martes, 19 de enero de 2021

PANDEMIA DE LEYES: LA TORMENTA PERFECTA (PARTE I)

Publicamos un análisis de la realidad política y social, una visión clara que disipa las brumas de la narrativa oficial que se nos sirve en dosis masivas. 

En estos días se habla mucho de los "constructores" que representan el mantra de la actualidad. La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en la piedra angular. Espero poder ver cuándo serán enterrados entre los escombros de sus construcciones relativistas cuando no sean deconstrucciones nihilistas forjadas sin la piedra angular.


Este artículo apareció de forma adaptada en el número de La Verità del 15 de noviembre de 2020. En ese momento, por un error editorial, se publicaron algunas elaboraciones numéricas provisionales. El siguiente texto y las notas explicativas rectifican e integran lo publicado en la versión impresa.

Trabajando meses atrás en "confinamiento", observé que ningún problema real o presunto, simple o difícil, sanitario o no sanitario, individual o colectivo, puede solucionarse privándose de los recursos necesarios para su solución. Luego destaqué, entre otras cosas, que para proteger a una comunidad en riesgo es necesario poner a quienes no están en riesgo en condiciones de hacer efectiva esa protección. 

El caso de hoy no niega la regla y de hecho, es el corolario de la confirmación de una ley natural más amplia: si los más frágiles están expuestos a un cierto peligro, la población restante está llamada a actuar para que gocen de cuidados, protección, ingresos, apoyo físico y moral. No activar un "confinamiento" y socavar la capacidad productiva y la serenidad de quienes deben hacerse cargo de los vulnerables.

Después de haber escrito estas cosas, consideradas obvias, encontré que la conciencia de la contradicción era mucho más amplia de lo que imaginaba. Aparte de los pocos "expertos" que lograron llevar este tema a las pantallas de televisión, cada vez más personas midieron la desproporción entre el daño, aunque oficialmente limitado, del problema y los universales de su "medicina"

Con el regreso del encierro otoñal, grandes multitudes ocuparon las plazas italianas para reclamar el derecho a vivir de su trabajo y así contribuir al bienestar, y por tanto también a la salud, de su comunidad. No se trataba de posiciones heréticas o -lo que sea que eso signifique- "negacionistas", si es cierto que el 9 de octubre uno de los enviados especiales de la OMS para la emergencia Covid-19, David Nabarro, declaró en un videocast de la revista Espectador que:
en la OMS no invocamos los confinamientos como el medio principal para controlar este virus. La única situación en la que creemos que un confinamiento está justificado es aquella en la que hay que ganar tiempo para reagruparse [...] pero, en general, no lo recomendamos [...] Mira lo que está pasando con los niveles de pobreza. La pobreza mundial podría duplicarse en el próximo año [...] Es una catástrofe mundial terrible y aterradora, por lo que hacemos un fuerte llamamiento a los líderes mundiales: dejen de utilizar los confinamientos como principal método de control. Desarrollen mejores formas de hacer esto. Trabajen juntos, aprendan unos de otros, pero recuerden: los confinamientos solo tienen una consecuencia que no deben pasar por alto en absoluto, que es hacer que los pobres sean terriblemente más pobres.
Allí el Dr. Nabarro ni siquiera mencionó la enfermedad Covid-19, "una enfermedad normal" (así lo dice el Dr. Roberto Bernabei, miembro de la CTS del Gobierno) que, afectando casi solo a las personas que ya no tienen edad para trabajar, ni siquiera podía acercarse al objetivo monstruoso de duplicar la pobreza en el mundo. La "terrible y espantosa catástrofe global" fue en cambio la de su supuesto remedio, ya anunciado en abril por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, según el cual los cientos de millones de personas que padecen hambre se duplicarían debido a los "confinamientos", y sufrieron de manera ejemplar por ejemplo, una nación desarrollada como la Argentina, reducida a la pobreza tras ocho meses de cierre ininterrumpido y sin embargo... de crecimiento ininterrumpido de contagios.


