domingo, 29 de agosto de 2021

MONS.VIGANÒ: LIBERA NOS A MALO (CONSIDERACIONES SOBRE EL GRAN REINICIO Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL)

Nadie será parte del Nuevo Orden Mundial hasta que realice un acto de adoración a Lucifer. Nadie entrará en la Nueva Era hasta que haya recibido la iniciación luciferina.
David  Spangle, Director del Proyecto de la Iniciativa Planetaria de las Naciones Unidas


Durante más de un año y medio hemos sido testigos impotentes de la sucesión de hechos incongruentes a los que la mayoría de nosotros no podemos dar una justificación plausible. La emergencia pandémica ha hecho que las contradicciones e ilógicas de las medidas destinadas nominalmente a limitar los contagios sean particularmente evidentes: bloqueos, toques de queda, cierres de actividades comerciales, limitaciones en los servicios públicos y escuelas, suspensión de los derechos ciudadanos, que diariamente son desautorizados por voces conflictivas, por evidencias claras de ineficacia, por contradicciones por parte de las propias autoridades sanitarias. De nada sirve enumerar las medidas que han tomado casi todos los gobiernos del mundo sin lograr los resultados prometidos. Si nos limitamos a las supuestas ventajas que el suero genético experimental debería haber aportado a la comunidad, en primer lugar inmunidad a un virus y la recién descubierta libertad de movimientos, descubrimos que un estudio de la Universidad de Oxford publicado en The Lancet (en inglés aquí) afirmó que la carga viral de las personas vacunadas con doble dosis es 251 veces mayor que las primeras cepas del virus (en italiano aquí), a pesar de las proclamas de los líderes mundiales, empezando por el primer ministro italiano Mario Draghi, según quien “los que se vacunan, viven; quienes no se vacunan, mueren”. Los efectos secundarios del suero genético, inteligentemente disfrazados o deliberadamente no registrados por las autoridades sanitarias nacionales, parecen confirmar el peligro de la administración y las inquietantes incógnitas para la salud de los ciudadanos a las que pronto tendremos que enfrentarnos.


De la ciencia al cientificismo

El arte médico -que no es ciencia, sino la aplicación de principios científicos a diferentes casos cada vez, sobre una base vivencial y experimental- parece haber renunciado a su prudencia, en nombre de una emergencia que le ha hecho ascender al sacerdocio de una religión. La ciencia, de hecho, se ha envuelto en un dogmatismo rayano en la superstición. Los ministros de este culto se han constituido en una casta de intocables, exentos de toda crítica incluso cuando sus pretensiones son desmentidas por la evidencia de los hechos. Los principios de la medicina, considerados universalmente válidos hasta febrero de 2020, han sucumbido a la improvisación, hasta el punto de aconsejar la obligación de usar máscaras declaradas inútiles, el uso de distancia social, la prohibición de tratamientos con medicamentos eficaces y la imposición de terapias genéticas experimentales en derogación de los protocolos normales de seguridad. Y así como hay nuevos sacerdotes Covid, también hay nuevos herejes, es decir, aquellos médicos que rechazan la nueva religión pandémica y quieren permanecer fieles al Juramento Hipocrático. No pocas veces el aura de infalibilidad que rodea a los virólogos y otros científicos más o menos titulados no es cuestionado por sus conflictos de intereses ni por las conspicuas prebendas de las empresas farmacéuticas: lo cual, en condiciones normales, sería escandaloso y criminal.


Lo que muchos no comprenden es la inconsistencia de los objetivos declarados y los medios que se adoptan para lograrlos. Si en Suecia la ausencia de encierro y las mascarillas no produjeron mayores infecciones que en los países donde las personas se han confinado en sus hogares o donde se han colocado máscaras incluso en las escuelas primarias, este elemento no se considera una prueba de la ineficacia de las medidas. Si en Israel o en Gran Bretaña la vacunación masiva ha aumentado las infecciones y las ha hecho más virulentas, su ejemplo no induce a los gobernantes de otros países a ser prudentes en la campaña de vacunación, sino que los empuja a evaluar la obligatoriedad de la administración. Si la ivermectina o el plasma hiperinmune resultan ser tratamientos válidos, esto no es suficiente para autorizarlos y mucho menos recomendarlos. Y quien se pregunta el por qué de esta desconcertante irracionalidad, acaba por abstenerse de juzgar, poniendo una especie de fidelidad en los pronunciamientos de los sacerdotes covidianos.


Un solo guión bajo una sola dirección

Como dije antes, nos enfrentamos a un engaño colosal, basado en mentiras y fraudes. Este engaño parte de la premisa de que las justificaciones que aduce la autoridad en apoyo de su acción hacia nosotros son sinceras. Más simplemente, nuestro error consiste en creer que los gobernantes son honestos y que no nos mienten. Por eso, persistimos en buscar justificaciones más o menos plausibles, con el único propósito de no reconocer que somos objeto de una conspiración planeada hasta en el más mínimo detalle. Y mientras tratamos de explicar racionalmente el comportamiento irracional; mientras atribuimos lógica a las acciones ilógicas de quienes nos gobiernan, la disonancia cognitiva nos lleva a cerrar los ojos a la realidad y a creer las mentiras más descaradas.

