Por Néstor Martínez
Las traducciones del latín o del francés son mías, no puse los textos originales para no alargar más aún el “post”.
Citamos estas obras que quedan aquí referidas de una sola vez:
DEL PRADO, Norberto, O. P., Divus Thomas et Bulla Dogmatica “Ineffabilis Deus”, Friburgo, 1919.
CUERVO, Manuel, O. P., “Porqué Santo Tomás no afirmó la Inmaculada”, en Salmanticensis, 1 (1954), pp. 1 – 53.
SPADA, Mariano, Saint Thomas et l’Immaculée Conception, París, 1863.
WEISHEIPL, James, O. P., Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina, EUNSA, Pamplona, 1994.
GARRIGOU – LAGRANGE, Reginald, O.P., La Madre del Salvador y nuestra vida interior, Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1954.
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EL DOGMA
La Sma. Virgen no ha estado nunca bajo el pecado original, pues ha sido preservada del mismo desde el primer instante de su concepción, es decir, de la unión de su alma espiritual con su cuerpo, en atención a los méritos de Cristo Redentor.
Eso es lo que la Iglesia ha definido como dogma en la bula “Ineffabilis Deus” de Pío IX de 1854 “…declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”.
Que por “concepción” se debe entender ahí el primer instante de la creación-infusión del alma espiritual en la Virgen, lo dice la misma Bula, haciendo referencia a la Constitución “Sollicitudo omnium Ecclesiarum” de Alejandro VII:
“Antigua por cierto es la piedad de los fieles cristianos para con la santísima Madre Virgen María, que sienten que su alma, en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, fue preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los méritos de su hijo Jesucristo, redentor del género humano, y que, en este sentido, veneran y celebran con solemne ceremonia la fiesta de su Concepción”.En ambos pasajes, además, aparece la referencia a la Redención y a la Salvación realizadas por Jesucristo. Se dice que la Virgen ha recibido de Dios ese privilegio en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador y Redentor del género humano.
De ello se sigue que la Virgen ha sido redimida por Jesucristo del pecado. En efecto, los méritos de Jesucristo Redentor y Salvador son aquellos por los cuales merece para nosotros del Padre celestial el perdón de los pecados y la liberación de la esclavitud del pecado original.
Así se entiende el primer versículo del “Magnificat” en Lc. 1, 47: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”.
La Redención de la Virgen, entonces, a tenor de lo que dice el texto de la bula, no ha consistido en ser liberada del pecado original en el que hubiese incurrido, sino en ser preservada de incurrir en el pecado original.
EL “DEBITUM”
De ello se sigue que la Sma. Virgen, no habiendo incurrido de hecho en el pecado original, ha debido incurrir en él, atendiendo al hecho de que es hija de Adán por la vía natural. Esto es lo que se conoce como el “debitum” o débito de incurrir en el pecado original.
Si la Virgen no hubiese debido incurrir en el pecado original, no habría habido razón ni motivo para preservarla de incurrir en él, y no hubiese necesitado Redención, ya que quien es redimido, o es redimido del pecado, o al menos, de la necesidad de incurrir en él. Ahora bien, exceptuando obviamente al mismo Jesucristo, la necesidad de Redención es universal para todos los descendientes de Adán.
Aunque hasta el presente no han sido condenadas por la Iglesia, las hipótesis según las cuales la Virgen nunca siquiera debió incurrir en el pecado original no parecen compatibles con el texto de la bula “Ineffabilis Deus”, en tanto implican que la Virgen nunca necesitó Redención.
La negación del débito del pecado original en la Virgen lleva lógicamente a negar que haya sido redimida en sentido propio, porque no tiene sentido hablar propiamente de “redención” respecto de alguien que no tiene ninguna relación con el pecado.
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En esa línea algunos hablan de “redención impropiamente dicha”, como el R. P. Juniper Carol OFM,y sostienen que la Virgen fue redimida porque la gracia de Cristo la preservó de tener moralmente hablando a Adán por cabeza, de modo que nunca incurrió en ningún débito de contraer el pecado original, es decir, fue preservada de toda necesidad de contraer el pecado original.
Pero en un descendiente de Adán, tener moralmente a Adán por cabeza sólo puede significar, o contraer el pecado original, o tener el débito de contraerlo.
Ahora bien, la preservación supone el débito, porque supone que sin esa intervención preservativa, se incurrirá necesariamente en algo, y el débito es precisamente esa necesidad de incurrir en algo.
Por lo tanto, la idea de preservación implica que de no ser por esa preservación, la Virgen habría contraído el pecado original, o el débito respecto del pecado original, o sea, que estaba en la Virgen el débito, sea respecto del pecado original, sea respecto del débito del pecado original.
Ahora bien: el débito del débito del pecado original es el débito del pecado original. Si es necesario que A tenga la necesidad de incurrir en B, entonces es necesario que A incurra en B.
Por ello, la negación de todo débito respecto del pecado original en la Virgen lleva a la negación de toda preservación de la Virgen por la gracia respecto del pecado original, y eso lleva a la negación de toda Redención en la Virgen en lo relativo al pecado original, contra el texto de la “Ineffabilis Deus”, que dice que la Virgen fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en atención a los méritos de Jesucristo Salvador y Redentor.
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EL PROBLEMA QUE PLANTEAN LOS TEXTOS DE SANTO TOMÁS
El problema que se plantea con Santo Tomás de Aquino es que en sus textos parece afirmar que el alma de la Virgen estuvo al menos un instante de tiempo bajo el pecado original, negando así lo que siglos después sería el dogma de la Inmaculada Concepción.
Dice en la Suma Teológica, en el artículo donde se pregunta si la Virgen fue santificada antes de su animación, es decir, antes de que su cuerpo recibiese el alma espiritual:
IIIa, q. 27, a. 2, c:
“La santificación de la Virgen María antes de su animación no es admisible por dos motivos. Primero, porque la santificación de que hablamos no es otra cosa que la limpieza del pecado original, puesto que la santidad es la limpieza perfecta, según dice Dionisio en el c.12 del De Div. Nom.. Ahora bien, la culpa no puede limpiarse más que por medio de la gracia, cuyo sujeto es solamente la criatura racional. Y, por tanto, la Virgen María no fue santificada antes de la infusión del alma racional.Y en la respuesta a la segunda objeción:
Segundo, porque al ser exclusivamente sujeto de la culpa el alma racional, antes de la infusión de la misma, la prole concebida no está sometida a la culpa. Y así, de cualquier manera en que la Virgen María hubiera sido santificada antes de la animación, jamás hubiese incurrido en la mancha de la culpa original y, en consecuencia, tampoco hubiera necesitado de la redención y de la salvación, que viene por Cristo, de quien se dice en Mt 1,21: El salvará a su pueblo de sus pecados. Pero resulta inaceptable que Cristo no sea el Salvador de todos los hombres, como se afirma en 1 Tim 4,10. De donde se concluye que la santificación de la Virgen María tuvo lugar después de su animación”.
“Si el alma de la Santísima Virgen no hubiera estado nunca manchada con la corrupción del pecado original, eso rebajaría la dignidad de Cristo, que emana de ser el Salvador universal de todos. Y por eso, después de Cristo, que no necesitó de salvación, por ser el Salvador universal, la pureza de la Santísima Virgen fue la máxima. Cristo no contrajo en modo alguno el pecado original, sino que fue santo en su misma concepción, según las palabras de Lc 1,35: Lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. En cambio, la Virgen María sí contrajo el pecado original, aunque fue purificada del mismo antes de nacer del seno materno. Y esto es dado a entender en Job 3,9, donde, refiriéndose a la noche del pecado original, se dice: Espere la luz es decir, a Cristo, y no la vea (porque nada manchado ha entrado en tal luz como se lee en Sab 7,25), ni el nacimiento de la aurora que despunta, esto es, de la Santísima Virgen, que en su nacimiento estuvo exenta de pecado original”.Y en la respuesta a la tercera objeción:
“Aunque la Iglesia romana no celebra la Concepción de la Santísima Virgen, tolera, sin embargo, la costumbre de celebrarla por parte de algunas iglesias. Por eso no debe reprobarse totalmente tal celebración. No obstante, al celebrar la fiesta de la Concepción, no se da a entender que fuera santa en su concepción. Sino que, al ignorarse el tiempo en que fue santificada, se celebra más bien la fiesta de su santificación que la de su concepción, en el día que ésta tuvo lugar”.
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En la mente de Santo Tomás hay entonces dos grandes principios: uno, como se verá más adelante, es el que dice que la Virgen María tuvo la mayor pureza que es posible para una creatura en la actual economía divina, y otro que es la estricta universalidad de la Redención obrada por Jesucristo, que abarca a todo descendiente de Adán distinto del mismo Jesucristo.
A conciliar ambos principios se dirigen los textos de Santo Tomás que analizamos en este “post”, y la pregunta es si el modo de conciliarlos que aparece en la interpretación más probable de esos textos es compatible con el dogma de la Inmaculada Concepción.
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QUÉ ENTIENDE SANTO TOMÁS POR “CONCEPCIÓN”
Santo Tomás distingue entre el momento de la concepción y el momento de la animación, porque siguiendo la biología de su tiempo, entiende que el alma espiritual es creada-infundida en el ser humano un tiempo después de que su carne ha sido concebida.
La transmisión del pecado original consiste en que la carne que se recibe de los padres viene con un defecto heredado de Adán, que hace incurrir en el pecado original al alma espiritual cuando ésta es creada-infundida en ella.
En efecto, ni el pecado ni la gracia pueden tener por sujeto a la carne de la Virgen antes de que ésta reciba el alma espiritual, porque sólo a partir de ese momento la Virgen es persona y sujeto posible tanto del pecado como de la gracia.
Por eso, que Santo Tomás niegue, a la letra, que la Virgen haya sido concebida sin pecado original no es todavía una negación del dogma de la Inmaculada Concepción. Lo que interesa al respecto es lo que Santo Tomás dice sobre la animación de la Virgen, es decir, sobre el momento en que es creada-infundida el alma espiritual de la Virgen, pues solamente a partir de ese instante ella puede ser sujeto o del pecado o de la gracia.
Por eso Santo Tomás dice que en la fiesta de la Inmaculada Concepción lo que se celebra, en todo caso, es la santificación de la Virgen, no su concepción, porque según su forma de pensar, en la concepción la carne de la Virgen hereda de sus padres la mala disposición propia del pecado original, y no puede todavía ser santificada en sentido propio, ya que el sujeto de la santificación incluye el alma espiritual, que para aquella concepción biológica todavía no está presente.
Obviamente que, aparte del sentido que le da Santo Tomás a la expresión “la Virgen fue concebida en pecado original”, esa expresión, simplemente afirmada, contradice frontalmente el dogma definido en la bula “Ineffabilis Deus”.
Máxime teniendo en cuenta el sentido que se da usualmente al término “concepción” hoy día, que ya no depende de la teoría de la “animación retardada” y para los creyentes coincide con el instante de la animación.
