Así lo cuenta Irene Claver en el diario español El País.
Corre el estereotipo de que las personas más influenciables suelen tener un nivel social y cultural discreto, pero cuando observamos los estudios y estadísticas relativas a casos de manipulación o extorsión, el buen bolsillo o los estudios son factores importantes. Pensemos en Catherine Oxenberg, actriz e hija de la princesa Isabel de Yugoslavia, inmersa en un juicio contra Keith Raniere, líder de la secta Nxivm, por retener y chantajear a su hija India. Sí, una niña sin problemas económicos “dulce e ingenua” que “quedó fascinada”, en palabras de Oxenberg, por las supuestas charlas de autoayuda del cabeza de la secta y se pasó nada más y nada menos que ocho años bajo su influjo.
En el libro “Cautiva: la cruzada de una madre para rescatar a su hija de una terrorífica secta”, la actriz cuenta cómo le costó percibir que su propia hija no asistía a simples sesiones de grupo, sino que vivía controlada por un individuo que marcaba con sus iniciales a las mujeres, las forzaba sexualmente y las amenazaba con difundirlo públicamente. Sin embargo, estas mujeres no se sentían atrapadas, sino que creían que la disciplina a la que las sometía el líder (golpes y dietas estrictas de 800 calorías al día) suponía una ayuda para mantenerse del agrado de Raniere. Este tipo de perfil comparte características con el de las personas maltratadas. Pero no es lo único que define a la persona proclive a entrar en una secta.
La búsqueda de la felicidad
Hermandad, grupo secreto, “iglesia”, asociación por el conocimiento… se entienden como sectas cuando su credo y/ o rituales resultan problemáticos y coartan o abusan de la libertad del individuo. Dicho esto, no todas las afiliaciones son negativas, por supuesto. Los grupos de entrenamiento, los asistentes a terapias, los que comparten aficiones no van abocados a unirse a una secta… aunque esta afinidad es lo que las sectas del s. XXI explotan con interés.
Si desde los años 60 los grupos de fanáticos se han dirigido a cultos a dioses inventados, a alienígenas, a representantes de dios en la Tierra, a visiones apocalípticas o han sido escisiones religiosas particulares, las sectas de hoy han visto en el ansia de paz mental una vía de captación bastante solvente.
Cierto es que la tendencia religiosa todavía se mantiene con fuerza: otro ejemplo actual es La Luz del Mundo, nacida en México y arraigada hasta California con hasta 7 millones de seguidores, cuyo líder, Naasón García ‘El Apóstol’ ha sido arrestado recientemente por trata de personas y pornografía y abuso infantil. Sin embargo, como señala el psicólogo Miguel Perlado, en el ámbito de las terapias alternativas “hay grupos que se adueñan de determinadas prácticas (chamanes, constelaciones familiares, conexiones con los ángeles….) que pueden tener más llegada sobre la persona”.
Perlado es quizá uno de los máximos expertos en el estudio y concienciación sobre el fenómeno sectario en España. Miembro de la International Cultic Studies Association (ICSA) e impulsor y coordinador respectivamente de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP) y del Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, apunta que en España más de medio millón de personas viven condicionadas (el 1 % de la población) por casi 300 sectas detectadas. La diversidad en estos grupos es tan amplia que las hace más difíciles de reconocer, pero hay una tendencia visible: ahora se siguen más las pseudoterapias que los OVNIS, en asociaciones, ONG y grupos de ayuda.
Así, las personas más vulnerables a comulgar con una secta son los jóvenes idealistas y con un coeficiente intelectual superior, obsesivos e insatisfechos, como la mencionada hija de Catherine Oxenberg, y aquellos que buscan con desesperación la luz de la felicidad: individuos entre los 30 y 40 años con problemas de adicciones o personalidades dependientes a nivel afectivo, resume Perlado. “Hoy buscan un chamán, mañana una terapia revolucionaria y pasado oran en el monte”, afirma. Son personas que quieren ser felices.
De la comuna a la secta
En su novela 1Q84, Haruki Murakami narra con eficacia el proceso de radicalización de un grupo organizado como una comuna, ‘Vanguardia’, con la escisión de una parte como grupo armado, ‘Amanecer’. De hecho, dentro de las consideradas sectas destructivas –las que nos ocupan– una de las que está más en boga es Al Qaeda. De ella, no podemos negar la violencia de sus métodos. Sin embargo, hay otras potentes y seductoras organizaciones cuya naturaleza es más difusa desde fuera. En este sentido, otra novela, Las chicas, de Emma Cline, nos adentra en las emociones primarias que esconde una plácida comuna de inspiración hippie, emociones que conducen a la matanza y al suicidio colectivo. Actitudes bastante habituales en los grupos liderados por alguien que exige devoción absoluta a su figura.