Deberíamos haber entendido -lo escribí hace algún tiempo- que el plan “Gran Reseteo” no fue el resultado de los desvaríos de algún “teórico de la conspiración”, sino la cruda evidencia de un plan criminal, concebido durante décadas y destinado a establecer una dictadura universal en la que una minoría de personas inmensamente ricas y poderosas pretenden esclavizar y someter a la humanidad a una ideología globalista. Porque la acusación de “conspiración” quizás pudo tener sentido cuando la conspiración aún no era evidente, mientras que hoy es imperdonable negar lo que la élite ha planeado desde la década de 1950. Lo que Kalergi, los Rothschild, los Rockefeller, Klaus Schwab, Jacques Attali y Bill Gates han dicho desde la guerra ha sido publicado en libros y periódicos, comentado y adoptado por organismos y fundaciones internacionales, hecho por partidos y mayorías de gobierno. Los Estados Unidos de Europa, la inmigración descontrolada, la reducción de salarios, la cancelación de las garantías sindicales, la renuncia a la soberanía nacional, la moneda única, el control de los ciudadanos con el pretexto de una pandemia, la reducción de la población mediante el uso de vacunas con nuevas tecnologías no son invenciones recientes, sino el resultado de una acción planificada, organizada y coordinada. Una acción que se muestra perfectamente adherida a un único guión bajo una única dirección.


El criminal de los hombres

Una vez entendido que los presentes hechos tenían como objetivo obtener ciertos resultados -y en consecuencia perseguir ciertos intereses para una parte minoritaria de la humanidad, con un daño incalculable a la mayoría- también debemos tener la honestidad de reconocer la mens criminal de los autores de este plan. Este diseño criminal también nos hace comprender la voluntad de las autoridades al presentar ciertas medidas como una respuesta ineludible a eventos impredecibles, cuando los eventos han sido creados y magnificados ingeniosamente con el único propósito de legitimar una revolución, que Schwab identifica como “la cuarta revolución industrial”- querida por la élite en detrimento de toda la humanidad. La esclavitud de las autoridades, por otra parte, es el resultado de un proceso que se inició mucho antes, con la Revolución Francesa, y que hizo que la clase política no fuera sierva de Dios (cuyo Señorío desprecia con desdén) ni del pueblo soberano (que desprecia y utiliza sólo para legitimarse), sino de los potentados económicos y financieros, de la oligarquía internacional de banqueros y usureros, de multinacionales y empresas farmacéuticas. En realidad, en una inspección más cercana, todos estos sujetos pertenecen a un pequeño número de familias muy ricas conocidas.

Igual esclavitud se manifiesta también en la información: los periodistas han aceptado -sin escrúpulos de conciencia- prostituirse ante los poderosos, llegando a censurar la verdad y difundir mentiras descaradas sin siquiera intentar darles apariencia de credibilidad. Si hasta el año pasado los periodistas contaban los números de las "víctimas" de Covid presentando los positivos como enfermos terminales, hoy los que mueren después de la vacuna son siempre y solo tomados por "enfermedades" e incluso antes de los exámenes post mortem deciden que no existe correlación con la administración del suero genético. Tuercen la verdad con impunidad, cuando no confirman la narrativa, doblándola a sus propósitos.

Lo que ha estado sucediendo durante un año y medio fue ampliamente anunciado, hasta el más mínimo detalle, por los propios creadores del Gr
an Reseteo; tal y como nos dijeron las medidas que deberían haberse adoptado. El 17 de febrero de 1950, ante el Senado de los Estados Unidos, el conocido banquero James Warburg dijo: “Tendremos un gobierno mundial, te guste o no. La única pregunta que surge es si este gobierno mundial se establecerá por consenso o por la fuerza”. Cuatro años después nació el Grupo Bilderberg, que contaba entre sus miembros con personajes como Agnelli, Kissinger, Mario Monti y Mario Draghi, el actual Primer Ministro italiano. En 1991 David Rockefeller escribió: “El mundo está listo para un gobierno mundial. La soberanía supranacional de una élite intelectual y de los banqueros mundiales es ciertamente preferible a la autodeterminación nacional practicada en siglos pasados”. Y añadió: “Estamos al borde de una transformación global. Todo lo que necesitamos es la crisis global "correcta" y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”. Podemos afirmar, hoy, que esta “crisis” coincide con la emergencia pandémica y con el plan delineado desde 2010 en el documento de la Fundación Rockefeller, “Escenarios para el futuro de la tecnología y el desarrollo internacional”, en el que todos anticiparon los eventos que nos encontramos viviendo hoy (aquí).

En definitiva, han creado un falso problema para imponer medidas de control poblacional como aparente solución, cancelar las pequeñas y medianas empresas con encierros y el “pase verde” en beneficio de unos pocos grupos internacionales, demoler la educación con la educación a distancia, reducir el costo de mano de obra y empleados con trabajo inteligente, privatizar la salud pública en beneficio de las grandes farmacéuticas, permitir que los gobiernos utilicen el 
estado de emergencia” para legislar derogando la ley e imponer las llamadas “vacunas” a toda la población, haciendo que los ciudadanos sean trazables en todos sus movimientos, ya sea convirtiéndolos en enfermos crónicos o en estériles.


