Se han cumplido 50 años del fallecimiento de San Pío de Pietrelcina. El amor a la cruz, a la Sagrada Eucaristía y a las almas lo condujo a ser estigmatizado en comunión con Cristo, y su gran misión fue la de colaborar a través del ejercicio sacerdotal en la redención de los hombres.
Por Valentí Serra de Manresa
Actualmente, y a nivel mundial, es muy conocida la figura del «Padre Pío», religioso capuchino fallecido con universal fama de santidad en la población italiana de San Giovanni Rotondo el día 23 de septiembre de 1968. El Padre Pío ha sido considerado una de las personas más famosas del siglo XX; fue un humilde sacerdote capuchino que cada día celebraba con especial unción espiritual la Santa Misa; adoraba con fe y amor al Santísimo Sacramento y, asiduamente, «confesaba de la mañana a la noche», siendo calificado por algunos de sus biógrafos como «mártir del confesionario», puesto que dedicó buena parte de su vida pastoral al ministerio de la reconciliación.
Fueron incontables las multitudes de fieles que diariamente acudían a las misas celebradas por el Padre Pío –calificadas por el beato Pablo VI, de «auténticas misiones populares»–y, sobre todo, fueron incontables las multitudes que acudían al confesionario del santo capuchino que atendía fielmente y de manera ininterrumpida en San Giovanni Rotondo, tanto, que para organizar la concurrencia de fieles fue necesario introducir, a partir de enero de 1950, la llamada «prenotación» –o inscripción previa–que demostró ser un método bastante eficaz para mantener el orden y la disciplina en la iglesia conventual de los capuchinos, pues era tan enorme la afluencia de fieles que algunos peregrinos debían esperar hasta quince días, y a veces más, para poder confesarse con el capuchino estigmatizado.
Pío de Pietrelcina (Francesco Forgione) nació, el 25 de mayo de 1887, en Pietrelcina, población italiana del Benevento, y el año 1903 ingresó en la Orden de los capuchinos donde Francesco Forgione recibió el nombre de Fray Pío. Después de cursar la filosofía y teología recibió la ordenación sacerdotal el año 1910 en la catedral de Benevento. En julio de 1916 fue destinado al convento de San Giovanni Rotondo, situado al pie de la montaña del Gargano donde, salvo breves interrupciones, permaneció hasta su muerte el 23 de septiembre de 1968. Durante la mañana del viernes 20 de septiembre de 1918, orando ante el crucifijo del coro de la vieja iglesia conventual, recibió el don de los estigmas que durante medio siglo permanecieron abiertos y sangrantes. Durante su vida fomentó la devoción a la Pasión de Cristo y a la Eucaristía y fundó un moderno Hospital y los famosos Grupos de Oración, extendidos por el mundo entero. Beatificado por Juan Pablo II el 9 de mayo de 1999, posteriormente lo canonizó el día 17 de junio de 2002, siendo la canonización con más participación de peregrinos.
¿Y por qué san Pío de Pietrelcina dedicó el mayor esfuerzo de su actividad sacerdotal a la celebración de la Santa Misa y a dedicar tantas horas a la contemplación de la Eucaristía visitando el Sagrario, con tantos sacrificios personales y asidua dedicación al servicio de la reconciliación?, pues para realizar lo que se expone, con tanta claridad, en el Catecismo de la Iglesia católica (nn. 1468-1470), del cual acabamos de celebrar los 25 años de su publicación: para conferir la gracia santificante a los pecadores y reconciliarlos con Dios y guiarlos hacia la santidad de vida.
Con ocasión de la muerte del Padre Pío el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, en septiembre de 1968 quiso poner de manifiesto que en el convento de capuchinos de San Giovanni Rotondo el confesionario del Padre Pío «era un tribunal de misericordia y de firmeza; y aún aquellos que no obtenían la absolución, sentían el deseo de regresar y de encontrar allí paz y comprensión, pues para ellos se había abierto, desde ese momento, un nuevo período de vida espiritual».
San Pío de Pietrelcina fue un modélico sacerdote capuchino que conoció muy a fondo, por experiencia propia, el dolor y las violentas luchas con el espíritu del mal. El amor a la cruz, a la Sagrada Eucaristía y a las almas lo condujo a ser estigmatizado en comunión con Cristo, y su gran misión fue la de colaborar a través del ejercicio sacerdotal en la redención de las almas. San Pío de Pietrelcina, fiel discípulo de san Francisco y, como él estigmatizado, contempló y predicó asiduamente la encarnación y la pasión salvadora del Hijo de Dios; y la caridad y el amor de Cristo se manifiesta de modo especial no sólo en el Calvario, sino también en el santísimo sacramento de la Eucaristía, que es el sacramento de la unidad y del amor que nos impulsa amarnos mutuamente y amar a Dios, tal como nos enseña san Pío en sus escritos.
El Padre Pío fue un sacerdote según el corazón de Cristo y un confesor fuera de serie, que se guiaba por una prudencia venida de Dios que le había concedido una gracia peculiar, que le otorgaba un conocimiento interior de las conciencias y que, en comunión con Cristo-Sacerdote, siempre celebró la Santa Misa con peculiar unción sacerdotal.
Valentí Serra de Manresa, ofm cap
Publicado en La Lámpara del Santuario, revista del Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española (1-X-2018)
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