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QUÉ ES LO QUE CLARAMENTE AFIRMA SANTO TOMÁS ACERCA DE LA SANTIFICACIÓN DE LA VIRGEN
1) Santo Tomás afirma que la Virgen fue santificada antes de nacer.
IIIª q. 27 a. 1 co.
“(…) Se cree razonablemente que Aquella que engendró al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad, recibió mayores privilegios de gracia que todos los otros, por lo que se lee en Lucas 1 que el Ángel le dijo: “salve, llena de gracia”. Pero encontramos algunos a los que les concedió el privilegio de ser santificados en el útero, como Jeremías, al que se le dice en Jeremías 1: “antes que salieses del seno de tu madre, te santifiqué”, y como Juan Bautista, del que se lee en Lucas 1 que “estará lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre”. Por lo que se cree razonablemente que la Bienaventurada Virgen fue santificada antes de que naciese”.
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2) Santo Tomás niega que la Virgen haya sido santificada antes de su animación.
El argumento que da Santo Tomás para negar que la Virgen haya sido santificada antes de su animación, como veremos en los textos del Comentario a las Sentencias y como vimos en el de la Suma Teológica citado al comienzo de este “post”, es que, si así hubiese sido, nunca habría incurrido la Virgen en la mancha de la culpa original, y entonces, no habría necesitado la Redención de Cristo.
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¿FUE SANTIFICADA LA VIRGEN EN EL MISMO INSTANTE DE SU ANIMACIÓN, SEGÚN SANTO TOMÁS?
Este punto es clave, porque si la Virgen fue santificada en el instante mismo de su animación, entonces nunca estuvo bajo el pecado original, ya que la persona comienza a existir cuando el alma es creada-infundida por Dios, mientras que si fue santificada en un instante de tiempo posterior a la animación, entonces estuvo al menos un instante de tiempo bajo el pecado original.
En el comentario a las Sentencias, Santo Tomás niega claramente que la Virgen haya podido ser santificada en el instante mismo de su animación.
Super Sent., lib. 3 d. 3 q. 1 a. 1 qc. 2 co.:
“A la segunda cuestión hay que decir que la santificación de la Bienaventurada Virgen no pudo ser convenientemente antes de la infusión del alma, porque todavía no era capaz de la gracia, ni tampoco en el mismo instante de la infusión, de modo que por la gracia entonces infusa fuese conservada para que no incurriese en la culpa original. Porque Cristo tiene singularmente en el género humano el no necesitar de Redención, porque es nuestra cabeza, sino que es necesario que todos sean redimidos por Él. Esto no podrá ser si hubiese otra alma que nunca hubiese estado infectada por la mancha original; y por lo tanto esto no fue concedido ni a la Bienaventurada Virgen ni a nadie fuera de Cristo”.Este texto del libro III de las Sentencias parece contradecir claramente al texto del libro I de las Sentencias que citaremos más abajo, donde se dice que la Virgen fue “inmune del pecado original”, porque aquí se está diciendo que no le fue concedido a la Virgen no estar infectada con la mancha del pecado original, para que Cristo pueda ser el Redentor de todos los descendientes de Adán (excepto Él mismo, claro).
Sobre la distinción entre los instantes lógicos o naturales y los instantes temporales, así como entre el hecho de incurrir en el pecado original y el débito de incurrir en el mismo, ver más abajo.
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¿NO HABLA SANTO TOMÁS EN LA SUMA TEOLÓGICA DEL PRIMER INSTANTE DE LA ANIMACIÓN DE LA VIRGEN?
Es opinión extendida que en la Suma Teológica Santo Tomás omite hablar del instante mismo de la animación de la Virgen y que sólo habla de una santificación antes de la animación o después de la animación.
Sin embargo, se puede sostener, entiendo, que Santo Tomás sí habló en la Suma Teológica del instante mismo de la animación de la Virgen, y que dijo sustancialmente lo mismo que en el Comentario a las Sentencias.
En el artículo donde se pregunta si la Virgen fue santificada antes de su nacimiento, se plantea la siguiente objeción:
IIIª q. 27 a. 1 arg. 4
“Además, el pecado original se contrae en el origen, como el pecado actual en el acto. Pero cuando alguien está en el acto de pecar, no puede ser purificado del pecado actual. Por tanto, tampoco la Bienaventurada Virgen pudo ser purificada mientras estaba aún en el acto mismo del origen, existente en el útero materno”.A lo cual responde:
IIIª q. 27 a. 1 ad 4
“A lo que se objeta en cuarto lugar hay que decir que el pecado original se trae del origen en cuanto en ese origen se comunica la naturaleza humana, a la cual mira propiamente el pecado original. Lo cual se hace cuando la prole concebida es animada. Por lo que nada prohíbe que la prole concebida sea santificada después de la animación, pues luego de ella no permanece en el útero materno para recibir la naturaleza humana, sino para recibir alguna perfección de eso que ha recibió”.Aquí se objeta Santo Tomás que el pecado original se contrae en el origen, que no es posible ser purificado del pecado cuando se lo está contrayendo, y se entiende que la Virgen está en el acto de su origen mientras está en el vientre de su madre, de lo que se concluye que la Virgen no pudo ser purificada del pecado original antes de nacer.
La respuesta de Santo Tomás consiste en distinguir, en cuanto al origen de la Virgen, entre el momento mismo de la animación, y lo que viene después de él. El pecado original se trasmite por la comunicación por parte de los padres de una naturaleza infectada por el pecado de Adán, y esa naturaleza se comunica a la persona del hijo en el instante mismo de la animación.
Aquí es donde, según Santo Tomás, no pudo ser santificada la Virgen, que acepta el principio establecido en la objeción, que no se puede ser purificado del pecado en el acto mismo del pecado (que en este caso sería el acto de contraer el pecado original).
Pero nada impide, dice el Aquinate, que después de la animación y antes de nacer la Virgen sea santificada.
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Con lo cual vemos que en la Suma Teológica Santo Tomás sí habla del instante de la animación de la Virgen, sólo que lo hace en la respuesta a una objeción, en el artículo anterior a aquel en el que se pregunta si la Virgen fue santificada antes de la animación.
Y la razón de ser de este orden que no parece lógico, es que el orden que sigue Santo Tomás en esta cuestión es por así decir regresivo: primero pregunta si la Virgen fue santificada antes de nacer, y responde afirmativamente, por lo tanto, luego debe preguntar si fue santificada antes de su animación, a lo que responde negativamente, acotando así la santificación de la Virgen entre su animación y su nacimiento.
Pero al tratar el problema de la santificación de la Virgen antes de nacer, se encontró ya con la objeción que dice que no puede ser santificado en su origen lo que contrae el pecado en su origen, y que da por supuesto que el origen de la Virgen abarca todo el tiempo que ella estuvo en el vientre de su madre.
Para responder a esa objeción, tuvo que distinguir entre el instante mismo de la animación y el desarrollo posterior en el vientre materno, y decir ya que la Virgen no pudo ser santificada en el instante mismo de su animación, pero pudo serlo en ese tiempo posterior antes de nacer.
Y entonces, para no repetir lo ya dicho, no dedicó un artículo aparte a esa cuestión, sino que pasó directamente a la cuestión sobre si la Virgen fue santificada antes de su animación.
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El padre Spada dice que:
“El Doctor Angélico, como es evidente por este artículo, concluye de la negación de la santificación de la Bienaventurada Virgen antes de la animación, que ella ha sido santificada después de la animación. Esta conclusión es legítima, si es cuestión de una posterioridad de naturaleza, mientras que es ilegítima y del todo falsa, si es cuestión de una posterioridad de tiempo”. (P. Spada, p. 193)El argumento del padre Spada es que entre la santificación antes de la animación y la santificación después de la animación está la santificación en el instante mismo de la animación, de modo que el “después de la animación” de Santo Tomás sólo se sigue necesariamente si se refiere a una posterioridad solamente natural o lógica respecto de la animación, que se daría en el mismo instante temporal de la animación, no si se refiere a una posterioridad temporal respecto de la animación misma.
En la misma línea argumenta el padre del Prado:
“¿Por qué entonces si el Santo Doctor sostiene que la Bienaventurada Virgen fue santificada “inmediatamente después” (cito post) su animación, no lo dijo en un corolario, luego de que en el cuerpo del artículo mostró que “la santificación de la Bienaventurada Virgen no puede entenderse antes de su animación por dos razones”? El Doctor Angélico no lo dijo ni quiso decirlo por causa de las leyes lógicas, que prohíben rigurosamente inferir de aquella doble razón por la que se mostró que la santificación de la Bienaventurada Virgen no puede entenderse antes de su animación, que fuese necesaria y exclusivamente “inmediatamente después” (cito post) de la animación. Podría en efecto ser, según las reglas lógicas, o inmediatamente después, o un largo tiempo después, o inmediatísimamente después, o apenas la Bienaventurada Virgen tuvo un alma racional, es decir, en el mismo instante de su animación”. (P. del Prado, p. XLIII)
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Pero a la luz de lo que acabamos de ver, es posible otra interpretación del hecho de que Santo Tomás concluya de la negación del “antes de la animación” a la afirmación del “después de la animación”, y es que en el artículo anterior, donde trata acerca de si la Virgen ha sido santificada antes de nacer, ha tratado, y resuelto negativamente, la cuestión de la santificación en el instante mismo de la animación, en la respuesta a una de las objeciones.
De modo que, habiendo negado que la Virgen haya sido santificada en el instante mismo de su animación, de la negación subsiguiente de que haya sido santificada antes de su animación sólo queda concluir que haya sido santificada en un instante posterior a la animación misma, lo cual sólo puede entenderse, entonces, de un instante temporalmente posterior a la animación.
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En efecto, la razón que da ahí Santo Tomás para decir que después de la animación sí pudo ser santificada la Virgen es que la carne ya animada “no permanece en el útero materno para recibir la naturaleza humana, sino para recibir alguna perfección de eso que ya recibió”.
Eso se entiende naturalmente de todo el desarrollo del feto posterior a su animación, y es por lo tanto, dentro de ese lapso de tiempo que Santo Tomás coloca la santificación de la Virgen.
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ARGUMENTOS DE LOS QUE SOSTIENEN QUE SEGÚN SANTO TOMÁS LA VIRGEN FUE SANTIFICADA EN EL MISMO INSTANTE DE SU ANIMACIÓN
Super Sent., lib. 1 d. 44 q. 1 a. 3 ad 3:
“A lo tercero hay que decir que la pureza se entiende por recesión de su contrario, y por tanto, puede haber algo creado más puro que lo cual no pueda haber ninguna creatura, si no está manchado por ningún contagio de pecado, y tal fue la Bienaventurada Virgen, que fue inmune del pecado original y del actual. Pero fue menos pura que Dios, en cuanto que había en ella la posibilidad de pecar. Pero la bondad se entiende por acceso al término que dista infinitamente, es decir, el Sumo Bien. Por lo que puede haber algo mejor que cualquier bien finito”.Sin embargo, en el mismo Comentario a las Sentencias, pero el libro III, dice, como vimos, que la Virgen no fue santificada en el mismo instante de su animación, sino después de su animación, y la razón que da es que de no haber sido así, no habría incurrido en el pecado original, y entonces, no habría necesitado la Redención que procede de Jesucristo.