Todo lo que la élite quería hacer, lo ha hecho. Y lo incomprensible es que ante la evidencia de la premeditación de este terrible crimen de lesa humanidad, que ve a los políticos de casi todo el mundo como cómplices y traidores, no hay un solo magistrado que abra un expediente en su contra para esclarecer la verdad y condenar a los culpables y cómplices. Quienes no están de acuerdo no solo son censurados, sino señalados como enemigos públicos, como difamadores, como una no persona a la que no se reconocen derechos.


Estado profundo e iglesia profunda

Ahora, ante un plan criminal, sería al menos lógico denunciarlo y darlo a conocer, para luego poder desenmascararlo y juzgar a los culpables. La lista de traidores debe comenzar con los jefes de gobierno, ministros y parlamentarios, para luego continuar con los virólogos y médicos corruptos, con los funcionarios cómplices, con los líderes de las fuerzas armadas incapaces de oponerse a la violación de la Constitución, con los periodistas vendidos, con magistrados cobardes y sindicatos de cortesanos. En esa larga lista que quizás algún día se elaborará, también deberían figurar los líderes de la Iglesia católica, empezando por Bergoglio, y no pocos obispos, que se convirtieron en celosos ejecutores de la voluntad del príncipe contra el mandato recibido de Cristo. Y ciertamente, en esa lista, uno sabría el alcance de la conspiración y el número de conspiradores, confirmando la crisis de autoridad y la perversión del poder civil y religioso. En resumen, se entendería que la parte corrupta de la autoridad civil -el Estado profundo- y la autoridad eclesiástica -la iglesia profunda- son dos caras de la misma moneda, ambas fundamentales para el establecimiento del Nuevo Orden Mundial.


Sin embargo, para entender esta alianza entre poder civil y poder religioso, es necesario reconocer la dimensión espiritual y escatológica del presente conflicto, enmarcándolo en la guerra que Lucifer, desde su caída, ha librado contra Dios. Esta guerra, los desenlaces de los cuales se deciden ab aeterno con la inexorable derrota de Satanás y el Anticristo y la aplastante victoria de la Mujer rodeada de estrellas, se acerca ahora al epílogo: por eso las fuerzas de las tinieblas están tan desatadas, tan ansiosas por borrar de la tierra el nombre de Nuestro Señor, de no solo destruir su presencia tangible en nuestras ciudades demoliendo iglesias, demoliendo cruces, suprimiendo las fiestas cristianas; sino también eliminando su memoria, cancelando la civilización cristiana, adulterando su enseñanza, degradando su culto. Y para ello, la presencia de una Jerarquía fiel y valiente, dispuesta al martirio para defender la fe y la moral cristianas, es ciertamente un obstáculo. Por eso, desde el comienzo mismo del plan globalista, fue fundamental corromper a la Jerarquía en su moral y su doctrina, convirtiéndola en células dormidas, privándola de todo anhelo sobrenatural, haciéndola chantajeable gracias a los escándalos económicos y sexuales; con el fin de excluirla y eliminarla una vez cumplido su propósito, de acuerdo con la práctica establecida.

El final de la década de 1950, cuando tomaba forma el proyecto del Nuevo Orden, marcó esta operación de infiltración que inició su labor de subversión unos años más tarde, con el Concilio Ecuménico Vaticano II, ante lo cual la elección de Roncalli y el el derrocamiento del papabile Siri, el “delfín” de Pacelli, representó un motivo de entusiasmo tanto para el componente progresista y modernista dentro de la Iglesia, como para el componente comunista, liberal y masónico del mundo civil. El Vaticano II representó dentro del cuerpo eclesial lo que fue el Juramento de Pallacorda para la sociedad civil: el comienzo de la Revolución. Y si en muchas ocasiones he querido resaltar el carácter subversivo del Concilio, hoy creo que merece atención un análisis histórico en el que hechos aparentemente inconexos adquieren un significado inquietante y explican muchas cosas.


Enlaces peligrosos

Hoy comenzamos a componer todas las piezas del rompecabezas y descubrimos -por la misma admisión de uno de los protagonistas- que Mons. Hélder Câmara, arzobispo de Olinda y Recife en Brasil, tuvo un encuentro en esos años con el joven Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial y teórico del Gran Reseteo. Schwab, habiendo conocido al Prelado por su oposición a la Iglesia Tradicional y sus tesis revolucionarias y pauperistas, lo invitó al Foro de Davos, considerando su participación en este evento como de suma importancia en vista del proyecto Nuevo Orden. Sabemos que Hélder Câmara estuvo entre los organizadores del Pacto de las Catacumbas, que unos días antes de la clausura del Concilio, el 16 de noviembre de 1965, fue firmado por unos cuarenta obispos ultra progresistas. Entre las tesis heréticas de ese documento también se encuentra la colaboración en el establecimiento de “un orden social nuevo” (aquí, no. 10) basado en la justicia y la igualdad. Y no nos sorprende saber que, entre los firmantes, también estaba Mons. Enrique Angelelli, auxiliar de Córdoba en Argentina, “punto de referencia” del entonces padre Jorge Mario Bergoglio. El propio Bergoglio declaró que compartía las instancias del “Pacto de las Catacumbas”, desde el inicio de su Pontificado. El 20 de octubre de 2019, con motivo del Sínodo por la Amazonía, se repitió la celebración del pacto entre los conspiradores en las Catacumbas de Santa Domitilla (aquí), confirmando que el plan iniciado en el Concilio había encontrado cumplimiento precisamente en Jorge Mario Bergoglio. Quien, lejos de distanciarse de los ultra progresistas que lo apoyan y que llevaron a su elección en el último Cónclave, nunca pierde la oportunidad de demostrar una perfecta coherencia con el plan del Nuevo Orden Mundial, comenzando con la colaboración en los órganos y departamentos del Vaticano en el ambientalismo maltusiano y la participación en el Council For Inclusive Capitalism (Concilio por el Capitalismo Inclusivo), una alianza global con Rothschild, con la Fundación Rockefeller y los principales bancos (aquí). Así por un lado, David Rockefeller con la Comisión Trilateral y por otro Klaus Schwab, relacionado con los Rothschild y con el Foro Económico Mundial se encuentran tomados del brazo con el líder de la Iglesia Católica para establecer el Nuevo Orden a través del Gran Reseteo, como estaba planeado desde la década de 1950.


