INSTRUCCION
COMME LE PRÉVOIT
Sobre la traducción de textos litúrgicos para
Celebraciones con una Congregación
Consilium para la Constitución sobre Liturgia
1. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia prevé que muchos textos latinos de la liturgia romana se traduzcan a diversas lenguas (art. 36). Aunque muchos de ellos ya han sido traducidos, la labor de traducción no está llegando a su fin. Se han editado o preparado nuevos textos para la renovación de la liturgia. Sobre todo, tras la suficiente experimentación y el paso del tiempo, será necesario revisar todas las traducciones.
2. De acuerdo con el art. 36 de la Constitución Sacrosanctum Concilium y n. 40 de la Instrucción de la Congregación de Ritos Inter Oecumenici, se establece así la labor de traducción de los textos litúrgicos: Corresponde a las conferencias episcopales decidir qué textos deben traducirse, preparar o revisar las traducciones, aprobarlas y, “después de la aprobación, es decir, de la confirmación, por parte de la Santa Sede”, promulgarlas.
Cuando en varios países se habla una lengua común, las conferencias episcopales que hablan la misma lengua deben nombrar comisiones internacionales para hacer un texto único para todos (carta del cardenal Lercaro a los presidentes de las conferencias episcopales, del 16 de octubre de 1964).
3. Aunque estas traducciones son responsabilidad de la autoridad territorial competente de cada país, parece deseable observar principios comunes de procedimiento, especialmente para los textos de mayor importancia, con el fin de facilitar la confirmación por parte de la Sede Apostólica y lograr una mayor unidad en la práctica.
4. Por lo tanto, el Consilium ha creído oportuno establecer en esta declaración, en términos comunes y no técnicos, algunos de los principios teóricos y prácticos más importantes para orientar a todos los que están llamados a preparar, aprobar o confirmar traducciones litúrgicas.
I. Principios generales
5. El texto litúrgico, en cuanto signo ritual, es un medio de comunicación oral. Es, ante todo, un signo percibido por los sentidos y utilizado por los hombres para comunicarse entre sí. Pero para los creyentes que celebran los ritos sagrados, una palabra es en sí misma un “misterio”. Por medio de palabras habladas, Cristo mismo habla a su pueblo y el pueblo, por medio del Espíritu en la Iglesia, responde a su Señor.
6. La finalidad de las traducciones litúrgicas es proclamar el mensaje de salvación a los creyentes y expresar la oración de la Iglesia al Señor: “Las traducciones litúrgicas se han convertido... en la voz de la Iglesia” (discurso de Pablo VI a los participantes en el congreso sobre las traducciones de los textos litúrgicos, 10 de noviembre de 1965). Para alcanzar este fin, no basta con que una traducción litúrgica se limite a reproducir las expresiones e ideas del texto original.
Más bien debe comunicar fielmente a un pueblo determinado, y en su propia lengua, lo que la Iglesia, por medio de ese texto dado, quiso comunicar originalmente a otro pueblo en otro tiempo. Una traducción fiel, por lo tanto, no puede juzgarse sobre la base de palabras individuales: hay que tener presente el contexto total de este acto específico de comunicación, así como la forma literaria propia de la lengua respectiva.
7. Así, en el caso de la comunicación litúrgica, es necesario tener en cuenta no sólo el mensaje que se quiere transmitir, sino también el orador, el público y el estilo. Las traducciones, por lo tanto, deben ser fieles al arte de la comunicación en sus diversos aspectos, pero especialmente en lo que se refiere al propio mensaje, al público al que va dirigido y al modo de expresión.
8. Aunque en la comunicación oral el mensaje no pueda separarse de la forma de hablar, el traductor debe tener en cuenta ante todo el significado de la comunicación.
9. Para descubrir el verdadero significado de un texto, el traductor debe seguir los métodos científicos de estudio textual que utilizan los expertos. Esta parte de la tarea del traductor es evidente. Cabe añadir algunos puntos en relación con los textos litúrgicos:
10. Si es necesario, primero debe establecerse un texto crítico del pasaje para que la traducción pueda hacerse a partir del original o, al menos, del mejor texto disponible.
11. Los términos latinos deben considerarse a la luz de sus usos históricos o culturales, cristianos o litúrgicos. Por ejemplo, el uso cristiano primitivo de devotio difiere de su uso en la época clásica o más moderna. s. El latín oratio significa en inglés no una oración (uno de sus sentidos en latín clásico) sino una plegaria -y esta palabra inglesa tiene diferentes significados, como oración de alabanza u oración en general u oración de petición. Pius y pietas se traducen muy inadecuadamente en inglés como pious y piety (piadoso y piedad). En un caso, el latín salus puede significar salvación en sentido teológico; en otros, seguridad, salud (salud física o salud total) o bienestar. Sarx-caro se traduce inadecuadamente en inglés como carne. Doulos-servus y famula se traducen inadecuadamente en inglés como esclavo, siervo, sierva. También hay que considerar la fuerza de una imagen o metáfora, si es rara o común, viva o gastada.
