Por Carlos Esteban
“Es un poco extraño cuando llega de Roma un documento sin que nadie haya hablado con nosotros”, ha declarado el ex presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y miembro del exclusivo Consejo de Cardenales que asesora al papa, Reinhard Marx, acerca de la instrucción vaticana sobre la organización de la vida parroquial. “Nadie puede anunciar algo y esperar que el resto se limite a obedecer”.
Uno podría esperar una ignorancia así de un fiel, digamos, sin apenas experiencia sobre lo que significa ser católico en un país lleno de protestantes. Tendría una caritativa explicación que un laico poco instruido no captara bien las diferencias y dijera algo así. Pero en Alemania, y viniendo de todo un arzobispo cardenal, suena directamente a desafío.
Y desafío incomprensible. ¿“Nadie puede anunciar algo y esperar que el resto se limite a obedecer”? Muchísima gente en muchísimas ocasiones. En el Ejército, por ejemplo. O en la política. De hecho, oír eso cuando uno se ha pasado más de dos meses encerrado en casa viendo cómo se destruía la economía nacional y se arramplaba con las libertades constitucionales resulta incluso irritante.
Pero hablamos de religión y, sí, hay alguien que puede perfectamente hacer eso: el papa. Tiene la plena autoridad para hacerlo; autoridad universal e inmediata. Es, de hecho, su misión, o una de sus misiones. Bienvenido al catolicismo, Eminencia.
De hecho, da la sensación de que es la Iglesia alemana la que no parece entender nada. En este pontificado pretendidamente ‘centrado sobre las periferias’ -disculpen el oxímoron- nos llega, paradójicamente, poco de las iglesias realmente periféricas mientras se da una desmedida importancia a lo que preocupa al católico alemán medio. Las propuestas teológicas y eclesiales que copan los titulares de la prensa católica no parecen proceder, no sé, de una Nigeria o una Burkina Faso donde la noticia rutinaria suele ser una nueva masacre de católicos a manos de islamistas, o de la China obligada a sustituir a Jesús por Mao, sino que tienden a versar sobre las indulgencias de los ricos occidentales, preferentemente de izquierdas. ¿El que paga, manda?
Walter Kasper ya tuvo ásperas palabras contra el clero africano, del que dijo, con palabras poco caritativas, que no tenían nada que enseñarnos, y hasta en un sínodo dedicado al summum de las periferias, la Amazonia, se oían más alto las voces de prelados con inconfundibles apellidos tedescos.
Si de verdad quiere el Papa una “Iglesia de las periferias”, tendrá que dejarle las cosas claras a Marx y los suyos; y si de verdad quiere una “Iglesia pobre para los pobres” tendrá que dejar de importarle que Marx tenga detrás una locomotora económica.
Infovaticana
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