El plan mundial de despoblación

En este pactum Sceleris hay que contar también algunos exponentes de la Pontificia Academia para la Vida, recientemente anulada en su organigrama por Bergoglio, quien destituyó a sus miembros más leales al Magisterio sustituyéndolos por teóricos de la despoblación, la anticoncepción y el aborto. No es de extrañar el apoyo de la Santa Sede a las vacunas. El Sovereign Independent de junio de 2011 informó en la portada: “Despoblación por vacunación forzada: la solución de dióxido de carbono cero” (aquí). Junto al título, una foto de Bill Gates iba acompañada de este comentario: “El mundo tiene ahora 6.800 millones de personas. Esto conducirá a 9 mil millones. Si hacemos un buen trabajo con las nuevas vacunas, la atención médica, los servicios de salud reproductiva [es decir, el aborto y la anticoncepción], podemos reducir la población en un 10 o 15 por ciento”. Lo dijo hace once años Bill Gates, quien hoy se encuentra entre los accionistas del grupo Black Rock que financia a las empresas farmacéuticas que producen vacunas, entre los principales patrocinadores de la OMS y de una miríada de organismos públicos y privados vinculados a la salud. A su lado, curiosamente, encontramos a George Soros, el "filántropo" de la Open Society que, con la Fundación Bill y Melinda Gates, invirtió recientemente en una empresa británica que produce tampones para detectar Covid (en italiano aquí). Y ya que estamos hablando de cuestiones económicas, me gustaría recordarles que la Santa Sede ha mantenido acciones por valor de unos 20 millones de euros en dos empresas farmacéuticas que producen la píldora del día después (en italiano aquí) y más recientemente invirtió en un fondo que garantizaba altísimos beneficios en caso de crisis geopolítica o pandémica gracias a la especulación con las monedas internacionales, el Geo-Risk gestionado por el banco de inversión Merril Lynch, que tras los primeros meses de la pandemia con rendimientos disparados, tuvo que cerrar (en italiano aquí). Otro capital, procedente del Obolo di San Pietro, había servido para financiar diversas iniciativas, también en colaboración con Lapo Elkann, incluida la película autobiográfica de Elton John. Sin evocar las especulaciones inmobiliarias y la compra del edificio londinense, en el 60 de Sloane Avenue, de la que nos ha informado ampliamente la noticia, que de una fuente fidedigna que conozco fue decidida por el propio Bergoglio. Una vez más: siempre en nombre de la "coherencia" y de la "iglesia pobre para los pobres" tan querida por Bergoglio, hay quienes creen que el Acuerdo con China preparado por los jesuitas y el ex cardenal McCarrick ha generado una financiación sustancial del régimen comunista en Beijing, a cambio del silencio del Vaticano sobre la persecución de los católicos y la violación de los derechos humanos (en italiano aquí).

Lo mismo sucedió con el alboroto de la inmigración: entre los que se benefician con la recepción se encuentran, además de las cooperativas de izquierda, los órganos vaticanos y las Conferencias Episcopales, a las que los Estados reconocen una financiación sustancial para la recepción de inmigrantes ilegales


El horrendo monumento con la barcaza de bronce erigida por Bergoglio en la plaza de San Pedro es la representación plástica de una hipocresía que es el sello distintivo de este pontificado. En una audiencia reciente del miércoles pudimos escuchar estas palabras: “El hipócrita es una persona que finge, adula y engaña porque vive con una máscara en el rostro y no tiene el valor de enfrentarse a la verdad [...] La hipocresía en la Iglesia es particularmente detestable. Lamentablemente hay hipocresía en la Iglesia: hay muchos cristianos y muchos ministros hipócritas” (aquí). Me parece que no se necesitan comentarios.


