreativas en Estados Unidos alcancen los 33 000 millones de dólares en 2022 solamente (58). Asimismo, se espera que estas ventas solo aumenten, lo cual es especialmente alarmante, ya que la mayoría de los productos de marihuana son ahora de “alta potencia”, que con mayor frecuencia provocan adicción al cannabis (59). De los años 60 a los 80, la mayoría de la marihuana tenía un contenido de THC del 2 %, el componente psicoactivo del cannabis que produce una estimulación o el estar drogado. En la década de 1990 aumentó al 4 %, pero desde 2015 la mayoría de la marihuana tiene al menos un 15 % de contenido de THC (60). Los aceites de THC altamente concentrados, populares entre los adolescentes (61) y consumidos mediante vapeo, ¡tienen a menudo un 80-95 % de THC! (62).
La verdad sobre la marihuana
A pesar de que se comercializa como inofensiva, los datos fidedignos sobre la marihuana pintan un panorama diferente. Por ejemplo, una encuesta mundial descubrió que solo el 64 % de 50 000 consumidores de cannabis creían que la droga podía causar dependencia (63), lo que significa que el 36 % de los consumidores activos no sabían que tenían un 10 % de probabilidades de hacerse adictos (64). Esa es la estimación conservadora: otro estudio encontró que aproximadamente 3 de cada 10 personas que consumen productos de cannabis cumplían con los criterios para el trastorno por consumo de marihuana (65).
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades advierten que “las personas que consumen marihuana tienen más probabilidades de desarrollar psicosis temporal (la confusión de lo real causada por alucinaciones o la paranoia) y trastornos mentales de larga duración, incluida la esquizofrenia (un tipo de enfermedad mental en la que las personas pueden ver u oír cosas que realmente no existen)” (66). Una multitud de estudios y organismos sanitarios han confirmado esta alarmante conexión El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas advierte: “Investigaciones recientes sugieren que fumar marihuana de alta potencia todos los días podría aumentar las probabilidades de desarrollar psicosis casi cinco veces en comparación con las personas que nunca han consumido marihuana” (67). La conexión entre psicosis y consumo excesivo de marihuana es especialmente aterradora si tenemos en cuenta que alrededor del 20 % de los consumidores de cannabis la consumen casi a diario (68). Como resumió el Dr. Tyler J. VanderWeele, de la Universidad de Harvard, “El trastorno por consumo de cannabis no es responsable de la mayoría de los casos de esquizofrenia, pero es responsable de una proporción no despreciable y creciente” (69).
Incluso el consumo irregular de marihuana produce efectos negativos. Un estudio descubrió que los adolescentes que consumían marihuana ocasionalmente corrían un mayor riesgo de consumir drogas ilegales y desarrollar dependencia del alcohol y el tabaco (70). Otro estudio encontró que aquellos que comenzaron a usar marihuana en la adolescencia experimentaron una caída en el coeficiente intelectual, incluso si el uso no era regular, mientras que los no usuarios vieron un pequeño aumento en el coeficiente intelectual. Estos investigadores también encontraron que cuanto mayor es el consumo de cannabis, mayor es la disminución, con pérdidas de hasta ocho puntos de coeficiente intelectual (71). Para empeorar las cosas, la disminución del coeficiente intelectual para aquellos que comenzaron a consumir marihuana cuando eran adolescentes persistió incluso después de que dejaron de consumir drogas (72). Del mismo modo, un estudio que rastreó a estudiantes universitarios encontró que aquellos que usaban marihuana solo dos veces al mes tenían un 11 % más de probabilidades de estar “inscritos de manera discontinua” —de abandonar permanentemente la universidad o de abandonar la universidad por varios semestres hasta finalmente regresar— que los estudiantes que básicamente no la consumían (73) Además, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina encontraron una asociación “entre el consumo de cannabis y el aumento de la incidencia de ideación suicida e intentos de suicidio, con una mayor incidencia entre los consumidores más empedernidos” (74).
No mucho después de que comenzara la venta recreativa de marihuana en Colorado, el papa Francisco dijo proféticamente: “Los intentos, por limitados que sean, de legalizar las llamadas ‘drogas recreativas’ no solo son altamente cuestionables desde el punto de vista legislativo, sino que no producen los efectos deseados” (75).
Como predijo el Papa, la legalización ha producido efectos nocivos no deseados. Un estudio que siguió el Hospital Universitario de Colorado UCHealth descubrió que las visitas a urgencias relacionadas con la marihuana se triplicaron tras el inicio de la venta de marihuana recreativa en enero de 2014 (76). Los problemas iban desde el síndrome de hiperémesis cannábica (episodios incontrolados de vómitos) hasta síntomas psiquiátricos agudos y problemas cardiovasculares (77). Como ya se ha mencionado, el trastorno por consumo de marihuana esclaviza ahora al 3.3 % de la población del estado, frente al 1.6 % de principios de la década de 2000 (78). Esto no es sorprendente, ya que el consumo de cannabis por parte de los habitantes de Colorado ha aumentado drásticamente desde la legalización: los últimos datos muestran un incremento del 26 % desde 2013 (79). En la práctica, si hay más gente consumiendo marihuana, eso significa que inevitablemente habrá más adicción.
El aumento del consumo de cannabis también ha disparado otros problemas. Los delitos de conducción bajo la influencia de sustancias (DUI, por sus siglas en inglés) relacionadas con la marihuana en el estado fueron 676 en 2014, pero se dispararon a 1513 en 2020 (80). Esto concuerda con el hallazgo de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de que “existe evidencia sustancial de una asociación estadística entre el consumo de cannabis y el aumento del riesgo de accidentes automovilísticos” (81). Trágicamente, las muertes de tráfico en las que se vieron implicados conductores que dieron positivo por marihuana aumentaron más del doble, de 55 en 2013 a 131 personas fallecidas en 2020. Mientras que antes de la legalización las muertes de tráfico relacionadas con el cannabis representaban el 11 % de todas las muertes de tráfico, ahora representan el 21 % (82). Datos igualmente desgarradores muestran que 105 habitantes de Colorado con marihuana en su organismo se suicidaron en 2013, mientras que en 2019 esa cifra se duplicó con creces hasta alcanzar los 236 (lo que representa el 29 % de todos los suicidios, frente al 14 % de 2013) (83). “Un análisis de los datos de una encuesta realizada a más de 280 000 adultos jóvenes de entre 18 y 35 años mostró que el consumo de cannabis se asociaba a un mayor riesgo de pensamientos suicidas (ideación suicida), plan suicida e intento de suicidio” (84). Esperamos que la abundancia de efectos nocivos haga reflexionar incluso a los más ardientes defensores de la legalización.
Otros argumentos a favor de la legalización
Cuando se aborda la legalización de la marihuana, a menudo se examina desde una perspectiva puramente económica. Aunque este es un prisma insuficiente —el bien común está determinado por algo más que la economía— debemos estar preparados para responder al argumento de la generación de ingresos. Desde que comenzó la venta de marihuana en Colorado en enero de 2014, se han comprado productos de cannabis por valor de casi 13 500 millones de dólares (85). Pero cuando se calculan todos los costes relacionados, la sociedad gasta mucho más de lo que el Gobierno recauda por impuestos. En Colorado, un estudio descubrió que “por cada dólar ganado en ingresos fiscales, los coloradenses gastaron aproximadamente $4.50 para mitigar los efectos de la legalización” (86), después de tener en cuenta los costos adicionales en atención médica, delitos, accidentes de tráfico y muertes, impactos ambientales y más (87). Esa asombrosa proporción tuvo en cuenta el ahorro de costes derivado del fuerte descenso de las detenciones y los casos judiciales relacionados con la marihuana tras la despenalización (88). Lamentablemente, parece que los estados no se inmutan ante estas cifras, aparentemente porque obtienen todos los ingresos fiscales, mientras que muchas de las cargas monetarias se reparten entre la sociedad (a saber, hospitales, empleadores, familiares y, por supuesto, los propios consumidores de drogas).