Hasta llegar a ese punto de dependencia y dedicación, la persona empieza por caer en una red de promesas amables. Un “nosotros te ayudamos, te comprendemos como nadie más puede hacerlo”, en forma de una charla u otra actividad, como un retiro, por ejemplo. Cuando la persona conecta con esa comprensión o hermandad y se involucra con el grupo se impone el abuso psicológico con el fin de anularla y fidelizarla mediante el miedo, el sentimiento de culpa por no ser buen seguidor e incluso las vejaciones físicas.
El miedo y la culpa son dos armas pesadas para disparar la dependencia patológica, caracterizada por el fanatismo, la negación del problema y la falta de capacidad crítica, dice el psicólogo Miguel Perlado. Todo con el objetivo de aprovecharse de la persona, sea económica y/ o sexualmente… y también por el simple placer de ser seguido como a un dios.
Las sectas se ven como comunidades. Comunidades que instauran sistemas piramidales para extorsionar a sus afiliados. Comunidades que prometen espiritualidad y sanación a través de prácticas sexuales. Comunidades que obligan a creer ciegamente en alguien o en algo. En estas comunidades hay un líder o varios líderes que, curiosamente, no comparten el credo que imponen y que controlan todos los aspectos de sus seguidores.
Polémicas aparte, la relación líderes-seguidores puede verse trasladada al patrón de las redes sociales. Es justamente en estas donde los captadores encuentran un campo de acción prometedor que supera la reunión u el boca-oreja. El líder es un influencer que persigue trascender, y toca los puntos más débiles de los followers invitándoles a seguir su ejemplo y el de otros followers para gustar, ser alguien con éxito o comprometido con una idea vendida como importante. En el congreso de la AIIAP y del Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias de 2018 se habló de hasta 300 páginas web en activo que ejercen la captación en nuestro país.
Volver a la vida
Uno se pregunta cómo alguien sin problemas aparentes y que tiene los recursos para no dejarse caer en el pozo acaba justificando su adhesión a lo que le hace daño. Como hemos dicho, la culpa, el miedo y la vergüenza suprimen la confianza y destruyen la identidad.
Para reconstruir una vida después de la secta es importante el apoyo familiar y, sobre todo profesional: es preciso reubicarse y aceptar lo que se ha vivido para trabajar la autoestima y superar la visión distorsionada de la realidad. El daño es más delicado cuando se trata de niños criados en el seno de la secta. La transformación de vuelta es tan sutil y exigente como la que llevó a la persona a creer en el grupo, un camino a la libertad que hay que transitar.
El País/ InfoRies
Corre el estereotipo de que las personas más influenciables suelen tener un nivel social y cultural discreto, pero cuando observamos los estudios y estadísticas relativas a casos de manipulación o extorsión, el buen bolsillo o los estudios son factores importantes. Pensemos en Catherine Oxenberg, actriz e hija de la princesa Isabel de Yugoslavia, inmersa en un juicio contra Keith Raniere, líder de la secta Nxivm, por retener y chantajear a su hija India. Sí, una niña sin problemas económicos “dulce e ingenua” que “quedó fascinada”, en palabras de Oxenberg, por las supuestas charlas de autoayuda del cabeza de la secta y se pasó nada más y nada menos que ocho años bajo su influjo.
En el libro “Cautiva: la cruzada de una madre para rescatar a su hija de una terrorífica secta”, la actriz cuenta cómo le costó percibir que su propia hija no asistía a simples sesiones de grupo, sino que vivía controlada por un individuo que marcaba con sus iniciales a las mujeres, las forzaba sexualmente y las amenazaba con difundirlo públicamente. Sin embargo, estas mujeres no se sentían atrapadas, sino que creían que la disciplina a la que las sometía el líder (golpes y dietas estrictas de 800 calorías al día) suponía una ayuda para mantenerse del agrado de Raniere. Este tipo de perfil comparte características con el de las personas maltratadas. Pero no es lo único que define a la persona proclive a entrar en una secta.
La búsqueda de la felicidad
Hermandad, grupo secreto, “iglesia”, asociación por el conocimiento… se entienden como sectas cuando su credo y/ o rituales resultan problemáticos y coartan o abusan de la libertad del individuo. Dicho esto, no todas las afiliaciones son negativas, por supuesto. Los grupos de entrenamiento, los asistentes a terapias, los que comparten aficiones no van abocados a unirse a una secta… aunque esta afinidad es lo que las sectas del s. XXI explotan con interés.
Si desde los años 60 los grupos de fanáticos se han dirigido a cultos a dioses inventados, a alienígenas, a representantes de dios en la Tierra, a visiones apocalípticas o han sido escisiones religiosas particulares, las sectas de hoy han visto en el ansia de paz mental una vía de captación bastante solvente.
