Una de las leyes tácitas pero siempre aplicadas de la revolución es que los subordinados son siempre más revolucionarios que los superiores. Ni siquiera eso en la Iglesia es una excepción.
Los más descontentos con este pontificado no son los llamados conservadores, sino los progresistas. En una entrevista concedida al sitio web Kath.ch, el obispo Erwin Kräutler, austriaco de 84 años pero emérito de Xingu (Brasil), dijo del “sínodo sobre la sinodalidad” que “no saldrá nada de él” en términos de cambios doctrinales, porque “aparte de los costes, no se ha hecho nada. El problema es que no se abordaron todos los temas de la reforma”.
El obispo Kräutler está convencido de ello porque algo similar ocurrió en el “sínodo amazónico” de 2019, del que fue “padre sinodal”.
“Francisco -relató el obispo austriaco- “nos había dicho a los obispos: 'dadme sugerencias audaces', de hecho 'el 80% de los obispos votaron (la ordenación sacerdotal) por los viri probati y el diaconado femenino'- pero el “papa” no lo aceptó. [...] Es inconcebible que el “papa” Francisco no lo haya mencionado en su exhortación apostólica” (la “Querida Amazonia”, ed.).
Cronicas de papa Francisco
Así que, según monseñor Kräutler, la reputación de Francisco de ser un “papa reformista” se está desmoronando.
La verdad es que los progresistas como monseñor Kräutler nunca han entendido realmente la “reforma” que este “papa” se siente llamado a llevar a cabo en “su nueva iglesia”.
Francisco tiene su propio proyecto para la Iglesia que, en algunos puntos, coincide con el de los reformistas doctrinales, pero que en realidad consiste en vivir la fe en una nueva comunidad eclesial “inclusiva”.
A este “papa” no le interesan los cambios doctrinales sustanciales, porque para él el Depositum Fidei, en la vida de los fieles, no tiene una importancia fundamental, sino relativa.
Recordemos el tercer famoso postulado de la exhortación apostólica Evangelii gaudium (su “manifiesto” no de la nueva evangelización de los pueblos, sino desgraciadamente de la “conversión” de la Iglesia): la realidad es más importante que la idea. Atención: la realidad, para Francisco, no es lo real, sino la existencia.
En efecto, el “papa” Francisco es un convencido seguidor de la teología del pueblo -una variante argentina de la teología de la liberación- en la que la Iglesia es considerada no como el Cuerpo Místico de Cristo, sino como “un pueblo en camino” a través de la historia de la humanidad.
Un pueblo que, en este proceso histórico, debe incluir necesariamente a todos. “¡Todos, todos, todos!”, en efecto, dijo Francisco a los obispos portugueses, durante su viaje apostólico a Lisboa con motivo de la JMJ de este año.
Es lo que el joven jesuita Jorge Mario Bergoglio aprendió de su mentor, Pedro Arrupe, el preboste general de la Compañía de Jesús que, durante la XXXII Congregación General de 1974, esbozó el gran proyecto de una Iglesia a escala humana.
Francisco sabe bien que para ello -y así lo está haciendo de hecho, o al menos lo intenta tenazmente- es necesario anteponer no la Doctrina sino la “pastoral”, volviendo así a la primacía de la praxis sobre la teoría.
Los que, como mons. Kräutler, insisten en cambiar la Doctrina, cometen, según Francisco, el mismo error que los conservadores, porque siguen, a su pesar, poniendo en primer lugar el Depositum Fidei y no las “periferias existenciales”.
Lo que urge es abrir procesos pastorales para caminar todos juntos en la historia (esto es la “sinodalidad”) para incluir a todos en la Iglesia, que por fin será a escala humana. Esto es lo que Bergoglio quiere de los obispos, sin admitir ninguna “deserción”.
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