Otro argumento habitual es que la legalización perjudica al mercado ilegal de drogas. Aunque esto parece intuitivamente correcto, en la práctica no resulta así. Tanto Colorado como California han experimentado un crecimiento masivo del mercado clandestino de la marihuana desde su legalización (89). Irónicamente, los esfuerzos del gobierno por aplicar el control de calidad y su recaudación de diversos impuestos y tasas elevan el coste de los productos legales de cannabis, alimentando así un mercado negro que puede superar a los dispensarios autorizados vendiendo un producto mucho más barato (90). En California, donde el problema es más grave debido a la abundancia de tierras y al clima favorable, se calcula que sus dispensarios ilegales superan en número a los vendedores legales en casi 3 a 1 (91). En un giro triste e inesperado, la legalización de la marihuana en el estado ha causado un aumento dramático en el número de granjas ilegales de marihuana, con la violencia correspondiente, la explotación de los trabajadores, la contaminación e incluso la muerte (92). La situación llegó a ser tan grave que la legislatura estatal aprobó un programa de subvenciones de 100 millones de dólares, que algunos han calificado de rescate, para ayudar a las empresas legales en apuros a competir con los cultivadores y vendedores del mercado ilegal y a expulsarlos (93). En este momento, “no hay indicios” de que ninguno de los esfuerzos y reformas de California hayan “frenado el mercado negro” (94).
Otras drogas
A medida que más estados legalizan la marihuana, asistimos al inevitable empuje para legalizar otras drogas, como los hongos psicodélicos (95). El argumento típico es que, si el consumo de drogas de un adulto no perjudica a nadie más, debe ser libre de hacer lo que quiera sin interferencia del gobierno. Pero, como señala el Pontificio Consejo para la Familia: “En efecto, lo que es legal se considera normal y, por lo tanto, moral. Legalizar las drogas no liberaliza como tal el producto, sino que legitima las razones que llevan a su consumo” (96). Cuando una droga es ilegal, disuade a cierto porcentaje de la población de consumirla, y eso es bueno; tanto el individuo como la sociedad están protegidos de los efectos nocivos de ese uso. Como demuestra el aumento del 26 % en el consumo de marihuana de los habitantes de Colorado citado anteriormente, más gente consumirá una droga cuando sea legal, lo que aumenta el daño agregado a la sociedad. Una actitud de “vive y deja vivir” se niega a reconocer que cualquier consumo de drogas que perjudique al individuo inevitablemente perjudica también a la sociedad. El perjuicio monetario es obvio: menor productividad de los trabajadores, aumento del absentismo laboral (97) y el coste anual de 40 000 millones de dólares de los programas de rehabilitación (98) por nombrar algunas de las cargas financieras impuestas a quienes no consumen drogas. Pero el daño cualitativo es igual de real y aún más gravoso: el costo psicológico y emocional en el que incurren los familiares y amigos del consumidor de drogas.
Quizá en ningún lugar sean más evidentes los trágicos efectos del consumo de drogas que en la epidemia de opioides. Esta clase de drogas, que incluye analgésicos de venta con receta como la morfina y la oxicodona, así como la droga ilegal heroína, es altamente adictiva (99). Se produjeron tantas sobredosis mortales y no mortales al generalizarse la prescripción de opioides que el Departamento de Salud y Servicios Humanos lo declaró emergencia de salud pública en 2017 (100). “Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, se estima que 110 511 personas murieron en Estados Unidos por sobredosis de drogas e intoxicaciones en 2022, de las cuales casi el 70 por ciento involucraron opioides sintéticos como el fentanilo” (101).
El fentanilo, que es entre 50 y 100 veces más potente que la morfina (102), es el último y desgarrador acontecimiento de la crisis de los opiáceos, y Anne Milgram, administradora de la DEA, lo considera “la amenaza de drogas más mortífera a la que se ha enfrentado jamás nuestra nación” (103). Las cifras respaldan tan audaz afirmación: los opioides sintéticos, pero principalmente el fentanilo, fueron la causa principal del aumento sextuplicado de las sobredosis mortales de 2015 a 2020 (104). Dado que la droga es increíblemente potente, es extremadamente fácil sufrir una sobredosis (especialmente para el consumidor ocasional cuya tolerancia es baja) y conduce rápidamente a la adicción.
Parte de lo que está provocando el aumento de muertes es la práctica de los traficantes de mezclar otras drogas con fentanilo, porque es barato de producir e increíblemente fuerte, lo que significa que se necesita menos cantidad de droga para producir el efecto deseado. Esto es especialmente atroz porque no hay forma de saber por la vista, el gusto o el olfato que las drogas han sido mezcladas, lo que a menudo hace que los consumidores consuman fentanilo sin saberlo (105). La práctica está tan extendida que algunos estados regalan tiras reactivas de fentanilo para que los usuarios puedan verificar sus drogas compradas ilegalmente antes de consumirlas (106). Una vez que alguien experimenta la estimulación causada por el fentanilo, el efecto es tan poderoso que a menudo se convierte en una droga que “todo lo consume”, y los consumidores de drogas corren el riesgo de sufrir una sobredosis a sabiendas para volver a sentirlo (107).
También hemos sido testigos de la decisión de Colorado de reclasificar la posesión de fentanilo de delito grave (felony) a delito menor (misdemeanor) en 2019. Aunque el cambio de clasificación se realizó con buenas intenciones, un estudio calcula que dicho cambio causó al menos 600 muertes adicionales, incluso teniendo en cuenta la tendencia al alza del consumo de fentanilo en los años anteriores (108). La trágica historia de esta droga mortal refuerza las palabras del papa Francisco: “La drogadicción es un mal, y con el mal no puede haber rendición ni compromiso” (109).
PARTE 4
La respuesta cristiana
Lo más importante que podemos hacer como cristianos en respuesta a la cultura de la droga es proclamar el evangelio. Es a través del amor, la misericordia, el sentido y la esperanza que se encuentran en Cristo como se disuadirá a la gente del consumo de drogas o se la inspirará para liberarse de su influencia. Como escribió Pablo VI, la Iglesia debe “evangelizar […] la cultura y las culturas del hombre […] tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre sí y con Dios” (110). Dado que las relaciones son tan fundamentales, los laicos tienen una oportunidad y una responsabilidad únicas para evangelizar y transformar el orden temporal (111). La proclamación del evangelio impregna el triple esfuerzo de la Iglesia contra las drogas: prevención, supresión y rehabilitación (112).
El Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud dice: “La familia es uno de los primeros lugares para la prevención del consumo de drogas […]. El desarrollo de la vida interior de los jóvenes, con la ayuda de la oración, los sacramentos y, sobre todo, la celebración de la Eucaristía les ofrece una visión de la vida eterna y bienaventurada de Cristo, revelándoles así un sentido más pleno de la existencia humana” (113). Todos los cristianos —ya sean padres, familiares o amigos— pueden ayudar a prevenir el consumo de drogas compartiendo su fe y la diferencia que marca en el día a día. Una pieza crucial que a menudo se descuida es el papel del sufrimiento redentor. Todo el mundo puede encontrar algún sentido a su dolor y a sus penurias al unir esos sufrimientos al sacrificio de Cristo en la cruz para que lluevan bendiciones (114). Hacerlo cambia a menudo la experiencia del dolor, pues la gracia transforma las almas que se acercan al Siervo sufriente.
Educar a quienes no han experimentado con drogas sobre sus efectos perjudiciales es otro aspecto importante de la prevención en el que todos podemos contribuir. Algunos adultos dudan a la hora de entablar este tipo de conversaciones debido a su propio consumo de drogas en el pasado. Lejos de implicar hipocresía, este hecho puede ser un punto de partida para compartir cómo ha aumentado la potencia, y por tanto el peligro, de las drogas, así como las mejores alternativas que se han encontrado en lugar del consumo de drogas. Además, proporciona esperanza al drogadicto en el sentido de que, con la gracia de Dios, puede liberarse de la adicción. La educación sobre el impacto del abuso de sustancias y la adicción es fundamental en estos tiempos, y hay abundantes recursos disponibles.
La Iglesia también nos invita a participar en la supresión del consumo de drogas. Esto podría significar votar en contra de la legalización de las drogas si esto aparece en la papeleta electoral o apoyar los esfuerzos para que las drogas vuelvan a ser ilegales si ya son legales. También puede incluir no consumir ni compartir contenido que glorifique el consumo de drogas o minimice sus peligros. Del mismo modo, podría implicar conversaciones con quienes consumen drogas de forma recreativa sobre sus motivaciones para hacerlo y, si la relación está suficientemente establecida, señalarles suavemente la vida abundante que se encuentra en Cristo.
Todo el mundo puede encontrar algún sentido a su dolor y a sus penurias al unir esos sufrimientos al sacrificio de Cristo en la cruz para que lluevan bendiciones.
Cuando se trata de rehabilitación, nos encontramos con una “contradicción del mundo moderno, que trivializa un fenómeno y luego intenta lidiar con sus consecuencias negativas” (115). Aunque la Iglesia ha proclamado y proclamará siempre la verdad sobre los peligros de las drogas, nos unimos gustosamente a los esfuerzos de la sociedad para ayudar a quienes sufren adicción. Seguimos el ejemplo de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir (116), y buscó a los enfermos (117). Aunque solo una fracción de los católicos trabajará alguna vez en centros de rehabilitación de drogadictos, todos nosotros podemos trabajar para acabar con el estigma que rodea a la adicción reconociendo que es una enfermedad, siendo compasivos y honestos con quienes consumen drogas, y negándonos a definir a nadie por su drogadicción, sino por la identidad que Dios le ha dado. Además, muchos de nosotros apoyaremos a un ser querido durante la insoportable prueba de la adicción o daremos ánimos a alguien que asuma ese papel. Al apoyarnos en Cristo, podemos ser una fuente de fortaleza y esperanza, como nos instruye la Biblia: “Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (118).
PARTE 5
Preguntas frecuentes
¿Por qué las drogas son diferentes del alcohol?
Las drogas y el alcohol pueden parecer equivalentes, ya que ambos afectan al funcionamiento del organismo, pero una mirada más atenta muestra marcadas diferencias.
La Carta de los agentes sanitarios lo resume muy bien: “A diferencia del consumo de drogas, el alcohol no es ilícito en sí mismo: ‘su uso moderado como bebida no es contrario a la ley moral’. Dentro de unos límites razonables, el vino es un alimento. Lo censurable es solamente el abuso” (119). Vemos esto reflejado en las Escrituras, que no mencionan las drogas (120), pero describen el alcohol como una bendición de Dios:
“Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva, para hacer brotar alimentos de la tierra, y el vino que alegra el corazón del hombre, para que él haga brillar su rostro con el aceite y el pan reconforte su corazón” (121).
El vino se agrupa con el pan y el aceite como alimentos que se cultivan en beneficio del hombre y un bien genuino. Esto puede sorprender a algunos cristianos, ya que vivimos en una cultura llena de abuso del alcohol, pero el alcohol no está hecho para funcionar principalmente como droga. Históricamente, se ha disfrutado de ella no solo por su sabor, sino también por sus propiedades hidratantes, nutritivas y medicinales (122). Vemos que esta idea se hace eco en las Escrituras cuando san Pablo le dice a san Timoteo: “A causa de tus frecuentes malestares estomacales, no bebas agua sola: toma un poco de vino” (123). Este es uno de los muchos lugares en los que el alcohol se presenta como un don de Dios en las Escrituras (124). Además, el hecho de que Jesús convirtiera el agua en vino en las bodas de Caná refuerza la idea de que el alcohol es un bien del que podemos disfrutar moderadamente, no solo por salud, sino también por diversión (125). Por último, y lo que es más poderoso, que Jesús decida convertir el pan y el vino en su mismo cuerpo, sangre, alma y divinidad, deja claro que ambas sustancias deben ser buenas en sí mismas (126).
Pero que el alcohol sea bueno no significa que no se pueda abusar de él. La Escritura está plagada de condenas a la embriaguez (127). San Pablo es claro: “No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo” (128). Demasiado alcohol causa los mismos problemas que las drogas: disminuye la razón del hombre, reduce sus inhibiciones y le inclina a cometer acciones que no cometería estando sobrio. También causa estragos similares en la sociedad en términos de accidentes, muertes, adicción y costes económicos (129). Por ello, el Catecismo anima a la moderación: “La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de excesos, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas” (130). La templanza, el uso equilibrado de los bienes creados y la sana regulación de los deseos (131), nos permite seguir el dicho de san Pablo: “Así que, ya sea que comas, bebas o hagas lo que hagas, hazlo todo para la gloria de Dios” (132).
Otra diferencia significativa está en la intención. Aunque el alcohol afecta químicamente al organismo, esta alteración no es la razón principal por la que la mayoría de la gente bebe. Por otra parte, la razón principal por la que la gente consume drogas es por sus efectos sobre el organismo. Lo sabemos por los índices de consumo. El estadounidense medio bebe unas 3.5 copas a la semana y menos de 1 de cada 5 admitió beber a veces “demasiado” (133). En otras palabras, el consumo típico de alcohol no es excesivo (134).
La limitada investigación disponible sobre el consumo de THC sugiere que el consumidor típico de marihuana consume 40 mg de THC cada vez (135). Se calcula que 2.5 a 5 mg de THC equivalen a una bebida alcohólica (136), lo que significa que el consumidor medio de marihuana está consumiendo el equivalente a entre 8 y 16 bebidas cada vez que la usa. Incluso si usamos los modestos cálculos de High Times, que asegura que los usuarios “inhalan entre 10 y 30 mg de THC cada vez que la consumen” (137), sigue siendo lo equivalente a entre 6 y 12 bebidas. Está claro que los estadounidenses consumen alcohol y marihuana de forma muy diferente: “El uso normal del alcohol está orientado a la nutrición, la hidratación y el disfrute apreciativo. El uso recreativo de la marihuana está orientado a la intoxicación emocional” (138).
¿Tiene la Iglesia algo contra el placer?