12. El traductor debe tener siempre presente que la “unidad de sentido” no es la palabra individual, sino el pasaje en su conjunto. Por lo tanto, el traductor debe tener cuidado de que la traducción no sea tan analítica que exagere la importancia de frases concretas al tiempo que oscurece o debilita el significado del conjunto. Así, en latín, el amontonamiento de ratam, rationabilem, acceptabilem puede aumentar el sentido de la invocación. En otras lenguas, la sucesión de adjetivos puede debilitar la fuerza de la oración. Lo mismo ocurre con beatissima Virgo o beata et gloriosa o la adición rutinaria de sanctus o beatus al nombre de un santo, o el uso demasiado casual de superlativos. En inglés, el subrayado es a veces el medio más eficaz para enfatizar.
13. Para mantener el significado correcto, las palabras y expresiones deben usarse en sus propios significados históricos, sociales y rituales. Así, en las oraciones para la Cuaresma, ieiunium tiene ahora el sentido de observancia cuaresmal, tanto litúrgica como ascética; el significado no se limita a la abstinencia de alimentos. Tapeinos-humilis tenía originalmente connotaciones de “clase” que no están presentes en el inglés humble (humilde) o incluso lowly (modesto). Muchas de las frases de acercamiento al Todopoderoso se adaptaron originalmente de las formas de dirigirse al Soberano en las cortes de Bizancio y Roma. Es necesario estudiar hasta qué punto debe intentarse ofrecer equivalentes en inglés moderno para palabras como Quaesumus, dignare, clementissime, maiestas y similares.
14. La exactitud y el valor de una traducción sólo pueden evaluarse en función de la finalidad de la comunicación. Para servir a las congregaciones particulares que la utilizarán, al traducir deben observarse los siguientes puntos.
15. La lengua elegida debe ser la de uso “común”, es decir, adecuada al mayor número de fieles que la hablan en el uso cotidiano, incluso “niños y personas de escasa instrucción” (Pablo VI en la alocución citada). Sin embargo, la lengua no debe ser “común” en el mal sentido, sino “digna de expresar las más altas realidades” (ibid.). Además, el significado bíblico o cristiano correcto de ciertas palabras e ideas siempre necesitará explicación e instrucción. Sin embargo, no debe exigirse al pueblo ninguna formación literaria especial; los textos litúrgicos deben ser normalmente inteligibles para todos, incluso para los menos instruidos.
Por ejemplo, temptation como traducción de tentatio en el Padrenuestro es inexacta y sólo puede inducir a error a las personas que no son biblistas. Del mismo modo, scandal en el sentido corriente de chismorreo es una traducción engañosa del scandalum de las Escrituras. Además, los textos litúrgicos deben poseer a veces una verdadera calidad poética, pero esto no implica el uso de una “dicción poética” específica.
16. Para que una traducción sea comprendida por los oyentes en el mismo sentido que las verdades reveladas expresadas en la liturgia, deben observarse algunos otros principios.
17. Cuando se toman palabras del llamado vocabulario sacro actualmente en uso, el traductor debe considerar si el significado común cotidiano de estas palabras y frases lleva o puede llevar un significado cristiano. Estas frases pueden tener un significado precristiano, cuasicristiano, cristiano o incluso anticristiano. El traductor también debe considerar si esas palabras pueden transmitir exactamente la acción litúrgica cristiana y la manifestación de fe. Así, en la Biblia griega, la palabra hieros (sarer) se evitaba a menudo por su conexión con los cultos paganos y, en su lugar, se sustituía por la palabra más rara hagios (sanctus). Otro ejemplo. El significado propio de la palabra bíblica hesea-eleos-misericordia, no se expresa con precisión en inglés por mercy o pity (misericordia o piedad). De nuevo, la palabra mereri en latín clásico significa a menudo to be worthy of something (ser digno de algo), pero en el lenguaje de la liturgia tiene un significado muy diferente del antiguo: “Hago algo por lo que soy digno de un premio o una recompensa”. En inglés, la palabra to deserve (merecer), cuando se utiliza por sí sola, conserva el sentido más estricto. Una traducción llevaría a error si no tuviera en cuenta este hecho, por ejemplo, al traducir Quia quem meruisti portare en el himno Regina caeli como Because you deserved to bear...
