jueves, 14 de marzo de 2019

¿CÓMO VIVÍAN NUESTROS ABUELOS SIN PLÁSTICO?

Actualmente podríamos pensar que es imposible vivir sin plásticos descartables. La realidad es que a mediados del siglo XX el plástico apenas existía y nuestros padres y abuelos vivían sin él, sin ningún problema.

La basura que genera el plástico de un sólo uso -en su gran mayoría- termina dañando los ecosistemas y, aunque los jóvenes no lo crean, es posible vivir sin plástico, ya que nuestros abuelos así lo hacían.

Actualmente se buscan soluciones al problema del plástico creando sustitutos, utilizando la tecnología y la creatividad. ¿Pero qué pasaría si buscáramos la solución en el pasado?

Nuestros padres y abuelos no necesitaban la tecnología, ni inventos como el plástico descartable.

Si preguntamos a las personas mayores sobre como era su vida sin plásticos, ellos nos podrían contar sobre sus hábitos en aquellos tiempos. Sabiduría popular que no deberíamos dejar que se perdiera.


¿Cómo se empaquetaban los alimentos?

Las verduras y alimentos frescos se cultivaban localmente y estaban disponibles en temporada.

Los vegetales que no estaban en temporada se compraban en latas y existía una gran variedad de alimentos secos. Estos alimentos se vendían en grandes recipientes o en bolsas de papel.


La leche se vendía en frascos de vidrio que el lechero recogía el día siguiente y reutilizaba. El mismo método se utilizaba con las bebidas como vino, cerveza y refrescos.

El carnicero vendía la carne envuelta en papel. Había menos variedad de golosinas, dulces y postres, que se vendían en grandes recipientes o bolsas de papel. Las mermeladas y conservas se compraban en frascos de vidrio o se preparaban en casa.


¿Se preparaban alimentos en casa?


La comida se hacía mayoritariamente en casa y la ropa también; si la dueña de casa no tenía habilidades para la costura, se recurría a la modista del barrio. Se compraba muy poca ropa nueva y solo los zapatos necesarios una vez al año; y si se rompían, se llevaban al zapatero para su reparación.

Las mermeladas y conservas se hacían con frutas de temporada y se almacenaban en frascos de vidrio reciclados.


Los productos de perfumería venían en botellas de vidrio o cajas de cartón. La laca para el cabello se vendía en una botella recargable.


El papel se utilizaba para encender la chimenea durante el invierno y para calentar la caldera de agua para el baño. Las botellas de vidrio se devolvían a cambio de dinero.

Para ir a comprar el pan se utilizaba una bolsa de tela destinada a ese fin. El pan que se endurecía volvía a ser útil convirtiéndolo tostadas para el desayuno o la merienda, o se transformaba en un delicioso postre: el budín de pan. Las sobras de alimentos se aprovechaban para hacer caldos y los huesos se daban a los perros.

Las latas se aplastaban y se llevaban al contenedor, ya que por aquellos años no se reciclaban y el papel se usaba para envolver huevos, verduras, frutas, fideos, arroz (que el almacenero fraccionaba para su venta).



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