jueves, 1 de marzo de 2001

ATLETAS INVICTI (16 DE MAYO DE 1957)



ENCÍCLICA DEL PAPA PÍO XII 

SOBRE SAN ANDRÉS BOBOLA

A los Venerables Hermanos, los Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y demás Ordinarios del Lugar en Paz y Comunión con la Sede Apostólica.

Venerables Hermanos, Saludos y Bendición Apostólica.

En el 300 aniversario de la muerte del atleta invicto de Cristo, Andrés Bobola, deseamos dirigir su martirio y santidad de vida a la meditación devota y reverente de todos los católicos del mundo y en particular de los niños de Nuestra queridísima Polonia, por quienes el Santo es un glorioso y resplandeciente ejemplo de fortaleza cristiana.

2. Esta feliz ocasión está inscrita en los anales de la Iglesia con letras de oro, y no queremos dejarla pasar sin alguna mención de su vida y virtudes, y sin proponerlo, mediante esta Encíclica, a vuestra imitación, Venerables Hermanos, y la de los rebaños encomendados a vuestro cuidado, en la medida que lo permita el oficio y estado de vida de cada uno.

3. Lo que parece resplandecer especialmente en la vida de Andrés Bobola es su fe católica, cuyo vigor, alimentado por la gracia divina, se fortaleció tanto con el correr de los años que le confirió un signo especial de distinción, y espoleó para que sufra su martirio con valentía.

4. "Ahora mi justo vive de la fe", como declaran los Apóstoles de los gentiles [1], y en Bobola la fe resplandecía con un esplendor inusitado. Todo lo que la Iglesia Católica enseña que se debe creer o hacer, él lo abrazó con mente inquebrantable y se esforzó voluntariamente por practicarlo. Así, desde la más tierna juventud, consideró normal refrenar, controlar y someter todas aquellas inclinaciones desordenadas que, desde la desgraciada caída de Adán, perturban nuestra naturaleza y la atraen fácilmente hacia lo prohibido. Pero al mismo tiempo, todos sus esfuerzos y todas sus fuerzas estaban dirigidos a adornar su alma con virtudes cristianas.

5. Nació en 1591 en el partido de Sandomira, de padres distinguidos por la nobleza de su familia, pero más aún por el vigor y constancia de su fe católica. Dotado de una sana y pronta inteligencia, recibió en su casa, desde sus más tiernos años, una excelente educación y formación en la moral cristiana. Más tarde fue enviado a las escuelas de la Compañía de Jesús, donde se destacó por su inocencia de vida y piedad.

6. Pero como desdeñaba las pompas y vanidades del mundo, y se esforzaba fervientemente por "los mayores dones" [2], con el objeto de progresar más rápidamente en el camino de la perfección, con gusto se ofreció a sí mismo, cuando era un joven de diecinueve años, a la Compañía de Jesús, y fue recibido en el noviciado, luego en Vilna. Recordó aquel solemne aviso de Jesucristo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" [3], y así se esforzó cada día más por adquirir la virtud de la vida cristiana y la humildad por el desprecio de sí mismo.

7. Pero como era de temperamento orgulloso, impaciente y a veces obstinado, Bobola tuvo que hacer una lucha muy dura consigo mismo y subir a su Calvario, como si estuviera cargado con la cruz, para llegar a la altura de esta virtud. Allí, al fin, impulsado y asistido por la gracia que había obtenido de la oración constante y ferviente, podría llegar a la perfección cristiana, pues, como dijo sabiamente San Bernardo, "el edificio espiritual no puede sostenerse sino sobre el firme fundamento de humildad" [4].

8. Sobre todo, Bobola ardía en un gran amor a Dios y al prójimo. En consecuencia, no encontró nada más dulce que pasar largas horas, siempre que fuera posible, ante el tabernáculo sagrado, y ayudar a los desdichados en todo lo que pudiera. Amaba a Dios sobre todo, y mucho más que a sí mismo. Buscó exclusivamente la gloria de Dios, según la Regla de su Padre, San Ignacio. A este Santo, pues, las palabras del mismo santo Doctor [San Bernardo] se puede aplicar, "Solo debe ser deseado el único que cumple el deseo" [5].