De ninguna manera. La Iglesia reconoce el placer como un don de Dios. Podemos experimentar placeres tanto corporales como espirituales, y somos libres de hacerlo con templanza según nuestro estado de vida. De hecho, sabemos intrínsecamente que algo va mal si nuestra vida carece de placer. Como señala santo Tomás de Aquino: “Ningún ser humano puede permanecer mucho tiempo triste y sin placer […]. Y el Filósofo [Aristóteles] dice en consecuencia en la Ética que aquellos que no pueden disfrutar de los placeres espirituales convierten sus esfuerzos en su mayor parte en placeres corporales” (139). Esto está en consonancia con lo que se ha señalado antes sobre la típica huida hacia las drogas: cuando una persona no experimenta alegrías espirituales (como la paz, el amor y la comunión con Cristo), que son más duraderas pero más difíciles de obtener, tenderá hacia los placeres corporales (como la comida, la bebida y las drogas), que son más accesibles pero de corta duración. Además, tendrá la tentación de buscar placeres corporales en exceso para compensar la falta de placeres espirituales en su vida. Perseguir primero bienes más importantes nos ayuda a mantener un equilibrio saludable en el que podemos disfrutar del placer sin que nos consuma.
Lamentablemente, la historia del hombre muestra con qué facilidad nos consume el placer cuando se busca como fin. Consideremos el placer de comer alimentos. Aunque la comida está destinada principalmente a nutrir nuestro cuerpo, también sabe bien y sienta bien consumirla. Si alguien comiera únicamente para disfrutar del placer de la ingesta y luego lo vomitara todo para comer un poco más, sería considerado con razón un glotón por hacer del placer de comer un fin en sí mismo. El placer es bueno, pero siempre que esté ordenado entre otros bienes. Podemos apreciar el placer corporal que se experimenta al beber alcohol, por ejemplo. Pero si este se convierte en la razón principal del consumo, en lugar de un efecto secundario agradable, beber puede convertirse rápidamente en una adicción, ya que el placer se vuelve más importante que la templanza. Irónicamente, lo que antes daba placer se convierte en una fuente incontrolable de dolor y vergüenza. Esto ocurre con todas las adicciones, ya sean drogas, alcohol, masturbación, etc. Como C. S. Lewis bromeó: “Pon primero lo primero y obtendremos lo segundo: pon primero lo segundo y perderemos lo primero y lo segundo” (140).
¿Están permitidos los fármacos terapéuticos?
Sí. La Iglesia siempre ha apoyado la práctica de la medicina cuando es conforme a la ley moral y la considera una vía a través de la cual Dios cura. Como ya se ha dicho, el Catecismo hace una excepción explícita para las drogas utilizadas con fines terapéuticos (141). Los psicofármacos, ampliamente agrupados como antipsicóticos, sedantes y antidepresivos (142), pueden utilizarse medicinalmente para ayudar a restablecer la salud del organismo.
¿Cómo puede estar permitida la misma droga en un caso pero ser inmoral en otro? Como señala el Catecismo, la moralidad de un acto humano depende de la acción misma, de la intención y de las circunstancias (143). Un examen minucioso revela que la intención que subyace a las drogas terapéuticas es exactamente la opuesta a la de las drogas recreativas: el uso terapéutico de las drogas pretende devolver un cuerpo enfermo a su estado sano, mientras que el uso recreativo altera un cuerpo que funciona con normalidad solamente por placer, lo que potencialmente pone en peligro su salud. Lo primero está en consonancia con el bien del hombre, mientras que lo segundo no.
Aun así, los riesgos asociados a los fármacos terapéuticos son graves, por lo que deben tomarse bajo supervisión médica y con el consentimiento informado del paciente (144).
¿Está permitida la marihuana medicinal?
En el momento de escribir este artículo, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha aprobado cuatro medicamentos basados en la marihuana. El Epidiolex, que se utiliza para tratar las convulsiones, contiene solo CBD, por lo que no provoca una estimulación. Marinol, Cesamet y Syndros, que se utilizan para tratar los efectos secundarios de la quimioterapia, contienen THC.
Como con cualquier fármaco terapéutico, debemos preguntarnos: 1) ¿Cuáles son los riesgos? 2) ¿Cuáles son los beneficios? 3) ¿Existe un medicamento más seguro que sea igual de eficaz? Tras discutir estas cuestiones con un médico, uno podría tomar moralmente cualquiera de estos cuatro medicamentos basados en la marihuana.
La gente a menudo se refiere a la marihuana medicinal de forma general sin percatarse de que esta se limita a los cuatro fármacos aprobados por la FDA. Creen que es admisible autodosificarse con marihuana para tratar síntomas para los que el fármaco no ha sido aprobado. Por desgracia, gran parte de la investigación al respecto ha estado plagada de estudios de baja calidad e insuficientemente amplios (145). Por ejemplo, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina encontraron “pruebas limitadas” o “insuficientes” de la eficacia del cannabis o los cannabinoides en veinte problemas de salud (146). Esto incluía varias de las dolencias para cuyo “tratamiento” se utiliza más habitualmente la marihuana, como la ansiedad y el glaucoma. Su revisión de la investigación solo encontró cuatro problemas de salud para los que había pruebas “concluyentes” o “moderadas” de la eficacia del cannabis o los cannabinoides (147). Esperamos que en los próximos años se realicen estudios más rigurosos.
En la medida en que la marihuana medicinal sea realmente eficaz, debe tratarse como cualquier otro medicamento. Esto significa, en primer lugar, que debe haber límites en la cantidad que se consume diariamente. Incluso los analgésicos suaves, como el paracetamol, limitan el número de pastillas que se deben tomar en veinticuatro horas. Asimismo, todo médico que recomiende marihuana medicinal debe establecer un límite de dosis diaria. La autodosificación abre la puerta al abuso y la adicción. En segundo lugar, la marihuana medicinal debe consumirse como un medicamento; no debe fumarse ni transformarse en comestibles. Distorsiona la comprensión de la droga como medicina (así como la dosis) consumir marihuana medicinal por medios recreativos comunes. En tercer lugar, hay que examinar la propia intención. Sería moralmente ilícito utilizar la marihuana medicinal como máscara para el consumo recreativo. Del mismo modo, tampoco debe utilizarse como escapatoria de ninguna de las cuestiones existenciales enumeradas en la Sección III. Como cualquier otro medicamento, la marihuana medicinal debe utilizarse con la intención de intentar devolver la salud al organismo.
Las drogas me hacen sentir más cerca de Dios. ¿Cómo puede eso estar mal?
El deseo de sentirse cerca de Dios es bueno y es una gracia. Se anima a todo ser humano a buscar su rostro (148) y a encontrar la felicidad que solo proviene de la unión con el Señor. El problema del consumo de drogas es que no es un medio para una experiencia auténtica de lo divino. Más bien, se limita a simular los sentimientos que suelen acompañar a las auténticas experiencias religiosas. En otras palabras, se puede manipular el cerebro para crear sentimientos artificiales de cercanía a Dios, pero eso solamente produce una imitación de lo real. Es tan imaginario como cualquier otro fenómeno alucinatorio que acompaña al consumo de psicodélicos.
Dios es una persona que desea relacionarse con nosotros. Las drogas lo tratan como un mero objeto que se puede controlar para el placer personal. No existe ninguna técnica que pueda obligar al Dios del universo a hacer algo; desde luego, no se le puede manipular para que se haga sentir o conocer a través de las drogas.
