sábado, 10 de mayo de 2025

EL SAGRADO CORAZON DE JESUS (32)

Cuán misericordioso se ha mostrado el corazón de Jesús con los pobres y los pequeñuelos.

Por Monseñor de Segur (1888)


Con la humildad y la mansedumbre, brillan sobre todo en el Corazón de Jesús la misericordia, la ternura, la compasión y la bondad. Y esta misericordia se ha extendido principalmente sobre los niños y los desgraciados.

¡Cuán tierno espectáculo ofrece el Hijo de Dios humillándose con tanto amor hasta a los niños! Su inocencia, sencillez y candor enajenaban su divino Corazón, y le atraían con encanto irresistible. ¡Ah! es que la inocente sencillez del niño no es en el fondo sino una humildad purísima, inconsciente de sí misma; como la inocencia del niño no es sino una pureza perfecta que se ignora a sí misma y se dilata en la alegría. Jesús amaba sobre todo esta humildad y esta inocencia.

Queriendo un día dar a sus Apóstoles una lección de humildad perfecta, llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo abrazó con divina ternura, y les dijo: “En verdad os digo, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Cualquiera, pues, que se humillare como este niño, ese será el mayor en el reino de los cielos. Y el que acogiere a uno de esos niños en nombre mío, a mí me acoge. Mas quien escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgasen del cuello una piedra de molino, y así fuese sumergido en lo profundo del mar”.

En otra ocasión, como le presentasen unos niños para que les impusiera las manos, sus Discípulos reñían a los que venían a presentárselos. Viendo esto Jesús lo llevó a mal, y les dijo: “Dejad que vengan a mí los niños, y no se lo impidáis, porque de ellos es el reino de Dios. Y abrazándoles e imponiéndoles las manos, les bendecía”. Así amaba el Hijo de Dios a los niños, les colmaba de sus santas caricias, y se complacía en su humilde compañía.

Sí, el Corazón de Jesús estaba lleno de dulzura, de benignidad y de ternura para con los niños. Lo que en ellos amaba debemos nosotros amarlo como Él y con Él; y la infancia, que Él ama y bendice, debe ser, para todo buen cristiano, objeto de religioso respeto. El santo amor a los niños es uno de los más dulces tesoros del Corazón de Jesús y una de las señales del Espíritu de Jesucristo. Todos los Santos los han amado.

Nuestro Señor hizo objeto especial de su misericordia y ternura todo lo que era pequeño y despreciable para el mundo. Amó especialmente a los pobres, a los afligidos, a los débiles, a los enfermos, a los desgraciados; en una palabra, a todos los que sufren; y quiere que nosotros les amemos como Él y por amor de Él; que, compadeciéndonos de sus trabajos, les hagamos bien. Su divino Corazón, que se ha hecho corazón nuestro, rebosa por ellos de caridad tan ardiente como tierna, tan fuerte como dulce; y no seríamos de Jesucristo, si fuésemos duros con los pobres y rechazásemos a los que Él ama.

¡Oh mi buen Salvador! sí, quiero parecerme a Vos en vuestra tierna misericordia con los niños y los desgraciados. El mundo les desdeña como a Vos, y precisamente por esto yo, discípulo vuestro, que no soy del mundo, quiero amarlos como a Vos, y haceros bien en su persona. “Todo lo que habéis hecho al menor de estos pequeños, a mí me lo hicisteis”, nos decís en vuestro santo Evangelio. ¡Qué regla tan admirable! ¡Qué luz para saber cuál debe ser mi conducta para con los niños, los huérfanos, los desamparados, los que sufren; con todos aquellos que recurren a mí en sus penas! ¡Infeliz de mí si mi corazón no es para ellos lo que el bondadosísimo Corazón de Jesús! ¡Infeliz si maltrato a mi Dios, o simplemente le contristo por mi culpa, en la persona del menor de estos pequeñuelos!

¡Oh Corazón adorable, manantial de bondad! dignaos llenar mi corazón de vuestra bondad y ternura, como lo habéis hecho en el corazón de vuestros Santos.

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