Por Specola
Dejamos para otro día su relación con el caso Emanuela Orlandi, que no es menor. Tenemos, sin embargo, muchos comentarios que entran en el fondo de escena de las actividades del polémico personaje. Ha muerto “el padrino” y empieza la guerra de sucesión entre grandes elogios de los “hermanos” y silencios interesados.
Se está ensalzando la actividad del cardenal Silvestrini en tiempos del olvidado telón de acero y su política de buenas relaciones con los antiguos países comunistas. Creemos que ahora estamos cayendo en el mismo y catastrófico error. En aquellos años se daba por descontado que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y sus países satélites, eran muy sólidos y su sistema podía durar siglos. Con esta premisa, los hábiles diplomáticos del Vaticano empezaron un largo trabajo para crear buenas relaciones con el monstruo olvidando a los millones de mártires del sistema con el que negociaban con gran tranquilidad. Otros, como Juan Pablo II, tenían muy claro que el sistema tenía y podía caer y trabajaron en otra dirección. Los hechos demuestran que Juan Pablo II tenía más razón que un santo y que los Silvestrinis de turno no eran tan inteligentes como nos quieren vender. Hoy estamos tropezando con la misma piedra. Se da por hecho que el mundo como lo conocemos durará milenios y estamos mirando con interés al monstruo del comunismo. Antes se intentó ajustar la iglesia al comunismo y ahora se intenta ajustar al nuevo orden mundial, o al gobierno Chino, con el sublime argumento de la supervivencia. Nada más falso. Los profetas de escritorio se equivocan y esperemos verlo muy pronto. Todo esto no se sostiene y lo sabemos. Un 9 de noviembre de 1989, gracias a Dios sin violencia, el muro de Berlín cayó y con él cayó todo el sistema comunista presuntamente eterno. Dentro de poco, así esperamos, tendremos la fecha de la caída del actual sistema y quedarán con el antifonario al aire tantas estrategias absurdas como estamos viendo. El pobre Silvestrini perdió la vida trabajando en una dirección equivocada, Juan Pablo II lo tenía mucho más claro, son las cosas de la santidad que hacen ver con claridad en medio de la tormenta.
Más se lee la sentencia condenatoria del Cardenal Pell y más caemos en el mundo del absurdo. Sin testigos, sin pruebas, con hechos imposibles… Todo apunta a una condena decidida que tiene que encontrar los argumentos como sea, aunque sean poco argumentados. Estamos seguros que al fin la verdad se impondrá y esperamos que el anciano cardenal pueda verlo en esta vida.
No es frecuente que la prensa italiana refleje noticias del otro lado del atlántico. Hoy tenemos dos. El caso Zanchetta, si trabaja o no trabaja, si esta cesado o no está cesado. El Vaticano, con firma del amigo Edgar, acepta lo que sea con tal de defender al amigo Zanchetta. Suponemos que el papa Francisco está informado con mucha precisión de un tema que le afecta de principio a fin. Aquí, como en tantas ocasiones, lo terrible es que se está utilizando a la Iglesia y sus organismos, y al Estado Vaticano y sus organismos, para defender intereses personales y esto se ha llamado siempre corrupción y no pequeña. Por lo menos Pell no se ha escondido detrás de los denostados muros.
El otro tema es la visita de un grupo de obispos de México que se sienten portavoces de los hermanos inmigrantes detenidos en la frontera, la de Estados Unidos porque las otras no son fronteras. La iglesia Católica Mexicana es una de las más grandes e importantes del mundo y se encuentra sumida en una profunda crisis. Nos llegan continuamente datos de nuestros lectores en México. En estos momentos, y antes de meterse en el tema de los inmigrantes, mejor les iría a los obispos mexicanos si cuidaran a sus sacerdotes y sus seminaristas. El cardenal Aguiar, muy aficionado a largas estancias playeras bien acompañado, está cerrando el seminario y ha jubilado, y dejado en la calle, sin pensión y sin sanidad, a un número enorme de sacerdotes beneméritos que han quemado su vida al servicio de la Iglesia. Se ve un afán desmedido por arreglar casas ajenas en quien no es capaz de gobernar la propia. Los sacerdotes, aunque sean mexicanos, también tienen derechos y se pisotean con demasiada alegría por quien tiene obligación de defenderlos.