Por el contrario, se nos anima a buscar al Señor con humildad, dirigiendo a él nuestro corazón y nuestra mente en la oración (149). Esto puede dar lugar a una experiencia emotiva de Dios, pero, aunque no sea así, él escucha nuestra oración y obra por nuestro bien. Los sacramentos son otra forma principal de encontrar a Dios. Puesto que Cristo los instituyó, son un medio fiable de participar en la vida divina (150). Esto es especialmente cierto de la Eucaristía, en la que recibimos a Jesús mismo.
Podemos “practicar la presencia de Dios” volviendo nuestra atención al Señor a lo largo del día. De este modo, descubrimos la presencia constante de Dios, aprendiendo a estar con Aquel que siempre está con nosotros. El simple hecho de elevar el corazón al Señor en señal de gratitud, aunque sea con breves exclamaciones: “Jesús, te amo”, “Ven, Espíritu Santo”, “Padre, te amo, gracias por la belleza de la creación”, puede llevarnos a la unión con Dios.
¿Puedo consumir marihuana si lo hago moderadamente?
Puede existir el consumidor atípico de marihuana que solamente fuma el equivalente a una o dos bebidas alcohólicas. Pero, aunque sea legal, lo desaconsejamos. En lugar de eso, valdría la pena preguntar qué lleva a la persona a consumir marihuana. ¿Es para sentirse bien? Hay formas más seguras y sanas de experimentar placer. ¿Es para relajarse? “El cannabis puede sedar, pero no puede traer la paz. Puede tranquilizar, pero no puede dar tranquilidad” (151). ¿Es para huir de la realidad? Animaríamos a la persona a acudir a Jesús y permitir que él transforme su realidad para que no sienta la necesidad de escapar. Ciertamente, no es un camino fácil, pero merece la pena el esfuerzo.
No hay placer, alegría o conexión experimentados durante una estimulación causada por las drogas que no puedan experimentarse también sin drogas (152). Si solo experimentamos estos bienes en raras ocasiones cuando estamos sobrios, es mejor que nos dirijamos a Jesús para que él cure lo que sea que los esté impidiendo en nuestras vidas. ¡Jesús nos promete la vida abundante y desea desesperadamente que la experimentemos! Que nunca nos conformemos con menos.
Conclusión
Los estudios citados anteriormente dejan en claro que la aceptación cultural y la legalización de las drogas han sido devastadoras para nuestra sociedad. Aunque el consumo de drogas puede ofrecer alivio temporal y evasión, desde luego no es una solución a nuestros problemas, y los costos superan con creces los beneficios. Habiendo experimentado de primera mano las consecuencias sociales de la legalización de la marihuana, debemos compartir la verdad de lo que hemos visto, oído y perdido. Los seres humanos son expertos en inventar excusas y justificar sus comportamientos, pero se mire como se mire, como queda claro en esta carta, llegaremos a la conclusión de que la decisión de permitir, aceptar y abrazar el consumo de drogas ha demostrado ser perjudicial de innumerables maneras. Así lo confirma el declive de las ciudades que han legalizado y promovido el consumo de drogas y el número de muertes que se producen cada año por sobredosis de drogas.
Rezo por los que recurren a las drogas para evadir la realidad, evitar el dolor o hacer frente a la soledad, el rechazo y las heridas emocionales, o quienes lo hacen en su lucha por encontrar un sentido a la vida. Pido a nuestro Señor Jesucristo que tenga misericordia de ellos, que aleje sus corazones de lo que está por debajo de ellos, hacia lo que solamente él puede ofrecer: el verdadero amor, la alegría, la paz y la felicidad. Rezo por todos aquellos que tienen familiares adictos y que sufren el consumo de drogas. Rezo por su perseverancia, valor y sabiduría. Que Dios, que envió a su Hijo unigénito por amor a la humanidad para darnos vida en abundancia, abra nuestros corazones al verdadero don de la vida y nos ayude a ver con claridad que solo él puede conducirnos a la plenitud y a la vida eterna.
Dado a 10 de noviembre de 2023, fiesta de San León Magno, papa y doctor de la Iglesia.
Excmo. Mons. Samuel J. Aquila, S. T. L.
Arzobispo de Denver
Notas:
1) Reuters, “Estados de EE. UU. donde la marihuana recreativa es legal”, https://www.reuters.com/world/us/usstates-where-recreational-marijuana-is-legal-2023-05-31/.
2) Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales, “Leyes de cannabis medicinal por estado”, https://www.ncsl.org/health/state-medical-cannabis-laws.
3) “Drogas ilegales”, Gallup, 19 de octubre de 2022, https://news.gallup.com/poll/1657/illegal-drugs.aspx.
4) Iglesia Católica, Catecismo de la Iglesia Católica (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1997), núm. 1.
5) Cf. Catecismo, núms. 356, 1705, 1711, 1763.
6) Génesis 1, 27. Nota del traductor: Todos los pasajes de las Escrituras en la traducción al español se tomaron de la Biblia católica “El libro del Pueblo de Dios”.
7) Juan 10, 10.
8) Cf. San Agustín, Comentario sobre Juan, Tratado 45; San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Juan; San Gregorio Magno, Homilías sobre el Evangelio de Juan.
9) Cf. Gálatas 5, 22.
10) Cf. Mateo 11, 28.
11) Juan Pablo II, Encíclica, Redemptor hominis (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1979), núm. 10.
12) Cf. 1 Juan 4, 16.
13) Juan 3, 16.
14) Juan Pablo II, Encíclica, Evangelium vitae (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1995), núm. 2.
15) Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae II-II, q. 23, a. 1.
16) Catecismo, núm. 2291, itálica en el original.
17 Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias, “Barómetro de la salud conductual: Colorado”, volumen 6, 2020, pág. 30, https://www.samhsa.gov/data/sites/default/files/reports/rpt32822/Colorado-BH-Barometer_Volume6.pdf.
18) Elise Harris, “La droga es una ‘nueva forma de esclavitud’, dice el papa Francisco”, 25 de noviembre de 2016, https://www.catholicnewsagency.com/news/34982/drugs-a-new-form-of-slavery-pope-francissays.
19) Éxodo 20, 13.
20) Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, “Muertes por sobredosis”, 2 de junio de 2022, https://www.cdc.gov/drugoverdose/deaths/index.html.
21) Cf. Pontificio Consejo para la Familia, ¿Liberalización de la droga? (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1997), núm. 5, http://www.laityfamilylife.va/content/dam/laityfamilylife/Magistero/FamigliaIta/032_Liberalizzazione_della_droga_1997.pdf; Fundación Gateway, “Las diferencias entre drogas duras y blandas”, https://www.gatewayfoundation.org/addiction-blog/hard-vs-soft-drugs/.
22) Juan Pablo II, Discurso, “Discurso a un Congreso sobre el Fenómeno de la Droga”, 11 de octubre de 1997, https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1997/october/documents/hf_jpii_spe_19971011_salute.html.
23) La población se midió como los residentes en Colorado de doce años o más. “Barómetro de la salud conductual: Colorado”.
24) “Barómetro de la salud conductual: Colorado”, pág. 19, https://www.samhsa.gov/data/sites/default/files/reports/rpt32822/Colorado-BH-Barometer_Volume6.pdf.
25) Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Iglesia, drogas y toxicomanía [Church: Drugs and Drug Addiction] (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2002), núm. 5, pág. 8.