Interferencia de estado profundo

La interferencia del estado profundo en la vida de la Iglesia católica fue múltiple. No podemos olvidar los correos electrónicos de John Podesta a Hillary Clinton, que muestran la intención de expulsar a Benedicto XVI del papado y así comenzar una nueva “primavera en la Iglesia”, progresista y globalista, que más tarde se concretó con la dimisión de Benedicto XVI y la elección del argentino. Tampoco podemos pasar por alto la injerencia de entidades e instituciones que no son nada cercanas a la Religión, como los B'nai B'rith, en dictar la línea de "renovación" de la Iglesia después del Concilio Vaticano II y especialmente bajo este Pontificado. Finalmente, conviene recordar, por un lado, las desdeñosas negativas a escuchar a personalidades políticas e institucionales conservadoras, y por otro, los apasionados y sonrientes encuentros con miembros de la izquierda y el progresismo, junto con las expresiones de entusiasta satisfacción con motivo de su elección. Muchos de ellos deben su éxito a haber asistido a universidades dirigidas por la Compañía de Jesús o círculos del catolicismo que en Italia podrían definirse como dossettianos, donde la red de relaciones sociales y políticas constituye una especie de masonería progresista y asegura carreras deslumbrantes para los así llamados "católicos adultos", es decir, a aquellos que se autodefinen como "católicos" sin comportarse de manera coherente con la fe y la moral: Joe Biden y Nanci Pelosi; Prodi, Monti, Conte y Draghi por nombrar solo a algunos de ellos. Como puede verse, la cooperación entre el estado profundo y la iglesia profunda son de larga data y ahora ha producido los resultados esperados por sus partidarios, con un daño muy grave al estado y la religión.

Cierres de iglesias a principios de 2020, incluso antes de que las autoridades civiles impusieran cierres; la prohibición de la celebración de misas y la administración de los sacramentos durante la emergencia pandémica; la grotesca actuación del 27 de marzo en la Plaza de San Pedro (aquí); la insistencia con las "vacunas" y su promoción como moralmente legítima a pesar de que son producidas con líneas celulares de fetos abortados. Las declaraciones de Bergoglio de que el suero genético representa un "deber moral" para todo cristiano; la introducción del pasaporte sanitario en el Vaticano y más recientemente en las escuelas católicas y en algunos Seminarios; la prohibición de la Santa Sede a los Obispos de pronunciarse contra la obligación de vacunación, prontamente avalada por algunas Conferencias Episcopales, son elementos que demuestran la subordinación de la Iglesia profunda a las órdenes del Estado profundo, y la organicidad de la Iglesia Bergogliana al nivel globalista. Si esto se combina con el culto idólatra a la pachamama (aquí); la insistencia en el ecumenismo irenista, el pacifismo, el pauperismo; la moraleja de la situación y la legitimación sustancial del adulterio y concubinato de Amoris lætitia; la declaración de ilegalidad de la pena de muerte; el respaldo a los políticos de izquierda, líderes revolucionarios, abortistas convencidos; palabras de entendimiento para temas lgbt, homosexuales y transexuales; los silencios sobre la legitimación de las uniones homosexuales y más aún, las desconcertantes bendiciones de parejas sodomíticas por parte de obispos y sacerdotes alemanes; la prohibición de la Misa Tridentina con la abolición del Motu Proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, nos damos cuenta de que Jorge Mario Bergoglio está cumpliendo la tarea que le encomendó la élite globalista, que lo ve como el liquidador de la Iglesia Católica y fundador de una secta filantrópica y ecuménica de inspiración masónica que debe constituir la Religión Universal en apoyo del Nuevo Orden Mundial. Que esta acción se lleve a cabo con plena conciencia, por miedo o bajo chantaje, no quita la gravedad de lo que está sucediendo, ni la responsabilidad moral de quienes la promueven.


La matriz luciferina del Nuevo Orden Mundial

En este punto es necesario aclarar qué se entiende por Nuevo Orden Mundial, o más bien qué quieren decir sus creadores, independientemente de lo que digan públicamente. Ya que por un lado es cierto que hay un proyecto, quién lo concibió y quién se encarga de llevarlo a cabo; pero por otro lado es cierto que los principios inspiradores de ese proyecto no siempre son confesables, o al menos que no se pueden admitir en estrecha relación con lo que ocurre hoy, ya que esta admisión suscitaría oposición incluso en los más pacíficos y moderados. De hecho, una cosa es imponer el “pasaporte verde” con la excusa de la pandemia; otra, reconocer que el propósito del “pasaporte de salud” es acostumbrarnos a que nos rastreen y otra cosa sería decir que este control total es el "marca de la Bestia" mencionada en el Apocalipsis (Apocalipsis 13, 16-18). El lector me perdonará si para argumentar mis afirmaciones tengo que recurrir a citas de tal gravedad y maldad, que despiertan desconcierto y horror: es necesario comprender cuáles son las intenciones de los artífices de esta trama, y ​​cuál es la batalla que ellos luchan contra Cristo y su Iglesia.


Para comprender las raíces esotéricas del pensamiento subyacente a las Naciones Unidas ya ansiado por Giuseppe Mazzini, no podemos dejar de considerar personajes como Albert Pike, Eliphas Levi, Helena Blavatsky, Alice Ann Bailey u otros seguidores de las sectas luciferinas. Sus escritos, publicados desde finales del siglo XIX, son en gran parte reveladores.

