lunes, 21 de agosto de 2023

DEBERES Y OBLIGACIONES DE LA ESPOSA EN EL MATRIMONIO

La felicidad del hogar depende, en gran parte de la mujer, a quien está confiado el gobierno de ese pequeño reino interior. “Ningún bien puede hacerse en el hogar sin concurso de la mujer”.

Por Mons. Martin Dávila Gandara


Si los Maridos tienen como deber, amar a sus esposas y tratarlas con bondad, consideración, y con respeto evitando por completo el machismo, las Mujeres, deben estar sujetas a sus maridos, así como dice S. Pablo: “Así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres lo han de estar a sus maridos en todo” (Efes., V, 24).

Por lo mismo, las esposas deben de ver en los esposos la autoridad divina, y por lo tanto deben de respetarlos, así como reitera el mismo San Pablo: “Las mujeres sujétense a sus maridos como al Señor, porque el varón es cabeza de la mujer, así, como Cristo es cabeza de la Iglesia” (Efes., V, 22-23).

Por eso, las mujeres deben obedecer en todo lo que sea justo y no en lo pecaminoso a sus maridos; esto es en lo referente al matrimonio y al gobierno de la casa, y en todo lo que no sea contrario a la ley de Dios. En esto, se debe de imitar a María Santísima, en sus atenciones y su respeto a San José.

La mujer es el alma del hogar, la que crea la atmósfera de bienestar y de alegría, dejando sentir hasta en los más pequeños detalles el toque de su mano hacendosa y delicada.


Posición de la mujer ante el marido

Compañera, no esclava; así llamó Adán a Eva. (Gen. 3, 12) Compañera en el camino de la vida hasta la muerte, en los gozos y en los dolores. Son dos arroyos que se juntan en el día de la boda, y después de fundidos entre sí, han de formar un río tranquilo, corriendo juntas las aguas hasta el mar. Compañera única, inseparable, consagrada por un sacramento. ¿Para que?

Para ayudar al marido.

a) Así la llamó Dios: “no es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda semejante a él” (Gen. 2,18).

b) Para los fines primarios del matrimonio: procreación, educación de los hijos, remedio de la concupiscencia.

c) Para la necesidades materiales de la vida; administración de la casa; apoyo seguro en el porvenir.

d) Para las necesidades morales y espirituales: si el hombre debe ser sostén de la mujer en su debilidad, la mujer debe ser su ayuda y perfeccionamiento moral y espiritual. ¡Cuántas mujeres supieron transformar a sus maridos!

Para que sea como su Semejante.

a) Así la llamó Dios respecto al hombre. Semejante al hombre, en la naturaleza, y en los derechos conyugales. Aunque el hombre es la cabeza, la mujer es igual al hombre, tan semejante que es su mitad, su otro yo.

b) La mujer debe hacer al marido semejante así. Con su bondad, con sus palabras, con el ejemplo de una vida santa.

c) La mujer es omnipotente sobre el corazón del marido si sabe tratarlo con paciencia.

d) La mujer se casa con el hombre que ha elegido tal como era. Con sus buenas cualidades o defectos, le tendrá como quiera: bueno, si le quiere bueno; malo, si malo; le hará semejante así, según sea buena o mala.

Deberes de la mujer
1. Amar al marido: a) Es propio del corazón de la mujer. b) Lo prometió y lo juró al pie del altar. c) Al altar la llevó el amor. Ese amor debe ser exclusivo: él sólo y nadie más que él. Como dice S. Pablo “más la casada piensa en las cosas del mundo (buscando), cómo agradar a su marido” (I Cor. VII, 34). Amando a su marido, se ama a sí misma, ya que es una sola persona con él.

2. Estarle sujeta: En todas las cosas: especialmente en el deber esencial del matrimonio y en las cosas de la casa, excepto en el pecado. Así como dice S. Pablo: “Mujeres, estar sujetas a sus maridos, como conviene en el Señor” (Col. III, 18).

3. Serle fiel: Dice S. Pablo “la mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino el marido; e igualmente, el marido no tiene potestad sobre su cuerpo, sino la mujer” (I Cor. VII, 4).