26) Ibid., núm. 43, págs. 20-21.
27) Iglesia, drogas y toxicomanía, núm. 43, págs. 20-21.
28) Ibid.
29) Cf. Ibid., núm. 57, pág. 27.
30) Rebecca D. Crean et al., “Una revisión basada en la evidencia de los efectos agudos y a largo plazo del consumo de cannabis sobre las funciones cognitivas ejecutivas”, Journal of Addiction Medicine, marzo de 2011, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3037578/; Stephanie Bucklin, “El consumo de marihuana puede afectar a tu coordinación”, Live Science, 18 de noviembre de 2016, https://www.livescience.com/56932-marijuana-use-impairs-motor-skills-coordination.html.
31) Mark Giszczak, “¿Fuiste creado para la grandeza o para Dios?” 17 de febrero de 2004, https://catholicbiblestudent.com/2014/02/greatness-god.html.
32) Papa Benedicto XVI, Encíclica, Deus caritas est (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2005), núm. 1.
33) Mateo 5, 48.
34) Efesios 1, 3.
35) 1 Corintios 6, 19–20.
36) Gálatas 5, 1.
37) Efesios 4, 1.
38) Cardenal Joseph Ratzinger, Turning Point for Europe (San Francisco: Ignatius Press, 1991), pág. 19.
39) Juan 8, 11.
40) Cf. Catecismo, núm. 1496.
41) Lucas 10, 27
42) Cf. Mateo 19, 26.
43) Pontificio Consejo para la Familia, From Despair to Hope: Family and Drug Addiction [De la desesperación a la esperanza: Familia y toxicomanía] (Ciudad del Vaticano: Liberia Editrice Vaticana, 1992), pág. 7.
44) Juan Pablo II, Discurso, Discurso a la Conferencia Internacional sobre el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, 4 de junio de 1987, https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/en/speeches/1987/june/documents/hf_jp-ii_spe_19870604_conference-drugabuse.html.
45) From Despair to Hope, pág. 6.
46) Juan Pablo II, Homilía, 9 de agosto de 1980, https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1980/documents/hf_jp-ii_hom_19800809_comitato-solidarieta.html.
47) Iglesia, drogas y toxicomanía en la página 7 (núm. 3) refuerza esta idea: “En efecto, las drogas atestiguan una especie de desprecio por la vida y representan un intento personal, ciertamente imaginario, de desprenderse de la realidad y de las circunstancias de la vida humana”.
48) Cf. Juan Pablo II, Homilía, 9 de agosto de 1980.
49) Turning Point for Europe, pág. 20.
50) Juan Pablo II, Homilía, 9 de agosto de 1980.
51) From Despair to Hope, pág. 12.
52) Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, “Parte 1: La conexión entre los trastornos por consumo de sustancias y las enfermedades mentales”, abril de 2020, https://nida.nih.gov/publications/research-reports/common-comorbidities-substance-use-disorders/part-1-connection-between-substance-usedisorders-mental-illness.
53) Gregory Midgette et al., “Lo que gastan los consumidores estadounidenses en drogas ilegales, 2006-2016”, 2019, https://www.rand.org/pubs/research_reports/RR3140.html, pág. xi.
54) Cf. Catecismo, nos. 1897–1899.
55) Iglesia, droga y toxicomanía, núm. 42, pág. 20.
56) Ibid., núm. 35, pág. 17.
57) Iglesia, droga y toxicomanía en la página 69 (núm. 189) es igualmente rotundo: “Toda acción que favorezca moralmente la difusión o el consumo de drogas representa una grave complicidad con los cárteles, que obtienen exorbitantes ventajas financieras y económicas del comercio”.
58) Chris Morris, “Se espera que las ventas de marihuana legal en EE.UU. alcancen los 33 000 millones de dólares este año”, Fortune, 11 de abril de 2022, https://fortune.com/2022/04/11/legal-marijuana-sales-33-billion-2022/.
59) Sandee LaMotte, “Una hierba muy potente crea adictos a la marihuana en todo el mundo, según un estudio”, CNN, 25 de julio de 2022, https://www.cnn.com/2022/07/25/health/marijuana-potency-addiction-study-wellness/index.html.
60) Dra. Elizabeth Stuyt, “El problema con la marihuana THC de alta potencia actual desde la perspectiva de un psiquiatra de adicciones”, Missouri Medicine, Noviembre/diciembre de 2018, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6312155/pdf/ms115_p0482.pdf; Mary Catherine Cash et al., “Mapeo de la potencia del cannabis en programas médicos y recreativos en los Estados Unidos”, PLOS ONE, 26 de marzo de 2020, https://journals.plos.org/plosone/article/file?id=10.1371/journal.pone.0230167&type=printable.
61) Vanessa Romo, “El vapeo de marihuana entre los adolescentes se ha más que duplicado desde 2013”, NPR, 25 de octubre de 2021, https://www.npr.org/2021/10/25/1049127183/marijuana-vaping-cannabis-teens-growth-risks.
62) Leighton Woodhouse, “Cómo la marihuana se convirtió en el nuevo OxyContin”, Tablet, 30 de agosto de 2022, https://www.tabletmag.com/sections/news/articles/how-weed-became-new-oxycontin-marijuana-psychosis-addiction.
63) Adam Winstock, “Encuesta Global de Drogas”, 16 de mayo de 2019, https://www.globaldrugsurvey.com/wp-content/themes/globaldrugsurvey/results/GDS2019-Exec-Summary.pdf.
64) Centros para el Control de Enfermedades, “Adicción (Trastorno por consumo de marihuana o cannabis)”, 19 de octubre de 2020, https://www.cdc.gov/marijuana/health-effects/addiction.html.
65) Ibid.
66) Centros para el Control de Enfermedades, “Salud Mental”, 19 de octubre de 2020, https://www.cdc.gov/marijuana/health-effects/mental-health.html.
67) Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, “¿Existe una relación entre el consumo de marihuana y los trastornos psiquiátricos?”, Julio de 2020, https://nida.nih.gov/publications/research-reports/marijuana/there-link-between-marijuana-use-psychiatric-disorders.
68) Alex Berenson, Tell Your Children: The Truth About Marijuana, Mental Illness, and Violence (Nueva York: Free Press, 2019), pág. xix.
69) Katie Hunt, “La esquizofrenia relacionada con el trastorno por consumo de marihuana está en aumento, según un estudio”, CNN, 26 de julio de 2021, https://www.cnn.com/2021/07/22/health/marijuana-schizophrenia-study-wellness/index.html; Hjorthøj C, Posselt CM, Nordentoft M, “Desarrollo a lo largo del tiempo de la fracción de riesgo atribuible a la población para el trastorno por consumo de cannabis en la esquizofrenia en Dinamarca”, JAMA Psychiatry, 2021; 78(9):1013–1019, https://jamanetwork.com/journals/jamapsychiatry/fullarticle/2782160?guestAccessKey=13668b0c-b3e4-45c9-a35c-e4c44d500ea9.
70) Louisa Degenhardt et al., “Resultados del consumo ocasional de cannabis en la adolescencia: Estudio de seguimiento de 10 años en Victoria, Australia”, British Journal of Psychiatry, abril de 2010, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20357305/.
71) Madeline H. Meier et al., “Los consumidores persistentes de cannabis muestran un deterioro neuropsicológico desde la infancia hasta la mediana edad”, PNAS, 27 de agosto de 2012, https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1206820109.
72) Ibid.