18. Ocurre a menudo que no existe una palabra de uso corriente que corresponda exactamente al sentido bíblico o litúrgico del término que hay que traducir, como en el uso de la iustitia bíblica. Hay que elegir entonces la palabra más adecuada que, por su uso habitual en diversos textos catequéticos y en la oración, se preste a asumir el sentido bíblico y cristiano pretendido por la liturgia. Tal ha sido la evolución de la palabra griega doxa y de la latina gloria al traducir la hebrea kabod. La expresión hominibus bonae voluntatis traducida literalmente como a hombres de buena voluntad (o buena voluntad a los hombres para subrayar el favor divino) será engañosa; ninguna palabra o frase inglesa reflejará completamente el latín original o el griego que traduce el latín. En inglés, mystery significa algo que no puede explicarse fácilmente, o bien un tipo de drama o ficción. La palabra venerabilis (como en sanctas et venerabiles manus) tampoco puede traducirse por venerable, que hoy en día significa anciano.
19. En muchas lenguas modernas hay que crear un lenguaje bíblico o litúrgico mediante el uso. Esto se logrará más bien infundiendo un sentido cristiano a las palabras comunes que importando términos poco comunes o técnicos.
20. La oración de la Iglesia es siempre la oración de una comunidad real, reunida aquí y ahora. No basta que una fórmula transmitida de otro tiempo o región sea traducida literalmente, aunque sea con precisión, para el uso litúrgico. La fórmula traducida debe convertirse en la oración genuina de la congregación y en ella cada uno de sus miembros debe poder encontrarse y expresarse.
21. Por lo tanto, una traducción de la liturgia requiere a menudo una adaptación prudente. Pero los casos difieren:
22. A veces un texto puede traducirse palabra por palabra y mantener el mismo sentido que el original, por ejemplo, pleni sunt caeli et terra gloria tua.
23. A veces hay que cambiar las metáforas para mantener el verdadero sentido, como en locum refrigerii en las regiones septentrionales.
24. A veces el sentido de un texto ya no puede entenderse, bien porque es contrario a las ideas cristianas modernas (como en terrena despicere o ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris), bien porque tiene menos actualidad (como en algunas frases destinadas a combatir el arrianismo), bien porque ya no expresa el verdadero sentido original “como en ciertas formas obsoletas de penitencia cuaresmal”. En estos casos, mientras la enseñanza del Evangelio permanezca intacta, no sólo hay que evitar expresiones inapropiadas, sino encontrar otras que expresen un significado correspondiente con palabras modernas. Hay que poner el máximo cuidado en que todas las traducciones no sólo sean bellas y adecuadas a la mente contemporánea, sino que expresen la verdadera doctrina y la auténtica espiritualidad cristiana.
25. Para la comunicación oral se requiere una forma particular de expresión y de discurso. Al traducir cualquier texto litúrgico, el traductor debe tener presente la gran importancia del estilo hablado o retórico o lo que, por extensión del término, podría llamarse el género literario. A este respecto, cabe señalar varias cosas:
26. El género literario de cada texto litúrgico depende, en primer lugar, de la naturaleza del acto ritual significado en las palabras: aclamación o súplica, proclamación u oración, lectura o canto. Cada acción requiere su forma de expresión. Además, una oración difiere según sea pronunciada por una sola persona o por muchas al unísono; según sea en prosa o en verso; hablada o cantada. Todas estas consideraciones afectan no sólo a la forma de pronunciarla, sino también a la elección de las palabras.
27. Un texto litúrgico es un “hecho lingüístico” destinado a la celebración. Cuando está en forma escrita (como suele ser el caso), ofrece un problema estilístico a los traductores. Por lo tanto, hay que examinar cada texto para descubrir los elementos significativos propios del género, por ejemplo, en las oraciones romanas la estructura formal, el curso, la dignidad, la brevedad, etc.
28. Entre los elementos separados se encuentran aquellos que son esenciales y otros que son secundarios y subsidiarios. Los elementos esenciales, en la medida de lo posible, deben conservarse en la traducción, a veces intactos, a veces en términos equivalentes. La estructura general de las oraciones romanas puede conservarse sin cambios: el título divino, el motivo de la petición, la petición propiamente dicha, la conclusión. Otras no pueden conservarse: el curso oratorio, la cadencia retórico-prosa.
29. Hay que señalar que si se considera que una cualidad determinada es esencial para un género literario (por ejemplo, la inteligibilidad de las oraciones cuando se pronuncian en voz alta), ésta puede primar sobre otra cualidad menos significativa para la comunicación (por ejemplo, la fidelidad verbal).
