10 de Mayo: Santos Gordiano y Epímaco, mártires
(✞ 362)
Después que el impiísimo Juliano el Apóstata fue aclamado por su ejército como emperador de Francia, y con la muerte del emperador Constancio, su primo hermano, cobró fuerzas y se vio señor, luego comenzó a quitarse la máscara de piedad con que antes había favorecido y engañado a los cristianos, a los cuales determinó perseguir y destruir, y por otra parte, conservar y ampliar el culto de sus falsos dioses: pero, como pretendía ser tenido por todos como príncipe manso y benigno, y no quería que los que morían por Cristo fuesen honrados como mártires, y ya la Religión se había extendido y florecía mucho por el mundo, temiendo alguna turbación en el imperio, por razón de estado, pretendió con maña destruir a los cristianos, haciendo presidentes y gobernadores de las provincias a hombres crueles y bárbaros, para tirar la piedra -como dicen- y esconder la mano.
Entre los ministros que nombró el Apóstata para destruir la Iglesia de Cristo, uno fue Gordiano, el cual nombrado Vicario de Roma, ejercitaba su crueldad y derramaba la sangre inocente de los cristianos.
Estaba preso con otros muchos un santo presbítero llamado Jenaro. Gordanio tuvo con él largas pláticas, y finalmente tocándole el Señor el corazón, abrió los ojos al rayo de la divina luz y determinó abrazar la Fe; y en efecto, recibió el Bautismo de mano de San Jenaro, entregándole después a Jenaro un ídolo de Júpiter que tenía en su casa, y le quebraron y desmenuzaron y echaron en un lugar inmundo.
Juliano se enteró de lo que estaba pasando y se embraveció al ver que sus principales ministros se estaban volviendo contra él y se hacían cristianos, y quitando a Gordiano el cargo, ordenó al tribuno que le castigase severamente.
Mandándole éste atormentar y azotar y quebrantar los huesos con plomadas, y como el santo mártir diese gracias al Señor por la merced que le hacía en darle el padecer por él, el tribuno le condenó a ser decapitado delante del templo de la diosa Tierra y que echasen el cadáver a los perros.
Pero el Señor ordenó que los perros hambrientos no tocasen el santo cuerpo, sino que más bien le guardasen y defendiesen con ladridos.
Cinco días después, un criado de Gordiano y otros cristianos tomaron el cadáver de noche y le sepultaron en la vía Latina, en una cueva donde antes había sido enterrado San Epímaco, mártir, cuyo martirio también celebra hoy la Iglesia; el cual siendo natural de Alejandría fue preso por el nombre de Jesucristo, y habiendo padecido muchos días excesivos trabajos y molestias en una áspera y dura cárcel, y llevándolas con gran paciencia y alegría, finalmente fue mandado a quemar y sus huesos y cenizas fueron llevados a Roma por algunos cristianos y puestos en aquel sepulcro en que dijimos que después fue sepultado San Gordiano.
Por eso, la Iglesia Católica celebra juntamente el martirio de estos dos Santos en un mismo día.
10 de Mayo: San Antonio, Arzobispo de Florencia
(✞ 1459)
El santísimo prelado San Antonio, o Antonino, que así le llamaban por ser pequeño de cuerpo, nació de honrados padres en Florencia y desde niño mostró que era escogido de Dios.
A la edad de trece años ya había estudiado todo el Derecho Canónico, y luego pidió y alcanzó el hábito de Santo Domingo.
Nunca comía carne y cuando estaba enfermo, traía una cadena de hierro y dormía en el suelo sobre las tablas.
Ordenado sacerdote, llegó a ser Prior de los principales conventos de su Orden en Italia, y siendo ya Vicario general de Roma, y Nápoles, lavaba los platos y utensilios de cocina de sus Hermanos, y barría la casa como el menor de todos.
El Papa Eugenio IV le obligó a aceptar el Obispado de Florencia, bajo pena de excomunión; él fue a pie y descalzo a su iglesia, con tanta amargura de su corazón como regocijo de toda la ciudad, que salió a recibirlo como a santo pastor venido del cielo.
Muy pronto resonó en toda Italia la fama de sus virtudes. En la oración quedaba arrebatado y suspendido en el aire, resplandeciendo su rostro con maravillosa claridad.
Se desentrañaba por los pobres y les daba cuánto tenía; reprimía a los insolentes y poderosos mandándoles hacer penitencias públicas y echaba con gran severidad de las iglesias, a las mujeres que venían a ellas para buscar pareja.
Quejábanse algunos de él porque no excomulgaba por ciertos pecados a sus súbditos; y él, para no decirles la razón que tenía para no hacerlo, por el daño que recibe el alma con la excomunión, mandó traer un pan blanco y dijo sobre él las palabras que se suelen decir en la excomunión, y luego delante de todos el pan se convirtió en carbón, y pronunciando después las palabras de la absolución, el pan negro se convirtió nuevamente en blanco; y con esto entendieron los efectos que hace la excomunión al alma, y que no se debe usar de ella sino como una excepción.
Autorizaba su celestial doctrina con muchos prodigios y le estimaba tanto el Papa, que en su última enfermedad quiso recibir los Sacramentos de su mano y que asistiese a su cabecera; y cuando Nicolao V puso en el catálogo de los santos a San Bernardino de Sena, dijo que así como podía canonizar a San Bernardino muerto, podía canonizar a San Antonino vivo.
Finalmente a los setenta años de su edad expiró pronunciando estas palabras
- Servir a Dios es reinar
Y fue tanta la concurrencia que acudió a su entierro, que no le pudieron dar sepultura hasta pasados ocho días, en los cuales estuvo el santo cuerpo en la iglesia fresco, hermoso, con el rostro como si fuera ya cuerpo glorioso.
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