Albert Pike, amigo de Mazzini y francmasón como él, en un discurso pronunciado en 1889 en Francia a los más altos grados de la masonería y luego retomado el 19 de enero de 1935 por la revista inglesa The Freemason, declaró:
“Lo que tenemos que decir a la multitud es que adoramos a un dios, pero es el dios al que se adora sin superstición [...]. La Religión Masónica debe ser mantenida, por todos nosotros iniciados de los grados superiores, en la pureza de la doctrina luciferina. Si Lucifer no fuera dios, ¿Adonai [el Dios de los cristianos] cuyas acciones probarían su crueldad, perfidia, odio al hombre, barbarie y repulsión por la ciencia, lo habría calumniado con sus sacerdotes? Sí, Lucifer es dios y desafortunadamente Adonai también es Dios. Por la ley eterna, según la cual no hay luz sin sombra, belleza sin fealdad, blanco sin negro, lo absoluto solo puede existir como dos deidades: la oscuridad es necesaria. A la luz para servir en contraste, como el pedestal es necesario para la estatua y el freno para la locomotora ... la doctrina del satanismo es una herejía; y la religión filosófica pura y verdadera es la fe en Lucifer, el igual de Adonai; pero Lucifer, dios de la luz y dios del bien, lucha por la humanidad contra Adonai, el Dios de las tinieblas y el diablo”.
Esta profesión de fe en la divinidad de Satanás no es solo una admisión de quién es el verdadero Gran Arquitecto que adora la masonería, sino un proyecto político blasfemo que pasa por el “ecumenismo conciliar”, del cual la masonería es el primer teórico: “El cristiano, el judío, el musulmán, el budista, el seguidor de Confucio y Zoroastro pueden unirse como hermanos y unirse en oración al único dios que está por encima de todos los demás dioses” (cf. Albert Pike, Morals and Dogma, ed. Bastogi, Foggia 1984, vol. VI, pág. 153). Y quién es el “único dios que está por encima de todos los demás dioses” se explicó bien en la cita anterior.

Todavía:
“Desataremos a los nihilistas y ateos y provocaremos un formidable cataclismo social que mostrará claramente, en todo su horror, a las naciones, el efecto del ateísmo absoluto, el origen de la barbarie y la subversión sangrienta. Entonces, en todas partes, los ciudadanos, obligados a defenderse de una minoría mundial de revolucionarios, [...] recibirán la verdadera luz a través de la manifestación universal de la pura doctrina de Lucifer, finalmente revelada a la vista del público; manifestación que será seguida por la destrucción del cristianismo y el ateísmo conquistado y aplastado al mismo tiempo” (ver Carta del 15 de agosto de 1871 a Giuseppe Mazzini, Biblioteca del Museo Británico de Londres).
No escapará que la “gran herejía de la separatividad” suene curiosamente en concordancia con el “ecumenismo” condenado por Pío XI en la Encíclica Mortalium animos, adoptada por la declaración conciliar Dignitatis humanæ y recientemente fusionada en la doctrina de la “inclusividad” formulada por quien permitió que en San Pedro se hiciera un culto idólatra a la pachamama. Y es claro que con separatividad queremos designar en clave negativa la obediente separación entre el bien y el mal, lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, que constituye el criterio del juicio moral de la conducta humana. Se opone a la inclusividad, es decir, dejarse contaminar deliberadamente por el mal para adulterar el bien, equiparando lo verdadero con lo falso para corromper al primero y legitimar al segundo.


Las raíces ideológicas comunes del ecumenismo

Si no entendemos que las raíces ideológicas del “ecumenismo” están intrínsecamente ligadas al esoterismo masónico luciferino, no podemos captar el vínculo que une las desviaciones doctrinales del Vaticano II con el plan del Nuevo Orden Mundial. El año '68 fue un triste ejemplo de esas ambiciones pacifistas y ecumenistas, en las que la Era de Acuario fue celebrada con música por Hair in Aquarius (1969) y luego por John Lennon con Imagine (1971):
“Imagina que no hay paraíso. Si lo intentas, es fácil. Ningún infierno bajo nosotros. Sobre nosotros solo el cielo, imagina a todas las personas que viven solo para hoy. Imagina que no hay patrias. No es difícil. Nada por lo que matar o morir y tampoco religión. Imagina toda la gente viviendo la vida en paz. Se podría decir que soy un soñador pero no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo sea una sola entidad. Imagina que no hay propiedades. Me pregunto si se puede: no hay necesidad de codicia o anhelo, una hermandad de hombres. Imagínese a toda la gente compartiendo en todo el mundo”.
Este manifiesto del nihilismo masónico puede considerarse el himno del globalismo y la nueva religión universal. Un alma que no se ha extraviado no puede sino sentir horror ante estas palabras blasfemas. Y para los no menos blasfemos que Dios (1970): “Dios es un concepto por el que medimos nuestro dolor […] Yo sólo creo en mí”, “Dios es un concepto con el que medimos nuestro dolor. […] Creo sólo en mí mismo”.