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Dice Weisheipl, hablando del “Comentario a las Sentencias” de Santo Tomás:
“Según Tolomeo de Lucca, Tomás escribió una segunda versión del libro I mientras enseñaba en Roma (1266 – 1268), pero abandonó el proyecto cuando concibió la idea de una Summa Theologiae. Tolomeo afirma también haber visto esta versión cierta vez en Lucca, “pero entonces alguien se la llevó y yo nunca la volví a ver”. Se admite generalmente hoy día que la segunda versión del libro I se ha perdido”. (pp. 412 – 413)
Es posible que uno de los motivos que llevaron a Santo Tomás a querer hacer de nuevo precisamente el Libro I del Comentario a las Sentencias haya sido la conciencia de la contradicción entre este libro y el Libro III de ese mismo Comentario en lo relativo a la santificación de la Virgen. De hecho, lo que dice la Suma Teológica, que es lo que vino finalmente a sustituir, según esto, al Libro I del Comentario y al Comentario todo, es mucho más consonante con los textos del libro III del Comentario que hemos citado, que con el del Libro I.
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2) Santo Tomás dice que después de Dios, la Virgen goza de la máxima pureza posible.
Cfr. el texto recién citado.
Ahora bien, eso no es posible si ella hubiese estado un solo instante bajo el pecado original. Por lo tanto, para Santo Tomás la Virgen nunca estuvo bajo el pecado original, sino que fue santificada en el instante mismo de su animación.
Este argumento, llevado a su lógica consecuencia, debería concluir que la Virgen tampoco incurrió en el débito de contraer el pecado original, que es lo contrario de lo que sostienen los defensores tomistas de Santo Tomás en el tema de si afirmó o negó la Inmaculada Concepción.
Y si se responde que se trata de la máxima pureza posible, y que dada la universal necesidad de Redención, no era posible una pureza tal en ninguna creatura humana, se puede también sostener que para Santo Tomás tampoco era posible una pureza tal en una creatura humana descendiente de Adán que excluyese la contracción efectiva del pecado original.
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3) Santo Tomás dice que la Virgen fue santificada de un modo más excelente que Jeremías y Juan Bautista, que también fueron santificados en el vientre materno.
Dice Garrigou – Lagrange:
“En particular en el Compendium theologice, redactado en Nápoles en 1272-73 e interrumpido por la muerte, Santo Tomás escribió, cap. 224: “Non solum a peccato actuali immunis fuit (B. M. Virgo), sed etiam ab originali, speciali privilegio mundata … Est ergo tenendum quod cum peccato originali concepta fuit, sed ab eo, quodam speciali modo, purgata fuit”. No existiría privilegio especial si sólo hubiese sido purificada como lo fueron Jeremías y S. Juan Bautista en el seno de su madre poco después de la animación”. (La Madre del Salvador, p. 57)Traduzco el texto de Santo Tomás que cita Garrigou – Lagrange:
“No sólo fue la Bienaventurada Virgen inmune del pecado actual, sino también del original, purificada por un privilegio especial… Por lo tanto, hay que decir que fue concebida con el pecado original, pero fue purgada de él de cierto modo especial”.
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Contra esto, dice Santo Tomás en el mismo Comentario a las Sentencias, sólo que no en el Libro I, sino en el Libro III:
Super Sent., lib. 3 d. 3 q. 1 a. 2 qc. 1 ad 4:
“A lo que se objeta en cuarto lugar hay que decir que la santificación de la Virgen fue más excelente que la santificación de los otros, como se ve por lo que sigue. En la santificación que se hace por la ley común mediante los sacramentos, se quita la culpa, pero permanece el “fomes” que inclina al pecado mortal y venial; pero en los santificados en el útero no permanece el “fomes” en tanto que inclina al pecado mortal, sí permanece la inclinación del “fomes” al pecado venial, como es claro por Jeremías y Juan Bautista, que tuvieron pecados actuales no mortales, sino veniales. Pero en la Bienaventurada Virgen la inclinación del “fomes” fue totalmente quitada, tanto en cuanto al pecado venial como al mortal, y lo que es más, según se dice, la gracia de la santificación no solamente reprimió en ella los impulsos ilícitos, sino que también tuvo eficacia en otros, de modo que aun siendo hermosa en su cuerpo, no pudo ser codiciada por ninguno”.Como se ve por estos dos textos, Santo Tomás no pone la superioridad o lo especial de la santificación de la Virgen respecto de la santificación de Jeremías o de Juan Bautista en el hecho de que éstos estuvieron bajo el pecado original antes de ser santificados y la Virgen no, sino en el hecho de que la santificación de la Virgen tuvo como efecto suprimir la tendencia al pecado mortal y al pecado venial, de modo que la Virgen no pecó de hecho nunca, ni mortal ni venialmente, mientras que en Jeremías y San Juan Bautista, la santificación en el útero los libró de la inclinación al pecado mortal y de la caída efectiva en el pecado mortal, no así de la inclinación al pecado venial y la caída efectiva en el pecado venial.
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4) El texto de la “Exposición de la salutación angélica” de Santo Tomás.
Dice el R. P. Garrigou – Lagrange:
“En el último período de su carrera, en 1272 o 1273, Santo Tomás, al escribir la Expositio super salutationem angelicam, ciertamente auténtica, dice: Ipsa enim (beata Virgo) purissima fuit et quantum ad culpam, quia nec origínale, nec mortale, nec veníale peccatum incurrit. Cf. J. F. Rossi, C. M., S. Thomce Aquinatis Expositio salutatione angélica, Introductio et textus. Divus Thomas (Pl.), 1931, pp. 445-479. Separata, Piacenza, Collegio Alberoni, 1931 (Monografía del Colegio Alberoni) in 8. En esta edición crítica del Comentario del Ave María, se demuestra, pp. 11-15, que el pasaje relativo a la Inmaculada Concepción se encuentra en 16 de los 19 manuscritos consultados por el editor, que se decide por su autenticidad, y pone en el apéndice fotografías de los principales manuscritos”. (La Madre del Salvador, p. 56)Traduzco el texto de Santo Tomás citado por Garrigou – Lagrange:
“La Virgen fue purísima también en lo relativo a la culpa, porque no incurrió ni en el pecado original, ni en el mortal, ni en el venial.”Sigue Garrigou – Lagrange:
“Se ha objetado, no obstante (Bulletin Thomiste, julio-diciembre 1932, p. 579): en el mismo opúsculo se dice, un poco más arriba: “Ipsa (Virgo) omne peccatum vitavit magis quam alius sanctus, praeter Christum. Peccatum autem aut est origínale et de isto fuit mundata in útero; aut mortale aut veniale et de istis libera fuit… Sed Christus excellit B. Virginem in hoc quod sine originali conceptus et natus fuit. Beata autem Virgo in originali concepta, sed non nata”. Existe contradicción entre este texto y el que aparece bien auténtico, unas líneas más abajo. Es inverosímil que a pocas líneas de distancia se encuentren el sí y el no. La dificultad desaparece si se tiene en cuenta que para Santo Tomás la concepción de cuerpo, en el principio de la evolución del embrión, precede, por lo menos en un mes, a la animación, que es la concepción pasiva consumada, antes de la cual no existe la persona, pues todavía no existe el alma racional”. (La Madre del Salvador, p. 56 – 57, nota 41)Traduzco el texto de Santo Tomás citado por Garrigou – Lagrange:
“La Virgen evitó todo pecado más que los otros santos, excepto Cristo. Porque el pecado o es original, y de éste fue purificada en el útero, o mortal o venial, y de estos estuvo libre… Pero Cristo supera a la Bienaventurada Virgen en que fue concebido y nacido sin pecado original. La Bienaventurada Virgen fue concebida en pecado original, pero no nació con él”.
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Los editores del Corpus Thomisticum prefieren la lectura sin la referencia al pecado original:
“Tertio excedit Angelos quantum ad puritatem: quia beata virgo non solum erat pura in se, sed etiam procuravit puritatem aliis. Ipsa enim purissima fuit et quantum ad culpam, quia ipsa virgo nec mortale nec veniale peccatum incurrit”.Tampoco aparece la referencia al pecado original en la traducción que presenta tomasdeaquino.org:
“En tercer lugar, excede a los ángeles en cuanto a la pureza: porque la Bienaventurada Virgen no sólo era pura en sí misma; sino que procuró la pureza a otros. Pues ella misma fue purísima tanto en cuanto a la culpa, ya que no incurrió ni en pecado mortal ni en venial; y lo mismo en cuanto a la pena”.El hecho de que se dé esa aparente contradicción entre ambos pasajes, y que haya manuscritos que no contienen la referencia al pecado original en el primer pasaje citado, nos deja ante la alternativa de que éste pasaje donde se dice que la Virgen no incurrió en el pecado original haya sido interpolado posteriormente, para alinear a Santo Tomás en la tesis inmaculista, o de que haya sido suprimido en algunos manuscritos, para mantener a Santo Tomás como firme adversario de la misma, o simplemente porque al ver esa aparente contradicción alguien pensó que ya había sido interpolado.
En estos dos últimos casos funcionaría la explicación que da el P. Garrigou – Lagrange.
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¿SE PUEDE ENTENDER EL “DESPUÉS DE LA ANIMACIÓN” DE SANTO TOMÁS EN UN SENTIDO MERAMENTE LÓGICO Y NATURAL Y NO TEMPORAL?
Expliquemos primero eso de los instantes lógicos o naturales y los instantes temporales. Una cosa puede ser lógica y naturalmente posterior a otra sin por ello ser temporalmente posterior a esa otra. Por ejemplo, el ser humano es humano antes de ser varón o mujer, pero no temporalmente antes, obviamente, sino con una anterioridad solamente lógica o de naturaleza. En el mismo instante temporal en que comienza a ser humano, comienza también a ser varón o mujer, pero de todos modos, en ese mismo instante temporal hay una prioridad lógica y natural del ser humano respecto del ser varón o mujer, simplemente porque para ser varón o mujer, hay que ser humano, y la masculinidad y la femineidad son diferencias interiores a la especie humana.
Decimos “lógica y natural” para mostrar que esa prioridad no está solamente en nuestra mente, es decir, no es solamente “lógica”, sino que está también en la realidad, es decir, es “natural”, aunque no implique prioridad ni sucesión temporal.
El acto de origen que trasmite el pecado, en este caso, habría sido el instante lógico en que el alma se une al cuerpo, y en el instante lógico siguiente, dentro siempre del mismo instante temporal, la Virgen habría sido santificada, cuando ya estaría constituida su naturaleza por la unión del alma y el cuerpo. Ello conlleva, como veremos, que la Virgen no incurre de hecho en el pecado original, sino solamente en el débito del mismo, pues no hay ningún instante temporal en el que ella esté bajo el pecado original.