El papa Francisco presidirá el próximo 29 la Misa por los inmigrantes. Siempre es grato, aunque sea de visita y por unas horas, tener algunos señores migrantes invitados en Vaticano, nos suponemos que con almuerzo ‘sanegidiano’.
InfoVaticana
Se está ensalzando la actividad del cardenal Silvestrini en tiempos del olvidado telón de acero y su política de buenas relaciones con los antiguos países comunistas. Creemos que ahora estamos cayendo en el mismo y catastrófico error. En aquellos años se daba por descontado que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y sus países satélites, eran muy sólidos y su sistema podía durar siglos. Con esta premisa, los hábiles diplomáticos del Vaticano empezaron un largo trabajo para crear buenas relaciones con el monstruo olvidando a los millones de mártires del sistema con el que negociaban con gran tranquilidad. Otros, como Juan Pablo II, tenían muy claro que el sistema tenía y podía caer y trabajaron en otra dirección. Los hechos demuestran que Juan Pablo II tenía más razón que un santo y que los Silvestrinis de turno no eran tan inteligentes como nos quieren vender. Hoy estamos tropezando con la misma piedra. Se da por hecho que el mundo como lo conocemos durará milenios y estamos mirando con interés al monstruo del comunismo. Antes se intentó ajustar la iglesia al comunismo y ahora se intenta ajustar al nuevo orden mundial, o al gobierno Chino, con el sublime argumento de la supervivencia. Nada más falso. Los profetas de escritorio se equivocan y esperemos verlo muy pronto. Todo esto no se sostiene y lo sabemos. Un 9 de noviembre de 1989, gracias a Dios sin violencia, el muro de Berlín cayó y con él cayó todo el sistema comunista presuntamente eterno. Dentro de poco, así esperamos, tendremos la fecha de la caída del actual sistema y quedarán con el antifonario al aire tantas estrategias absurdas como estamos viendo. El pobre Silvestrini perdió la vida trabajando en una dirección equivocada, Juan Pablo II lo tenía mucho más claro, son las cosas de la santidad que hacen ver con claridad en medio de la tormenta.
Más se lee la sentencia condenatoria del Cardenal Pell y más caemos en el mundo del absurdo. Sin testigos, sin pruebas, con hechos imposibles… Todo apunta a una condena decidida que tiene que encontrar los argumentos como sea, aunque sean poco argumentados. Estamos seguros que al fin la verdad se impondrá y esperamos que el anciano cardenal pueda verlo en esta vida.
No es frecuente que la prensa italiana refleje noticias del otro lado del atlántico. Hoy tenemos dos. El caso Zanchetta, si trabaja o no trabaja, si esta cesado o no está cesado. El Vaticano, con firma del amigo Edgar, acepta lo que sea con tal de defender al amigo Zanchetta. Suponemos que el papa Francisco está informado con mucha precisión de un tema que le afecta de principio a fin. Aquí, como en tantas ocasiones, lo terrible es que se está utilizando a la Iglesia y sus organismos, y al Estado Vaticano y sus organismos, para defender intereses personales y esto se ha llamado siempre corrupción y no pequeña. Por lo menos Pell no se ha escondido detrás de los denostados muros.
El otro tema es la visita de un grupo de obispos de México que se sienten portavoces de los hermanos inmigrantes detenidos en la frontera, la de Estados Unidos porque las otras no son fronteras. La iglesia Católica Mexicana es una de las más grandes e importantes del mundo y se encuentra sumida en una profunda crisis. Nos llegan continuamente datos de nuestros lectores en México. En estos momentos, y antes de meterse en el tema de los inmigrantes, mejor les iría a los obispos mexicanos si cuidaran a sus sacerdotes y sus seminaristas. El cardenal Aguiar, muy aficionado a largas estancias playeras bien acompañado, está cerrando el seminario y ha jubilado, y dejado en la calle, sin pensión y sin sanidad, a un número enorme de sacerdotes beneméritos que han quemado su vida al servicio de la Iglesia. Se ve un afán desmedido por arreglar casas ajenas en quien no es capaz de gobernar la propia. Los sacerdotes, aunque sean mexicanos, también tienen derechos y se pisotean con demasiada alegría por quien tiene obligación de defenderlos.
El papa Francisco presidirá el próximo 29 la Misa por los inmigrantes. Siempre es grato, aunque sea de visita y por unas horas, tener algunos señores migrantes invitados en Vaticano, nos suponemos que con almuerzo ‘sanegidiano’.
InfoVaticana
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