Entiendo que para muchos es angustioso aceptar que la Jerarquía se haya dejado engañar por sus enemigos, haciendo suyas sus afirmaciones en asuntos que tocan el alma misma de la Iglesia. Ciertamente, hubo prelados masónicos que lograron presentar sus ideas al Concilio disfrazándolas, pero con plena conciencia de que conducirían inexorablemente a esa demolición de la religión que es la premisa para el establecimiento de la Nueva Era: la Era de Acuario, donde Nuestro Señor es desterrado de la sociedad para recibir al Anticristo
Se comprende entonces ese guiño de indulgencia de tantas personalidades eclesiásticas -pienso en los cardenales Martini y Ravasi, entre muchos otros- hacia la masonería, y su oposición a las excomuniones que los Papas renovaron contra la secta. También entendemos el motivo del entusiasmo de las Logias por la elección de Bergoglio, y viceversa, y su odio manifiesto hacia Benedicto XVI, considerando así eliminada la catequesis.

También conviene recordar, con cierta vergüenza, que algunas declaraciones de Ratzinger sugieren un intento de "cristianizar" el proyecto globalista, sin condenarlo como anticristico y anticristiano: “Déjate llevar de la mano del Niño de Belén, no temas, confía en Él, la fuerza vivificante de Su luz te anima a comprometerte en la construcción de un Nuevo Orden Mundial (aquí). Estas palabras, lamentablemente, confirman la falacia del pensamiento hegeliano, que influyó en el profesor desde Tubinga hasta el Trono. Ciertamente esta falta de posicionamiento por parte del Pontífice le autorizaba a ser considerado de alguna manera un aliado del plan globalista, si el presidente Napolitano pudo afirmar, en su discurso de fin de año de 2006 a los italianos: “Hay armonía entre el Papa 
Benedicto XVI y yo en sostener un Nuevo Orden Mundial” (31 de diciembre de 2006). Por otro lado, el proceso hegeliano de tesis-antítesis-síntesis se hace eco del lema Solve et coagula de la alquimia, adoptado por la masonería y el esoterismo luciferino. 


Lema que aparece en los brazos de Baphomet, un ídolo infernal adorado por los líderes de la secta por la misma admisión de sus miembros más autorizados. Philip Jones, en su ensayo Lucifer naciente, especifica que la dialéctica hegeliana "combina una forma de cristianismo como tesis con un espiritualismo pagano como antítesis, dando como resultado una síntesis muy similar a las religiones misteriosas babilónicas".


El panteísmo globalista de Theilard de Chardin

El ecumenismo es uno de los temas clave del pensamiento globalista. Esto lo confirma Robert Muller, quien fue asistente del Secretario de las Naciones Unidas: “Debemos avanzar lo más rápido posible hacia un gobierno mundial, una religión mundial y un líder mundial”. Antes que él, uno de los defensores de la Sociedad de Naciones, Arthur Balfour, creó la Sociedad Sintética, que tenía como propósito la creación de la "religión mundial única". El mismo Pierre Theilard de Chardin SJ, hereje jesuita condenado por el Santo Oficio y hoy célebre “teólogo” del progresismo, consideraba a las Naciones Unidas como  “la encarnación institucional progresiva de su filosofía”, esperando “una convergencia general de las religiones en un Cristo universal que las satisface a todas... me parece la única conversión posible del mundo, y la única forma en que se puede concebir una religión del futuro, para “reducir la brecha entre panteísmo y cristianismo sacando a relucir lo que podríamos llamar el alma cristiana del panteísmo o el aspecto panteísta del cristianismo”. No se pasará por alto que la pachamama y la atribución de connotaciones marianas a la Madre Tierra hacen de estos conceptos de Theilard de Chardin una realidad inquietante. No es suficiente: Robert Muller, teórico del gobierno mundial y seguidor de la teósofa Alice A. Bailey, declara: “Teilhard de Chardin influyó en su camarada [Padre jesuita Emmanuel Saguez de Breuvery, quien ocupó cargos importantes en la ONU], quien inspiró a sus colegas, quienes iniciaron un rico proceso de pensamiento global a largo plazo dentro de las Naciones Unidas, que ha afectado a muchas naciones y personas en todo el mundo. Teilhard me influenció profundamente”. En The Future Man, Theilard escribe: “Incluso si su forma aún no es visible, mañana la humanidad despertará en un mundo panorganizado”. Muller fue el fundador del World Core Curriculum, cuyo objetivo era orientar a nuestros niños hacia la ciudadanía global, las creencias centradas en la tierra, los valores socialistas y la mentalidad colectiva, que se está convirtiendo en un requisito para la fuerza laboral del siglo XXI” (Revista New Man). Y si reivindica con orgullo a Alice A. Bailey entre sus inspiradores, descubrimos que el teósofo fue discípulo del Movimiento Teosófico fundado por Helena Blavatsky, abiertamente luciferina. 


Solo para enmarcar el personaje, aquí hay algunas citas de Blavatsky: “Lucifer representa la Vida, el Pensamiento, el Progreso, la Civilización, la Libertad, la Independencia... Lucifer es el Logos, la Serpiente, el Salvador”. Y, casi anticipándose a la pachamama : “La Virgen Celestial se convierte así, al mismo tiempo, en Madre de Dioses y Demonios, porque es la Divinidad benéfica siempre amorosa... pero en la antigüedad y en realidad Lucifer es el nombre. Lucifer es Luz divina y terrestre, Espíritu Santo y Satanás al mismo tiempo”. Para terminar: “Es Satanás el dios de nuestro planeta y el único dios”. Bailey fundó la Editorial Lucifer, ahora conocida como Editorial Lucis, estrechamente relacionada con Lucis Trust, anteriormente Lucifer Trust, reconocida como una ONG por las Naciones Unidas. Si a este cúmulo de delirios infernales le sumamos las palabras de David Spangler, Director del proyecto Iniciativa Planetaria de las Naciones Unidas, nos damos cuenta de cuán terrible es la amenaza que se cierne sobre todos nosotros: “Nadie será parte del Nuevo Orden Mundial hasta que realice un acto de adoración a Lucifer. Nadie entrará en la Nueva Era hasta que haya recibido la iniciación luciferina” (Reflexiones sobre el Cristo, Findhorn, 1978).

