Hace 2.000 años, el cristianismo hizo su humilde entrada en el mundo, provocando a su fundador y apóstoles una muerte violenta. Durante siglos, la sangre cristiana continuaría fluyendo para que la tierra pudiese dar frutos.
“La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos”, según las palabras de Tertuliano (Apologética 50,13).
En esta serie de artículos presentaremos la ley musulmana explorando sus fuentes. La primera parte trató sobre el Corán. Ahora examinaremos la tradición musulmana.
La Tradición o la Sunna
La segunda fuente doctrinal y disciplinaria del islam es la Sunna del Profeta, la “práctica habitual o regla de conducta”, de ahí el término sunismo, que designa la rama principal del islam contemporáneo (85%), en oposición al chiismo (10%).
El Corán llama a Mahoma el “modelo más excelente”: se cree que Mahoma decretó reglas religiosas y morales positivas a través de su ejemplo, palabras e incluso silencio. Por lo tanto, hay tres tipos de Sunna: verbal, activa y tácita.
Para demostrar la importancia de la tradición, basta citar el aforismo “La Sunna puede prescindir del Corán, pero el Corán no puede prescindir de la Sunna”. Todos los musulmanes están de acuerdo en que la Sunna completa explica el Corán. Hay muchas leyes establecidas por la Sunna pero que no se encuentran en el Corán, por ejemplo, la lapidación de las adúlteras.
La creación de la Sunna
Después de la muerte de Mahoma, la oscuridad del Corán pronto resultó insuficiente para organizar a la comunidad musulmana (umma). Por lo tanto, recurrieron a ejemplos del fundador reportados por testigos considerados dignos de confianza: los Compañeros del Profeta (Sahabi), es decir, todos aquellos que pasaron tiempo con el Profeta y transmitieron esta tradición. Esto supone que, plenamente conscientes de su misión, dedicaron su tiempo a estudiar este “modelo excelente”, para luego escribir diligentemente o memorizar atentamente los más mínimos detalles para transmitirlos a la posteridad. El término “Compañeros” también incluye a sus descendientes y sucesores que recibieron estas tradiciones de labios de los primeros. Juntos, conforman la casta de los salafi, Padres o ancestros, a la que los salafistas afirman pertenecer.
Preservación y transmisión
Según la tradición musulmana, muchos sahabi recopilaron todas las enseñanzas transmitidas durante el primer siglo de la Hégira (1). Una disciplina especial, el hadiz (literalmente, “novedad”), que experimentaría un desarrollo prodigioso, nacería para organizar este material.
Cada hadiz se compone de dos partes, el isnad y el matn. El último es lo esencial, el texto del hadiz que debe reproducirse escrupulosamente. El isnad proporciona la cadena de nombres de autoridades y guardianes por la cual el hadiz llegó al último transmisor.
Esta disciplina tendría gran autoridad si todos los hadices vinieran de Mahoma y sus Compañeros, pero este no es el caso en absoluto. En la época de los califatos, especialmente, el hadiz sirvió para crear una tradición que se adaptara a diversas necesidades: intentaban justificar una práctica de la Sunna, crear una Sunna que aún no existía, o corregir una tendencia de pensamiento a favor de una nueva Sunna. Los partidos políticos primitivos del islam (califatos) y los partidos religiosos (ulamas) utilizaron el hadiz para su propia ventaja produciéndolos desenfrenadamente. Más tarde fueron imitados por las sectas disidentes. Cada partido, secta o escuela de pensamiento solía poseer las tradiciones más favorables a sus afirmaciones o doctrinas. El hadiz incluso se utilizó para satisfacer el resentimiento personal: ¡el descontento popular llegó a inventar algunos contra la policía y los recaudadores de impuestos! La producción se hizo exponencial.
Estadísticas de la Sunna
Las colecciones más antiguas de hadices fueron elaboradas en la época de los califas omeyas (660-749); la fecha más importante se remonta al siglo IX, cuando comenzaron a clasificar el material que se utilizaría en las colecciones de hadices. Uno de los autores más famosos, Bukhari (quien murió en el año 870), recolectó 300.000... Bukhari decretó que 200.000 eran completamente apócrifos y únicamente conservó 8.000.