4. Si no trabaja por necesidad: Debe de atender las cosas de la casa. El hombre lleva las cosas a casa, la mujer las coloca en su sitio; limpieza y orden deben ser su preocupación; sobriedad y economía debe ser su regla, porque es el secreto de su riqueza.

5. Debe de procurar honrar a los suegros. Ellos se han colocado en el puesto de sus propios padres. Son los padres de su marido, con el cual se ha hecho una sola cosa. Aquí tenemos, el hermoso el ejemplo de Ruth para con su suegra Noemi (Ruth. I, 7). Por eso S. Pablo nos recuerda: “Someteos unos a otros en el temor del Señor” (Efe V, 21)
Es necesario resaltar el principio del: “mutuo sometimiento”.

Su fundamento es el temor a Dios, como reverencia. Esta es una actitud mutua. Y una decisión voluntaria: Aunque es una orden, queda en libertad de quien la escucha y se dispone a la obediencia.

El Someterse. Es tomar el lugar divinamente dispuesto en una relación dada. Nunca se exigirá sometimiento de unos a otros; ello puede tener lugar sobre la base de la confianza y la voluntad.

Explicación del sentido de la sumisión: El asunto de la sumisión ha sido motivo de discusión, controversia y abuso. Primero, la intención original de Dios para la familia fue que rigieran la tierra como socios totales: eran una carne y todo lo compartían mutuamente en toda manera.

De este tema dice S. Pedro: El pecado rompió esa sociedad y el Señor estableció al esposo como cabeza de la familia. En Cristo, el Señor lleva de regreso a la posición de unión como “coherederos” (I Ped III, 7).

Es también necesario considerar que: La autoridad del esposo no debe convertirse en excusa para que la esposa abandone sus responsabilidades. Porque una parte del abuso del tema de la autoridad procede de las mujeres que deciden echar toda la responsabilidad sobre el esposo y rehúsan usar la sabiduría y capacidades que Dios les dio. Una respuesta correcta a la autoridad tiene que ver con una actitud del corazón y una disposición para servir.

Origen del principio de sumisión.
1. Originalmente, la división o separación de funciones y roles no estaba marcado. Surgió producto del pecado (Gen III, 16).

2. La mujer no es directamente objeto de maldición, pero se halla bajo la condena a causa del pecado original. Es por eso que la maternidad traerá consigo sufrimientos, el efecto del pecado sobre la mujer comenzó después que el pecado se volvió una realidad. Esto implica que antes de la presencia de la maldad, este sistema de sumisión no existía.
Los efectos de este pecado pueden ser resumidos:

a) El incremento de los malestares del embarazo.

b) El parto con dolor.

c) El deseo será para su marido. La expresión parece referirse a que, en oposición a la armonía que existía en el Edén, en adelante la mujer intentaría dominar a su compañero.

d) Este se enseñoreará de la mujer estableciendo el papel asignado por Dios al esposo como siervo y cabeza de la familia. No existe evidencia de que la intención haya sido disminuir la persona o atribuciones de la mujer, sino asignar al marido la responsabilidad de cuidar de ella como una vía para restablecer la antigua armonía entre ambos. (Efe V, 22–33).

En el caso del hombre, Dios le dijo: “Por haber escuchado la voz de tu mujer” indicando que Adán no supo desarrollar la relación de protector que le correspondía, por lo que de aquí en adelante debía imponer su responsabilidad.

Desarrollo de este principio

Lamentablemente, se ha abusado del privilegio otorgado al esposo, abusando del mismo en desmedro de su esposa, llegando a tomar este principio como el fundamento para que la esposa soporte cualquier actitud del esposo por ser, supuestamente a quien debe someterse.

Aplicación del principio

¿Cómo aplicar este principio de mutua sumisión? En esta respuesta está la clave para que exista la correcta relación entre la pareja. Una respuesta no basada en los principios de la Palabra conduce a una bipolarización del hogar.

Una respuesta basada en criterios bíblicos conduce a que el hogar se desarrollen los roles de acuerdo a la voluntad de Dios, sin que esto indique que sería una familia sin problemas.

