jueves, 8 de octubre de 2020

MISAS CELEBRADAS CON POCA REVERENCIA

Publicamos un pasaje de San Alfonso Maria de Liguori tomado de “Selva di materia predicabili”. Este celoso Doctor de la Iglesia se expresó con extrema franqueza sobre un problema eclesial de actualidad


[...] qué cuentas deben dar a Dios los sacerdotes que celebran este gran sacrificio con poca reverencia. [...] ¿dónde está la devoción y la reverencia en tantos sacerdotes que dicen misa? Esta, que es la acción más sublime y sacrosanta (como hemos dicho), según el Concilio de Trento, que debe hacerse con la mayor devoción interna y externa [...] esta acción, digo, es la más revuelta por la mayoría de los sacerdotes. Ciertamente, prestarían más atención a interpretar un papel en una comedia que a celebrar misa; algunos vienen a decirla en menos de un cuarto de hora; que no puede disculparse por la culpa mortal [...] porque en tan poco tiempo no puede celebrarse sin una seria tensión de palabras y ceremonias, y sin faltar seriamente la reverencia y la seriedad que exige tanto sacrificio, y también sin un grave escándalo de los seglares. Hablando de este punto, se necesitarían lágrimas, pero lágrimas de sangre. 

¡En el día del juicio, pobres los sacerdotes que celebran así! Y pobres los obispos que admiten esa celebración, porque ellos, como advierten comúnmente los doctores en el Concilio de Trento, están estrictamente obligados a prohibir la celebración a los sacerdotes que dicen Misa con tal irreverencia, llamada impiedad por el Concilio [ ...]. 

Por tanto, los obispos, para cumplir con el precepto del Concilio, [...] están obligados a vigilar e indagar constantemente cómo se celebran las misas en sus diócesis, y a suspender la celebración a quienes la digan sin la debida atención y gravedad. 

Y esta obligación de los obispos no es solo hacia los sacerdotes seculares, sino también hacia los religiosos [...]. Pero con todo esto, nos da compasión (digámoslo así) ver el esfuerzo que los sacerdotes de Jesucristo normalmente hacen al celebrar este gran misterio. Y lo que es más sorprendente es que también se ve a religiosos de órdenes observantes y reformadas celebrando misas de una manera que también daría escándalo a turcos e idólatras. 

Es cierto que el sacrificio del altar es suficiente para apaciguar a Dios por todos los pecados del mundo; pero ¿cómo apaciguarlo por los insultos que le hacen los sacerdotes al mismo tiempo que se lo ofrecen porque, celebrando con tan poca reverencia, le traen más deshonra que honra?. [...] 

El hereje que no cree en la presencia real de Jesucristo en la misa es culpable; pero quien lo cree y no lo respeta es más culpable; y más será demandado, como sacerdote que festeja con poca reverencia, que los transeúntes pierdan el concepto y la veneración que se debe a la majestad de tan gran sacrificio. 

El pueblo judío inicialmente tenía una gran veneración por Jesucristo; pero cuando lo vio despreciado por los sacerdotes, perdió toda estima por él: y así ahora los pueblos, viendo la Misa tratada con tanta negligencia e indulgencia por los sacerdotes, pierden su veneración. 

Así como una misa celebrada con devoción también inculca devoción a los demás; por el contrario, la irreverencia del sacerdote disminuye la veneración y también la fe en los espectadores. 

¿Cómo puede la devoción del sacerdote, que es el ministro de este sacrificio y el depositario del cuerpo de Jesucristo, inspirar a otros con sentimientos de devoción y respeto? ¿Qué concepto puede inculcar en los demás ese sacerdote que muestra más desprecio que veneración por la santidad y majestad de tal misterio?








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