domingo, 19 de enero de 2020

CARTA DE MARÍA DE AGREDA A LOS MISIONEROS EN AMÉRICA

Publicamos la carta que la Santísima Madre María de Jesús escribió a los Hermanos misioneros de Nuevo México (EE.UU.)


“Oigo lo que es tu reverencia, nuestro padre general; nuestro padre, Fray Sebastián Marcilla, Provincial de esta santa Provincia de Burgos; nuestro padre, Fray Francisco Andrés de la Torre, quien gobierna mi alma; y Su reverencia, mi padre custodio de Nuevo México, me ha pedido que lo diga en su nombre. 


Es decir, si lo que está contenido en estos cuadernos es lo que he dicho, discutido, consultado y hablado con Su Reverencia sobre lo que la misericordia de Dios y sus decisiones justas e inmutables han funcionado en mi corazón simple. Quizás Él elija al individuo más insignificante e indigno para mostrar la fuerza de Su poderosa mano para que los vivos sepan que todas las cosas derivan de la mano del Padre de la Luz que habita en lo alto, y que lo alcanzamos todo a través del poder y fuerza del Todopoderoso.

Y entonces digo que esto es lo que me sucedió en las provincias de Nuevo México, Quivira, con los Jumanos y otros pueblos indios, aunque estos no fueron los primeros reinos donde fui llevada por la voluntad de Dios. De la mano y con la ayuda de Sus Ángeles, fui llevada a donde me llevaron, y vi e hice todo lo que le dije al padre, y otras cosas que, siendo numerosas, no es posible narrar para iluminar a todos esos pueblos en nuestra santa fe católica.


Creo que los primeros a los que vi estaban hacia el este, y uno debe viajar en esa dirección para alcanzarlos desde el reino de Quivira. Llamo a estos reinos con referencia a nuestra forma de hablar, Titlas, Chillescas y Caburcos, que no han sido descubiertos. Para llegar a ellos me parece que uno se encontrará con grandes obstáculos debido a los muchos reinos que intervienen, habitados por personas muy guerreras que no permitirán el paso por su territorio de los indios cristianos de Nuevo México, de quienes desconfían. Especialmente desconfían de los frailes de nuestro santo padre, San Francisco, porque el Diablo los ha engañado, haciéndoles creer que el antídoto es el veneno, y que se convertirán en vasallos y esclavos si se convierten en cristianos, cuando lo contrario es lo cierto.

Me parece que la forma de tener éxito sería enviar a los frailes de nuestro Padre, San Francisco, y para su seguridad y protección exigir que estén acompañados por soldados de buena reputación y hábitos, hombres que soporten pacientemente las dificultades que puedan surgir sobre ellos. Con el ejemplo y la paciencia todo se puede soportar, ya que el ejemplo ayuda mucho. Al descubrir estas provincias, se habrá hecho un gran trabajo en la viña del Señor.

Los sucesos que he informado me ocurrieron desde el año 1620 hasta el presente, 1631, en los reinos de Quivira y los Jumanos, que fueron los últimos a los que fui transportada y que, según Su Reverencia, fueron descubiertos por las mismas personas de esos santos frailes a través de su buena inteligencia. Les suplico, les aconsejo y les insto en nombre del Señor a que trabajen en una tarea tan bendecida, alabando al Altísimo por su buena fortuna y dicha, que son realmente grandiosas. Porque la Divina Majestad los nombra como sus tesoreros y desembolsantes de Su Preciosa Sangre y pone en sus manos lo que pueden comprar, que son las almas de tantos indios que, a falta de luz y alguien que se la proporcione, continúan en la oscuridad y la ceguera, y están privados de los frutos más sagrados y deseables.

Dichos frailes deben superarse en este campo del Señor para complacer al Altísimo, porque la cosecha es abundante y los trabajadores son pocos y deben ejercer la mayor caridad posible con estas criaturas del Señor, hechas a su imagen y semejanza con un alma racional para que puedan conocerlo.

No permitan, mis queridos padres y señores, que los deseos del Señor se vean frustrados y se les permita fracasar debido a los muchos sufrimientos y dificultades, ya que el Todopoderoso les responderá que tiene Sus delicias y alegrías con los hijos de los hombres. Como Dios creó a estos indios como seres aptos y competentes para servirlo y adorarlo, no es solo que les falta lo que nosotros y el resto de los fieles cristianos, poseemos y disfrutamos. Alégrense, queridos padres, porque el Señor les ha dado la oportunidad, ocasión y buena fortuna de ser Apóstoles. No lo desperdicien debido a consideraciones de dificultad. Recuerden su deber de obedecer al Todopoderoso y de extender y plantar Su santa Ley sin importar las dificultades y persecuciones que puedan sufrir siguiendo el ejemplo del Maestro.

Puedo asegurarles a Sus Reverencias que sé con toda exactitud y luz que los Bienaventurados los envidian, si la envidia pudiera existir entre ellos, lo cual es imposible, pero lo estoy afirmando de acuerdo con nuestro modo de expresión. Si pudieran abandonar su dicha eterna para acompañarlos en esas conversiones, lo harían. Esto no me sorprende, ya que, como ven en el Señor, quién es la causa principal y el objeto de su dicha y el espejo en el que todos se reconocen, la dicha especial que disfrutan los Apóstoles y por la cual se destacan sobre los demás. Santos por lo que han sufrido por la conversión de las almas. Por esta razón, dejarían el disfrute de Dios para la conversión de una sola alma. Esta será una razón para que Sus Reverencias aprovechen la oportunidad que se les ofrece.

Confieso que si pudiera comprarlo con mi sangre, mi vida o mis sufrimientos crueles, lo haría, porque envidio vuestra buena fortuna. Porque, aunque el Altísimo me concede realizar este trabajo en mi vida, no sufro tanto como sus reverencias, ni merezco nada debido a mis imperfecciones. Pero como estoy indefensa, ofrezco con todo mi corazón y alma ayudar a los de esta comunidad sagrada con oraciones y ejercicios piadosos. Le ruego a mis amables frailes que acepten mi buena voluntad y deseo y que me dejen participar de algunas de las tareas y tareas menores llevadas a cabo por Sus Reverencias en esas conversiones.

Lo apreciaré más que lo que haga yo sola, ya que el Señor estará muy complacido por la conversión de las almas. Esto mismo lo he visto en el Todopoderoso, y he escuchado a Sus benditos ángeles decirme que envidiaban a los custodios de las almas que se dedican a las conversiones. Como ministros que presentan nuestros actos al Altísimo, afirman que los que Su Majestad acepta con mayor satisfacción son aquellos que están ocupados en las conversiones de Nuevo México. La razón de esto, explicó el bendito Ángel, es que la sangre del Cordero era suficiente para todas las almas y sufría por uno lo que sufría por todos.

Como todo lo que se ha dicho en mi escrito es cierto, y que mi padre custodio de Nuevo México me ordenó hacerlo por obediencia, lo firmé con mi nombre. Y les ruego a Sus Reverencias, a todos los que he mencionado aquí, en nombre del Señor mismo, a quien servimos y a través de los cuales les revelo esto, para ocultar y guardar estos secretos para ustedes mismos, como el caso exige que no debería ser revelado a cualquier ser vivo.

Desde esta casa de la Concepción Purísima de Agreda, 15 de mayo de 1631,

sor María de Jesús”
(1)

1. Frederick Webb Hodge, George P. Hammond, Agapito Rey, Memorial revisado de Fray Alonso de Benavides de 1634 con numerosos documentos complementarios elaboradamente anotados, Albuquerque: The University of New Mexico Press, 1948, pp. 143-146.


Tradition in Action


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