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Se puede entonces tratar de explicar estas dos afirmaciones de Santo Tomás: a) La Virgen no fue santificada en el instante de su animación b) La Virgen fue santificada después de su animación, según la distinción entre la anterioridad y posterioridad temporales, y las meramente lógicas o naturales, que no implican sucesión temporal.
Así, la primera afirmación querría decir, para Santo Tomás, que la Virgen no fue santificada en el instante de su animación con anterioridad lógica, no temporal, a la animación misma, y la segunda afirmación querría decir que la Virgen fue santificada en un instante lógicamente, no temporalmente, posterior a su animación, es decir, a la unión de su alma con su cuerpo.
Dice en efecto el P. Del Prado:
“No dijo pues Santo Tomás que la Beatísima Virgen no pudo ser santificada por la gracia en el mismo instante de la infusión del alma, sino que afirmó que si la santificación fuese en el mismo instante de la infusión, “de modo que por la gracia entonces infundida en ella fuese conservada para no incurrir en la culpa original”, entonces la Beatísima Virgen no necesitaría de la redención, porque el alma de la Bienaventurada Virgen en el mismo instante de su infusión, por la gracia entonces a ella infundida, sería conservada para no incurrir en culpa, antes de animar su carne, y por tanto, antes de la animación del cuerpo, y por tanto, antes de la constitución de la persona, por lo que la Beatísima Virgen no necesitaría personalmente redención, por razón de su propia persona. (…) Por lo tanto, Santo Tomás no rechaza, como tampoco San Buenaventura, que la santificación de la Virgen haya tenido lugar en el mismo instante de la infusión [de su alma], sino que haya sido hecha en el mismo instante de la infusión, de tal modo que antes, con prioridad de naturaleza, se entienda ser santificada el alma, que unirse al cuerpo o a la carne”. (Del Prado, pp. XIX – XX.)Según eso, la Virgen sí habría sido santificada, según Santo Tomás, en el mismo instante de su animación, sólo que no en un instante lógica o naturalmente anterior al de su unión con el cuerpo.
Porque lo que sostiene Del Prado es que según Santo Tomás, la Virgen fue santificada en el mismo instante temporal de su animación, pero con posterioridad lógica o natural a la unión de su alma con el cuerpo y consiguiente contaminación con el débito del pecado original, no con el pecado original mismo.
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No parece que esa haya sido la mente de Santo Tomás, porque es claro por el texto de IIIª q. 27 a. 1 ad 4um, que ese momento posterior de la adquisición de las perfecciones complementarias a la naturaleza humana es todo el lapso de tiempo posterior a la animación en el que el feto permanece en el útero materno, el cual es temporalmente, y no sólo lógica o naturalmente, posterior.
De nuevo, si en la mente de Santo Tomás hubiese estado la distinción entre los instantes lógicos o naturales y los instantes temporales aplicada a este tema, parece que lo lógico habría sido que respondiese con una distinción como la que hemos hecho arriba: no se puede ser santificado en el instante lógico o natural del origen, pero sí en un instante lógico o natural posterior al instante lógico o natural del origen, siempre en el mismo instante temporal del origen y de la animación, de modo que en ese caso no se incurre propiamente en el pecado original, sino solamente en el débito de contraerlo.
De hecho, la interpretación del padre del Prado nos lleva a entender el “no en el instante mismo de la animación” de Santo Tomás en el sentido de “en el instante mismo de su animación, temporalmente hablando, pero en un instante lógico y natural posterior a la animación misma”.
¿Por qué Santo Tomás de Aquino, justamente, elegiría un modo tan retorcido y poco claro de explicarse? ¿Por qué hablar de “el primer instante”, sin más, dando así claramente la impresión de hablar de instantes temporales, cuando en realidad se habría estado refiriendo solamente a un primer instante lógico y natural?
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Como dice el padre Cuervo:
“Si Santo Tomás enseñara, o pretendiera que su doctrina acerca de la santificación de la Virgen fuera entendida con posterioridad de naturaleza, o sospechara siquiera que pudiera entenderse en ese sentido ¿hablaría de un modo que sólo indica posterioridad de tiempo? Porque posterioridad de tiempo, y no de naturaleza, a la animación de María, indican claramente las expresiones: «cito post animationem», «ante nativitatem ex utero», «antequam nata». Para que la doctrina de Santo Tomás pudiera expresar posterioridad de naturaleza, habría que suprimir en ella todas esas expresiones, y decir in ipso instanti animationis solum natura posterior. Sobre todo en Santo Tomás, que busca tanto la exactitud en la expresión de los conceptos, es esto inconcebible. De lo contrario habría que suponer que, Santo Tomás quería obligar al lector en esta cuestión a entender los términos al revés, para que expresaran el sentido por él intentado. Y esto no lo hace nunca Santo Tomás”. (P. Cuervo, p. 34)Si lo que antecede es correcto, entonces, aquí Santo Tomás está de nuevo implicando que hubo al menos un instante temporal en el que la Virgen estuvo bajo el pecado original, que fue el instante temporal, precisamente, de la animación.
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LA DISTINCIÓN ENTRE EL HECHO DE CONTRAER EL PECADO ORIGINAL Y EL DÉBITO DE CONTRAERLO
¿Cómo explican los que esto sostienen que Santo Tomás haya dicho que la Virgen incurrió en la mancha de la culpa original y que contrajo el pecado original, sin lo cual no habría la Virgen necesitado la Redención de Cristo?
Lo hacen mediante la distinción entre el pecado original actualmente contraído y el débito o necesidad de contraerlo. Esto último, dicen, contrajo la Virgen según Santo Tomás, no lo primero.
Por lo tanto, plantean la siguiente secuela de eventos, atendiendo a la biología de la época de Santo Tomás: concepción de la carne de la Virgen, contaminada por la herencia de Adán – transcurrido un tiempo, creación-infusión del alma espiritual de la Virgen en esa carne, en un instante temporal dentro del cual cabe distinguir dos instantes puramente lógicos, no temporalmente sucesivos: en el primero, por la unión con la carne, el alma de la Virgen incurre en el débito del pecado original, en el siguiente, por la infusión de la gracia la Virgen es preservada de contraer actualmente el pecado original.
Ese mismo esquema puede entenderse hoy día prescindiendo del lapso de tiempo entre la concepción y la animación. En el mismo instante temporal de la concepción se distinguen esos dos instantes lógicos: el primero, en el cual el alma de la Virgen, por su unión con la carne heredada de Adán, incurre en el débito del pecado original, y el segundo, en el cual por la infusión de la gracia en su alma la Virgen es preservada de incurrir en el pecado original.
Esta distinción permite conciliar la efectiva exención del pecado original de la Virgen desde el primer instante de su existencia personal con su necesidad de ser redimida por Jesucristo, y por lo tanto, permite una explicación de la Inmaculada Concepción que se ajusta más a lo que la Iglesia ha definido al respecto que las teorías que eximen a la Virgen de todo débito de incurrir en el pecado original.
La única cuestión que discutimos en este “post” es si Santo Tomás enseñó de hecho esa doctrina.
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LA DISTINCIÓN ENTRE EL “DEBITUM” Y EL “FACTUM” EN SANTO TOMÁS
La distinción entre el débito de algo y ese algo efectivamente realizado la trae Santo Tomás al hablar de la distinción entre el débito de morir, que es consecuencia del pecado original, y la muerte efectiva.
En efecto, en Iª-IIae q. 81 a. 3 se pregunta si el pecado del primer padre se trasmite por generación a todos los hombres. En el arg. 1 se plantea la siguiente objeción:
“Parece que el pecado de los primeros padres no se trasmite por origen a todos los hombres. Porque la muerte es la pena consiguiente al pecado original. Pero no todos los que proceden seminalmente de Adán morirán, pues aquellos que se encuentren vivos en la venida del Señor nunca morirán, como se ve por lo que se dice en 1 Tes. 4: “nosotros que vivimos, no nos adelantaremos en la venida del Señor a los que durmieron”. Por tanto, ellos no contraen el pecado original”.Y responde en Iª-IIae q. 81 a. 3 ad 1:
“A lo que se objeta en primer lugar hay que decir que es más probable y comúnmente sostenido que todos los que se encuentren vivos en la venida del Señor morirán, y poco después resucitarán, como se dirá más completamente en la tercera parte. Pero si fuese verdad lo que algunos dicen, que aquellos nunca morirán, como narra Jerónimo diversas opiniones en cierta epístola a Minerio, hay sin embargo en ellos el reato o débito de la muerte, pero la pena es quitada por Dios, que también puede perdonar las penas por los pecados actuales”.Aquí aparece entonces en Santo Tomás la distinción entre el débito de incurrir en algo y el hecho de incurrir en ese algo, en este caso, concretamente, la muerte.
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LA INTERPRETACIÓN DEL CARD. CAYETANO
Cayetano interpreta que también está en la mente de Santo Tomás la distinción entre el débito de incurrir en el pecado original y el hecho de incurrir en el pecado original, y la aplica a la santificación de la Virgen en el vientre materno.
Como dice el padre Del Prado en la Introducción de su obra, p. LII:
“Cayetano lo expone e interpreta de este modo en sus Comentarios: “Esto no se ha de entender de otra manera que de la muerte, que es pena del pecado original; de modo que como todos los hombres incurren en la muerte, es decir, en la necesidad de morir, así todos incurren en el pecado original, es decir, en la necesidad de tener el pecado original. Y en este sentido milita la razón del Autor (Santo Tomás)”.Dice en efecto el Card. Cayetano en su “Tratado sobre la Concepción de la Bienaventurada Virgen María”, cap. III (citado por el P. Del Prado, p. 96):
“No piense alguno que estas cosas las digo por mi propia fantasía, sino vea a Santo Tomás en Ia. IIae., q. 81 a.3 (donde entre otras cosas trata aquello de Rom. 5: “Por un hombre el pecado pasó a todos, y por el pecado la muerte”) sosteniendo que por la “muerte” alcanza con entender el débito o reato de la muerte en la propia persona, aunque alguno no haya de morir nunca. De donde se tiene que como el Apóstol dice dos cosas juntas (que a todos llegan el pecado y la muerte), y como lo segundo, es decir, la muerte, se salva suficientemente explicando que se trata de la muerte o en acto o en débito en la propia persona, así también lo primero, es decir, el pecado, se salva explicando que es el pecado en acto o en debito en la propia persona”.
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No es claro, decimos nosotros, que efectivamente Santo Tomás haya pensado en aplicar esa distinción al caso de la santificación de la Virgen, porque no aparece en el texto citado de Santo Tomás que efectivamente haya pensado en aplicarla, no a la muerte, sino al pecado original, en general.
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Los que dicen que sí se apoyan para ello en otro texto de Santo Tomás del Comentario a las Sentencias. donde Santo Tomás pregunta si la muerte es el punto de partida para la resurrección en todos los casos.