Cierto es que la tendencia religiosa todavía se mantiene con fuerza: otro ejemplo actual es La Luz del Mundo, nacida en México y arraigada hasta California con hasta 7 millones de seguidores, cuyo líder, Naasón García ‘El Apóstol’ ha sido arrestado recientemente por trata de personas y pornografía y abuso infantil. Sin embargo, como señala el psicólogo Miguel Perlado, en el ámbito de las terapias alternativas “hay grupos que se adueñan de determinadas prácticas (chamanes, constelaciones familiares, conexiones con los ángeles….) que pueden tener más llegada sobre la persona”.
Perlado es quizá uno de los máximos expertos en el estudio y concienciación sobre el fenómeno sectario en España. Miembro de la International Cultic Studies Association (ICSA) e impulsor y coordinador respectivamente de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP) y del Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, apunta que en España más de medio millón de personas viven condicionadas (el 1 % de la población) por casi 300 sectas detectadas. La diversidad en estos grupos es tan amplia que las hace más difíciles de reconocer, pero hay una tendencia visible: ahora se siguen más las pseudoterapias que los OVNIS, en asociaciones, ONG y grupos de ayuda.
Así, las personas más vulnerables a comulgar con una secta son los jóvenes idealistas y con un coeficiente intelectual superior, obsesivos e insatisfechos, como la mencionada hija de Catherine Oxenberg, y aquellos que buscan con desesperación la luz de la felicidad: individuos entre los 30 y 40 años con problemas de adicciones o personalidades dependientes a nivel afectivo, resume Perlado. “Hoy buscan un chamán, mañana una terapia revolucionaria y pasado oran en el monte”, afirma. Son personas que quieren ser felices.
De la comuna a la secta
En su novela 1Q84, Haruki Murakami narra con eficacia el proceso de radicalización de un grupo organizado como una comuna, ‘Vanguardia’, con la escisión de una parte como grupo armado, ‘Amanecer’. De hecho, dentro de las consideradas sectas destructivas –las que nos ocupan– una de las que está más en boga es Al Qaeda. De ella, no podemos negar la violencia de sus métodos. Sin embargo, hay otras potentes y seductoras organizaciones cuya naturaleza es más difusa desde fuera. En este sentido, otra novela, Las chicas, de Emma Cline, nos adentra en las emociones primarias que esconde una plácida comuna de inspiración hippie, emociones que conducen a la matanza y al suicidio colectivo. Actitudes bastante habituales en los grupos liderados por alguien que exige devoción absoluta a su figura.
Hasta llegar a ese punto de dependencia y dedicación, la persona empieza por caer en una red de promesas amables. Un “nosotros te ayudamos, te comprendemos como nadie más puede hacerlo”, en forma de una charla u otra actividad, como un retiro, por ejemplo. Cuando la persona conecta con esa comprensión o hermandad y se involucra con el grupo se impone el abuso psicológico con el fin de anularla y fidelizarla mediante el miedo, el sentimiento de culpa por no ser buen seguidor e incluso las vejaciones físicas.
El miedo y la culpa son dos armas pesadas para disparar la dependencia patológica, caracterizada por el fanatismo, la negación del problema y la falta de capacidad crítica, dice el psicólogo Miguel Perlado. Todo con el objetivo de aprovecharse de la persona, sea económica y/ o sexualmente… y también por el simple placer de ser seguido como a un dios.
Las sectas se ven como comunidades. Comunidades que instauran sistemas piramidales para extorsionar a sus afiliados. Comunidades que prometen espiritualidad y sanación a través de prácticas sexuales. Comunidades que obligan a creer ciegamente en alguien o en algo. En estas comunidades hay un líder o varios líderes que, curiosamente, no comparten el credo que imponen y que controlan todos los aspectos de sus seguidores.
Polémicas aparte, la relación líderes-seguidores puede verse trasladada al patrón de las redes sociales. Es justamente en estas donde los captadores encuentran un campo de acción prometedor que supera la reunión u el boca-oreja. El líder es un influencer que persigue trascender, y toca los puntos más débiles de los followers invitándoles a seguir su ejemplo y el de otros followers para gustar, ser alguien con éxito o comprometido con una idea vendida como importante. En el congreso de la AIIAP y del Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias de 2018 se habló de hasta 300 páginas web en activo que ejercen la captación en nuestro país.
Volver a la vida
Uno se pregunta cómo alguien sin problemas aparentes y que tiene los recursos para no dejarse caer en el pozo acaba justificando su adhesión a lo que le hace daño. Como hemos dicho, la culpa, el miedo y la vergüenza suprimen la confianza y destruyen la identidad.
Para reconstruir una vida después de la secta es importante el apoyo familiar y, sobre todo profesional: es preciso reubicarse y aceptar lo que se ha vivido para trabajar la autoestima y superar la visión distorsionada de la realidad. El daño es más delicado cuando se trata de niños criados en el seno de la secta. La transformación de vuelta es tan sutil y exigente como la que llevó a la persona a creer en el grupo, un camino a la libertad que hay que transitar.
El País/ InfoRies
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