¿Quién quiere ser “víctima”
(de violencia sexual)
Autora: @Betsriva
Hace ya algún tiempo vengo notando un extraño fenómeno que me preocupa, una especie de competencia por la cual se intenta demostrar que se es, o se ha sido, más víctima que otras personas supuestamente privilegiadas por su raza, sexo, género, edad u otra característica cualquiera. (1)
Quizás yo esté muy equivocada (es más que posible), pero ¿quién en su sano juicio puede querer reclamar para sí el título de “víctima” cual si fuera un trofeo, cuando ser una víctima implica haber sufrido desgracias tales que nadie querría para sí (violación, heridas, el asesinato de un ser querido)?
Aquí me pongo firme. Existen víctimas de delitos, víctimas reales, sufrientes, dolientes que día a día deben peregrinar por los tribunales de nuestro país esperando algo parecido a una migaja de justicia. Hombres y mujeres que han sufrido un daño inmenso, usualmente irreparable, que se encuentran muchas veces sin un mínimo acceso al sistema de justicia o conocimiento cabal del mismo. Que son invisibles a los ojos de funcionarios a los que muchas veces lo que menos les interesa es hacer justicia o pelear por que se haga. Abogados garanto-abolicionistas que creen que las únicas víctimas en el sistema penal son los criminales, veteranos muchas veces, en el oficio de delinquir. Fiscales que deberían ser abogados defensores. Son además concebidos como un negocio, contratar un abogado para ser querellante es no solamente de un costo tan alto que alguna gente debe sacar créditos para pagarles, algunos incluso una vez que han visto el dinero se aprovechan del desconocimiento del sistema y la desesperación de las personas cuando no dejan caer las causas. Otros que se presentan a ofrecer sus servicios gratuitos mientras dura el “show de la noticia truculenta” para desaparecer junto con las cámaras cuando otro delito ocupa la pantalla dejando a las víctimas o las familias absolutamente desamparadas.
No hablo aquí de esas víctimas porque merecen un artículo aparte, y un análisis profundo del sistema penal actual.
Aquí estoy hablando de las estrellitas y de las estrellas del firmamento televisivo, cinematográfico o de las pasarelas, en resumen, de las llamadas “figuras del espectáculo” que han descubierto desde el inicio del, muy discutible por cierto, movimiento “Metoo” que decir que fueron “abusadas” o “violadas” les da cámara, les garantiza notas y hasta convertirse en abanderadas del feminismo (terceraolista y vulgar) vernáculo.
También, por qué no, las hace aparentemente inmunes a cualquier crítica o incluso sirve como excusa para explicar que no son “antifeministas” porque ellas también sufrieron violencia sexual.
Pero no es solamente la impunidad que garantiza la lacrimógena confesión, es también la tergiversación y manipulación de los actos que constituyen violencia sexual.
Nuevamente me pongo firme: sí, una mujer puede salir con un hombre, consentir una serie de situaciones (por ejemplo tener sexo y acordar cómo lo van a tener) y en cualquier punto decir que no. Si el hombre continúa “porque ella ya había dicho que sí” es como mínimo abuso y como máximo violación (teniendo en cuenta nuestro sistema penal) (2) . Pero irse a la cama con un hombre, tener sexo con él y a la mañana siguiente descubrir que no llamó o no quiso ver más a la mujer no es ni una cosa ni la otra. Denunciarlo como abuso o violación es simplemente usar un hecho trágico y criminal para vengarse de un hombre.
Si se tuvo sexo para conseguir o asegurar un trabajo puede haber habido abuso de poder o de debilidad (3) , pero no (necesariamente) abuso sexual o violación. Además, no dejo de preguntarme, si hombres y mujeres aceptaron tener sexo a cambio de un puesto de trabajo, o un mejor sueldo o un ascenso, no sería más lógico hablar de prostitución que de violencia sexual? Y por favor, si usted lector es de alma sensible, vuelva a leer lo que acabo de escribir “si aceptaron”, y lo resalto para que no queden dudas.