9. No es de extrañar, pues, que este atleta de Jesucristo, ataviado con estos dones de la gracia, haya logrado tan notables progresos en el campo apostólico, y haya podido recoger ricos frutos en la salvación de las almas. Estaba ardiendo para preservar, extender y defender la fe católica. Así, cuando ejerció como maestro en Vilna y luego en otras ciudades, enseñó diligentemente los elementos de la doctrina cristiana y fomentó la devoción a la Eucaristía y el amor ardiente y filial a la Virgen Madre de Dios.

10. Pero después, cuando fue elevado a la dignidad del sacerdocio, en el mismo año y el mismo día en que Ignacio y Francisco Javier fueron inscritos en Roma en el calendario de los santos, prefirió ante todo no ahorrar ningún trabajo, ni viajes ministeriales y sermones sobre las cosas santas, a fin de poder difundir por todas partes una fe católica que no sea ineficaz, sino productora de buenas obras.

11. Pero la Iglesia católica, particularmente en los países de Oriente, se enfrentaba a una crisis gravísima a causa de los esfuerzos de los cismáticos, que se esforzaban por todos los medios en desviar a los fieles de la unidad de la Iglesia hacia sus propios errores. Andrés fue, por lo tanto, a aquellas regiones por instrucción y mandato de sus Superiores, y por sermones públicos e instrucción privada a través de sus ciudades, pueblos y aldeas, y sobre todo por el fervor de su santidad excepcional y el celo ardiente de su apostolado, libró la vacilante fe de una multitud de cristianos de la engañosa falsedad, los devolvió a los sólidos principios e invitó gozosamente a todos los que pudo a volver al único redil de Jesucristo.

12. No sólo restauró y fortaleció la fe de los cristianos, languideciendo y al borde del colapso, sino que también los incitó a llorar sus propios pecados, a arreglar sus disputas, a sanar sus divisiones, a restaurar la verdadera moralidad. Parecía que, como su Divino Maestro, por donde pasaba haciendo el bien, brotaba una nueva primavera, resplandeciente de flores celestiales y frutos de salvación. En consecuencia, según cuenta la tradición, recibió de todos, incluso de los cismáticos, el significativo título de "cazador de almas".

13. Este incansable apóstol de Jesucristo había vivido de la fe, había difundido la fe y había defendido la fe; así también, no dudó en morir por la fe de sus padres.

14. Notable entre casi innumerables otros fue el inolvidable y salvaje ataque a la religión católica que estalló en el siglo XVII en los países del Este. Las fuerzas cosacas invadieron entonces aquellas tierras y dirigieron su furioso ataque contra los católicos y sus pastores, y contra los heraldos de la verdad del Evangelio. Los templos dedicados al culto divino fueron completamente destruidos; los monasterios fueron consumidos por el fuego; los sacerdotes y sus rebaños fueron pasados ​​a espada en todas partes; todo fue arrasado; todo lo sagrado fue esparcido a los vientos.

15. Andrés Bobola podría aplicarse a sí mismo el dicho: "Nada que se sepa que pertenece a Dios, lo considero fuera de mis intereses" [6]. No temía en absoluto a la muerte ni a los sufrimientos. Ardiente de amor a Dios y al prójimo, entró en la refriega con todos sus recursos, para apartar a cuantos pudiera de la abjuración de la fe católica, y de las asechanzas y errores de los que estaban apartados de la Iglesia, y con el fin de proporcionar un estímulo valiente y entusiasta para la preservación de la enseñanza cristiana en toda su integridad.

16. Pero el 16 de mayo de 1657, en la fiesta de la Ascensión de nuestro Señor al cielo, fue capturado cerca de Janovia por los enemigos de los católicos. No creemos que esto lo llenó de temor, sino de un gozo celestial. Porque sabemos que él siempre había orado por el martirio y había recordado con frecuencia las palabras del Divino Redentor: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os vituperen y os persigan, y hablando con falsedad digan toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alégraos y regocijaos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” [7].

