jueves, 23 de julio de 2020

«ELLOS» NUNCA TIENEN LA CULPA (POR LO CIVIL Y POR LO ECLESIÁSTICO)


Así estamos, tanto por lo civil como por lo eclesiástico: ningún jerarca tiene la culpa de nada de lo que SUFRIMOS el resto del personal, debido DIRECTAMENTE a sus tejemanejes. Por decirlo en fino. 

Por el padre José Luis Aberasturi

Así lo proclaman a todas horas y por cualquier motivo; que les da lo mismo, claro.


A poco que hayan seguido ustedes las declaraciones de clérigos y civiles que están en la cresta de las jerarquías o en sus inmediatos aledaños -también, por supuesto, de gente que está más abajo en la escala-, pueden constatarlo: “SIEMPRE” hacen “lo mejor” para la ciudadanía o la feligresía; “SIEMPRE” atienden las recomendaciones de “los expertos y entendidos” por antonomasia; “SIEMPRE” van “con la verdad por delante"; “NUNCA” actúan en “beneficio propio”; “NO” había ni cabía otra solución. Y todo así… Así… y, por supuesto, agradecidos, ¡no te lo pierdas! Porque no nos los merecemos. O sí…

¡Cómo será de bueno (por lo laico) nuestro Sr. Presi de lo civil, que rezuma tal modestia y recato natural que, pudiendo haber dicho que con su penúltimo quehacer a propósito del “bicho”, ha salvado a 44 millones de españoles, ha proclamado a los cuatro vientos que “solo” ha salvado a 450.000! Hay que hacerlo santo -laico, y en la plaza de la armería, xsu-, ¡YA!

Eso sí: saber realmente cuántos han muerto es el mayor Secreto de Estado de este País. Como mínimo, a nivel de “lo que se llevan” estos chicos a manos llenas.

¿Y por lo eclesiástico? Más de lo mismo, porque a día de hoy, gran parte de la Iglesia Católica se ha convertido en una fotocopia del poder civil. Es lo que tiene -y a dónde lleva- el diálogo y la cercanía con cierto género de personas y ambientes, metiéndote donde no debías ni como no debías… Que todo se pega.

Un ejemplo. El card. Schönborn, arzobispo de Viena, que no ha tenido más remedio que declarar espectacular y dramáticamente -para la gente que todavía estas cosas les toca el corazón-, lo siguiente: “el fenómeno forma parte de la libertad religiosa”. ¡Ahí queda eso!

¡Él sí que es un auténtico fenómeno! No va con él el tema, ni él tiene nada que ver con el tema. Estos jerarcas todo lo ven como ven una peli: meros espectadores. Y sin pensar nada, porque lo de las pelis es mera ficción y no te afecta. Aparte que lo de pensar les da dolor de cabeza, como mínimo.

Quiero acotar que lo de seguir las declaraciones de este personal no lo recomiendo; menos aún por mucho tiempo seguido; aún menos pretender entender o quedarse con nada de lo que digan, si no les consta su integridad personal. Y nunca decidir solo por el carguete que ocupan, que eso ya no significa nada de nada por sí mismo respecto a la persona, mientras no lo demuestre seria y fehacientemente…

Y esto pasa ya con todo, por lo civil y por lo eclesiástico, que ya digo que son mundos entroncados y que participan de las mismas coordenadas. La Iglesia debería ser el ALMA del cuerpo social, como lo debe ser de las personas que la componen, que SON la Iglesia. Pero ya, ni una ni otra cosa. La Iglesia, como dijo el Señor respecto a la sal, se ha desvirtuado en muchos sitios. En algunas partes se ha convertido en un pseudópodo de los poderes del mundo, o en un poder más y del mismo estilo. Se ve que lo de “no podéis servir a dos señores”, como no estaba grabado, se lo ha llevado el viento. Y, si lo estaba, lo han borrado y punto.

