domingo, 16 de enero de 2022

¿QUIEN FUE DOM PROSPER GUÉRANGER?

Dom Guéranger fue el restaurador de la vida monástica en la Abadía de Solesmes, gracias a lo cual los monjes cultivaron la liturgia y el canto gregoriano extendiendo su influencia más allá de las fronteras de Europa.

Nació el 4 de abril de 1805 en Sablé, en las cercanías de la antigua abadía benedictina de Solesmes, secularizada en 1790 durante la Revolución francesa.

Ingresó en el seminario en Mans el año 1822, siendo ordenado sacerdote el 7 de octubre de 1827. Era un apasionado de la historia de la Iglesia. El descubrimiento de un pasado en el que la vida monacal florecía y el contacto con las grandes obras de los Mauristas despertaron en él un cierto deseo por la vida monástica. 

En 1831, ante la inminente demolición del priorato de Solesmes, tuvo la idea de adquirirlo él mismo para vivir en él la vida benedictina. Ayudado por algunos amigos y animado por su obispo, consiguió a duras penas dinero para alquilarlo y se instaló en él con tres compañeros, el 11 de julio de 1833. La pequeña comunidad no tenía dinero, no tenía prestigio para atraer vocación y, sobre todo, no tenía experiencia en la vida monástica. Su superior, de 28 años, no tenía más que un conocimiento teórico. La empresa hubiese sido un acto de locura de no haber sido un acto de fe. Pero el joven prior, mantenía su pasión por los asuntos benedictinos, por la liturgia y la vida espiritual, era un ejemplo viviente para sus monjes.


En 1837, la Santa Sede reconoció la comunidad de Solesmes como auténticamente benedictina y convirtió el pequeño priorato en abadía, estableciéndola como cabeza de la Congregación francesa de la Orden de San Benito, que fue creada en el mismo acto. Algunos días más tarde, el 26 de julio, Dom Guéranger hizo sus votos solemnes frente al Abad de San Pablo Extramuros, en Roma.

En 1866, con la ayuda de Cécile Bruyère, Dom Guéranger funda en Solesmes la abadía de Sainte-Cécile, cerca de la de Saint-Pierre. Esta abadía plantó sus raíces y dio nacimiento a la rama femenina de la Congregación de Solesmes.

La contemplación del misterio de la Encarnación inspira sus enseñanzas cotidianas y sus numerosos escritos. La liturgia, en particular, llamaba poderosamente su atención. Expuso la espiritualidad al pueblo cristiano en su Año litúrgico, su obra más celebre, que hizo de él un precursor del movimiento litúrgico del siglo XX. También publicó Institutions Liturgiques, que establece los puntos en común entre la liturgia y la fe y unidad de la Iglesia. Con esta obra, Dom Guéranger contribuyó a que las diócesis de Francia volvieran a la liturgia romana.

Dom Guéranger tenía un amor especial por el papado. Su Mémoire sur l'Immaculée Conception atrajo sobre sí la atención de Pío IX, quien le pidió que colaborara en la preparación de su dogma mariano, proclamado el 8 de diciembre de 1854. En 1870, durante el Concilio Vaticano I, expuso en La monarchie pontificale el apoyo de la Tradición a la infalibilidad del Pontífice romano.

Su devoción hacia el Sagrado Corazón era muy intensa. Lo consideró el mejor remedio contra el jansenismo. Es una de las razones por las cuales se interesó por Santa Gertrudis y por los místicos.

A partir de 1862, Dom Guéranger tomó la iniciativa de impulsar a varios de sus discípulos en la búsqueda de las fuentes de los cantos litúrgicos de la Iglesia, poniendo así a Solesmes en el camino que conduciría a la restauración del canto gregoriano y a la edición de su repertorio.


Murió el 30 de enero de 1875, a la edad de 69 años. Su cuerpo está sepultado en la cripta la iglesia abacial, mientras que su corazón reposa en el santuario de la iglesia de Saint-Cécile de Solesmes.

La tumba de Dom Guéranger en la Cripta de la iglesia abacial. Fotografía Nandeus


Plegaria para pedir la beatificación de Dom Guéranger:

Dios, Padre nuestro, tu servidor Dom Prosper Guéranger, abad de Solesmes, atento al Espíritu Santo, ha permitido a una multitud de fieles redescubrir el sentido de la liturgia, la fuente del verdadero espíritu cristiano. 



Que su devoción a la Santa Iglesia y que su amor filial hacia la Virgen Inmaculada, posados en el misterio del Verbo hecho carne, sean una luz para los cristianos de nuestro tiempo. 

Te rogamos Señor que nos otorgues el favor que te pedimos en su honor, a fin de que su santidad sea reconocida por todos y que la Iglesia nos permita invocarlo como a uno de tus bienaventurados y de tus santos. 

Por Jesucristo nuestro Señor. 

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