17. La mente se estremece al recordar todas las torturas que el atleta de Jesucristo soportó con una fortaleza invencible y una fe resuelta e inquebrantable. Porque, “golpeado con varas, golpeado a golpes, arrastrado por una cuerda detrás de un caballo por un camino doloroso y ensangrentado, fue llevado a Janovia para ser entregado a la tortura final”.

18. “En esa contienda, el mártir polaco se elevó a las alturas de los triunfos más nobles que la Iglesia conmemora. Se le preguntó a Andrés si era un sacerdote de rito latino, y respondió: 'Soy un sacerdote católico; nací en la fe católica; en esa fe quiero morir. Mi fe es verdadera, lleva a la salvación. Más bien arrepentíos, dejad lugar al dolor por el pecado, de lo contrario no seréis capaces, en vuestros errores, de alcanzar la salvación. abrazando mi fe, reconoceréis al Dios verdadero, y salvaréis vuestras almas” [8].

19. Ante estas palabras, aquellos hombres malvados, completamente desprovistos de humanidad, se despertaron en una barbarie diabólica, y llegaron a tal grado de crueldad que infligieron sufrimientos aún más horribles al soldado de Cristo. Una vez más, “fue azotado, le ataron a la cabeza una corona como la de Jesucristo, le dieron fuertes golpes y quedó herido con una cimitarra. A continuación, le sacaron el ojo derecho, le arrancaron tiras de piel, las heridas fueron salvajemente quemadas y frotadas con fardos de paja espinosa. No fue suficiente: le cortaron las orejas, la nariz y los labios, le arrancaron la lengua de raíz, y finalmente, un arma se clavó en su corazón. Y, por fin, el valiente atleta, tres horas después del mediodía, mostrando un ejemplo de fortaleza verdaderamente maravilloso, fue atravesado por una espada y alcanzó la gloria del martirio” [9].

20. El mártir victorioso, carmesí en su propia sangre, ha sido recibido por su triunfo en el cielo, y en la tierra, la Iglesia, al ver su santidad resplandeciente testimoniada y confirmada por Dios mismo con milagros verdaderamente notables, lo propuso para la devoción e imitación de toda la comunidad de los cristianos. Pues en 1853, Nuestro Predecesor de venerable memoria, Pío IX, lo inscribió entre los Beatos del cielo, y en 1938, Nuestro Predecesor inmediato de inmortal memoria, Pío XI, lo colocó solemnemente en las filas de los Santos.

21. Nos hemos complacido en esbozar brevemente, a través de esta Carta Encíclica, los puntos principales de la vida y santidad de Andrés Bobola, para que todos los hijos de la Iglesia Católica en todo el mundo puedan no sólo admirar, sino también imitar con igual fidelidad su sólida enseñanza religiosa, su fe inquebrantable, su fortaleza para defender el honor y la gloria de Cristo hasta el martirio. Que bajo vuestra guía y aliento, Venerables Hermanos, todos los hombres contemplen sus ilustres virtudes, especialmente durante estas celebraciones centenarias. Que entiendan que es su deber seguir sus santos pasos.

22.  Hoy, para nuestro dolor, hay lugares donde la fe cristiana languidece en una debilidad inerte, o está prácticamente extinguida. La enseñanza evangélica es casi totalmente ignorada por muchos; por otros -lo que es peor- es totalmente repudiada. Consideran que la fe es incongruente en los hombres de esta época progresista, que poseen todas las cosas en esta tierra sin Dios, mediante sus propias capacidades naturales: su ingenio, sus talentos, su fuerza. Por estas facultades viven, con ellas trabajan, con ellas dominan la naturaleza y la reducen a la servidumbre para el uso común y la prosperidad de sus conciudadanos.

23. Algunos se esfuerzan por arrancar y erradicar por completo la fe cristiana del alma de los demás, especialmente de la gente iletrada y sencilla, pobre gente cuya fe es su único consuelo en esta vida mortal. Les prometen una felicidad maravillosa que nunca podremos alcanzar plenamente en este exilio terrenal. Porque mire donde mire el hombre, por mucho que se esfuerce, si se aleja de Dios, no gozará de la tranquilidad de la naturaleza, que busca, ni de la armonía y paz del alma; estará inquieto y acosado, como sacudido por la fiebre.