Hace bastante se viene llamando la atención desde RestaurAr (http://restaurarg.blogspot.com.ar/2018/01/la-carne-se-hizo-verbo.html; http://restaurarg.blogspot.com.ar/2018/01/scrs-awards.html; http://restaurarg.blogspot.com.ar/2017/10/rebelde.html entre otras notas), pero no solamente, de cómo se pretende criminalizar (esa palabreja tan cara a los progres y garantoabolicionistas) el ejercicio heterosexual de la intimidad. En cualquier momento hombres y mujeres deberemos presentar declaraciones juradas respecto de que queremos efectivamente salir/tomar un café/cenar/dormir con la persona del sexo opuesto que nos invita o que hemos invitado, y luego otra que explicite que hemos aceptado continuar con los pasos usuales del cortejo, y finalmente otra antes de meternos entre las sábanas (declarando que hemos aceptado conscientes de que podíamos negarnos antes de llegar a ese punto).
Ampliar tanto los límites del abuso y de la violación hasta que ambos conceptos abarquen cualquier comportamiento que una mujer considere inapropiado o incorrecto socio-sexualmente es no solo de una suprema exageración que conduce a la injusticia sino una manera excelente de borrar el sentido concreto de uno de los grupos de delitos contra las personas más aberrantes del mundo (4) . El comportamiento inapropiado, por su parte, tiene sanciones sociales, civiles o administrativas pero raramente penales. Y ya puedo sentir a los garantoabolicionistas frotándose las manos ante las posibilidades que esto abre.
Algo más, esta ola de denuncias sin pies ni cabeza, sin sentido ni pruebas, usualmente sostenidas en un vago recuerdo o la sola palabra de la mujer que dice haber sido forzada tiene, al menos, dos graves consecuencias:
1) Un sumarísimo y muchas veces injusto castigo socio-laboral del supuesto agresor, quien es marcado socialmente, pierde su trabajo, quizás incluso su familia.
2) Que muchas víctimas de verdaderos abusos y violaciones se vean nuevamente impulsadas al silencio y el secreto, porque la ridiculez a que nos enfrentan los supuestos “nuevos” y siempre “polémicos” testimonios de las viejas actrices (algunas jóvenes también) hacen que estos delitos vuelvan a ser contemplados como una cuestión de “histeria” femenina o de “aprovechamiento”. Se comenzará a sostener muy pronto, como ya se ha hecho, que se trata de simple venganza contra el hombre y entonces… para qué perder tiempo, su Señoría?!
Así, verdaderos abusadores y violadores van pudiendo escapar de las redes del castigo y la justicia no tanto porque tengan buenos abogados o se hagan malas investigaciones como por las dificultades que se le empiezan a presentar a las verdaderas víctimas para denunciar.
Pero no es solamente la impunidad que garantiza la lacrimógena confesión, es también la tergiversación y manipulación de los actos que constituyen violencia sexual.
Nuevamente me pongo firme: sí, una mujer puede salir con un hombre, consentir una serie de situaciones (por ejemplo tener sexo y acordar cómo lo van a tener) y en cualquier punto decir que no. Si el hombre continúa “porque ella ya había dicho que sí” es como mínimo abuso y como máximo violación (teniendo en cuenta nuestro sistema penal) (2) . Pero irse a la cama con un hombre, tener sexo con él y a la mañana siguiente descubrir que no llamó o no quiso ver más a la mujer no es ni una cosa ni la otra. Denunciarlo como abuso o violación es simplemente usar un hecho trágico y criminal para vengarse de un hombre.
Si se tuvo sexo para conseguir o asegurar un trabajo puede haber habido abuso de poder o de debilidad (3) , pero no (necesariamente) abuso sexual o violación. Además, no dejo de preguntarme, si hombres y mujeres aceptaron tener sexo a cambio de un puesto de trabajo, o un mejor sueldo o un ascenso, no sería más lógico hablar de prostitución que de violencia sexual? Y por favor, si usted lector es de alma sensible, vuelva a leer lo que acabo de escribir “si aceptaron”, y lo resalto para que no queden dudas.
Hace bastante se viene llamando la atención desde RestaurAr (http://restaurarg.blogspot.com.ar/2018/01/la-carne-se-hizo-verbo.html; http://restaurarg.blogspot.com.ar/2018/01/scrs-awards.html; http://restaurarg.blogspot.com.ar/2017/10/rebelde.html entre otras notas), pero no solamente, de cómo se pretende criminalizar (esa palabreja tan cara a los progres y garantoabolicionistas) el ejercicio heterosexual de la intimidad. En cualquier momento hombres y mujeres deberemos presentar declaraciones juradas respecto de que queremos efectivamente salir/tomar un café/cenar/dormir con la persona del sexo opuesto que nos invita o que hemos invitado, y luego otra que explicite que hemos aceptado continuar con los pasos usuales del cortejo, y finalmente otra antes de meternos entre las sábanas (declarando que hemos aceptado conscientes de que podíamos negarnos antes de llegar a ese punto).