De las muchas formas en que los "encierros" erosionan la salud de todos de forma gratuita, la económica es sólo la más obvia. Con el desempleo, las quiebras de comercios, el empobrecimiento y la precariedad, no solo se deteriora el bienestar físico y mental de las personas, sino también la riqueza de las autoridades fiscales de todos y por tanto la posibilidad de disfrutar de los servicios públicos, incluidos los servicios de salud. Por lo tanto, la economía solo se agravará debido a la falta de recursos fiscales para destinarlos a personal, maquinaria, medicamentos y estructuras. 

A esta parte emergente del problema hay que añadir la parte más profunda de los inconvenientes que provoca la incertidumbre del futuro, el miedo a las sanciones, al encarcelamiento en el domicilio (que, advierte el propio Bernabei, "mata como el virus"), el aislamiento de los más vulnerables y el miedo a acudir a los servicios de salud incluso para enfermedades mucho más letales como el cáncer, cuyo cribado ya se habría reducido en casi un millón y medio en la primera mitad del año. 

Pero falta la parte más preocupante, porque tiene un efecto prolongado, la que afecta a niños y jóvenes, que sin tener que temer la nueva enfermedad se tragan la supuesta droga más que nadie: con segregación, separación de sus compañeros, falta de actividad física en lugares al aire libre, el debilitamiento de las figuras parentales, el declive de la educación y el abandono escolar, la alienación del aprendizaje a distancia y la adicción a la computadora. Las heridas infligidas a los más jóvenes se vuelven crónicas y se transmitirán a las generaciones futuras.

Adoptando cualquier definición de "salud", no hay duda de que el "encierro" es hoy en día un patógeno pandémico capaz de producir un amplio espectro de síndromes y complicaciones, incluso fatales. Por tanto, sería urgente realizar estudios epidemiológicos [1] sobre su impacto en las poblaciones involucradas, como ya se ha hecho en el pasado al abordar los efectos de la austeridad fiscal. 

A la espera de tales investigaciones, las experiencias y los datos disponibles se pueden utilizar para esbozar una comparación entre el patógeno de "encierro" (E) y el viral (V) del cual E quisiera ser el antídoto [2]. En cuanto a la morbilidad, V produce síntomas en menos del 1% de la población italiana [3] y desde el inicio de la "epidemia" ha afectado grave o críticamente al 0,1%, [4] mientras que E afecta a todos (100%). En cuanto a patogenicidad y letalidad, V puede desencadenar una enfermedad respiratoria de leve (36,5% de los casos) a grave (5,8%) [5] y no causa la muerte en el 97,8% de las personas infectadas menores de 80 años (99,1% en los menores de 70 años), [6 ] mientras que a la fecha se han confirmado 174 casos de defunciones (0,02% de los infectados o, proyectado sobre el total de defunciones, 0,13%) que aún no tenían enfermedades crónicas o graves. 

E puede desencadenar uno o más estados patológicos invalidantes ligados a privaciones materiales, sociales y emocionales, sedentarismo, estrés, conflictos y acceso limitado a servicios sociales y de salud, cuya letalidad potencial está documentada, pero aún no cuantificada en el caso. 

Además, V mata a personas de una edad promedio igual a la esperanza de vida nacional, mientras que E amenaza la vida en todos los grupos de edad, habiendo triplicado hasta la fecha la tasa de mortalidad entre los infantes recién nacidos y con ataques cardíacos y prometiendo que mañana provocará muertes por cáncer "la próxima pandemia"

Finalmente, en términos de impacto social, V impone una mayor precaución hacia los grupos sensibles (tercera y cuarta edad, inmunosuprimidos, enfermos crónicos, etc.) especialmente en las áreas de mayor riesgo y una mejora de los servicios de salud dedicados, mientras que E exige el cierre de escuelas, universidades, teatros, parques, instalaciones deportivas y establecimientos comerciales, la represión de los derechos constitucionales, la soledad, las penurias de la población y una recesión económica de muchos puntos porcentuales.


Los indicadores epidemiológicos disponibles y aproximables por orden de magnitud sugieren que el riesgo para la salud que representa E supera claramente al de V, tanto por el número y gravedad de las patologías asociadas, como por la universalidad de los sujetos que las sufren. 

Por estos motivos, si bien queda por verificar la mayor letalidad de sus efectos individuales, es plausible, si no cierto, según las alarmas reportadas por expertos internacionales y de salud, que esté destinado a expresar una mortalidad global mucho mayor. 