24. Al buscar las riquezas, las comodidades y los placeres terrenales, al confiar en ellos, el hombre persigue lo que se le escapa, se aferra a lo que se desmorona. Porque sin Dios y su santísima ley no se da al hombre ningún orden recto, ninguna felicidad digna de tal nombre, ya que el hombre carece entonces de aquella sólida norma básica por la cual ordenar su vida; los hombres en la autoridad civil carecen de la norma básica para gobernar; y la comunidad carece del fundamento mismo de la moderación. Y como bien sabéis, Venerables Hermanos, sólo los gozos celestiales, que son eternos, y no los que son cambiantes y transitorios, pueden llenar y satisfacer el alma.

25. Tampoco se puede afirmar, como muchos afirman temerariamente, que la enseñanza cristiana es un obstáculo para la luz de la razón humana. Porque, de hecho, esta enseñanza más bien añade esplendor y fuerza a la razón humana, en cuanto que la aparta de la verdad engañosa y le abre un plano de conocimiento más vasto y superior.

26. No debemos considerar el Evangelio divino, la enseñanza de Jesucristo que Él confió a la Iglesia Católica para su interpretación, como algo que nos supera y está acabado. Más bien debemos darnos cuenta de que es algo vivo, algo vigoroso. El Evangelio puede mostrar a los hombres el único camino seguro hacia la verdad, hacia la justicia, hacia toda virtud; puede conducirlos a la unión fraterna y a la paz; puede ser un baluarte fuerte e inquebrantable para sus leyes, sus instituciones y sus comunidades.

27. Si los hombres prudentes reflexionan sobre estas cosas, comprenderán fácilmente por qué Andrés Bobola emprendió voluntariamente y con todas sus fuerzas tantos trabajos y fatigas para salvaguardar la fe católica de sus conciudadanos y proteger su vida moral, asediada por todos lados por muchos peligros y tentaciones, de trampas de todo tipo, y por sus incansables labores para formar esa vida en el molde de la virtud cristiana.

28. También hoy, como hemos dicho, Venerables Hermanos, la religión católica en muchos lugares ha estado expuesta a graves peligros. Es necesario, por lo tanto, defenderla por todos los medios disponibles, explicarla, propagarla. Que en esta gran causa os ayuden no sólo los Sagrados Ministros, que por el oficio que les ha sido encomendado, deben prestaros su ayuda adiestrada, sino también los laicos, que son los más generosos y dispuestos a librar la batalla de Dios por la paz.

29. Cuanto más audazmente los enemigos de Dios y los enemigos de la enseñanza cristiana ataquen a Jesucristo y a la Iglesia que Él fundó, tanto más prontamente deben los sacerdotes y todos los católicos, mediante la palabra hablada, los escritos populares y el buen ejemplo, resistirlos, siempre respetuosos de los individuos, pero defendiendo la verdad. Y si para ello deben superar muchos obstáculos, e incluso sacrificar tiempo y dinero, nunca deben negarse, conscientes de la máxima de que la virtud cristiana debe hacer y sufrir mucho, pero Dios mismo la recompensará generosamente con la felicidad eterna.

30. Siempre hay un poco de martirio en tal virtud si de verdad queremos esforzarnos día a día por una mayor perfección de la vida cristiana. Porque no sólo por el derramamiento de sangre se da el testimonio de nuestra fe a Dios, sino también por la valiente y constante resistencia a la tentación del mal, y por la completa y generosa entrega de todo lo que somos y tenemos a Aquel que es nuestro Creador y Redentor, y será un día nuestro gozo eterno en el cielo.

31. Que todos, pues, contemplen la fuerza del alma de san Andrés Bobola, mártir. Que aprendan de su ejemplo, conserven intacta su fe invicta y la defiendan por todos los medios. Que imiten de tal modo su celo apostólico que también ellos procuren, por todos los medios posibles, fortalecer el Reino de Cristo en la tierra y, en la medida en que su estado de vida lo permita, extenderlo por todas partes.