Hoy en día, hay más de un millón y medio de hadices (2). Esta precoz prolijidad es tan escandalosa que los académicos musulmanes han intentado durante mucho tiempo evaluar el valor de los hadices; esto condujo al desarrollo de una inmensa colección de obras destinadas a verificar la solidez del isnad que, a su vez, llevaron a una clasificación de las personas nombradas en la cadena de autoridades: dignas de confianza, exactas, verdaderas, sin objeciones, dudosas o débiles. Pero el contenido nunca se cuestiona: el valor de la tradición, el matn, no puede ser cuestionado.
Juicio crítico
Analicemos ahora la información proporcionada por el hadiz. Para beneficio de la instrucción del creyente, los hadices relatan cómo realizaba Mahoma sus oraciones y abluciones, cómo comía, ayunaba, se vestía, se comportaba en su hogar; en ellos se puede aprender sobre sus platillos favoritos, el contenido de su guardarropa, sus aposentos, sus armas, sus caballos, sus camellos y sus nombres, su genealogía, sus cualidades... El Maestro ofrece la respuesta a todas las futuras dificultades dogmáticas, disciplinarias y políticas. Proporciona una lista con todas las ciudades y países que serán conquistados por las armas musulmanas. Condena a los futuros herejes. Por lo tanto, determina la Sunna y completa las prescripciones superficiales del Corán.
A pesar de su inverosimilitud, la mayoría de los escritores musulmanes se niegan a rechazar estos hadices, por muy contradictorios o claramente apócrifos que puedan ser. Aquellos que admiten que ciertos hadices fueron inventados, simplemente se limitan a señalar los puntos débiles en su isnad y el poco valor de las personas nombradas en la cadena. El famoso islamólogo, Louis Massignon, escribió que si se eliminaran todos los hadices con isnads débiles, "los creyentes se quedarían únicamente con unas pocas prescripciones sobre higiene y cortesía" (3). Esta observación deja poco material como base para la vida de Mahoma.
La Sirah
Hacia finales del siglo VIII, los autores musulmanes comenzaron a componer la Sirah o Vida de Mahoma, de la cual existen incontables versiones. Casi todas están tomadas del hadiz, ya que el Corán ofrece muy pocos elementos sobre la vida del Profeta. El valor histórico de estos escritos es el mismo que el de la fuente. La mayoría de los detalles proporcionados tradicionalmente en la Sirah, y repetidos complacientemente en el mundo occidental, son excesivamente dudosos. Por eso es imposible escribir una biografía sobre Mahoma. El Padre Lammens demostró que estos textos no agregan nada al Corán en sí mismo (4), ni un solo hecho, ni un solo detalle preciso, sino que son, simplemente, un prodigioso desarrollo de la imaginación para añadir color a lo que el Libro dice sobre Mahoma. Por ejemplo, ofrecen nombres, descripciones, detalles pintorescos, pero ni un solo detalle histórico. La Sirah no es más que una historia de Las Mil y una Noches.
Algunos ejemplos
La preexistencia del alma de Mahoma es uno de los dogmas favoritos de la tradición, aceptado por la Sirah, pero su origen es platónico y gnóstico. Los hadices tomaron esta idea de textos malinterpretados en los que Alá les dice a los fieles: “Les hemos enviado una luz” (5). Este tema se desarrolló y se aplicó a la persona del Profeta. Su cuerpo emitía rayos de luz, haciéndolo visible en medio de las sombras más densas. Una noche, esta luz permitió a Aisha (una de las esposas del Profeta) encontrar un alfiler perdido. La persona de Mahoma “no producía sombra”; su brillo “opacaba al sol y a las antorchas”. Además de ser una fuente de luz intensa, podía ver lo que ocurría a sus espaldas; su visión era tan buena por la noche como en el día. Mejor aún, tenía un ojo físico en medio de la espalda, o entre sus hombros, nadie sabe exactamente dónde, y su ropa no impedía su “visión”. Este ejemplo muestra la fertilidad, lógica y métodos de esta tradición, al persistir en un término mal interpretado.
Mahoma recibió el nombre de Qotam al nacer, pero como el libro de Alá lo llamó Ahmed, o Mahoma, la tradición se rehusó a saber más sobre ningún otro nombre. Sin embargo, se pueden encontrar rastros del primer nombre buscando a fondo en los hadices.
