Una vida de fe, casi treinta años de sacerdocio y una trayectoria pastoral aparentemente intachable se tiñó de escándalo y repudio de un momento a otro cuando el cura José Luis Serre quedó señalado en una grave denuncia de abuso sexual contra un menor.
El caso tomó estado público el 8 de abril del 2019, en una conferencia de prensa que encabezó el propio obispo Gabriel Mestre, pero los hechos, en realidad, ocurrieron dos años antes, en Necochea, en el transcurso del 2017. Las acciones judiciales tampoco fueron inmediatas: después de tomar conocimiento de la situación y de recibir asesoramiento legal, la familia de la víctima radicó la denuncia penal recién en enero del 2018.
“Aquí se juega la transparencia y la verdad. Es un tema doloroso que obviamente no tendría que existir. No es agradable tener que hacer una conferencia de prensa por este tema pero hay que tomar el toro por las astas. Y en esta línea de total transparencia, búsqueda de la verdad, de Justicia y el cuidado de los menores y las personas en situación de vulnerabilidad, yo como obispo y mi equipo nos vamos a jugar al 100%”, había expresado Mestre, en la conferencia.
La última experiencia de Serre como cura fue en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes de Necochea, ciudad que lo vio nacer y donde también sembró buena parte de su trayectoria parroquial. Desde ese rol, ostentó un alta exposición, al punto de ser, por ejemplo, el encargado de realizar la tradicional ceremonia de “bendición de las aguas” en la vecina ciudad con la que se deja formalmente inaugurada la temporada estival, tal como se hace en Mar del Plata.
De hecho, hasta fines de 2017 – año en el que se produjo el abuso, según la denuncia del menor –, el religioso continuó con diversas actividades públicas en la comunidad. Uno de los actos que constan en los archivos periodísticos es de diciembre de ese año, cuando encabezó la celebración por los sesenta años de su parroquia. “Merecía un festejo este aniversario. Hicimos un brindis y es un acontecimiento muy lindo”, decía Serre, con una sonrisa, a los medios necochenses.
Pero poco antes de que la denuncia saliera a la luz, el cura pidió licencia alegando “problemas de salud” para irse de Necochea y había trascendido una designación suya al frente de la Parroquia Santa María de Balcarce para reemplazar a Pablo Boldrini pero al final nunca llegó a la localidad serrana. Es que cuando el menor pudo confesar el abuso que sufrió, él y sus padres acudieron en primera instancia a Mestre, tal como reconstruyó el obispo en su cronología de los hechos, y pronto se tomaron cartas en el asunto.
“Los familia del menor, con el menor, se presentan aquí en la sede del Obispado, y yo dialogué con ellos. Primero ellos querían la denuncia eclesial, no el planteo tipo judicial, al cual los invité claramente porque se trata de un delito gravísimo. Ellos tomaron su tiempo y en su momento radicaron la denuncia”, aseguró el obispo Mestre, en aquel entonces.
Así, a la espera de que la Justicia esclareciera el caso de pedofilia y fijara veredicto, se dispusieron sanciones dentro del ámbito de la Iglesia. Las medidas disciplinarias consistían en la “prohibición inmediata del ejercicio público del ministerio sacerdotal y el contacto con menores de edad”. A Serre también se le exigió la renuncia como párroco hasta tanto la Santa Sede resolviera su situación. Y una vez que finalizó el proceso canónico, en octubre del 2018 quedó “excluido en forma definitiva y total del estado clerical”.
El comunicado oficial de 2019 sobre la expulsión del sacerdote Serre.
Hermetismo
Si bien el Obispado se mostró muy abierto a ventilar la denuncia y gracias a su postura se conoció el presunto caso de pedofilia, no se observó la misma predisposición a la hora de dar seguimiento al proceso judicial que debió atravesar Serre frente a semejante acusación. Del abuso ni del entorno familiar nunca trascendieron detalles. El argumento – lógico y razonable – de las autoridades religiosas era que no se podía dar información de este tenor para resguardar la identidad del menor y no producir el efecto contrario: la revictimización. Por eso también se demoró la difusión pública de los hechos.
Pero de la causa tampoco se reveló detalle alguno. Nunca se precisó exactamente qué delito se le imputaba al sacerdote, qué elementos de prueba – más allá de la contundencia del testimonio del chico – se habían reunido contra el hombre necochense, en qué ámbito o jurisdicción recayó el trámite de la causa y si en algún momento fue citado a declarar ante un fiscal o juez en el marco de la investigación. Nunca se supo nada: el hermetismo judicial fue absoluto.
La única novedad se conoció en boca de Mestre en junio del 2020, a dos años del hecho y casi un año y medio después de la denuncia pública. En aquel entonces, el obispo dijo que todavía “no había avances visibles en la causa” pero al mismo tiempo aclaró que eso no significaba que “no se haya avanzado" y atribuyó algunas dilaciones de la Justicia a la “pandemia”.
Muerte sin Justicia
Y juicio, efectivamente, no hubo porque antes le llegó la hora de la muerte a José Luis Serre a sus 61 años. El ex cura falleció el domingo 21 de marzo del 2021 en Mar del Plata, mientras residía en un hogar de contención. La noticia de su fallecimiento no mereció ninguna despedida por parte de la diócesis de Mar del Plata y apenas tomó trascendencia en algunos medios de Necochea.
Al no haber debate ni instancia de enjuiciamiento, quedó vedada la posibilidad de conocer y confirmar el veredicto de culpabilidad sobre la grave acusación que recayó contra la figura del sacerdote, a pesar de la sanción indeclinable y ejemplar que adoptaron los representantes del Obispado de la ciudad en este caso puntual.
