sábado, 4 de abril de 2020

ONG


Las iglesias están cerradas.
Por orden del gobierno y con la sumisa anuencia de los obispos argentinos, el culto público ha sido suspendido (los judíos, en cambio, pueden asistir a sus cultos en las sinagogas).
Los argentinos podemos salir a pasear al perro a la plaza, pero no podemos ir a la rezar ante el Santísimo Sacramento en el sagrario de la iglesia que está frente a esa misma plaza porque está cerrada a cal y canto.
"Debemos cuidarnos", dicen los curas acovachados.
"La presencia de fieles en el templo es ocasión de contagio", insisten mientras apenas asoman la nariz de sus guaridas.
Sin embargo, esos mismos sacerdotes de la arquidiócesis de Mendoza no tuvieron ninguna objeción en abrir sus templos el jueves y viernes pasado para que se convirtieran en vacunatorios.

La catedral de Mendoza acoge a los jubilados que se vacunan contra la gripe y cierra sus puertas a los fieles que quieren ir rezar y rendir el culto debido a Dios, dispuestos como están a mantener la prudente distancia social entre ellos.



El párroco de San Vicente Ferrer se regocija porque su templo está nuevamente poblado... por quienes se van a vacunar: "Parece que tuviéramos misa", dice complacido. ¿No le ocurrió preguntarse que, si las autoridades sanitarias de la provincia autorizaban la concurrencia de población vulnerable al templo a fin de vacunarse, debería estar también autorizada la celebración pública del culto?
No sé si son cobardes, idiotas o infieles.
Lo que sí sé es que estamos frente a dos iglesias: la iglesia de la publicidad y la iglesia de las promesas.

En Argentina, se ha presentado un recurso de amparo a fin de que el gobierno permita la apertura de los templos. Estimo que los obispos argentinos apoyarán con entusiasmo esta iniciativa. 


Para mayor información y adhesiones en este link del blog del P. Javier Olivera Ravasi.


Wanderer





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