¿Cuántos años tenía Mahoma cuando murió? Probablemente ni el mismo lo sabía, como sucede con los beduinos de nuestros días. Pero la tradición improvisó una cronología en la Sirah. La cifra varía entre 60 y 65 años, según un verso malinterpretado del Corán. Algunas de las explicaciones son singularmente imaginativas. He aquí una de ellas: “Cada profeta llega a la mitad de años de su predecesor; 'Isa (el nombre árabe para Jesús) vivió durante 125 años...” Conclusión: Mahoma vivió 62 años y medio.
Los árabes están muy orgullosos de su paternidad. Mahoma recibió el nombre (konia) de Abu’l Quasim, padre de Quasim, su hijo. Según la tradición, prohibió a sus seguidores tomar este nombre y agregarlo al nombre de Mahoma. Esta afirmación es desmentida por la historia: entre los contemporáneos del Profeta, y en la siguiente generación, existieron varios Abu’l Quasims, cuyo nombre original era Mahoma. ¿A qué se debe esta insinuada prohibición?
La historia de la juventud de Mahoma es sugerida a la Sirah por la sura 93, en la que Alá dice: “Te encontramos pobre, huérfano, sin familia”. Estas palabras proporcionaron el esbozo para un verdadero Evangelium infantiae Muhameti (6). Es imposible verificar la exactitud de esta novela basada en elementos inconsistentes, y en la que Mahoma sufre todas las vicisitudes propias de los huérfanos árabes. La imaginación de los escritores de la tradición compensó la información faltante.
Los descendientes masculinos del Profeta son uno de los temas favoritos de la tradición. Al parecer, Mahoma tuvo un solo hijo. Los hermanos, por lo tanto, tuvieron que ser inventados; duplicaron el número, tomaron como nombres reales y diferentes los adjetivos Tahir (puro) y Taiyb (bueno) atribuidos a los hijos de Mahoma por la piedad popular, e incluso le otorgaron varios pares de gemelos. Estas artimañas dieron un total de doce hijos, ocho de los cuales eran varones. Al leer el Corán, es imposible no sorprenderse ante el sufrimiento de Mahoma por su desgracia paterna, sus protestas contra el nombre abtar (término islámico para un varón sin descendencia masculina). De ahí la larga serie de anécdotas en las que se ve al Profeta, incluso mientras reza, jugando con sus nietos.
“Obedece al apóstol cuando llama”, dice el Corán. Este texto dio origen a toda una serie de hadices. Es considerado como la obligación de interrumpir cualquier cosa, incluso la oración, para acudir corriendo a la menor señal de Mahoma. Pero esta obligación fue llevada mucho más lejos. Una mujer deseada por él no puede rechazar su mano. Si está casada, su marido tiene que repudiarla. El apóstol debe casarse con ella, aún contra la voluntad de la mujer y su familia. ¿Acaso Alá no dijo: “Los creyentes deben preferir al Profeta que a sí mismos”? (7)
En consecuencia, se puede declarar que la tradición musulmana no es muy confiable y que es imposible reconstruir la vida de Mahoma basándose únicamente en esta fuente. Lo mismo se puede decir del Corán. Son necesarias las fuentes externas para reconstruir la historia del islam.
Conclusión
La tradición islámica (hadiz) no tiene nada que ver con la tradición católica, dada por Dios, y verdadera fuente de Revelación. El hadiz es una fuente humana, fruto de la imaginación, pasión, luchas de poder e intentos de justificación que conduce a un gran fraude, independientemente de las intenciones de quienes lo elaboraron. Muchos musulmanes, más o menos sinceros, están fuertemente apegados a él y, por lo tanto, son prisioneros de un sistema muy complejo de autojustificación.
(1) - Supuesta fecha de la migración de Mahoma a Medina en el año 622, que los musulmanes consideran el año 0.
(2) - El ayatolá Jomeini también contribuyó con un cierto número de hadices cuando llegó a Irán.
(3) - Louis Massignon, Essai sur les origines du lexico, Ténica de la mística musulmana, Ed Geuthner, París, 1922, página 103.
(4) - Henri Lammens, Qui était Mahomet?, Ed. du Trident, 2014.
(5) - La palabra Luz aquí es un sinónimo del Corán.
(6) - Evangelio de la infancia de Mahoma, en comparación con los evangelios apócrifos sobre la infancia de Cristo.
(7) - Corán, XXXIII, 6.36
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EXPLICACIÓN DEL ISLAM (1): EL CORÁN
Fuente: FSSPX.New
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