73) Arria AM et al., “Patrones de consumo de drogas e inscripción continua en la universidad: resultados de un estudio longitudinal”, Revista de Estudios sobre Alcohol y Drogas, enero de 2013, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3517265/.
74) Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, The Health Effects of Cannabis and Cannabinoids: The Current State of Evidence and Recommendations for Research (Washington, DC: The National Academies Press, 2017), pág. 314.
75) Kira Bindrim, “El papa Francisco se pronuncia contra la legalización de la marihuana y otras drogas”, Newsweek, 20 de junio de 2014, https://www.newsweek.com/pope-francis-says-he-opposes-marijuana-legalization-255708.
76) Andrew A. Monte et al., “Enfermedad aguda asociada al consumo de cannabis, por vía de exposición”, Annals of Internal Medicine, 16 de abril de 2019, https://www.acpjournals.org/doi/pdf/10.7326/M18-2809.
77) “Enfermedad aguda asociada al consumo de cannabis, por vía de exposición”; “Las visitas a emergencias relacionadas con la marihuana suben en el hospital de Colorado”, CBS News, 26 de marzo de 2019, https://www.cbsnews.com/news/after-legalization-marijuana-related-er-visits-climb-at-coloradohospital/.
78)“Barómetro de la salud conductual: Colorado”, pág. 19.
79) Zona de Alta Intensidad de Tráfico de Drogas de las Montañas Rocosas, “La legalización de la marihuana en Colorado: El impacto”, volumen 8, septiembre de 2021, pág. 17, https://www.rmhidta.org/_files/ugd/4a67c3_b391ac360f974a8bbf868d2e3e25df3d.pdf.
80) “La legalización de la marihuana en Colorado: El impacto”, pág. 13. No está claro por qué el informe no incluye cifras del 2013 en esta sección.
81) The Health Effects of Cannabis and Cannabinoids: The Current State of Evidence and Recommendations for Research, pág. 230.
82) Ibid., pág. 8.
83) Ibid., pág. 30.
84) Institutos Nacionales de Salud, “El consumo de cannabis puede estar asociado a la suicidalidad en adultos jóvenes”, 22 de junio de 2021, https://www.nih.gov/news-events/news-releases/cannabis-use-may-be-associated-suicidality-young-adults.
85) Departamento de Ingresos de Colorado, “Informes de ventas de marihuana”, consultado el 20 de octubre de 2022, https://cdor.colorado.gov/data-and-reports/marijuana-data/marijuana-sales-reports.
86) Centennial Institute, “Costes económicos y sociales de la marihuana legalizada”, 18 de noviembre de 2018, pág. 3, http://2sai80zhft74386rl1kqxhyw-wpengine.netdna-ssl.com/wp-content/uploads/2019/03/Economic-and-Social-Costs-of-Legalized-Marijuana-v1.3.pdf.
87) Ibíd., pág. 2.
88) “Costes económicos y sociales de la marihuana legalizada”, págs. 48-54.
89) Cf. John Ferrugia, “Cómo la legalización de la marihuana en Colorado fortaleció el mercado negro de la droga”, PBS, 15 de julio de 2019, https://www.pbs.org/newshour/show/how-colorados-marijuana-legalization-strengthened-the-drugs-black-market; Paige St. John, “La realidad de la marihuana legal en California: Enormes cultivos ilegales, violencia, explotación de los trabajadores y muertes”. Los Angeles Times, 8 de septiembre de 2022, https://www.latimes.com/california/story/2022-09-08/reality-of-legal-weed-in-california-illegal-grows-deaths.
90) Joseph Detrano, “El mercado negro del cannabis prospera a pesar de la legalización”, https://alcoholstudies.rutgers.edu/cannabis-black-market-thrives-despite-legalization/; Statistica, “Los precios de los dispensarios de marihuana más caros de EE.UU. en comparación con los precios callejeros a partir de enero de 2016, por estado”, 29 de enero de 2016, https://www.statista.com/statistics/589821/street-and-dispensary-marijuana-price-difference-by-us-state/.
91) Dennis Romero, “El mercado negro de cannabis de California ha eclipsado al legal”, NBC News, 20 de septiembre de 2019, https://www.nbcnews.com/news/us-news/california-s-cannabis-black-market-has-eclipsed-its-legal-one-n1053856.
92) Cf. “La realidad de la hierba legal en California: Enormes cultivos ilegales, violencia, explotación de los trabajadores y muertes”.
93) Cf. Departamento de Control del Cannabis de California, “El Departamento de Control de Cannabis anuncia un programa de subvenciones de asistencia a la jurisdicción local de $100 millones”, enero de 2021, https://cannabis.ca.gov/2021/10/department-of-cannabis-control-announces-100-million-local-jurisdiction-assistance-grant-program/; Tiffany Kary, “Lecciones del rescate de la industria de la marihuana en California”, Bloomberg, 21 de junio de 2021, https://www.bloomberg.com/news/articles/2021-06-21/lessons-from-california-s-pot-industry-bailout-cannabis-weekly; Jon Miltimore, “El rescate de marihuana de $100 millones de California le dice todo lo que necesita saber sobre su gobierno”, Fee, 21 de junio de 2021, https://fee.org/articles/california-s-100-million-marijuana-bailout-tells-you-all-you-need-to-know-about-its-government/.
94) Jorge Mercado, “Seis años después de la legalización, el mercado negro de cannabis sigue prosperando”, Pacific Coast Business Times, 15 de septiembre de 2022, https://www.pacbiztimes.com/2022/09/15/six-years-after-legalization-cannabis-black-market-still-thriving/.
95) En 2022, los hongos de psilocibina y ciertas sustancias psicodélicas de origen vegetal se aprobaron en Colorado y se hizo un intento fallido de ponerlos en la boleta electoral en California.
96) Iglesia, droga y toxicomanía, núm. 192, pág. 70.
97) Cf. “3 razones por las que los empleadores deberían preocuparse por el abuso de sustancias en la fuerza laboral”, Hire Right, 17 de mayo de 2022, https://www.hireright.com/blog/background-checks/3-reasons-why-employers-should-be-concerned-about-workforce-substance-abuse.
98) Recovery Centers of America, “Costo económico del trastorno por abuso de sustancias en los Estados Unidos, 2019”, https://recoverycentersofamerica.com/resource/economic-cost-of-substance-abuse-disorder-in-united-states-2019/#post-7347-_bookmark13.
99) Cf. “Cómo se produce la adicción a los opioides”, Mayo Clinic, 12 de abril de 2022, https://www.mayoclinic.org/diseases-conditions/prescription-drug-abuse/in-depth/how-opioid-addiction-occurs/art-20360372.
100) “El secretario en funciones del HHS declara una emergencia de salud pública para abordar la crisis nacional de los opioides”, 26 de octubre de 2017, https://www.hhs.gov/about/news/2017/10/26/hhs-acting-secretary-declares-public-health-emergency-address-national-opioid-crisis.html.
101) Asociación Americana para el Control de Drogas, Comunicado del 17 de agosto de 2023, https://www.dea.gov/press-releases/2023/08/17/dea-recognizes-national-fentanyl-prevention-and-awareness-dayextended.
102) Asociación Americana para el Control de Drogas, “Fentanilo”, abril de 2020, https://www.dea.gov/sites/default/files/2020-06/Fentanyl-2020_0.pdf.
103)“Concienciación sobre el fentanilo”.
104) Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, “Tasas de mortalidad por sobredosis”, 20 de enero de 2022, https://nida.nih.gov/research-topics/trends-statistics/overdose-death-rates.
105) Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, “Datos sobre el fentanilo”, 23 de febrero de 2022, https://www.cdc.gov/stopoverdose/fentanyl/index.html.
106) Departamento de Servicios Sanitarios de Wisconsin, “Dosis de realidad: Infórmate sobre los opioides”, 16 de octubre de 2022, https://www.dhs.wispersky.gov/opioids/facts.htm; Departamento de Salud de Minnesota, “Tiras reactivas de fentanilo para prevenir la sobredosis de drogas”, 12 de noviembre de 2021, https://www.health.state.mn.us/communities/opioids/documents/ftsforph.pdf; Prevent Overdose Rhode Island, “Tiras reactivas de fentanilo”, consultado el 24 de octubre de 2022, https://preventoverdoseri.org/fentanyl-test-strips/.
107) Kelly Bass et al., “‘Es mi amigo-enemigo’: Una exploración cualitativa del conocimiento y las percepciones del uso de fentanilo durante la pandemia de COVID-19 en personas que consumen drogas en un programa de servicios de jeringuillas en Filadelfia, Pensilvania, Frontiers in Public Health, 22 de julio de 2022, https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpubh.2022.882421/full.
108) Stephen Cranney, “¿Hacer de la posesión de fentanilo un delito menor conduce a más muertes? Uso de un enfoque de diferencia en diferencia para medir el efecto del HB-19-1263 de Colorado en los números de sobredosis “, SSRN, 5 de abril de 2022, https://ssrn.com/abstract=4076253.
109) Nicole Winfield, “Di que no: El papa Francisco se pronuncia enérgicamente contra la legalización de las drogas recreativas”, Newsweek, 20 de junio de 2014; Cf. Juan Pablo II, Discurso, “Discurso a los jóvenes de la Comunidad Terapéutica para Toxicómanos”, 27 de mayo de 1984, https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/it/speeches/1984/may/documents/hf_jp-ii_spe_19840527_comunita-terapeutica.html.
110) Pablo VI, Exhortación apostólica, Evangelii nuntiandi (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1975), núm. 20.
111) Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal, Christifideles laici (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1988), núm. 33.
112) Iglesia, droga y toxicomanía, núm. 53, pág. 25.
113) Iglesia, droga y toxicomanía, núm. 11, pág. 9.
114) Cf. Colosenses 1, 24; Juan Pablo II, Carta apostólica, Salvifici doloris (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1984).
115) Pontificio Consejo para la Familia, “¿Deberían legalizarse las drogas ‘blandas’?”, 17 de enero de 1997, núm. 16, https://www.lenouvelesprit.com/church-documents-on-drugs/soft-drugs-legalized.
116) Cf. Mateo 20, 28.
117) Cf. Mc 2, 17.
118) Romanos 12, 12.
119) El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, Carta de los agentes sanitarios (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1995), núm. 97.
120) La falta de aprobación o condena de las drogas por parte de las Escrituras significa que debemos utilizar otros principios que se encuentran en las Escrituras y la Tradición para determinar la moralidad del consumo de drogas.
121) Salmo 104, 14–15.
122) David J. Hanson, “Evolución histórica del consumo de alcohol en la sociedad”, en Peter Boyle et al. (editores), Alcohol: Science, Policy and Public Health (Oxford: Oxford Academic, 23 de mayo de 2013), https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199655786.003.0001.
123) 1 Timoteo 5, 23.
124) Cf. Proverbios 3, 9-10; Isaías 25, 6; Eclesiastés 9, 7; Eclesiástico 31, 27-28.
125) Cf. Juan 2, 1-12.
126) Cf. Catecismo, núm. 1333.
127) Cf. Proverbios 20, 1; 23, 29-35; Eclesiástico 31, 29-31; Lucas 21, 34; Romanos 13, 13-14; Gálatas 5, 19-21; 1 Corintios 5, 11; 1 Pedro 4, 3-4, por citar solo algunos.
128) Efesios 5, 18.
129) Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo, “Datos y estadísticas sobre el alcohol”, marzo de 2022, https://www.niaaa.nih.gov/publications/brochures-and-fact-sheets/alcohol-facts-andstatistics.
130) Catecismo, núm. 2290.
131) Cf. Ibid., núm. 1809.
132) 1 Corintios 10, 31.
133) Megan Brennan, “El consumo de alcohol en EE.UU. en el extremo inferior de las lecturas recientes”, Gallup, 19 de agosto de 2021, https://news.gallup.com/poll/353858/alcohol-consumption-low-end-recent-readings.aspx.
134) El consumo compulsivo de alcohol se define como el consumo de 4 a 5 bebidas en 2 horas. Cf. Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo, “Definición de los niveles de alcoholemia”, https://www.niaaa.nih.gov/alcohol-health/overview-alcohol-consumption/moderate-binge-drinking.
135) Aunque algunas investigaciones sugieren que la mayor parte de la marihuana consumida tiene entre un 20 y un 25 % de THC, hemos elegido la estimación más conservadora del 15 %. Esto equivale a 150 mg/g de THC, y suponiendo que aproximadamente la mitad se queme durante el consumo, quedan 75 mg por gramo para consumir. Un cigarrillo de marihuana típico contiene aproximadamente medio gramo, lo que da 37.5 mg, que hemos redondeado a 40 mg para facilitar el cálculo.
136) Tell Your Children: The Truth About Marijuana, Mental Illness, and Violence, pág. 40.
137) “¿Cuánto THC hay en un ‘dab’, un ‘bowl’ y un cigarrillo de marihuana?”, High Times, 3 de enero de 2017, https://hightimes.com/culture/how-much-thc-is-in-a-dab-a-bowl-and-a-joint/.
138) John-Mark L. Miravalle, How to Feel Good and How Not To (Manchester, New Hampshire: Sophia Institute Press, 2020), pág. 58.
139) Santo Tomás de Aquino, De Malo, q. 11, a. 4.
140) C. S. Lewis, “Carta a Dom Bede Griffiths, OSB”, Cartas completas de C. S. Lewis, Tomo III: Narnia, Cambridge y Gozo, 1950-1963 (San Francisco: HarperOne, 2007), pág. 111.
141) Cf. Catecismo, núm. 2291.
142) Cf. Carta de los agentes sanitarios, núm. 100.
143) Catecismo, núm. 1750. Cf. Juan Pablo II, Encíclica, Veritatis splendor (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1993), núms. 77–78.
144) Cf. Carta a los trabajadores sanitarios, núms. 101–102.
145) Misty Pratt et al., “Beneficios y daños del cannabis medicinal: una revisión del alcance de las revisiones sistemáticas”, Systematic Reviews, 10 de diciembre de 2019, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6905063/.
146) The Health Effects of Cannabis and Cannabinoids: The Current State of Evidence and Recommendations for Research, págs. 128–29.
147) Ibid., pág. 128.
148) Cf. Sal 27, 8; 105, 4.
149) Cf. Catecismo, núm. 2559.
150) Cf. Catecismo, núm. 1115-1116, 1130-1131.
151) How to Feel Good and How Not To, pág. 45.
152) Las vidas de los santos lo atestiguan, mas el ejemplo más famoso es el “éxtasis de santa Teresa de Ávila”, que experimentó la dicha pura cuando se unió místicamente a Jesús.
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