II. Algunas consideraciones particulares
30. Entre los textos litúrgicos, la Sagrada Escritura ha ocupado siempre un lugar especial, porque la Iglesia reconoce en los libros sagrados la voz escrita de Dios (DV n. 9). La Palabra divina nos ha sido transmitida bajo diferentes formas históricas o géneros literarios, y la revelación comunicada por los documentos no puede divorciarse totalmente de estas formas o géneros. En el caso de las traducciones bíblicas destinadas a las lecturas litúrgicas, las características del habla o de la escritura son propias de los diferentes modos de comunicación de los libros sagrados y deben conservarse con especial exactitud. Esto es particularmente importante en las traducciones de salmos y cánticos.
31. Las traducciones bíblicas en la liturgia romana deben ser conformes “con el texto litúrgico latino” (Instrucción Inter Oecumenici, 26 de septiembre de 1964, n. 40 a). En ningún caso debe haber una paráfrasis del texto bíblico, aunque sea difícil de entender. Tampoco se deben insertar palabras o frases explicativas. Todo esto es tarea de la catequesis y de la homilía.
32. En algunos casos será necesario que “se hagan traducciones adecuadas y exactas a las diversas lenguas a partir de los textos originales de los libros sagrados. Y si, dada la oportunidad y la aprobación de la autoridad eclesiástica, estas traducciones se realizan también en colaboración con los hermanos separados, todos los cristianos podrán utilizarlas” (DV n. 22). Las traducciones aprobadas para uso litúrgico deben aproximarse lo más posible a las mejores versiones en una lengua determinada.
33. Algunos formularios eucarísticos y sacramentales, como las oraciones consagratorias, las anáforas, los prefacios, los exorcismos y las oraciones que acompañan a una acción, como la imposición de las manos, la unción, los signos de la cruz, etc., deben traducirse íntegra y fielmente, sin variaciones, omisiones o inserciones. Estos textos, ya sean antiguos o modernos, tienen una elaboración teológica precisa y estudiada. Si el texto es antiguo, ciertos términos latinos presentan dificultades de interpretación debido a su uso y significado, que son muy diferentes de sus términos correspondientes en lengua moderna. La traducción exigirá, pues, un manejo astuto y a veces una paráfrasis, a fin de reproducir con exactitud el sentido original pleno. Si se trata de un texto más reciente, la dificultad se reducirá considerablemente, dado el uso de términos y un estilo de lenguaje más cercanos a los conceptos modernos.
34. Las oraciones (oración inicial, oración sobre las ofrendas, oración después de la comunión y oración sobre el pueblo) de la antigua tradición romana son sucintas y abstractas. En la traducción puede ser necesario redactarlas de forma algo más libre, pero conservando las ideas originales. Esto puede hacerse ampliándolas moderadamente o, si es necesario, parafraseando las expresiones para concretarlas a la celebración y a las necesidades de hoy. En cualquier caso, debe evitarse el lenguaje pomposo y superfluo.
35. Todos los textos destinados a ser recitados en voz alta siguen las leyes propias de su emisión y, en el caso de los textos escritos, de su género literario. Esto se aplica especialmente a las aclamaciones, en las que el acto de aclamar a viva voz es un elemento esencial. Será insuficiente traducir únicamente el sentido exacto de una idea si el texto no puede expresarse también mediante el sonido y el ritmo.
a. Debe conservarse la forma de canto propia de cada acción litúrgica y de cada una de sus partes (antífona alternada con el salmo, responsorio, etc. Ver Instrucción Musicam sacram, 5 de marzo de 1967, nn. 6 y 9).
b. Por lo que se refiere a los salmos, además de la división en versículos, tal como se da en latín, una división en estrofas puede ser particularmente deseable si se utiliza un texto bien conocido por el pueblo o común a otras Iglesias.
c. Las respuestas (versículos, responsorios) y las antífonas, aunque procedan de la Escritura, pasan a formar parte de la liturgia y adquieren una nueva forma literaria. Al traducirlos, es posible darles una forma verbal que, conservando todo su sentido, sea más adecuada para el canto y los armonice con el tiempo litúrgico o una fiesta especial. Los ejemplos de este tipo de adaptaciones, que incluyen pequeñas adaptaciones del texto original, son numerosos en los antifonarios antiguos.
d. Cuando el contenido de una antífona o salmo cree una dificultad especial, las conferencias episcopales podrán autorizar la elección de otro texto que responda a las mismas necesidades de la celebración litúrgica y del tiempo o fiesta particular.
e. Si estos mismos textos se destinan igualmente a la recitación sin canto, la traducción debe ser adecuada a tal fin.