Ampliar tanto los límites del abuso y de la violación hasta que ambos conceptos abarquen cualquier comportamiento que una mujer considere inapropiado o incorrecto socio-sexualmente es no solo de una suprema exageración que conduce a la injusticia sino una manera excelente de borrar el sentido concreto de uno de los grupos de delitos contra las personas más aberrantes del mundo (4) . El comportamiento inapropiado, por su parte, tiene sanciones sociales, civiles o administrativas pero raramente penales. Y ya puedo sentir a los garantoabolicionistas frotándose las manos ante las posibilidades que esto abre.
Algo más, esta ola de denuncias sin pies ni cabeza, sin sentido ni pruebas, usualmente sostenidas en un vago recuerdo o la sola palabra de la mujer que dice haber sido forzada tiene, al menos, dos graves consecuencias:
1) Un sumarísimo y muchas veces injusto castigo socio-laboral del supuesto agresor, quien es marcado socialmente, pierde su trabajo, quizás incluso su familia.
2) Que muchas víctimas de verdaderos abusos y violaciones se vean nuevamente impulsadas al silencio y el secreto, porque la ridiculez a que nos enfrentan los supuestos “nuevos” y siempre “polémicos” testimonios de las viejas actrices (algunas jóvenes también) hacen que estos delitos vuelvan a ser contemplados como una cuestión de “histeria” femenina o de “aprovechamiento”. Se comenzará a sostener muy pronto, como ya se ha hecho, que se trata de simple venganza contra el hombre y entonces… para qué perder tiempo, su Señoría?!
Así, verdaderos abusadores y violadores van pudiendo escapar de las redes del castigo y la justicia no tanto porque tengan buenos abogados o se hagan malas investigaciones como por las dificultades que se le empiezan a presentar a las verdaderas víctimas para denunciar.
Por último, siempre he creído y aún hoy sostengo que es necesario creerle a la víctima como punto de partida, es decir, si ella o él se presentan a la justicia exponiendo que han sido abusados o violados se les debe tomar lo suficientemente en serio para inmediatamente comenzar con la investigación y proveer las medidas de protección necesarias para cortar la situación y garantizar la seguridad de quien se dice víctima. Sin embargo, sostener que la sola palabra de la víctima es suficiente para una condena es desconocer la naturaleza humana y regresar a la lógica de los juicios de Salem.
Si nos vamos a rasgar las vestiduras por las pobres personas que han sido quemadas en la hoguera por el simple testimonio de vecinos celosos, amantes despechados, esposos engañados y largo etcétera, si vamos a jurar que una persecución así nunca jamás debe volver a tener lugar en nuestra civilización, este es el momento de pararse y expresarse en contra de la persecución por portación de genitales y de la protección automática por la misma razón. No será políticamente correcto, pero es lo justo y correcto.
PS: Esta reflexión nace de un enojo profundo y personal, nace de sentir que se bastardea la condición de víctima, que se hace burla de las mujeres y los hombres sexualmente agredidos. Es obvio, entonces, que tendrá errores de escritura así como excesos y fallas. Pido disculpas al amable lector por todo ello.
* * *
Notas
1 Un gran texto sobre esta cuestión: Bruckner, Pascal “La tiranía de la penitencia. Ensayo sobre el masoquismo occidental”, Ariel, 2008 (2006)
2 Para ser muy técnicos y correctos nuestro código penal desde 1999 habla de “abuso sexual” siendo su forma simple el tipo base y de “abuso sexual con acceso carnal” para lo que siempre fue (y sigue siendo llamado vulgarmente) violación. Siempre he considerado que el cambio de palabras nada tiene de inocente y que constituye una de las formas más sutiles de convertir un hecho aberrante en uno que no suene tan “violento”. Este juego con palabras es una de las formas de tergiversar la realidad más queridas del garantoabolicionismo vernáculo. Que me perdonen aquí quienes consideran que el uso del lenguaje siempre es inocuo.
3 Este último desarrollado por Marie-France Hirigoyen en su texto “El abuso de debilidad y otras manipulaciones” Paidos, 2012
4 En este sentido bien vale la pena el manifiesto de las intelectuales francesas que estuvo en boga hace varias semanas.
https://restaurarg.blogspot.com/
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