La sumisión en el caso de la esposa: La sujeción al esposo se llama RESPETO. En el caso del esposo: El modo de sujetarse a su esposa es el AMOR.

¿Qué significa RESPETO? De antemano sabemos que el respeto es uno de los pilares del verdadero amor que significa la aceptación tal como se es de parte de cada uno de los esposos, aclarando que cada uno de los cónyuges tiene necesidad de cuestionar sus propios códigos y creencias que ya se traen desde la infancia.

La esposa cumple el principio de sumisión satisfaciendo las mayores necesidades de su esposo las cuales son: el respetarlo, honrarlo y admirarlo.
1. Esto implica que la esposa respetara la autoridad que Dios le ha dado al marido como cabeza del hogar.

2. Implica también, respetar su autoridad, no menoscabando la autoridad que es propia del esposo.

3. Debe de aconsejar sin obligar y apoyar las decisiones que tome el esposo. Si se equivoca, no criticarlo con el famoso “Te lo dije”. Siendo estos los mejores momentos para que la esposa respete a su esposo.

4. No dividiendo la autoridad del padre delante de los hijos.

5. Dando muestras de admiración, de estima, y de amor profundo a su esposo. Esto implicaría que la esposa se beneficiara personalmente si lo hace.
Algunos consejos prácticos

La esposa demostrará amor a su esposo siguiendo estos consejos:
1. Con el cuidado del aspecto personal. Es necesario mantener un sano y correcto equilibrio entre el adorno exterior, y el adorno interior que es muy valioso e insustituible.

2. Con una buena actitud de la esposa para el esposo. San Pedro define esta actitud como la del corazón. Todo lo que una esposa realiza en su hogar, lo más valioso, y de carácter eterno, que tanto agrada a Dios es esta actitud del corazón de la mujer ante el esposo.

3. La esposa debe de obedecer a su esposo. El término “Obedecer” que se usa en este pasaje significa “Prestar cuidadosa atención a la persona” Lo que implica el atender las necesidades del esposo como si fuera lo más importante de cada día.
Estas decisiones que una esposa sabia toma de manera voluntaria como expresión de sumisión al esposo tienen su respectiva recompensa: “Sin temer ninguna amenaza” Es decir, Dios honrará la obediencia no permitiendo que el esposo sobrepase el límite establecido por Dios.

Decálogo para la mujer
:

-No debes hablar siempre: tu marido debe también ser escuchado.

-Debes amar a tu marido y tenerle la comida a punto y la casa en orden.

-Jamás olvides que te casaste con un hombre, y por lo tanto tiene defectos, así que nunca te sorprendas.

-Debes de ser cuidadosa con tu esposo, guardando un buen ambiente en el hogar.

-Debes ser paciente con los defectos del marido, y dada la ocasión hacer resaltar sus buenas cualidades.

-Sé correcta con tu esposo cuando discutan. Acuérdate cómo lo tratabas cuando eran novios, recuerda que el trato no debe cambiar. No lo mires de arriba abajo.

-Respeta siempre a la familia de tu marido y sobre todo honra a su madre; él la quiere mucho y ella estuvo en su vida antes que tú, jamás lo pongas a elegir.

-No te presentes desaliñada delante de tu esposo. No descuides tus aspectos femeninos.

-De cuando en cuando, déjale que tenga la razón, eso le causará placer y no te costará nada.

-Trata de estudiar todos los temas que a él le interesen, será muy agradable para tu marido poder conversar contigo cosas que suceden en su entorno y no solamente de cosas del hogar.

-Se Ecuánime no dejándote llevar por tu gran imaginación y la vez con la oración pide al Señor que te ayude a controlar tu corazón para que perdones de verdad y completamente a tu marido, cuando él te haya fallado. Por lo mismo dale la oportunidad de que se revindique.