Historias que se repiten
Serre, que también pasó por la parroquia Santa María del Carmen en Necochea y dijo presente en Mar del Plata en las iglesias San Cayetano, San Pío X y Jesús Obrero, se ordenó como sacerdote el 19 de diciembre de 1991, en las manos de monseñor José María Arancedo.
Arancedo fue obispo de Mar del Plata hasta el 13 de febrero de 2003, cuando fue elegido como arzobispo de la arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz en reemplazo de Edgardo Gabriel Storni, quien fue separado anticipadamente de su cargo eclesiástico en 2002 luego de ser denunciado por cometer abusos sexuales.
Storni sí llegó a ser condenado en primera instancia a ochos años de prisión al ser encontrado penalmente responsable del delito de “abuso sexual agravado”, en una causa iniciada por el exseminarista Rubén Descalzo. El fallo de primera instancia de la jueza Amalia Mascheroni no pasó inadvertido en el 2009: fue la primera vez que en la Argentina se condenó a un obispo por delitos sexuales. Pero dos años después, una Cámara Penal revocó la sentencia por una cuestión técnica, regresó la causa a foja cero y liberó a Storni, que murió en Córdoba y sin condena, en 2012, a los 75 años.
“Esto no es un caso de pedofilia, no confundamos. Ha habido, de parte de la Iglesia, firmeza frente al hecho. Y él se siente no culpable”, había dicho Arancedo, sobre este caso de alto revuelo, y agregó: “Storni niega que haya habido (abuso). Según el texto que yo leí, es un beso que le dio en el cuello (al seminarista, que estaba a su cargo). La Justicia lo ha tomado. La Iglesia y él lo niegan, por supuesto. Y tiene todo el derecho de defenderse, porque entiende que no es un acto de abuso, que no lo hizo con esa intención”.
A los pocos meses de que Arancedo dejara el Obispado de Mar del Plata para irse a Santa Fe, el jardín de infantes de la Escuela Nuestra Señora del Camino de la ciudad protagonizó un fuerte revuelo después de que salieran a la luz 13 casos de abuso sexual contra chicos de entre tres y cinco años. Uno de los denunciados fue el cura marplatense Félix Alejandro Martínez, quien precisamente fue el elegido para suplantar a Serre tras su expulsión.
El comunicado oficial de 2019 sobre la designación del sacerdote Martínez.
Martínez, de todos modos, fue absuelto de toda acusación, en un fallo dictado en marzo de 2006 por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº1 de Mar del Plata - integrado por ese entonces por los jueces José Martinelli, Esteban Viñas y Alfredo Deleonardis - y refrendado en 2010 por la Sala I de Casación Penal, así como también por la Suprema Corte de Justicia bonaerense, según recordaron en la diócesis local. “Fue involucrado injustamente en la causa: no fue procesado, ni siquiera fue indagado, por ausencia total de pruebas que lo posibilitaran”, apuntaron.
Tolerancia cero
En línea con Francisco, Mestre desde el comienzo de su Obispado buscó dar señales claras de condena hacia cualquier episodio de pedofilia que pueda suscitarse dentro del seno religioso. Una de ellas, fue la puesta en marcha en junio del 2020 de una comisión para recibir denuncias por posibles casos de abuso sexual en donde estén involucrados miembros del clero.
Dos matrimonios, capacitados en abordaje psicológico, pedagógico y a nivel de resolución de conflictos, son los que se hacen cargo de recibir las presentaciones con el fin de garantizar un tratamiento y una relación "imparcial" que permita mantener una distancia de cualquier figura asociada directamente a la institución religiosa. “La comisión hoy sigue con pleno funcionamiento y, desde su creación. no hubo ninguna denuncia”, aseguraron desde el Obispado, ante la consulta de este medio.
También se definió “una guía para generar entornos protegidos a menores y adultos vulnerables en iglesias, parroquias, capillas y escuelas católicas de la diócesis de Mar del Plata”. “Buscamos evitar el ocultamiento y encubrimiento que ha habido con respecto a este tema en el pasado. Nosotros tenemos tolerancia cero en estas situaciones”, ratificó el referente de los cristianos.
Gestos del Papa
Desde diciembre del año pasado, Francisco también puso en marcha la primera reforma en 40 años del Código de Derecho Canónico con la que se endurecieron las sanciones contra los abusos a menores, pero también a mayores en una situación de vulnerabilidad de distintos tipos. La modificación incluyó, además, un artículo que definió la pederastia como “un delito contra la dignidad humana” que puede derivar en la expulsión del estado clerical, tal como se hizo con el caso de Serre, y que fue un reclamo de largas décadas por parte de las víctimas.
“Los crímenes de abuso sexual ofenden a Nuestro Señor, causan daños físicos, psicológicos y espirituales a las víctimas y dañan a la comunidad de los fieles”, sostuvo Bergoglio, en su carta apostólica Vos estis lux mundi (Ustedes son la luz del mundo) donde reglamentó los nuevos procedimientos para denunciar el acoso y la violencia en cada diócesis del mundo.
Las reacciones del Vaticano no son casuales. Distintos casos en los últimos años marcaron un punto de inflexión y obligaron a la Iglesia a dar un cambio radical en su postura a la hora de enfrentar "secretos" vergonzosos y degradantes que históricamente encubrieron las mismas autoridades religiosas, y que agudizaron un fenómeno de desinstitucionalización de la fe.
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