Habrá personas a las que pueda parecer un disparate lo que digo. Y te argumentarán con que Cristus vincit! y cosas así. Cosas que ya no saben ni qué significan. Quizá no lo han sabido nunca; porque, cuando las cosas iban bien, es que ni hacia falta saberlas, por decirlo de alguna manera simple, en directo y en plan práctico. Hoy sí. Porque hemos de saber distinguir bien el trigo de la paja: no vaya a ser que nos comamos la paja y tiremos el trigo; o que estemos arrancando el trigo y dejemos la cizaña para hacer pan…

Y el PODER CIVIL, con todos sus órganos de gobierno y demás, debería ser el aunador de voluntades, el distribuidor justo de oportunidades, el promotor de la justicia verdadera, el subsidiario en toda necesidad, el valedor de los menos y de los más: de una manera con unos y de otra con otros; pero valedor de todos, porque todos somos ciudadanos: “sus” conciudadanos. Y, además, les pagamos el sueldo con puntualidad, y con mucha más generosidad que a otros cualquiera.

Por contra, así nos lo agradecen: son los mayores corruptores y saqueadores de toda la historia de la humanidad, desde que hay constancia oral o/y escrita. No me voy a entretener en contar sus tropelías, ni siquiera como muestra. Sí constatar que los “sátrapas” a su lado, son unos aprendices de brujo, unos pipiolitos que “no saben de la misa la media”. Estos sí que saben. Y nadie sabe más que ellos.

Por su parte, en lo eclesial, en algunos lugares no es que hayan perdido el oremus; es que han perdido el oremus, el Padrenuestro, la Salve… y hasta el mismo Credo. Que ya es perder.

Pero ¿qué les pasa a día de hoy al mundillo eclesial y al civil para llegar a donde han llegado? Les pasa exactamente lo mismo; aunque, como es lógico, a distinto nivel. Pero la causa es la misma.

El Poder Civil no puede ser lo que debería ser -le es metafísicamente imposible- porque se ha olvidado de sus orígenes, de su sentido y de su dinámica: ha rechazado a Dios, arrumbándolo.

De sus orígenes: no tendrías este poder si no se te hubiera dado de lo alto. Lo mismo que el de los jerarcas eclesiásticos. Un poder del que unos y otros darán cuenta estrecha al Señor, aunque ya ni se lo crean. Pero ya lo verán: es cuestión de tiempo, que, además, pasa rapidísimo.

De su sentido: gobernar para el Bien Común de la gente; y hacerlo subsidiariamente: lo que puede hacer y hace la iniciativa privada, no puede ni debe hacerlo el Estado: es una injusticia atroz y manifiesta que, con sus poderes -delegados, por cierto, de los ciudadanos- compita contra sus propios conciudadanos a los que se debe. Y la Iglesia debe hacer “mayores de edad” a sus hijos, enseñándoles a administrar su libertad; o sea, su responsabilidad de hijos de Dios en su Iglesia, en medio del mundo, al que debe santificar y en el que se deben santificar.

Un Bien Común, que no es otro que Dios mismo. Dios es el verdadero Bien Común de todos: de los que gobiernan y de los gobernados. Pero, como a Dios lo han echado, como actúan y viven como si Dios no existiera, como se creen amos y señores -el derecho de pernada, caso de que haya sido cierto alguna vez y en algún sitio, al lado de cómo actúan estos, no tiene ni color-, arrasan con todo y con todos. Impunemente. Inhumanamente. Cruelmente. Sádicamente.

En la Iglesia, simplemente los dejan sin los medios de salvación, después de que les han dejado sin doctrina; o sea, sin argumentario. Doblemente muertos.

Una defensa a ultranza del Bien Común como seña de identidad del Poder Civil, que está en las antípodas de promover cualquier forma de luchas o enfrentamientos de clases: hombres vs mujeres; ricos vs pobres; trabajadores vs empresarios; lo estatal vs la iniciativa privada; hijos vs padres; autoridad vs libertad; etc.

Y, finalmente, de su dinámica: usar el poder para oprimir; echar mano de él, en sentido partidista o en beneficio propio, como primer uso; corromper la necesaria separación de poderes, etc.

Todo esto, trasladado al plano eclesial, no solo no cambia el sentido de las palabras, sino que lo confirma de modo absoluto. La prueba última de cómo se está viviendo, desgraciadamente, el gobierno en la Iglesia, ha sido el “cierre patronal” decretado por casi todos los obispos del mundo. “Con un par”, como se dice coloquialmente.

Seguiremos rezando. Porque, como dice el sentido común y el sentido sobrenatural: “A Dios rogando, y con el mazo dando”. Y el Señor quiere que vayamos a Él, siempre. Máxime cuando la necesidad es ya URGENCIA: ¡Sálvanos, Señor, que perecemos!


Non Mea Voluntas


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