LA BUENA ESPOSA DEBE DE COMBATIR Y ANIQUILAR TODO TIPO DE EGOÍSMOS

Sin exagerar se podrá afirmar que la raíz de la destrucción de la armonía en los esposos está en el egoísmo. Un egoísmo de orden material o egoísmos de orden intelectual o espiritual; la unidad, que debe ser el triunfo del amor, es destruida siempre por alguna de las formas de esta idolatría personal que nubla el entendimiento, venda los ojos, insensibiliza el corazón, seca las fuentes de toda bondad, ternura y comprensión de la psicología ajena, y del corazón de los suyos.

Jamás podrá existir el goce espiritual del verdadero amor, mientras conscientemente no se supere el propio egoísmo; ni jamás habrá una dulce armonía conyugal, que haga del hogar un oasis de paz y felicidad de los esposos y el nido cálido de amor de los hijos.

Algunas esposas preguntaran: “Y ¿cómo se manifiesta este egoísmo, enemigo número uno de la felicidad de mi matrimonio y mi hogar?”


Este egoísmo se manifiesta de diferentes maneras:

Egoísmo de la esposa. Que se da en la incomprensión del cansancio y del estado de agotamiento en que vive el esposo, en su afán de darle a ella algo mejor cada día en las cosas materiales.

Egoísmo de la mujer. Que se manifiesta, cuando se encierra en un opaco hermetismo de todas las menudencias y detalles de la casa; que le ocupa y preocupa, que la envuelve y esclaviza en las redes de lo ridículo y de una excéntrica vanidad que la hace extraña y fría para todo lo que no sea su morbosa egolatría.

Este egoísmo es lo que le hace olvidar las mil delicadezas que necesita el corazón del hombre, sobre todo cuando viene a su hogar para encontrar un descanso de orden espiritual más que físico, y que necesita de la ternura de su esposa para seguir luchando.

Egoísmo de la mujer, que no sabe, y no quiere descubrir, alentar y comprender las dificultades, los esfuerzos, las conquistas y los triunfos que obtiene su esposo en su profesión o oficio.

¡Cuántas infidelidades se han infiltrado en corazones de hombres, al parecer buenos, por no encontrar aliciente y comprensión de su valor y de sus triunfos profesionales o culturales!

Egoísmo de la mujer. Que desdeña la maternidad por la vanidad, y concibe su vida familiar únicamente como fuente de satisfacciones, de placeres egoístas y estériles al no procurar tener los hijos que Dios le quiera dar. Y que por el afán de su propia y egoísta superación personal ve en los hijos un estorbo.

Egoísmo de la mujer, que le hace cambiar la vida de la fe, por una vida enteramente material; que en vez de vivir fuertemente adherida a la esperanza del cielo, quiere saciar todas sus egoístas necesidades en esta vida; que en vez de la caridad, prefiere vivir de egoísmos; que en vez del recogimiento y de la modestia cristiana, busca saciar su afán de coquetería y pasar más tiempo en las fiestas y reuniones que en su hogar.


Si realmente quiere combatir la mujer todas éstas clases de egoísmo:

Debe de procurar que haya una vida cristiana sólidamente fundada y fervorosamente vivida, en donde deben de reinar las tres virtudes principales de nuestra religión, cuales son: la fe, la esperanza y la caridad, y sobre todo la caridad que tanto pregona San Pablo en Cor., XIII, 4-7.

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Esta caridad es la única capaz de vencer el egoísmo en todas sus formas, mismo que viene siendo la causa principal de todas las desavenencias en el hogar.

En esta lucha contra el egoísmo, es sumamente necesario que la mujer considere, que cuando no hay visión cristiana de ciertos problemas y de la vida toda, no hay solución para muchísimos conflictos humanos. Porque cuando el egoísmo se instala en un hogar, todo lo seca, todo lo entristece, y todo lo destruye.


CUALIDADES QUE TODA ESPOSA DEBE DE TENER

El papel de la esposa en el matrimonio y en el hogar es una misión en la cual debe de emplearse y desempeñarse de la mejor manera. Y para ello, la mujer debe ser: consciente de su responsabilidad, abnegada, ecuánime, justa, enérgica, conforme, amable, alegre, ordenada previsora, aseada, trabajadora y económica; cualidades que se relacionan íntimamente con el bienestar moral y material del matrimonio y de la familia.

