viernes, 24 de febrero de 2023

COMO PILATOS, LA HUMANIDAD MATA LA VERDAD

Todo lo que antes era obvio y estaba establecido es ahora, a los ojos del mundo, obsoleto e incluso molesto. Mejor no pensar y disfrutar del momento, mejor no hacerse preguntas...

Por Daniele Logoluso


Este vacío existencial generalizado que recorre todos los sectores de la vida humana, desde lo social a lo económico, pasando por la escuela y la familia, hasta llegar a lo artístico e intelectual, ha permitido la consolidación de ideologías contrarias a la razón y a la ética, que de forma violenta han subvertido el orden deseado desde arriba, instaurando de hecho el desorden disfrazado de libertad. 

La política de "encogimiento de hombros", perpetrada por cada individuo, desde el ama de casa hasta el director de empresa, pasando por los órganos institucionales y de élite, ha permitido que personajes viscosos, situados en lugares estratégicos, propaguen e impongan a la opinión pública ideas que desbaratan lo bello y lo verdadero, en favor de un clima de odio, de lo feo y de lo incierto. 

El problema no reside únicamente en el poder económico, que permite a algunos operar superpartes, aunque desempeñe un papel importante y a menudo decisivo, sino en la falta de perspectiva superior por parte del ser humano, que sufre casi pasivamente los vientos de esta acción, que yo calificaría de demoníaca. 

Hemos aceptado la idea de que la única finalidad del hombre es disfrutar de bienes efímeros, satisfaciendo las necesidades más bajas de la carnalidad, en detrimento de su ser espiritual y de su singularidad. Homologación, liquidez, trivialidad, idiotez, superficialidad y momentaneidad se han convertido en los nuevos mandamientos: destruir en vez de construir, romper en vez de fortalecer, separar en vez de unir, rebajar en vez de elevar, perder en vez de salvar. 

Este es el mantra que el hombre moderno repite incansablemente, sin darse cuenta de que es la base de las cadenas que lo mantienen esclavizado y encadenado a un régimen ideológico mucho peor que las dictaduras del pasado, del que es necesario liberarse cuanto antes, so pena de un dramático epílogo sin remedio.

En el habla cotidiana ya no existe el 'per semper' sino sólo el 'carpe diem', concepto que se ha bordado abundantemente para justificar actitudes ilícitas y fugaces, sin tener en cuenta las graves consecuencias de cada acto individual en su totalidad y complejidad. 

La consecuencia es el derrocamiento de los valores sólidos y así la familia natural -consagrada en el matrimonio- se convierte en una jaula, los hijos en un problema, la enfermedad en un obstáculo, el amor a los demás en una debilidad, la honradez en una locura, la coherencia en una quimera, la fe y la moral en una ilusión sentimentalista.

Todo lo que antes era obvio y estaba establecido es ahora, a los ojos del mundo, obsoleto e incluso molesto. Mejor no pensar y disfrutar del momento, mejor no hacerse preguntas, tal vez ir contracorriente después de haber evaluado objetivamente los hechos, demasiado incómodo y comprometer todo esto para el propio trabajo futuro, ¡no podemos encontrarnos nadando contracorriente, esforzándonos y que luego se rían de nosotros!

Esta anestesia colectiva, inducida y en gran medida aceptada por la mayoría de la gente, nos ha convertido en veletas continuamente golpeadas por el viento ideológico del momento, que primero habla de igualdad de derechos y libertad de expresión pero luego persigue esquizofrénicamente a quienes no se alinean con el pensamiento único; primero te quita el trabajo, la dignidad y la libertad de movimiento, así como la libertad de elegir si aceptas o no un suero experimental en tu propio cuerpo, y luego celebra el Día del Recuerdo y defiende la constitución y la libertad de pensamiento en la televisión, entre otras cosas con una hipócrita despreocupación por la realidad de los hechos que resulta increíble.

Para restablecer la lógica, el equilibrio, el sentido común, el respeto, el amor y el espíritu de compartir, es necesario un cambio de paradigma buscando ante todo la verdad, la verdad inmutable, la verdad que desquicia los corazones y nunca se marchita, la verdad que mueve montañas y te impulsa a dar la vida, la verdad que puede congregar a la gente y cambiar la sociedad, la verdad que reaviva lo que antes estaba muerto. La clave se encuentra en Juan 18:38, cuando Poncio Pilato preguntó al hombre que tenía delante: "¿Quid est veritas?". El hombre guardó silencio porque él mismo era la respuesta a esa pregunta, pero el prefecto no lo reconoció...


Spirito di Verita TV


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