Allí se plantea la siguiente objeción:
Super Sent., lib. 4 d. 43 q. 1 a. 4 qc. 1 arg. 3:
“Además, dice Agustín en el Enchiridion que las cuatro últimas peticiones de la oración dominical pertenecen a la vida presente, de las cuales una es: “perdona nuestras deudas”. Por lo tanto, la Iglesia pide que en esta vida le sean perdonadas todas las deudas. Pero la oración de la Iglesia no puede quedar en vano y no ser oída. Juan 16: 23: “Cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, os la dará”. Por lo tanto, en algún tiempo en esta vida la Iglesia conseguirá la remisión de todas las deudas. Pero una de las deudas que contraímos por el pecado del primer padre es que nazcamos en pecado original. Por tanto, en algún momento Dios dará esto a la Iglesia, que los hombres nazcan sin pecado original. Pero la muerte es pena del pecado original. Por lo tanto, habrá algunos hombres hacia el fin del mundo que no morirán, y así volvemos a lo anterior”.Y responde:
Super Sent., lib. 4 d. 43 q. 1 a. 4 qc. 1 ad 3
“A lo que se objeta en tercer lugar hay que decir que es erróneo sostener que alguien además de Cristo es concebido sin pecado original, porque quien fuese concebido sin pecado original no necesitaría la Redención que es hecha por Cristo, y así Cristo no sería el Redentor de todos los hombres. (…) Es necesario decir entonces, que cada uno necesita personalmente la Redención de Cristo, no solamente por razón de la naturaleza. Ser liberado del mal, o ser absuelto de la deuda, no puede sino el que incurre en la deuda, o es arrojado al mal, y así no es posible que todos reciban el fruto de la Redención del Señor en sí mismos, si no nacen todos deudores y sujetos al mal, por lo que el perdón de las deudas y la liberación del mal no puede entenderse en el sentido de que alguno nazca sin la deuda o inmune del mal, sino porque, naciendo con esa deuda, luego son liberados por la gracia de Cristo. Tampoco se sigue de ello que pueda afirmarse sin error que algunos nacen sin pecado original, por más que la muerte sea pena del pecado original, porque Dios puede por misericordia perdonarle a alguno la pena a la que está obligado por una culpa pasada, como envió a la adúltera sin pena en Jn. 8, y del mismo modo puede librar de la muerte a los que contrajeron el reato o débito de la muerte naciendo en pecado original, y por tanto, no se sigue que si no mueren, entonces no nacieron con pecado original”.
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Santo Tomás pone la objeción que dice que como a la Iglesia le serán perdonadas todas las deudas ya en esta vida, llegarán a nacer algunos sin pecado original, pues una de las deudas contraídas en Adán es la de nacer en pecado original.
Parece entonces que la objeción sí habla del debitum del pecado original, y que por tanto, el concepto de “debitum del pecado original” sí estaba en la mente de Santo Tomás.
En su respuesta, Santo Tomás comienza hablando de la Redención, y luego dice: “No puede ser librado del mal, o absuelto de la deuda, sino el que incurre en la deuda, o ha caído en el mal”. Y lo hace en referencia al Padre Nuestro, porque así se plantea la objeción, por lo que cabe pensar que tiene en mente esas dos peticiones del Padre Nuestro: “Perdona nuestras deudas” y “líbranos del mal”.
Hay que notar que en el Padre Nuestro, como dijimos, las “deudas” son ante todo los pecados. Por lo tanto, es posible que Santo Tomás, dado que la objeción hablaba del Padre Nuestro, haya usado aquí “deuda” por “pecado”, y luego Cayetano y los otros, preocupados con el tema de la Inmaculada Concepción, hayan visto en las “deudas” de este pasaje el “debitum” del pecado original, máxime que en la objeción ese “debitum” aparece.
Luego Santo Tomás dice: “Ser liberado del mal, o ser absuelto de la deuda, no puede sino el que incurre en la deuda, o es arrojado al mal”. “Ser arrojado al mal”, aquí, parece que hay que entenderlo a tenor de la petición del Padre Nuestro, “líbranos del mal”, donde ya no se trata del pecado, sino de los males que nos pueden sobrevenir, y también del Maligno.
Si eso es así, la “deuda” sigue siendo el pecado, en general.
La frase que sigue: “a no ser que todos nazcan deudores y sujetos al mal”, vuelve a lo mismo: todos nacen en pecado y sujetos a diversos males.
Así se entiende también que diga que “nacen con la deuda y luego son liberados por la gracia de Cristo”, lo cual se entiende si la deuda es el mismo pecado original, de lo contrario estaría diciendo solamente que todos nacen con el débito del pecado original y son liberados por la gracia de Cristo.
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Si bien la objeción, entonces, sí parece que habla del “debitum” del pecado original, podría ser que Santo Tomás no hablase del mismo en su respuesta, porque además, como el tema del artículo no es el pecado original, sino la muerte, y el pecado original fue introducido por el objetante para poder, con su no comparecencia en algunos, eliminar la necesidad de morir en ellos, a Santo Tomás le alcanza con establecer que aún contrayendo el pecado original y con él la necesidad de morir, se puede no morir por una gracia especial de Dios.
Es decir, la tesis de Santo Tomás es que todos van a morir, pero lo que señala en esta respuesta a la objeción es que aún si algunos no hubiesen de morir, no por eso habría que pensar que no contrajeron el pecado original, y con él, la necesidad de morir.
Por lo menos nos parece entonces que hay que decir que no es claro que en este pasaje, en su respuesta, queremos decir, Santo Tomás esté hablando del “debitum” del pecado original.
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¿ESTUVO LA VIRGEN EN ALGÚN INSTANTE DEL TIEMPO BAJO EL DÉBITO DEL PECADO ORIGINAL?
Dice el padre Cuervo:
“Lo cual no quiere decir que Ia Virgen tuviera personalmente el débito en ningún instante del tiempo, puesto que fue librada de él en el primer instante de su concepción”. (P. Cuervo, pp. 21 – 22)Aquí hay un problema, entendemos, porque si bien es clara la distinción entre los instantes lógicos o naturales y los instantes temporales, el hecho es que todo instante lógico o natural se da en algún instante temporal, si se da en algo actualmente existente, hablando, claro, de los entes de ese mundo material.
Por lo tanto, aún siendo ese “primer instante de la concepción” un instante lógico o natural, ha debido darse en algún instante temporal, y entonces, o en ese instante temporal se dio el “debitum” del pecado original, y la Virgen fue liberada de un “debitum” en el cual incurrió de hecho, y es falsa la primera parte de la frase, o no se dio, y la Virgen fue preservada del “debitum” por la gracia, y entonces no se entiende cómo la Virgen estuvo bajo el “debitum” del pecado original.
Dice justamente el padre Cuervo:
“Porque una redención preservativa de María, en virtud de los méritos de Jesucristo, que se extendiera al mismo débito o necesidad natural de contraer el pecado, sería una redención que la preservaría de la misma redención, lo cual es contradictorio. Tal es el dilema que encierra la doctrina de Santo Tomás: o débito personal de María con redención por Jesucristo, o concepción Inmaculada sin redención. Además, que no se puede dar preservación del débito, sin existencia del mismo débito. Por lo cual la negación de la existencia de todo débito en la Virgen, conduce lógicamente a la negación de la misma redención preservativa, tal como la conciben algunos”. (P. Cuervo, p. 25.)Y en el mismo sentido el padre del Prado:
“De la mancha del pecado original y del mismo pecado en tanto que tiene razón de culpa, no solamente es liberada [la Virgen], sino que también es preservada inmune; pero del débito de contraer e incurrir en su propia persona tanto en el pecado como en la mancha del pecado es liberada por la gracia del Redentor, pero no preservada, de lo contrario, no se daría el término “a quo” de la misma Redención, que es o el mismo pecado actualmente contraído o al menos el débito personal de incurrir en él y de contraerlo”. (Del Prado, p. LVIII)Y más claramente aún, donde habla de los modos posibles de Redención, cuando llega al modo en que la Virgen fue redimida:
“Un modo ciertamente extraordinario, pero por el cual se entiende que el alma racional se une a la carne infecta antes de ser santificada por la gracia, con anterioridad solamente natural y de orden, y así el alma, y por lo tanto, la persona de carne y alma constituida, no es preservada del débito personal de tener el pecado [original] y de incurrir en su mancha, sino que es liberada de él, y mientras es liberada del débito, es preservada del pecado [original] y de su mancha”. (P. del Prado, p. LVII.)Y nuevamente el padre Cuervo:
“Si la gracia redentora de Jesucristo no acudiera en su auxilio en el primer instante de su concepción, derramando en ella el tesoro de sus dones, librándola del débito y preservándola del pecado, entonces es cuando la Madre de Dios no tendría la perfección que le es debida”. (P. Cuervo, p. 26)
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Pero es que una liberación del débito en la Virgen que impida que ella esté bajo el débito un solo instante de tiempo es lo mismo que esa preservación del débito que rechaza el padre Cuervo.
La Virgen no existe personalmente fuera del tiempo, de modo que si en ningún instante de tiempo estuvo bajo el “debitum” del pecado original, entonces no estuvo bajo ese “debitum” simplemente hablando.
En cuanto a los instantes puramente lógicos y naturales, como ya dijimos, se dan siempre en algún instante temporal, siempre y cuando hablemos de los seres de este mundo. Por lo tanto, y en ese sentido, lo que ocurre en alguno de esos instantes lógicos, naturales o de razón ocurre por eso mismo en algún instante temporal, aunque no tenga prioridad temporal sino sólo lógica respecto de otras cosas.
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ARGUMENTOS A FAVOR DE QUE SANTO TOMÁS SÍ AFIRMÓ QUE LA VIRGEN ESTUVO AL MENOS UN INSTANTE DE TIEMPO BAJO EL PECADO ORIGINAL
1) Santo Tomás dice que la virgen “contrajo el pecado original” y que “estuvo bajo la mancha de la culpa original”.
IIIa, q. 27, a. 2, c:
“…de cualquier modo en que la Bienaventurada Virgen hubiese sido santificada antes de la animación, no habría incurrido nunca en la mancha de la culpa original, y así no habría necesitado la Redención y Salvación que es por Cristo…”El sentido natural de este texto es rechazar la hipótesis según la cual a) la Virgen habría sido santificada antes de la animación, deduciendo de ello algo inaceptable, a saber, que b) nunca habría necesitado la Redención de Cristo. Pero el nexo para esa deducción es que c) en ese caso la Virgen nunca habría incurrido en la mancha de la culpa original. Eso implica que, así como de a) se llega lógicamente a b) pasando por c), así también de la negación de b), que para Santo Tomás es un principio (todos fuera de Cristo necesitan la Redención de Cristo) se llega a la negación de a) pasando por la negación de c). Es decir, que para llegar a la conclusión según la cual la Virgen no fue santificada antes de su animación, Santo Tomás necesita que sea verdadera la negación de c), o sea, necesita que sea verdad que la Virgen estuvo al menos un instante de tiempo (lo contrario de “nunca”) bajo el pecado original.
A este argumento que hemos dado se lo critica desde dos puntos de vista: negando que “nunquam” tenga connotación temporal en el texto, y afirmando que por “mancha de la culpa original” alcanza con entender el “debitum” de contraer esa mancha, sin que sea necesario entender el hecho de contraerla.
Sobre el primer punto, ver más abajo, sobre el segundo, ver más arriba.