Alice A. Bailey escribe sobre la Nueva Era: “Los logros de la ciencia, las conquistas de naciones y las conquistas del territorio son todos indicativos del método de la era de Piscis [la era de Cristo], con su idealismo, su militancia y su separación en todos los campos: religioso, político y económico. Pero la era de la síntesis, la inclusión y la comprensión está sobre nosotros, y la nueva educación de la Era de Acuario [la era del Anticristo] debe comenzar muy suavemente a penetrar el aura humana. Hoy vemos cómo los métodos de enseñanza teorizados por Muller en el World Core Curriculum son adoptados por casi todos los estados, con ideología lgbt, ideología de género y todas las demás formas de adoctrinamiento. Así lo confirma el exdirector de la OMS, Dr. Brook Chisolm, al explicar lo que la política educativa de la ONU quisiera lograr: “Para lograr un gobierno mundial, es necesario quitar de la mente de los hombres su individualismo, su fidelidad a las tradiciones, la familia, el patriotismo nacional y sus dogmas religiosos” (véase Christian World Report, marzo de 1991, vol. 3).

Aquí nuevamente está el hilo rojo que une no solo a Klaus Schwab con Hélder Câmara, sino también a Robert Muller y Alice A. Bailey, a Pierre Theilard de Chardin y Emmanuel Saguez de Breuvery, siempre en clave globalista y bajo la ominosa inspiración del pensamiento luciferino. Un análisis en profundidad de estos inquietantes aspectos permitirá arrojar luz sobre la verdad y revelar la complicidad y traiciones de no pocos hombres de Iglesia esclavizados por el enemigo.


Nuestra respuesta a la crisis de autoridad

La corrupción de la autoridad es tal que es muy difícil, al menos en términos humanos, plantear la hipótesis de una salida pacífica. A lo largo de la historia, los regímenes totalitarios han sido derrocados por la fuerza. Es difícil pensar que la dictadura sanitaria que se está instalando en los últimos meses se pueda combatir de otra manera, ya que todos los poderes del Estado, todos los medios de comunicación, todas las instituciones internacionales públicas y privadas, todos los potentados económicos y financieros son cómplices de este crimen.

Ante este sombrío escenario de corrupción y conflicto de intereses, es fundamental que todos aquellos que no están subordinados al plan globalista se unan en un frente compacto y cohesionado, para defender los derechos naturales y religiosos, su propia salud y la de sus seres queridos, su libertad, sus bienes. Cuando la autoridad falla en sus deberes y, de hecho, traiciona el propósito para el cual está constituida, la desobediencia no solo es legal, sino obligatoria. Desobediencia no violenta, al menos por ahora, pero decidida y valiente. Desobediencia a los dictados ilegítimos y tiránicos de la autoridad civil, y firme oposición a los dictados de la autoridad eclesiástica que se muestra cómplice del plan infernal del Nuevo Orden Mundial.


Conclusión

Permítanme concluir esta reflexión con un breve pensamiento espiritual. Todo lo que sabemos, descubrimos y entendemos de la trama global en marcha nos muestra una realidad tremenda pero a la vez nítida y clara: hay dos caras, la de Dios y la de Satanás, la de los hijos de la Luz y la de los hijos de las tinieblas. No es posible reconciliarse con el enemigo, ni se puede servir a dos señores (Mt 6, 24). Las palabras de nuestro Señor deben quedar grabadas en nuestra mente: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mt 12, 30). Esperar construir un gobierno mundial en el que la realeza divina de Jesucristo sea ilegal es una locura y una blasfemia, y nadie que tenga un plan así tendrá éxito jamás. Donde reina Cristo, reinan la paz, la armonía, la justicia; donde no reina Cristo, Satanás es el tirano. ¡Pensemos en ello, cuando en nombre de una coexistencia pacífica quimérica tenemos que elegir si llegar a un acuerdo con el oponente! Y que esos Prelados y esos Gobernantes que piensan que su complicidad afecta sólo a cuestiones económicas o de salud, fingiendo no saber qué hay detrás de todo esto.

Volvamos a Cristo, a Cristo Rey de corazones, familias, sociedades y naciones. Proclamamos a Cristo, Nuestro Rey, y a María Santísima, Nuestra Reina. Solo así se podrá derrotar este infame proyecto del Nuevo Orden Mundial. Solo así la Santa Iglesia podrá purificarse de traidores y renegados. Y que Dios escuche nuestra oración.


+ Carlo Maria Viganò, arzobispo
28 de agosto de 2021
S. Augustini Episcopi et Confessoris et Ecclesiae Doctoris



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