La situación de la libertad de expresión en España no es buena. Lo ilustra –entre otros ejemplos– la gira por nueve ciudades de los escritores argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez para presentar su libro Marxismo, feminismo y LGBTI.
En todas han llenado el aforo, como cuenta Teresa García-Noblejas en este artículo, en todas, han tenido que ser protegidos por la policía. Grupos de extrema izquierda han hecho correr la voz para ir a sabotear las conferencias. No te pierdas la estupenda crónica de Inmaculada Fernández sobre la presentación del libro en Cádiz. Su fotografía resume las condiciones en las que se ha desarrollado esta gira.
Los insultos a los autores y a las personas que entraban a escucharles han estado a la orden del día. Les han lanzado objetos, les han escupido, los han amenazado de muerte. Su “delito” es haber escrito un libro crítico con las nuevas “políticas de la identidad” en las que se ha reciclado la izquierda posterior a la caída del Muro de Berlín para seguir haciendo lo de siempre: tomar el poder sin importar lo medios.
No es una novedad que la izquierda utilice la violencia para acallar al que piensa diferente. Sí lo es, en cambio, que se sumen a la censura instituciones llamadas a velar por la libertad de expresión, como la Asociación de la Prensa de Cádiz, que el viernes emitió un insólito comunicado condenando, no a los violentos que han intentado sabotear la presentación del libro en cada ciudad, sino a los autores y su editorial española.
Agustín Laje y Nicolás Márquez conocen lo que es ser hostigados por sus ideas. En Argentina y en otros países iberoamericanos se han enfrentado a situaciones parecidas. La violencia de la extrema izquierda española no es una excepción. En algunos campus universitarios estadounidenses, está prohibido hablar según de qué cosas, organizar según qué eventos.
No, no son buenos tiempos para la libertad de expresión. Está en peligro en sociedades que presumen de abiertas y plurales. La censura, la violencia contra el discrepante, siempre tienen consecuencias nefastas para una sociedad. Sin la libertad de decir lo que no queremos escuchar, las demás libertades son papel mojado. No es una libertad cualquiera: se practica respetando la del otro, tanto como ejerciendo la nuestra.
Actuall
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