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IIIa, q. 27, a. 2, ad 2um:
“Pero la Bienaventurada Virgen contrajo ciertamente el pecado original, pero fue purificada de él antes de que naciese del útero”.Este “antes de que naciese del útero”, como vimos y como veremos, tiene una connotación de posterioridad temporal respecto de la animación. De hecho no se ve porqué si Santo Tomás pensaba que la santificación había sido en el mismo instante de la animación habría recurrido a una expresión tan vaga como ésa.
Además, esta frase, entendida, repito, en su sentido natural, indica que la Virgen fue purificada de aquello que contrajo. No es así en la explicación según la cual contrajo el débito del pecado original y fue purificada del pecado original mismo.
Y además, no fue, según esa interpretación, purificada del pecado original mismo en el sentido natural de “purificada”, sino mediante una “purificación preventiva o preservativa”.
¿No habría sido más claro y lógico plantear todo de otra manera, si en la mente de Santo Tomás hubiese sido la que dicen estos comentadores, en vez de escribir cosas que según ellos hay que entender torciendo continuamente el sentido natural de los textos? Sobre todo tratándose de un maestro de lógica y claridad como es Santo Tomás de Aquino.
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“Esto no podría ser, si se encontrase otra alma que nunca hubiese sido infectada por la mancha original, y por lo tanto, ni a la Bienaventurada Virgen, ni a alguno fuera de Cristo se le ha concedido eso”.El sentido del razonamiento es que si a alguna otra alma que no fuese la de Cristo se le hubiese concedido no estar nunca bajo el pecado original, se seguiría una consecuencia que se rechaza, que no puede ser (“esse non potest”) y por lo tanto, se rechaza ese antecedente: ni a la Bienaventurada Virgen ni a nadie fuera de Cristo se le concedió no estar nunca bajo el pecado original.
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Super Sent., lib. 3 d. 3 q. 1 a. 2 qc. 1 co.:
“En la primera [santificación], según es mantenido comúnmente por todos, [la Virgen] fue purgada del pecado original en cuanto a la mancha y al reato”.La expresión “purgada”, según su sentido natural, no significa “preservada de incurrir en algo”, sino “liberada de ese algo en el que se ha incurrido”.
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Super Sent., lib. 3 d. 3 q. 1 a. 2 qc. 2 co.:
“A la segunda cuestión hay que decir, que como en la primera santificación [de la Virgen] hubo una cierta incoación de emendación, removido el pecado original en cuanto a la culpa, y ligado el fomes, también hubo una cierta incoación de la confirmación…”De nuevo, la “remoción” del pecado original, según su sentido natural, no es la “preservación” del pecado original, sino la liberación del pecado original en el que se ha incurrido.
Y si se dice que aquí no se habla del pecado original, sino del débito de incurrir en él, el hecho es que Santo Tomás no está diciendo “removido el débito del pecado original”, o “removido el débito de la culpa”, sino “removido el pecado original en cuanto a la culpa”. De nuevo ¿por qué expresarse así, si lo que se pensaba era lo otro?
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2) Santo Tomás dice que si la Virgen hubiese muerto antes de la Pasión de Cristo, no habría sido admitida a la visión de Dios.
Super Sent., lib. 3 d. 3 q. 1 a. 2 qc. 1 ad 1:
“A lo primero, por lo tanto, hay que decir que si la Bienaventurada Virgen hubiese muerto antes de la Pasión de Cristo, no habría sido admitida a la visión de Dios, como tampoco los otros antiguos Padres, porque por más que en ellos había sido removido el reato [del pecado original] perteneciente a la persona, permanecía sin embargo el reato de la naturaleza, que es quitado por la Pasión de Cristo”.Esto es muy fuerte, porque no se entiende porqué para Santo Tomás la Virgen, es decir, en esa hipótesis, su alma, no habría podido acceder a la visión de Dios en caso de morir antes de la Pasión de Cristo, si en la misma mente de Santo Tomás estuviese la tesis que dice que la Virgen nunca contrajo de hecho el pecado original.
La razón por la que estos santos del A.T. no entraron al cielo hasta la Pasión de Cristo es porque si bien les había sido quitado el reato de la pena en lo que toca a sus personas, no les había sido quitado por lo que toca a su naturaleza, y lo mismo aplica Santo Tomás a la Virgen.
Lo que sucedió con esos santos del A. T., entonces, es que de hecho incurrieron en el pecado original en el momento de su animación, fueron en un tiempo posterior liberados del pecado original por la gracia de Cristo, y con él fueron liberados del reato personal respecto de la pena del pecado original, que es la pérdida de la visión de Dios, pero permaneciendo en ellos el reato de la naturaleza humana respecto de esa misma pena, el cual les fue quitado por Cristo en su “descensus ad inferos” “in triduo mortis”, y sólo entonces pudieron sus almas entrar en el Cielo.
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El débito del reato no es el reato mismo, como el débito de la muerte no es la muerte misma, pero además, como vimos, según la tesis que el padre del Prado y otros atribuyen a Santo Tomás, el mismo débito del pecado, y por lo tanto, del reato, fue suprimido en la Virgen por la gracia que la preservó de incurrir en acto en el pecado original. ¿Qué es entonces en la mente de Santo Tomás lo que habría impedido al alma de la Virgen ir al Cielo si ella hubiese muerto antes de la Pasión de Cristo?
¿Se dirá que en la Virgen fue suprimido, por la gracia, el débito del pecado original y del reato de la pena del pecado original por lo que toca a su persona, pero no por lo que toca a su naturaleza?
¿Es compatible eso con el axioma según el cual la Virgen tuvo la máxima pureza que es posible para una creatura? Eso equivale a preguntar: ¿era de algún modo necesario para que la Virgen pudiese ser redimida por Cristo que en ella permaneciese el débito del pecado original y del reato de la pena del pecado original por lo que toca a su naturaleza humana?
Claramente que no. La Redención de la Virgen consistió en que fue preservada de incurrir en el pecado original, en el que nunca incurrió de hecho,y en que fue liberada del débito de incurrir en él en el que había incurrido. Para esto es necesario solamente que en la Virgen estuviese, con anterioridad al menos lógica respecto de la acción de la gracia, el débito de incurrir en el pecado original, no que ese débito, borrado en ella por la gracia por lo que toca a su persona, permaneciese en ella por lo que toca a su naturaleza.
Obviamente, no se puede sostener tampoco que en la Virgen, después de su santificación, permaneció, por lo que respecta a su naturaleza, el reato de la pena del pecado original o el débito de ese reato, una vez suprimido el débito respecto del pecado original mismo tanto por lo que toca a su persona como por lo que toca a su naturaleza. El reato del pecado original sigue al pecado original, y el débito de ese reato sigue al débito de ese pecado.
Se puede objetar que de todos modos después de su santificación la Virgen estuvo sometida a penalidades que son consecuencia del pecado original, pero es que eso no va en contra del axioma que dice que la pureza de la Virgen fue la máxima pensable para una creatura en la actual economía de salvación, pues esas penalidades no tienen connotación moral negativa, como sí la tienen el pecado original, el débito de incurrir en él, el reato de la pena del pecado original, y el débito de incurrir en ese reato.
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3) Santo Tomás dice que la Virgen fue santificada después de su animación (“post eius animationem”)
Sobre esto, ver lo que dijimos arriba al hablar de la distinción entre la anterioridad y posterioridad temporales y las lógicas o naturales.
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4) Santo Tomás dice que la Virgen fue santificada “inmediatamente después” (“cito post”) de su animación.
Quodlibet VI, q. 5 a. 1 co.
“Por más que la Bienaventurada Virgen fuese concebida en pecado original, se cree sin embargo que fue santificada en el útero antes de nacer. Y así, acerca de la celebración de su concepción hay diversas costumbres en la Iglesia. La Iglesia romana y muchas otras, considerando que la Virgen fue concebida en pecado original, no celebran la fiesta de la concepción. Otros, considerando su santificación en el útero, cuyo tiempo se ignora, celebran la concepción; pues se cree que inmediatamente después de la concepción y la infusión del alma fue santificada. Por lo que esa celebración no debe ser referida a la concepción por razón de la concepción, sino más bien por razón de la santificación. Por eso no se debe celebrar la predicha concepción porque la Virgen haya sido concebida sin pecado original. Ni por eso se niega que haya sido la Virgen preparada de modo más especial que los otros, porque en la misma santificación recibió un don de gracia más copioso que el de los demás, no sólo para ser purgada del pecado original, sino también para que en toda su vida fuese inmune de todo pecado tanto mortal como venial, como dice Anselmo”.Aquí está el famoso “cito post” sobre el que tanto se ha escrito. Significa “inmediatamente después de”, “enseguida después de”, o también: “muy poco tiempo después de”.
Su sentido natural, de nuevo, apunta a una posterioridad temporal, y no solamente lógica, de razón o natural. Y nuevamente, si Santo Tomás tenía en mente una santificación en el instante mismo de la animación ¿por qué no lo dijo y en su lugar usó esta expresión vaga? No hay nada de vago en el instante mismo de la animación.
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“Aunque la Bienaventurada Virgen fuere concebida en pecado original, se cree sin embargo que habría sido santificada en el útero, antes de nacer. (…) se cree en efecto que inmediatamente después de la concepción y de la infusión del alma fuere santificada”.Aquí hay otro problema, porque el “cito post” se aplica a la concepción, que en la mente de Santo Tomás, como dijimos, es algunas semanas anterior a la animación. Y sin embargo, el “cito post” se aplica también a la animación, en ese texto. Por lo tanto, es innegable la connotación temporal del “cito post” en ese pasaje, y es muy sugerente, por lo menos, que ese “cito post” con esa connotación temporal se aplique a la conjunción de la concepción y la animación.
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5) Connotación temporal de la frase “nunca hubiese la Virgen incurrido en el pecado original”.
Dice Suárez, citado por el padre Del Prado, p. XXI.
“En el cuerpo del artículo entiende manifiestamente hablar de un orden temporal. Porque infiere como inconveniente que de otro modo la Bienaventurada Virgen nunca incurriría en la mancha de la culpa original”.El argumento de Suárez, como se ve, es que si es inconveniente que la Virgen no haya incurrido nunca en la mancha de la culpa original, entonces que alguna vez, es decir, en algún instante del tiempo, ha incurrido en ella.