Ser consciente de su responsabilidad. Significa que esté convencida de que vive en un matrimonio y en un hogar cristiano. Ella es, en gran parte, responsable ante Dios de las almas de su esposo y de sus hijos a ella confiadas.

El ser Abnegada. Significa que tenga un constante olvido de sí misma para subordinarlo todo (con cero egoísmo) a la felicidad y bienestar del esposo y de los hijos.

Ser Ecuánime
. Significa que no se altere exteriormente, que esté dispuesta a adaptarse a las circunstancias de la vida tal como se presente; que en las grandes penas y dificultades, como en los pequeños tropiezos y contratiempos de cada día, no pierda la serenidad ni el control de sí misma; sino que practique la cristiana virtud de la paciencia, sin la cual no es posible que se conserve la paz del hogar.

Ser Justa. Significa que sea respetuosa de los derechos del esposo y demás miembros de la familia; que dé a cada uno el lugar que le corresponde dentro del hogar.

Ser Enérgica. Significa que sepa saber mandar y hacerse obedecer por los hijos, siempre con la debida prudencia.

Ser Conforme. Significa que voluntariamente acepte la situación en que Dios la haya colocado, la cual es perfectamente compatible con una legítima aspiración de mejoramiento y progreso en el orden material y moral; pero sin olvidar que la cruz es parte de la vida humana y que el aceptarla como venida de las manos de Dios, es medio de santificación para el cristiano.

Ser Amable. Significa que practique la amabilidad, virtud muy femenina, llave que abre y se adueña de los corazones del esposo y de los hijos, virtud que crea dentro del hogar un ambiente de confianza y bienestar.

Ser Alegre. Significa que posea la santa y sana alegría de la mujer cristiana, consciente de su dignidad de hija de Dios y de la hermosa misión que le ha sido confiada. La alegría no es sinónimo de ligereza o superficialidad, ni está reñida con la necesaria seriedad con que debe mirarse la vida y su múltiples problemas, seriedad que se manifiesta en la reflexión, en los consejos, en las conversaciones y en el trato con los demás.

Ser Ordenada. Significa que sepa distribuir convenientemente el tiempo y el trabajo y que, con relación a los objetos, asigna un lugar para cada cosa y vigile que cada cosa esté en su lugar.

Ser Previsora. Significa que sepa ver de antemano las necesidades de la familia para proveer de ellas oportuna y convenientemente.

Ser Aseada. Significa que se preocupe por la limpieza de su hogar, de los suyos y de su propia persona, persuadida de que el aseo es secreto de salud y belleza y el mejor adorno del hogar en el que pone una nota de alegría.

Ser Trabajadora. Significa que, como ama de casa, sepa desplegar una actividad constante, bien sea que ella misma tenga que desempeñar todas las tareas domésticas, o bien que deba distribuirlas y vigilar que se lleven al cabo debidamente.

Ser Económica o saber Economizar. Significa que sepa tener medida y orden en los gastos, usar de las cosas sin abusar de ellas; ahorrar sin mostrarse avara y conservar para tener siempre lo necesario.

Estas virtudes no son exclusivas de la esposa y de la madre, sino también propias de cada mujer que desde niña ha de adquirirlas y conservarlas para la realización de su misión femenina en todas las etapas y circunstancias de la vida familiar.

La mujer debe de guarda en su hogar el fuego que calienta, la llama que ilumina y alegra a los miembros de la familia.

La mujer debe ser también una verdadera guardiana de su hogar; que vigila, defiende, conserva y protege. Vigila por la integridad de su hogar; lo defiende contra los enemigos internos y externos que lo acechan; conserva las tradiciones y el patrimonio familiares; protege a los suyos en lo material y en lo espiritual.

La mujer debe de aceptar resueltamente la misión que le ha sido confiada, con todos los sacrificios que ésta implica y sentirse santamente orgullosa y feliz de poder realizarla.

Por último, espero en Dios que mediten las esposas estos grandes deberes, y que el resultado de estas reflexiones, signifiquen más paz, armonía y felicidad para sus hogares.




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