37. Los himnos litúrgicos pierden su función si no se traducen a un ritmo de verso adecuado, apto para ser cantado por el pueblo. Por lo tanto, una traducción literal de estos textos es generalmente imposible. De ahí que los himnos necesiten muy a menudo una nueva interpretación hecha según las leyes musicales y corales de la poesía popular de cada lengua.
III. Comisiones de traducción
38. Para realizar las traducciones, se deben formar comisiones de expertos en las diversas disciplinas, a saber, liturgia, Escritura, teología, pastoral y, especialmente, lenguas y literatura y, según las circunstancias, música. Si varias comisiones se ocupan de las diferentes partes de los textos litúrgicos, su trabajo deberá coordinarse.
39. Antes de promulgar un texto, debe darse suficiente oportunidad para que lo experimenten congregaciones seleccionadas en diferentes lugares. Una traducción ad interim debe ser debidamente aprobada por la comisión litúrgica de la conferencia episcopal.
40. Debería establecerse una estrecha colaboración entre el comité de expertos y las autoridades que deben aprobar las traducciones (como una conferencia episcopal), de modo que:
a. las mismas personas, en su mayor parte, comparten el trabajo de principio a fin;41. Los países que tienen una lengua común deberían recurrir a una “comisión mixta” para preparar un texto único. Este procedimiento tiene muchas ventajas: en la preparación de un texto pueden cooperar los expertos más competentes; se crea una posibilidad única de comunicación entre estas personas; se facilita la participación del pueblo. En esta empresa conjunta entre países que hablan la misma lengua, es importante distinguir entre los textos que dice una persona y escucha la congregación y los destinados a ser recitados o cantados por todos. Evidentemente, la uniformidad es más importante para estos últimos que para los primeros.
b. cuando la autoridad solicite modificaciones, éstas deberán ser realizadas por los propios expertos y, a continuación, se someterá un nuevo texto al juicio de la autoridad de lo contrario, deberá encomendar la tarea a un nuevo comité más adecuado, pero también compuesto por personas cualificadas.
42. En los casos en que se prepara un texto único para un gran número de países, el texto debe satisfacer las “diferentes necesidades y mentalidades de cada región” (carta del cardenal Lercaro a los presidentes de las conferencias episcopales, 16 de octubre de 1964). Por consiguiente:
1. Cada Conferencia Episcopal que comparta una misma lengua deberá examinar el programa de traducción o el primer borrador de un texto.43. Es evidente que los textos traducidos de otra lengua no son suficientes para la celebración de una liturgia plenamente renovada. Será necesaria la creación de nuevos textos. Pero la traducción de los textos transmitidos a través de la tradición de la Iglesia es la mejor escuela y disciplina para la creación de nuevos textos, de modo que “las nuevas formas que se adopten surjan de algún modo orgánicamente de formas ya existentes” (SE art. 23.).
2. Mientras tanto, para evitar angustias y retrasos innecesarios a los sacerdotes y a las personas, el secretariado coordinador debería proporcionar un texto provisional que, con el consentimiento de la autoridad competente (véase n. 39), pueda publicarse e imprimirse como texto provisional en cada país. Es preferible que se utilice el mismo texto provisional en todas partes, ya que el resultado contribuirá a un mejor texto final para todos los países.
3. Cada uno de los países recibirá el texto definitivo al mismo tiempo. Si una conferencia episcopal concreta requiere un cambio o una sustitución por necesidades locales específicas, deberá proponer el cambio a la “comisión mixta”, que primero deberá dar su acuerdo. Esto es necesario para disponer de un texto único que permanezca sustancialmente inalterado y bajo la supervisión de la “comisión mixta”.
4. Cada país puede publicar textos provisionales, así como textos oficialmente aprobados por la Santa Sede, pero debe contribuir, a prorrata según la extensión que publique, a los gastos de la “comisión mixta”, que debe pagar a los peritos y obispos de la comisión. Las misiones litúrgicas nacionales deberán ponerse de acuerdo previamente con la secretaría sobre estas publicaciones.
5. En las publicaciones de obras de las “comisiones mixtas”, en la primera página debe figurar la mención correspondiente: “Texto provisional preparado por la 'comisión mixta'...” o “Texto aprobado por la 'comisión mixta' .... y confirmado por el Consilium para la Aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia”. Si en un país concreto es deseable un cambio o sustitución, como se indica en el n. 42, 3, es necesaria otra nota, a saber: “con las adaptaciones autorizadas por la conferencia episcopal de . . . y la 'comisión mixta'”.
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