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“Tampoco puede decirse razonablemente, si no se lo demuestra verdaderamente antes, que en el cuerpo del artículo Santo Tomás “manifiestamente quiere hablar de un orden temporal”; por más que infiera como inconveniente que de otro modo la Virgen nunca incurriría en la mancha de la culpa original; porque este inconveniente, es decir, nunca incurrir en la mancha de la culpa original, significa lo que mismo que ser santificada antes de la animación, como explícitamente afirma Santo Tomás en el mismo cuerpo del artículo diciendo: “Y si de cualquier modo hubiese sido santificada la Bienaventurada Virgen antes de la animación, nunca habría incurrido en la mancha de la culpa original, y así no necesitaría la redención y la salvación que es por Cristo.” Este es el inconveniente que Santo Tomás infiere lógicamente en el cuerpo del artículo, del cual no se sigue en lo más mínimo que el Doctor Angélico manifiestamente intente hablar de un orden temporal”. (Del Prado, p. XXXV)Y algo más extensamente más adelante:
“Hay que notar en primer lugar qué importa en su significado la proposición: “Nunca habría sido afectada por el contagio del pecado original”, o “Nunca habría incurrido en la mancha de la culpa original”. Lo cual el Doctor Angélico lo declara explícitamente, cuando de aquella proposición: “Si nunca hubiese sido (la Bienaventurada Virgen) afectada por el contagio del pecado original”, infiere “por tanto le habría sido concedido el ser santificada antes de la animación”. Por tanto, nunca haber sido afectado por el contagio del pecado original significa lo mismo en la presente cuestión que ser santificado antes de la animación de la carne. Y de modo semejante esto abiertamente manifiesta y corrobora Santo Tomás cuando, respondiendo al argumento no niega la consecuencia ni reprende el proceso lógico de la argumentación, sino que reduciendo al inconveniente, de aquella proposición “Si el alma de la Bienaventurada Virgen nunca hubiese estado afectada por el contagio del pecado original” infiere “Esto derogaría la dignidad de Cristo, según la cual es el salvador universal de todos”. Por tanto, “nunca ser afectado por el contagio del pecado original” significa lo mismo en la presente cuestión que “no necesitar la redención y la salvación que es por Cristo”. Consiguientemente estas tres: a) nunca ser afectado por el contagio del pecado original, o nunca incurrir en la mancha de la culpa original; b) ser santificado antes de la animación; c) no necesitar la redención y la salvación que es por Cristo: son proposiciones que se convierten, y de las cuales una se infiere necesariamente de la otra, y de las cuales, una vez admitida una de ellas, las otras dos deben también ser admitidas por lógica necesidad”. (Del Prado, p. 83)
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Por lo que parece, entonces, aquí la estrategia del padre Del Prado para negar que la frase “nunca habría estado la Virgen bajo el pecado original” implica que al menos en un instante de tiempo estuvo la Virgen bajo el pecado original, es identificar esa frase con otras en las que no aparece la palabra “nunca” y por lo tanto, la referencia temporal: “habría sido santificada antes de su animación” y “no habría necesitado la Redención de Cristo”.Contra esto: Santo Tomás no identifica “ser santificada la Virgen antes de la animación” con “nunca incurrir en la mancha de la culpa original”, ni con “no necesitar la Redención de Cristo”, sino que pone lo segundo como consecuencia de lo primero, y lo tercero como consecuencia de lo segundo, en un auténtico razonamiento o inferencia, que exige, como todo razonamiento propiamente dicho, que no haya identidad de significado entre las premisas y la conclusión.
Su razonamiento es: “Si la Virgen hubiese sido santificada antes de la animación, no habría incurrido en la culpa del pecado original, y si esto hubiese sido así, no hubiese necesitado la Redención de Cristo, lo que es falso. Por lo tanto, la Virgen no fue santificada antes de la animación”.
Del mismo modo alguien podría decir “Si llueve, me mojo, y si me mojo, me resfrío”, sin que tenga sentido sostener que para esta persona las proposiciones “Llueve”, “Me mojo”, y “Me resfrío” significan lo mismo.
De hecho, la carne de la Virgen podría haber sido purificada por el poder divino antes de su animación, y entonces su alma no habría incurrido en el pecado original ni en el débito del mismo, sin que por ello su alma hubiese sido santificada antes de la animación, por lo que no es cierto lo que al final dice el padre Del Prado, que de cualquiera de esas tres proposiciones se infieren necesariamente las otras dos.
Si hacemos que “ser santificada antes de la animación” y “no incurrir en la mancha de la culpa original” signifiquen lo mismo, entonces, o bien decimos que si la Virgen fue santificada antes de la animación, no necesitó la Redención de Cristo, y queda sin saberse el porqué de esa inferencia, o bien decir que si la Virgen no incurrió en la mancha de la culpa original, no necesitó la Redención de Cristo, lo cual es obvio, pero no se ve qué relación pueda tener con haber sido o no santificada la Virgen antes de la animación.
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Dice el padre Lépicier, citado por el padre Del Prado, pp. XXIII - XXIV:
“Y que esas palabras, “después de su animación”, no deben tomarse en la mente del Santo Doctor significando una posterioridad de naturaleza, caso en el cual concordarían con el dogma católico, porque es primero el concepto de la naturaleza que el concepto de la santificación, sino que deben tomarse como significando una posterioridad temporal, se demuestra evidentemente por las palabras que aparecen en las repuestas anteriores. Se dice en efecto que la Bienaventurada Virgen fue purificada del pecado original antes de su nacimiento, y que se ignora en qué tiempo la Bienaventurada Virgen fue santificada”.
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“En el Quodlibeto 6, artículo 7, no investiga Santo Tomás el instante o tiempo en que la Virgen fue santificada, y, lo que hay tener muy en cuenta, nunca se plantea la cuestión “Si fue santificada en el primer instante de su animación”, por lo que resulta impertinente ese dilema por modo de interrogación: “¿Por qué entonces si el Santo Doctor sostenía que la Bienaventurada Virgen fue santificada en su animación, ahí mismo…no lo dijo?” Porque entre sostener y no sostener [o negar] se da un medio, que es ignorar, y Santo Tomás, en III, q. 27, a. 2., ad 3um, dice: “En qué tiempo fue santificada, se ignora”, y todos igualmente lo ignoraban”. (Del Prado, pp. XLIII – XLIV)Y dice también Del Prado:
“Porque el mismo Doctor Angélico ahí mismo reconoce que ignora el momento o instante en el que la Bienaventurada Virgen fuese santificada. “La cual (santificación) cuando determinadamente ocurrió, es incierto”. Por lo tanto, si es incierto, ¿por qué negar que haya sido en el primer instante?” (Del Prado, p. XVIII)
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Pero si la Virgen fue santificada en el primer instante de su concepción, sí se sabe el momento o instante en que fue santificada, y muy determinadamente. No se entiende, entonces, que Santo Tomás diga que no sabe el instante de la santificación de la Virgen, si cree que fue en el primer instante de su animación.
Dice el padre Cuervo:
“Si Santo Tomás enseñara la santificación de María con posterioridad de naturaleza a su animación, no podría decir que se desconoce cuándo se realizó aquella (ignoratur), ni mucho menos afirmar que es incierto el momento preciso de la misma (incertum est). Porque en ese caso, ese momento sólo puede ser uno, y nada más que uno, es decir, el instante mismo de su animación. Pero Santo Tomás constantemente afirma que el momento de la santificación de María «ignoratur», «incertum est»”. (P. Cuervo, p. 33)
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7) Santo Tomás dice que la Virgen estuvo bajo el “fomes peccati”.
Dice el padre Cuervo:
“Como es sabido, según Santo Tomás, el pecado original consiste formalmente en la privación de la justicia original, y, materialmente en la concupiscencia o fomes peccati, efecto de la primera. Esto supuesto, es completamente inexplicable que Santo Tomás, después de considerar a la Virgen exenta del pecado original, haya admitido en ella el fomes peccati, lo que valdría tanto como poner el efecto sin la causa, y la pena sin el pecado. Pues enseña el Concilio Tridentino que el fomes proviene «ex peccato» e inclina «ad peccatum», lo cual no podría tener lugar en la Virgen, ya que no habiendo tenido pecado no podría ser en ella «ex peccato», y estando el fomes completamente ligado, tampoco sería «ad peccatum». Un verdadero contrasentido, o figmentum mentis”. (P. Cuervo, p. 36)
“Y sin ligadura seria atentar contra la misma santidad de María ponerlo en ella, lo cual también se verifica completamente ligado, puesto que en sí mismo el fomes es un germen o fomento de pecado, que tampoco puede admitirse en la Inmaculada. Si Santo Tomás hubiera afirmado la Inmaculada, no cabe duda que se le hubieran ocurrido cosas mucho mejores acerca de ella. Es tan fuerte este argumento que bastaría por sí solo para destruir toda hipótesis contraria, si otros no hubiera”. (P. Cuervo, p. 36 – 37)
“Y que Santo Tomás haya admitido la existencia del fomes peccati en la Virgen después de su primera santificación, es tan claro que nadie puede ponerlo en duda siquiera. Fomes ciertamente ligado, pero esta misma ligadura del fomes es también un argumento ineludible de que la santificación de María, de que nos habla Santo Tomás, no es preservativa del pecado original, sino una purificación del mismo después de contraído, «purgatio», «mundatio», como constantemente dice el mismo Santo Tomás. Y de aquí que la fiesta de la Concepción de María no deba celebrarse, según él, a no ser en cuanto significa la santificación antes de su nacimiento”. (P. Cuervo, p. 37)
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8) Por eso hay autores que sostienen que Santo Tomás, aun conociendo esa distinción entre el débito del pecado y el pecado mismo, no la aplicó al tema de la santificación de la Virgen.
Por ejemplo, Reginaldo Garrigou – Lagrange, O.P.:
“No distingue, como lo ha hecho muchas veces en otras partes, la posteridad de naturaleza, que puede y se debe admitir todavía hoy, de la posterioridad de tiempo, que es contraria al privilegio de la Inmaculada Concepción (…) no distingue bastante, este debitum incurrendi del hecho de incurrir en esta falta”. (Garrigou – Lagrange, La Madre del Salvador, p. 54 – 55)Y el mismo padre Cuervo:
“Y de aquí que la santificación de María haya sido para ella [según Santo Tomás] una verdadera «mundatio» o «purgatio» del pecado original, a semejanza de la de Jeremías o San Juan Bautista. No se coloca Santo Tomás, cuando habla de la santificación de la Virgen, en la hipótesis del sólo débito del pecado original, como sucede cuando se refiere a los que no han de morir en la segunda parusia, y por eso también es muy diferente su modo de expresarse en uno y otro caso. Pues en el segundo dice que fueron liberados de la muerte, que Dios les perdonó esta pena del pecado original, mientras que en el primero que Dios purificó, borró, en María, antes de su nacimiento, el pecado original que había contraído. Por eso mismo todos aquellos lugares en que Santo Tomás afirma que María contrajo el pecado original, se refieren sin duda ninguna a la contracción de hecho. Aquella hipótesis, o por mejor decir, doctrina fundamental suya de la distinción entre el acto y el débito del pecado, no fue operante en su espíritu en toda esta cuestión de la santificación de María”. (P. Cuervo, p. 36)Respecto del libro del padre del Prado, dice el padre Cuervo:
“Otra cosa que demuestra también con toda evidencia el libro de Del Prado, en esta obra, es que de los principios de Santo Tomás brotan con toda sencillez y espontaneidad la única Inmaculada verdadera, que es la Inmaculada definida, los cuales a su vez cierran la puerta a toda otra que no pase por el Calvario. Pero el padre Del Prado no se da cuenta de que toda esta labor deductiva es obra suya, y no de Santo Tomás, que no la afirmó nunca, aun cuando nunca la haya negado tampoco”. (P. Cuervo, p. 31)
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¿AFIRMÓ O NEGÓ SANTO TOMÁS LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA, O NI UNA COSA NI LA OTRA?