Por lo tanto, debe aceptarse la hipótesis de que los síndromes de encierro representan el nuevo evento patológico más importante, aunque desatendido, que hoy amenaza el bienestar y la vida de las poblaciones del mundo

Que, en fin, la principal epidemia por la que debemos preocuparnos es la propagada por la práctica de los "encierros", tanto más incomprensible no sólo porque parece bastante lejos de mantener los efectos de contención que promete, [8] sino más aún porque se produce, esta vez de verdad, sin tramas imaginarias, en el laboratorio, ingeniosamente diseñadas por hombres, codificadas meticulosamente en las leyes e infligidas a los ciudadanos por la fuerza pública, para que no se activen los anticuerpos del trabajo, la sociabilidad y la crítica, en lugar de detener al supuesto bicho, la epidemia artificial así establecida ha superado a su antagonista natural en todas las dimensiones posibles y lo ha protegido para agregar al daño contenido por el virus el daño irreprimible de su propia furia y poner a la humanidad en un círculo de destrucción.

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1. Ver P. Poletti et al., Probabilidad de síntomas y enfermedad crítica después de la infección por SARS-CoV-2 y nota 2, fuente 2), p. 21. De una muestra de 304 sujetos positivos entre 0 y 19 años, el 18,09% informó síntomas. Los síntomas acumulados en el grupo de edad serían por tanto (18,09% * casos) = (18,09% * 102,419) = 18,528, lo que representa sobre la población 0-19 años (18,528 / 10,720,000) = 1,73 ‰.

2. Los siguientes datos están extraídos de las páginas web del Istituto Superiore di Sanità consultadas el 15 de noviembre de 2020: 1) Datos infográficos de la vigilancia integrada de COVID-19 en Italia. Datos acumulados; 2) Informe de la epidemia de COVID-19. Actualización nacional 7 de noviembre de 2020-11: 00 h; 3) Características infográficas de los pacientes que murieron positivos por la infección por SARS-CoV-2 en Italia. Datos al 11 de noviembre de 2020. Cabe recordar que ciertamente se subestiman los números absolutos de pacientes asintomáticos (más difícilmente los de pacientes sintomáticos, especialmente si son graves).

3. Ver nota 2, fuente 2), p. 22. Las personas infectadas sintomáticas son (pauci + leve + grave + crítica) = 46,110 + 94,295 + 19,261 + 3,125 = 162,791, de una muestra analizada de 384,531 infectados (74,6% de 515,522 casos confirmados). La estimación de la proyección resulta como (sintomático / 74,6%) / (población italiana) = (218,246 / 60,360,000) = 0,36%.

4. Ver nota 3. La incidencia de casos graves y críticos (19.261 + 3.125) en la muestra analizada hasta la fecha (384.531) es del 5,82%. La proyección sobre el total de casos desde el inicio (1.070.524), igual a (1.070.524 * 5,82%) = 62.322, asciende a (62.322 / 60.360.000) = 0,10% de la población.

5. Ver nota 3. Leve = (pauci + leve) / (casos confirmados) = (46.110 + 94.295) /384.531. Grave = (grave + crítico) / (casos confirmados) = (19.261 + 3.125) /384.531.

6. Ver nota 2, fuente 2), p. 21. La no letalidad es (1 - letalidad).

7. Ver nota 2, fuente 3), de un total de 1.070.524 casos desde el inicio. Las historias clínicas analizadas hasta el momento son 5.234 (12,85%). La proyección de muertes sin otras patologías ascendería a (174 / 12,85%) = 1.354 unidades.

8. El caso único en Europa del gobierno sueco, que optó por no instituir "encierros", a menudo ha sido criticado por no lograr el objetivo deseado de algunas personas de inmunizar a la población. Sin embargo, el hecho de que Suecia se ubique en la media europea de incidencia de infecciones debería ser suficiente para cuestionar seriamente la eficacia profiláctica de los cierres. Por el contrario, la citada Argentina es el país que más y más ha practicado el "encierro" y, en conjunto, el cuarto del mundo por incidencia de defunciones y el séptimo por incidencia de casos. 

Parte II


Chiesa e Postconcilio




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