Por Phil Lawler
En noviembre pasado, Francisco nombró al obispo José María Baliña, obispo auxiliar de Buenos Aires, como nuevo obispo de Mar del Plata. Pero 22 días después, antes incluso de ser instalado como jefe de la diócesis, el obispo Baliña renunció. Eso es muy inusual.
Así que Bergoglio rápidamente nombró al obispo Gustavo Larrazábal, auxiliar en San Juan de Cuyo, obispo de Mar del Plata. Cinco semanas después, nuevamente antes de asumir el cargo, el obispo Larrazábal renunció. Eso no es sólo inusual; Es asombroso, como ser alcanzado por un rayo dos veces.
¿Qué está pasando entonces en Mar del Plata? ¿Hay alguna razón por la que, a medida que se acercaba la fecha de su instalación, estos dos prelados se hayan retirado?
En el primer caso, el obispo Baliña había sido operado recientemente por un desprendimiento de retina y se enfrentaba a otra operación a principios de este año. “Se dio cuenta de que no estaba en condiciones de asumir la misión”, dijo en ese momento. El obispo de 65 años se encuentra actualmente sin asignación episcopal, a la espera de otra intervención quirúrgica.
Mons. Larrazábal, de 62 años, no ofreció ninguna explicación sobre su renuncia, salvo decir que “he llegado a la conclusión de que no es oportuno” asumir el cargo. Continuará sirviendo en su calidad actual como auxiliar en San Juan de Cuyo. Pero hay un poco más en la historia.
A principios de este mes, la oficina del nuncio apostólico en Argentina emitió un comunicado expresando una “plena confianza” en el obispo Larrazábal ante “rumores que circulan y no tienen fundamento”. No se proporcionó más información, pero los medios de comunicación seculares informaron que el obispo enfrentó acusaciones de acoso, presentadas por una mujer que había trabajado con él algunos años antes.
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