domingo, 22 de diciembre de 2019

BERGOGLIO TAMBIÉN CAMBIA EL DECANATO. Y SODANO SE VA

La noticia de la renuncia de Angelo Sodano al rol de Decano del Colegio Cardenalicio se dio a conocer ayer. Así termina la era de uno de los hombres más poderosos de la Curia en las últimas décadas. Las voces están divididas: ¿ha pesado más su antigüedad o la voluntad de Bergoglio de reformar el Colegio de Cardenales?

Por Nico Spuntoni

El cardenal Angelo Sodano ha sido sin duda uno de los hombres más poderosos de la Curia romana durante décadas. Hasta ayer, a pesar de contar con 92 años de edad, continuó desempeñándose en los Palacios Sagrados 
como decano del Colegio de Cardenales. Desde primus inter pares, el decano es responsable de tratar los problemas internos del "club más exclusivo del mundo".

Ayer se publicó la noticia de la renuncia de Sodano al mismo tiempo que la promulgación por parte de Francisco de una nueva carta apostólica en forma de "motu proprio". El documento papal, fechado el 29 de noviembre pero publicado ayer, cambia la oficina mantenida hasta ayer por Sodano.

El pontífice escribe : "teniendo en cuenta también el hecho de que, con el aumento del número de cardenales, gravan cada vez más compromisos en la persona del Cardenal Decano, me ha parecido oportuno que de ahora en adelante el Cardenal Decano, que seguirá siendo elegido entre los miembros de la Orden de los Obispos en la forma establecida por el can. 352 § 2 del Código de Derecho Canónico, permanezca en su cargo por un lustro, renovable eventualmente". Por lo tanto, se introdujo un vínculo de duración para un cargo que hasta San Pablo VI estaba vinculado a la edad cardinal de los seis obispos cardinales de los centros suburbanos y que posteriormente se convirtió en electivo, siempre eligiendo entre los seis obispos cardinales, después de la confirmación papal.

El predecesor de Sodano había sido Joseph Ratzinger, quien desde ese puesto había dirigido las congregaciones generales antes del Cónclave donde sería elegido en 2005. El cardenal piamontés, aunque no pudo ingresar a la Capilla Sixtina para votar por ser ultra-octogenario, logró el período interregno después de la renuncia de Benedicto XVI.

Sodano no es una figura ordinaria en la historia reciente de la Santa Sede: inició su servicio en la Tercera Logia en 1959 y comenzó una brillante carrera diplomática después de asistir a la prestigiosa Academia Eclesiástica. La experiencia del nuncio apostólico en Chile hizo que Wojtyla lo notara y que lo quisiera en la Secretaría de Estado como Secretario de la futura Sección de Relaciones con los Estados. Su sólido anticomunismo, combinado con una tendencia al pragmatismo que también le trajo críticas y enemigos, significó que en 1990 el Papa polaco le confiara la delicada tarea de presidente de la Comisión Pontificia para Rusia. En 1991, San Juan Pablo II lo hizo cardenal para reemplazar al cardenal Agostino Casaroli en la oficina del Secretario de Estado. Un puesto que mantuvo hasta que Ratzinger fue elegido, quien en 2006, después de una reconfirmación inicial, lo reemplazó con el cardenal Tarciso Bertone. En el momento en que se escribió que al cardenal Sodano no le había gustado este cambio y, gracias a su influencia en la Curia, siempre fue hostil con su sucesor.

Muchos rumores también surgen hoy con respecto a las noticias de la renuncia del Decanato. En esta decisión, ¿influyó más la necesidad de dar un paso atrás con un cardenal anciano y cansado o, por otro lado, pesó la voluntad del papa de poner en movimiento la máquina de la “reforma” también dentro del Colegio de Cardenales? No es ningún misterio que Francisco vive el mundo curial con cierto rechazo, ese mundo del cual Sodano, por su historia personal, es sin duda uno de los últimos grandes exponentes. El secretario de estado emérito, sin embargo, en estos casi siete años de pontificado nunca ha sido controvertido, nunca ha acompañado el coro de quejas que no faltan en los Palacios Sagrados y se ha mantenido alejado de cualquier iniciativa que pueda parecer remotamente crítica al actual pontífice.

La renuncia y la “revolución” en el Decanato, por lo tanto, podrían enmarcarse en la perspectiva del “cambio de una era” reclamada ayer en los deseos papales a la Curia romana. En la sala Clementine, Bergoglio mencionó a San John Henry Newman, recientemente canonizado, y reiteró que la reforma de la Curia que desea no será detenida. “Esta reforma nunca tuvo la presunción de hacer como si nada hubiera existido antes; por el contrario, el objetivo es mejorar el bien que se ha hecho en la compleja historia de la Curia”. Sin embargo, el pontífice instó a no caer en la "autoconservación" porque "la memoria no es estática, es dinámica" y "por su naturaleza implica movimiento".

También es significativo el hecho de que, junto con sus predecesores Benedicto XVI y San Juan Pablo II, Bergoglio también quiso mencionar al cardenal Carlo Maria Martini en su discurso. Bergoglio mencionó una frase de la última entrevista concedida por Martini unos días antes de su muerte, en la que afirmó que la Iglesia tiene “200 años de retraso”. En esa misma entrevista, Martini instó a la Iglesia a "abrirse" a las familias divorciadas y extendidas.

La Nuova BQ




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