sábado, 31 de mayo de 2025

MONS. ANTONIO BASEOTTO, IN MEMORIAM

Fallecido el 26 de mayo, a sus 93 años, hoy a muchos se nos estruja el corazón de tristeza, mezclada con la gozosa esperanza del futuro reencuentro.

Por Mª Virginia Olivera de Gristelli


En una época en que los fieles suplicamos obispos santos, dignos sucesores de los Apóstoles, verdaderos padres, es una gracia inestimable -de esas que nunca, nunca, se pueden agradecer cumplidamente- haber tenido el consuelo de conocer y tratar a uno de ellos, comprobando las maravillas que Dios obra en sus hijos fieles. ¡Gracias, Señor, por haberle concedido el don inestimable de la fidelidad!

Me perdonarán los lectores, pero más allá de los datos biográficos (ver al pie *), no puedo escribir sobre él más que como hija y deudora, y para nada imparcial: fuimos testigos, simplemente, de una vida hermosa, fecunda y consagrada.

Lo conocimos personalmente hace unos 23 o 24 años más o menos, a poco de comenzar a organizar los Encuentros de Formación Católica de Buenos Aires, y desde el primer momento nos recibió con una disponibilidad franca, realmente cordial, y una solicitud increíble. Realmente se notaba en su proceder una consonancia hermosa entre Verdad y Caridad, sin falsas dialécticas.

De energía y temple franco; puro y alegre, de niño casi, pero con una fortaleza de toro ante las adversidades de todo tipo; si algo lo caracterizaba era no tener pelos en la lengua. Su amor y celo por la Verdad y por las almas era incuestionable: lo demostró en su larga y fecunda labor en la diócesis de Añatuya, de la que fue obispo durante muchos años, y una vez designado obispo castrense, no se limitó a pastorear la familia militar, sino a ejercer su paternidad sobre muchísimos fieles y grupos que de algún modo nos sentíamos bastante huérfanos tal vez por no estar suficientemente “aggiornados” en temas como la defensa de la vida y la familia, el orden natural y los principios tradicionales que por aquí y por allá, van siendo cada vez más relativizados. Fue un verdadero abanderado y protector de los grandes y pequeños grupos pro-vida a lo largo de nuestra Patria, como también defensor acérrimo de la Misa Tradicional.

Más allá de toda conveniencia y componenda, era por sobre todas las cosas, firme e inamoviblemente católico, con todo lo que esto implica. Por eso no vaciló en reaccionar enérgicamente al enterarse de que el infausto ministro de Salud” Ginés González, se había disfrazado de preservativo gigante para repartir en persona, en una plaza pública, profilácticos a los niños y adolescentes, en los albores de la repugnante Ley de Salud Reproductiva (sic), y sin muchas vueltas, en una carta al ministro, le dijo que “la multiplicación de los abortos que usted propicia con fármacos conocidos como abortivos, es apología del delito de homicidio”, advirtiéndole a su vez que “distribuir profilácticos es propiciar el libertinaje sexual y difundir impunemente el sida, que es ampliar el mercado de los que negocian y lucran con la salud física y moral de nuestra juventud”, recordándole de paso el pasaje evangélico de la piedra de molino para los que escandalicen a los pequeños, lo que por supuesto, en la supina ignorancia y malicia propia de muchos medios y gobernantes, fue interpretado para acusarlo ridículamente, nada menos que de apología del delito (aquí la noticia de su fallecimiento, por Pravda 12). Absuelto ante la Justicia, el presidente Kirchner pidió la remoción del prelado, a lo que la Santa Sede se negó, ratificándole su confianza. En 2007 presentó su renuncia a la vicaría castrense, pero siguió “más libremente” abocándose a otros varios apostolados, imperturbable, sin correr a pedir perdón y esgrimir los consabidos “donde dije digo, digo Diego”, de otros prelados más afectos a los valses que a las marchas…

Apadrinó así las espléndidas Peregrinaciones de Ntra. Señora de la Cristiandad, celebrando sus Misas en Luján, y al Círculo de Formación S. Bernardo de Claraval, acompañando durante casi veinte años la organización de los Encuentros de Formación Católica de Bs. As. y acompañando la inauguración de los mismos en Ecuador, viaje del que atesoramos preciosos recuerdos.

Siguió celebrando aquí y allá retiros, pronunciando conferencias, organizando ediciones de libros –sobre todo traducciones de su patrono, San Alfonso- y colaborando en todo lo que veía bueno, bello y verdadero, alentándolo siempre de modo entusiasta.

Publicamos aquí su Testamento, que es testimonio inapelable de su alma limpia y sencilla, por la que rogamos de todo corazón a Nuestro Señor que brille para él la luz perpetua, esa luz hacia la que siempre dirigió rectamente sus pasos.

Querido, muy querido Monseñor: ¡¡GRACIAS, GRACIAS siempre, y hasta el Cielo!!!!!

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Testamento de S.E.R. Monseñor Antonio Juan Baseotto

Obispo Emérito Castrense de la República Argentina

JM + JA

Entrando en la etapa de la “Octogessima adveniens”, por la presente pongo al día mi testamento.

Agradezco al Señor que me dio la vida y cuanto lleva consigo: mi familia, el ambiente cristiano que me tocó vivir en estos casi ochenta años. Doy gracias a Dios por el don de la Fe y el bautismo, y, por ellos, el de mi pertenencia a la Iglesia de Jesucristo. Dejo constancia de que en esta Fe quiero vivir y morir. Agradezco el don de la vocación sacerdotal con todo lo que la familia religiosa significa para mí. Agradezco el don del sacerdocio que recibí un día en plenitud. Pido perdón a Dios por no haber dado todo lo que mi responsabilidad de pastor me exigía. Y pido perdón a quienes en algún momento pudiera haber perjudicado. Dejo constancia de que nunca me movió un motivo de resentimiento o malas intenciones con personas. Si alguien lo ha sentido así, o como injusticia, le pido honestamente perdón…

Quiero decirle a Dios con tranquilidad: perdona mis ofensas, como perdono a los que me han ofendido. En cuanto a los bienes materiales, nombro albacea a mi hermano Gerardo Alfonso Baseotto que vive en el piso 20 del mismo edificio donde tengo domicilio. En cuanto a mis exequias: lo más sencillo y barato. Lugar de sepultura: junto al altar del Smo. Sacramento en Stella Maris. Si esto complica la vida al Obispado Castrense, sea sepultado en Bella Vista en el cementerio de la Congregación. Lo importante es que no dejen de orar por el eterno descanso de quien usó esos huesos por tantos años. Sé que quien juzga mis actos es quien dio la vida por mí. Muy a medias he querido que mi vida le pertenezca. Me abandono en manos de su misericordia infinita…

JM. JA.

Buenos Aires, 15 de febrero del 2011.

(Firma)
 

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