domingo, 28 de julio de 2019

MONSEÑOR HECTOR AGUER: “HOMILÍAS DE PENTLING” Y LA IMPORTANCIA DE LA ASISTENCIA A LA MISA





El Arzobispo Emérito de La Plata, Monseñor Héctor Aguer, comentó un libro recientemente aparecido de Joseph Ratzinger, cuando todavía era Arzobispo de Münich, en Baviera, titulado “Homilías de Pentling”.



Queridos amigos hoy quiero hablarles acerca de un libro, de reciente publicación, que contiene homilías de Joseph Ratzinger cuando él era Arzobispo de Münich, en Baviera. Son homilías pronunciadas en un pequeño pueblo, no conozco el lugar pero me parece que un pueblo chico de su diócesis, que se llama Pentling y por eso el libro se llama “Homilías de Pentling” pronunciadas en una pequeña iglesia de San Juan, una iglesia parroquial, a la cual iba en distintas oportunidades, en diferentes festividades.

El libro no es muy extenso pero es muy sustancioso. ¿Qué es lo primero que a mí me llamó la atención? Es como un teólogo extraordinario como es Ratzinger, un gran Doctor de la Iglesia diría yo sobre todo después que fue Benedicto XVI, puede hablar con tanta sencillez, con tanta claridad y con tanta profundidad al pueblo sencillo de una parroquia.

Algunas de esas homilías, porque él lo que hace es comentar los textos bíblicos que se han leído en la ocasión y, a través, de esas homilías uno descubre lo que es la vida de una comunidad parroquial donde los fieles acuden sistemáticamente a la misa dominical. Es una parroquia viva, pero viva con el espíritu que da, sobre todo, la escucha de la Palabra y la participación en la Eucaristía.

Subrayo esto porque tengo la impresión o más bien tengo la certeza de que, aquí, nosotros nos hemos acostumbrados ya a que los bautizados en la Iglesia Católica no van a misa. Yo no sé cómo será en la Alemania actual pero en este libro lo que se refleja de este pueblo llamado Pentling es que hay una comunidad cristiana que vive la vida parroquial, como dije, con la escucha de la Palabra, la participación en el sacrificio del Señor en la mesa eucarística y, a partir de allí, con el comentario de las Escrituras Ratzinger saca conclusiones necesarias para la vida de un cristiano en el mundo de hoy.

No hace grandes elucubraciones sobre los problemas de la cultura, desliza las críticas que corresponde en cada momento pero: ¿Cómo se sostienen esas críticas? ¿Por qué uno puede mantener esas críticas? Es porque uno vive seriamente la vida cristiana, porque uno vive la Iglesia en esa profundidad y no simplemente en el hecho de una práctica multitudinaria por un santo taquillero o lo que fuere sino por la regularidad de la misa dominical en una parroquia. Eso transforma una sociedad.

Ese es un municipio chico pero qué pasaría en una ciudad también. Las ciudades grandes tienen también barrios, parroquias que en el barrio son clásicas con sus características y uno se puede preguntar qué pasaría si los fieles vivieran intensamente la vida parroquial fundada en la Palabra de Dios y la Eucaristía. ¿Qué irradiación tendrían esas parroquias? Aquí hay algo fundamental entonces.

Por eso aprovecho la ocasión para insistir en esto de la asistencia a misa. Parece algo muy sencillo pero no es algo mecánico, no es algo automático o que hacemos simplemente porque está mandado sino porque nos ha conquistado el Señor, nos ha conquistado su amor y allí, entonces, nosotros experimentamos el amor de Dios y, de algún modo, a nuestra medida y con nuestra pequeñez, devolvemos al Señor ese amor de Dios y en el amor a los demás.

¡Qué bello es, entonces, encontrar una comunidad cristiana que vive intensamente estos valores! Pensaba al leer el libro como, de algún modo, se asemeja a las primeras comunidades cristianas donde había también, sin dudas, fallas. Uno lee las Cartas de San Pablo y ahí hay muchas reprimendas terribles, donde evidentemente se podía criticar así, el Apóstol podía ser severo con los fieles de tal o cual comunidad como a los corintios por ejemplo. ¿Y por qué? Porque se había entregado plenamente y porque esa gente, a pesar de sus faltas o sus limitaciones, quería vivir en serio la vida en Cristo.

Pues bien eso no ha cambiado, sigue siendo la misma intención profunda de la Iglesia. Los que tenemos que cambiar somos nosotros en todo caso y adecuar nuestra capacidad de comprender los fenómenos de hoy y ver como esta realidad tan sencilla de la misa dominical puede, vivida intensamente, dar respuestas o sugerencias para ir resolviendo los problemas de hoy o, por los menos, para ver cómo se planta un cristiano ante los problemas de hoy.



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