sábado, 4 de enero de 2020

DIOS QUIERE QUE TODAS LAS GRACIAS VENGAN DE MARÍA

Debemos recordar que la intercesión de María es moralmente necesaria para nuestra salvación.

Aunque no se define infaliblemente como una doctrina de la enseñanza de la Iglesia, como lo son la Inmaculada Concepción de María y su Asunción al cielo, San Alfonso de Liguori considera que es una verdad cierta que todas las gracias nos llegan a través de la Madre de Dios. Él copiosamente demuestra las razones de esto en su libro Las Glorias de María


San Alfonso (1696-1787), quien ha sido declarado Doctor de la Iglesia, escribió este clásico católico hace 250 años. Los siguientes son pasajes seleccionados del capítulo cinco de Las Glorias de María:

Que es más útil y sagrado que recurrir a la intercesión de María? Solo puede ser puesto en duda por aquellos que no tienen fe. Pero lo que pretendemos demostrar aquí es que la intercesión de María es incluso necesaria para la salvación; decimos necesaria, no absolutamente, sino moralmente. Esta necesidad proviene de la voluntad misma de Dios, de que todas las gracias que Él dispense deben pasar por las manos de María, de acuerdo con la opinión de San Bernardo, y que ahora podemos llamar con seguridad la opinión general de los teólogos y hombres eruditos. En palabras del santo, "Tal es su voluntad, que deberíamos tener todo por María".

Otro autor, en un comentario sobre un pasaje de Jeremías [Jer. 31: 22], en el cual el profeta, hablando de la Encarnación del Verbo Eterno, y de María, Su Madre, dice que "una mujer rodeará a un hombre", comenta, que "como no se puede trazar una línea desde el centro de un círculo sin pasar por la circunferencia, por lo que no procede la gracia de Jesús, que es el centro de todo lo bueno, sin pasar por María, que lo rodeó cuando lo recibió en su vientre"

Santa Bernadina dice que por esta razón,"todos los dones, todas las virtudes y todas las gracias son entregadas por las manos de María a quien sea, cuándo y como ella lo desee"

Ricardo de San Lorenzo también afirma "que Dios quiere que cualquier cosa buena que otorgue a sus criaturas pase por las manos de María".

Que no solo es lícito sino útil invocar y rezar a los santos, y más especialmente a la Reina de los Santos, la Santísima y Bendita Virgen María, para que nos obtengan la gracia Divina, es un artículo de fe, y ha sido definido por los consejos generales, contra los herejes que lo condenaron como perjudicial para Jesucristo, quien es nuestro único mediador. Pero, por otro lado, es impío afirmar que Dios no está complacido de otorgar gracias por la intercesión de sus santos, y más especialmente de María, su madre, a quien Jesús desea ver amada y honrada por todos.

Nadie niega que Jesucristo es nuestro único mediador de justicia, y que por sus méritos ha obtenido nuestra reconciliación con Dios. Pero... La mediación de la justicia por mérito es una cosa, y la mediación de la gracia por medio de la oración es otra. No puede haber ninguna duda de que, por los méritos de Jesús, María se convirtió en la mediadora de nuestra salvación; no de hecho una mediadora de justicia, sino de gracia e intercesión; como san Buenaventura la llama expresamente "María la mediadora más fiel de nuestra salvación".

Ciertamente, no hay nada contrario a la Fe en esto, sino lo contrario. Está totalmente de acuerdo con los sentimientos de la Iglesia, que, en sus oraciones públicas y aprobadas, nos enseña a recurrir continuamente a esta Madre Divina e invocarla como la "salud de los débiles, el refugio de los pecadores, el ayuda de los cristianos, y como nuestra vida y esperanza"

En el oficio designado para ser dicho en las fiestas de María, esta misma Santa Iglesia, aplicando las palabras de Eclesiástico a la Santísima Virgen, nos da a entender que en ella encontramos toda esperanza, "En mí está toda esperanza de vida y de virtud"; en María está toda gracia, "En mí está toda gracia del camino y de la verdad" [Eccl. 24:25]. En María, finalmente, encontraremos la vida y la salvación eterna: "Quien me encuentra encuentra la vida, y saca la salvación del Señor" [Prov. 8:35]. Y en otra parte: “Los que trabajan por mí no pecarán; los que me explican tendrán vida eterna” [Ecl. 24: 30-31]. Y seguramente expresiones como estas prueban suficientemente que necesitamos la intercesión de María.

Y así, finalmente, entendemos por qué la Santa Iglesia requiere que saludemos e invoquemos a la Madre Divina bajo el glorioso título de "nuestra esperanza". El impío Lutero dijo que “no podía soportar que la Iglesia romana llamara a María, quien es solo una criatura, 'nuestra esperanza'” porque, dijo él, “solo Dios, y Jesucristo como nuestro Mediador, es nuestra esperanza: y Dios maldice a quienes ponen su esperanza en una criatura, según el profeta Jeremías: 'Maldito sea el hombre que confía en el hombre, y hace carne su brazo, y cuyo corazón se aparta del Señor'” [Jer. 17: 5].

Pero la Iglesia Católica enseña a invocar a María en todas las ocasiones y a llamarla “nuestra esperanza; ¡salve, nuestra esperanza!” 

Quienquiera que deposite su confianza en una criatura independiente de Dios, ciertamente está maldito por Dios; porque Dios es la única fuente y dispensador de todo bien, y la criatura sin Dios no es nada y no puede dar nada. Pero si nuestro Señor lo ha dispuesto, como hemos demostrado que lo ha hecho, que todas las gracias deben pasar por María como por un canal de misericordia, no solo podemos sino que debemos afirmar que ella, por cuyo medio recibimos la divina gracia, es realmente nuestra esperanza. 

Santo Tomás dice que "María es toda la esperanza de nuestra salvación".

Jesús era el fruto de María, como le dijo Santa Isabel: “Bendita eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de su vientre”. Quien por lo tanto desea el fruto, debe ir al árbol; y quien desee a Jesús debe ir a María; y quien encuentre a María seguramente encontrará a Jesús. Y como tenemos acceso al Padre Eterno, dice San Bernardo, solo a través de Jesucristo, así tenemos acceso a Jesucristo solo a través de María: “Por ti tenemos acceso al Hijo, oh bendita buscadora de gracia, portadora de la vida, y Madre de Salvación, para que podamos recibirlo de ti, a quien a través de ti nos fue dado”.


El Escudo de la Fe


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