Los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola a menudo se presentan como una magnífica secuencia de argumentos lógicos que pueden llevar a una persona a enmendar su vida, salvar su alma, elegir su estado en la vida o tomar decisiones importantes.
Por Plinio Corrêa de Oliveira
Si bien todos estos tesoros se encuentran en este trabajo, necesitamos tener una visión aún más amplia que nos permita ver otro tesoro que rara vez se señala. Ese tesoro es su sabiduría. Si alguien quiere tener equilibrio mental, equilibrio nervioso y sabiduría, que lea los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Su forma de pensar no es solo un razonamiento especulativo. Más bien, no hay una forma más sensata o lógica de pensar sobre los problemas concretos de la vida hoy que la de San Ignacio de Loyola. Cualquiera que se familiarice con su razonamiento y lo haga, adquiere un alma verdaderamente extraordinaria y estructurada.
¿De qué se tratan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio que debemos alabar especialmente? En primer lugar, la sabiduría con la cual expone los temas. Siempre va directo a los puntos centrales de un tema. Por ejemplo, su consideración del pecado nos lleva a reflexionar sobre la gravedad del pecado y los derechos de Dios. Al sacar conclusiones sobre la gravedad del pecado, las personas luego miden la gravedad de sus propios pecados. Desde un punto central, siempre desarrolla su razonamiento de una manera lógica, simple, directa e irrefutable. Nos queda la alternativa de admitir que no tenemos fe o que él tiene razón.
En segundo lugar, San Ignacio nos enseña a ser completamente honestos al considerar nuestras vidas privadas. Los ejercicios se presentan de tal manera que nos hacen completamente objetivos al considerar nuestros defectos, virtudes, circunstancias y deberes. El santo nos enseña a luchar contra esas maniobras numerosas y tortuosas (aunque en su mayoría semi-subconscientes) que a menudo empleamos para evitar conocernos a nosotros mismos. Su lógica es como una flecha recta que nos obliga a mirar las cosas de frente y con toda honestidad. Nos vemos y nos reconocemos tal como somos. En el momento de nuestro autoexamen espiritual, estamos en una posición en la que no nos mentiremos a nosotros mismos ni a Dios.
Por muy reconfortante o dolorosa que pueda ser esta visión honesta, podemos sacar conclusiones y resoluciones útiles.
Finalmente, San Ignacio nos proporciona un equilibrio admirable entre la inteligencia y la voluntad, por un lado, y la sensibilidad por el otro. Basa sus argumentos en la razón, no en la sensibilidad o los sentimientos. Sin embargo, una vez que la razón domina, le pide a la sensibilidad del hombre que siga la razón. Por lo tanto, San Ignacio nos pide que pensemos en un tema y luego imaginemos un lugar o situación que ayudará a provocar buenos movimientos en nuestras almas. Es decir, trata de alinear la sensibilidad humana con los argumentos lógicos. Sin embargo, si el argumento no conmueve su sensibilidad o sentimientos, él nos aconseja continuar con el ejercicio sin ellos porque eso es lo que la razón indica que debemos hacer. ¡Este es un maravilloso equilibrio!
San Ignacio también logra un equilibrio entre lo sobrenatural y lo natural. En cada momento nos pide que hagamos un acto de amor o un acto de voluntad. Él le pide a nuestras almas que "hagan ejercicio", pero también nos pide constantemente que nos detengamos y que le pidamos a Dios una idea para considerar esto o aquello. Se nos pide que nos detengamos y le pidamos a Dios que mueva nuestras almas en la dirección que Él desea para nosotros. En otras palabras, se inclina hacia atrás para despertar en nosotros las disposiciones naturales correctas para aceptar la orientación que Dios desea darnos. Esto realmente muestra una extraordinaria plenitud de sabiduría.
En este sentido, San Ignacio está opuesto a todo lo que nuestros tiempos tienen de arbitrario, salvaje y loco. Todos los santos son lo opuesto al hippie. Charles Manson, por ejemplo, estaba característicamente desequilibrado, sin tener en cuenta ni el pensamiento ni la ley, una especie de bestia salvaje suelta en el mundo.
En San Ignacio tenemos exactamente lo contrario. Tenemos compostura, lógica, sentido común y sentido de la medida. Desde este punto de vista, él es un maestro incomparable de la sabiduría.
El artículo está tomado de una conferencia informal que el profesor Plinio Corrêa de Oliveira dio el 31 de julio de 1970.
Tradition, Family and Property
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