Como vemos por el último pasaje citado del padre Cuervo, están quienes dicen que ni la afirmó ni la negó.
Por ejemplo, el R. P. Garrigou – Lagrange O.P.:
“En el segundo período, al ver mejor las dificultades del problema, Santo Tomás duda y no se decide y pronuncia, pues los teólogos de su tiempo sostienen que María es inmaculada independientemente de los méritos de Cristo. Rehuye admitir esta posición por el dogma de la redención universal que, sin excepción, proviene del Salvador (Rom., III, 23; V, 12, 19; Gal., III, 22, II Cor., V, 14; I Tim., II, 6)”. (Garrigou – Lagrange, La Madre del Salvador, p. 54)Y también el padre Cuervo, O.P.:
“Porque Santo Tomás no se coloca nunca en la hipótesis del sólo débito del pecado original, cuando llega al terreno práctico de las soluciones en la cuestión de la santificación de María, que es precisamente el caso de la Inmaculada, no se puede decir con exactitud que la negó. No la afirmó, porque no se atrevió a afirmarla, ni a formularla siquiera, pero tampoco la negó. Pues no se puede decir que desconoció este caso, como sucede en los demás teólogos del siglo XIII, sino que después de conocerlo guarda un alto silencio acerca de él en toda esta cuestión, sin afirmarlo, ni negarlo, hallándose precisamente en esa hipótesis la clave de la solución verdadera. También es fatalidad…” (P. Cuervo, p. 36.)
“Santo Tomás conoció esa distinción del pecado, que él mismo establece por vez primera, y afirmó con suficiente claridad que para la redención bastaba el débito personal del pecado, sin la incursión actual en el mismo. Pero de hecho no la aplicó a la concepción de María, y a su redención por Jesucristo. De donde se sigue que su doctrina, materialmente considerada, coincide con la de los teólogos del siglo XIII en cuanto a la incursión de María en el pecado original. Pero formalmente mirada es muy distinta, porque los otros teólogos hacían esa afirmación creyéndola necesaria para salvaguardar en María las dos grandes verdades de fe, universalidad del pecado original y de la redención de Jesucristo, y Santo Tomás, viendo al mismo tiempo que la incursión de hecho en el pecado original no es necesaria para salvar su universalidad, ni tampoco la necesidad de la redención, sino que bastaba la de solo débito. Y sin duda vio también que sería preferible, y hasta cierto punto necesario, afirmar de la Virgen solamente la segunda, si para ello existiera fundamento suficiente. Por eso mismo no se puede decir que sea un adversario de la Inmaculada, ni contrario a ella, porque toda su doctrina básica y fundamental está inclinada hacia la Inmaculada Concepción, y propende totalmente a afirmarla, aun cuando él no se haya atrevido nunca a realizarlo”. (P. Cuervo, p. 38)
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Y entonces, ¿cómo Santo Tomás va estampar en su obra una doctrina como necesaria para salvaguardar la universalidad del pecado original y de la Redención de Cristo pensando que no es necesaria para ello y que más bien sería preferible y hasta cierto punto necesario afirmar lo contrario?
El hecho es que Santo Tomás dice que la Virgen estuvo bajo la mancha de la culpa original. Eso, o se entiende del pecado original actualmente contraído, o solamente del débito de incurrir en el pecado original.
En el primer caso, Santo Tomás negó la Inmaculada Concepción de María.
En el segundo caso, Santo Tomás afirmó la Inmaculada Concepción de María, porque la única forma en que la Virgen puede estar bajo el débito del pecado original y no bajo el pecado original actualmente contraído es precisamente por la Inmaculada Concepción.
Sin la Inmaculada Concepción, en efecto, no tendría sentido que Santo Tomás afirmase que la Virgen estuvo bajo el débito de incurrir en el pecado original y no afirmase que de hecho incurrió en el mismo.
Si suponemos entonces que en su mente Santo Tomás afirmaba o sostenía la Inmaculada Concepción, entonces Santo Tomás estaría diciendo una cosa mediante expresiones que naturalmente suenan a exactamente lo contrario de esa cosa.
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“Sobre todo en Santo Tomás, que busca tanto la exactitud en la expresión de los conceptos, es esto inconcebible. De lo contrario habría que suponer que, Santo Tomás quería obligar al lector en esta cuestión a entender los términos al revés, para que expresaran el sentido por él intentado. Y esto no lo hace nunca Santo Tomás”. (P. Cuervo, p. 34)Es decir, tenemos a un autor como Santo Tomás, santo, piadoso, mariano y maestro de la precisión intelectual filosófica y teológica, que escribe que la Virgen contrajo el pecado original.
Si ese autor hubiese sido un sostenedor de la Inmaculada Concepción ¿cómo habría podido escribir eso, y no más bien hacer las aclaraciones del caso? Más bien pensamos que habría estado dispuesto a morir antes de hacerlo.
Pero si no fue un sostenedor de tal doctrina, entonces hay que entender lo que escribió en el sentido de la negación de lo que siglos después fue dogma en la Iglesia, porque, como dijimos, no hay forma de no entender eso que él escribió como una negación de la Inmaculada Concepción que no implique la distinción entre incurrir en el débito del pecado original e incurrir en el pecado original mismo, todo ello inseparable de la afirmación de la Inmaculada Concepción.
Agregamos que cuando se argumenta contra la hipótesis que dice que Santo Tomás tenía en mente sólo el débito del pecado original, con los textos suyos en los que dice sin más que la Virgen contrajo el pecado original, responder que esos textos han de entenderse solamente del débito del pecado original es razonar en forma circular. Los hechos, también los hechos textuales, están para verificar o corregir las hipótesis, no para ser adaptados a ellas.
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También dice el padre Cuervo:
“Tanto más cuanto que si él no aplicó el primer principio a la concepción de María, no fue porque lo rechazara, cosa que nunca hizo, ni tampoco porque juzgara que no se le podía aplicar, sino sencillamente porque eso no se podía hacer sin fundamento suficiente que lo justificara. Y en el tiempo en que él vivió este fundamento no existía, y ni el estado en que esta cuestión se encontraba entonces, ni el ambiente que le rodeaba lo podían aconsejar prudentemente” (P. Cuervo, p. 47)Aquí hay un matiz, porque no se trata de que Santo Tomás sostenía en su mente la Inmaculada Concepción, a no ser que se diga que lo hacía sin tener fundamento suficiente para ello, lo cual no es creíble en el caso de Santo Tomás.
Como ya dijimos, dado lo que Santo Tomás escribe, negar que haya afirmado la Inmaculada Concepción equivale a decir que la negó.
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CONCLUSIÓN
Nos parece mucho más probable la interpretación de los textos de Santo Tomás según la cual en ellos se afirma o implica, según el caso, que la Virgen estuvo efectivamente en algún momento del tiempo bajo el pecado original propiamente dicho, lo cual no puede afirmarse hoy en la Iglesia sin caer en herejía, luego de la definición de la Inmaculada Concepción de María.
En realidad, la negación de la Inmaculada Concepción era la tesis común de los grandes teólogos de la época de Santo Tomás, desde que San Bernardo se había pronunciado vehementemente en contra de esa fiesta litúrgica, que por otra parte tampoco se celebraba en la Iglesia de Roma.
Parecía un obstáculo insalvable para la misma la universalidad de la Redención obrada en Jesucristo, que se la veía como inseparable de la universalidad de la transmisión efectiva del pecado original como tal.
Le tomó seiscientos años más a la Iglesia definir el dogma de la Inmaculada Concepción, así que no parece del todo justo pedirle a Santo Tomás que se adelantara aisladamente seis siglos al juicio de la Iglesia contra la opinión del común de sus colegas y sin apoyo por ese entonces del Magisterio.
Es cierto que en la generación siguiente eso fue precisamente lo que hizo el Beato Duns Escoto, apoyado en el concepto de la “redención preventiva o preservativa” en atención a los méritos de la Pasión de Cristo, por el cual la Virgen también es redimida sin que por ello haya incurrido efectivamente en el pecado original, pero es que tampoco se lo hubiese podido criticar demasiado si no lo hubiese hecho.
Y con todo eso, no se puede negar que ha sido precisamente el tomismo, basado en los principios de Santo Tomás, el que ha proporcionado la teología más firme y segura acerca de la Inmaculada Concepción, con la distinción entre el débito de contraer el pecado original y el pecado original mismo.
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En efecto, entendemos que queda más claramente destacado el dogma de la Inmaculada Concepción si se acepta que un autor que dijo que la Virgen contrajo el pecado original e incurrió en la mancha de la culpa original negó esa doctrina, en vez de afirmarla.
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En la primera, refiere lo que dicen los teólogos tomistas carmelitas conocidos como los “Salmanticenses”, cuyas palabras hemos traducido del latín:
“Es muy digno de ser conocido por todos el testimonio de los insignes teólogos Salmanticenses, tomistas sinceros y leales como el que más. “Considerando sinceramente estas cosas, sea las que escribió de joven acerca de las Sentencias, sea las que ya maduro en la Suma Teológica y otros lugares, a favor de la contracción del pecado original [por parte de la Virgen] son claras y coherentes entre sí, de tal modo que en conciencia no nos atrevemos a entenderlas del sólo débito. Leímos muchas veces los dichos textos, meditamos atentamente su secuencia, palabras y ápices, deseando y buscando el camino para poder afirmar sin perjuicio de la verdad que Santo Tomás no rechazó la piadosa sentencia [de la Inmaculada Concepción] pero de ningún modo pudimos encontrarlo (lo cual no decimos sin dolor del alma)”. Cursus theol., VIII, disp. 15, dub. 5.” (P. Cuervo, p. 30)La segunda cita es del mismo padre Cuervo, sólo que nosotros, apoyados también por el reconocimiento que hace el padre Cuervo de que la “materialidad” de la doctrina de Santo Tomás incluye a la Virgen en el pecado original, extendemos el sentido de estas palabras que siguen, incluyendo el que Santo Tomás no solamente no enseñó la doctrina que con el tiempo iba a ser definida por la Iglesia, sino que además muy probablemente la negó, como hemos dicho y como de hecho reconocen los Salmanticenses en el texto citado por el mismo padre Cuervo.
Dice la cita en cuestión:
“Es persuasión nuestra firme, que Santo Tomás no enseña, ni afirma la concepción inmaculada de María; el Padre Henno, franciscano, inculpa a los dominicos de no ser solícitos en la defensa de su gran maestro en la cuestión de la Inmaculada, cosa que, según él, es muy fácil. Pero a nosotros nos parece del todo imposible, siempre que se trate de una enseñanza formal o explícita. Pocas veces se habrá dicho con mayor razón: amicus Plato, sed magis amica veritas. El tomismo verdadero consiste en la profesión de la verdad limpia y pura”. (P. Cuervo, p. 33)
No sin Grave Daño
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