32. Aunque deseamos dirigir Nuestros impulsos y esperanzas paternales a todos los Pastores y sus rebaños, dirigimos Nuestras palabras de manera especial a los que habitan en Polonia. Para Andrés Bobola es su gran gloria, pues nació de aquella nación, y la honró no sólo con el esplendor de tantas virtudes, sino con el carmesí de su martirio. Siguiendo su ejemplo, entonces, que continúen aferrándose a su fe ancestral frente a todos los ataques. Que se esfuercen fervientemente por vivir de acuerdo con el código moral cristiano. Deben considerar atentamente esta la mayor gloria de su país: imitar la constancia inquebrantable de sus antepasados ​​y hacer siempre fiel a Polonia, el bastión exterior de la cristiandad.

33. Porque, como enseña la historia, "aquel testigo de los siglos, luz de la verdad... maestro de vida" [10], Dios mismo parece haber confiado esta tarea especial al pueblo polaco. Que siempre asuman esa responsabilidad con un corazón enérgico y perseverante, evitando las trampas del mal, conquistando y venciendo con la ayuda de Dios toda dificultad y toda angustia. Que esperen la recompensa que Dios promete a todos los que, con perfecta fidelidad, incansable disposición y ardiente amor, viven, trabajan y se esfuerzan por defender y extender por el mundo su Reino de paz.

34. En esta ocasión, no podemos dejar de dirigirnos de modo especial a través de esta carta encíclica a todos los amados hijos de Polonia y, sobre todo, a aquellos obispos que por Cristo han sufrido dolores y aflicciones. Actuad con audacia, pero con esa prontitud cristiana de alma que va de la mano de la prudencia, el conocimiento y la sabiduría. Mantener la fe católica y la unidad. Sea la fe la cuerda que ciñe vuestros lomos [11]; sea ​​nombrada en todo el mundo [12]; que sea para vosotros y para todos “la victoria que vence al mundo” [13]. Pero haced esto “mirando al autor y consumador de la fe, Jesús, quien por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, despreciando la vergüenza, y está sentado a la diestra del trono de Dios” [14].

35. Así también haréis que todos los ciudadanos del cielo, especialmente los que nacieron de vuestra raza y ahora gozan de la bienaventuranza eterna, junto con María, la Virgen Madre de Dios y Reina de Polonia, miren benignamente a vuestro amado país, y lo guardéis y lo protejáis.

36. Para que esto suceda, deseamos ardientemente, Venerables Hermanos, que vosotros, junto con todos los cristianos del mundo, roguéis con fervor a Dios, durante estas fiestas centenarias, que derrame sus riquísimas bendiciones y sus celestiales consuelos, sobre todo, sobre los que están en mayor peligro y son afligidos por pruebas más amargas. Junto con estas oraciones, roguemos a Dios misericordioso que se restablezca y florezca la tan deseada armonía entre las naciones, y que los sagrados derechos y actividades de la Iglesia, que contribuyen tan poderosamente al verdadero bien de la sociedad humana, vuelvan a ser debidamente reconocidos por todos, y sean en todas partes lícita y exitosamente utilizados.

37. Para que estas cosas se cumplan con prontitud, unimos nuestras oraciones más fervientes a las vuestras. Y como prenda de las gracias celestiales y señal de nuestra paternal buena voluntad, con ardiente amor os impartimos a todos y cada uno de vosotros, Venerables Hermanos, y a todo el pueblo cristiano, nuestra bendición apostólica.

38. Dado en Roma, en San Pedro, a 16 de mayo, aniversario del día en que hace trescientos años San Andrés Bobola ganó la palma de la mártir, de 1957, 19 de Nuestro Pontificado.


REFERENCIAS:

1. Hebr. 10.38.

2. 1 Cor. 31.12.

3. Lucas 9.23.

4. Serm. sobre el Cántico 36, n. 5; PL 183.[969] D.

5. Sobre la dedicación de una iglesia, Serm. IV, n. 4; PL 183.[528] D.

6. San Bernardo, Epis. 20, ad Card. Haimericum; PL 182.[123] B.

7. Mat. 5.11-12.

8. Lit. diciembre Pii Xl "Ex aperto Christi latere": AAS XXX, 1938, p. 359.

9. Homilia Pii Xl en canoniz. S. Andreae B.: AAS XXX, 1938, pp.152-3.

10. Cicerón, De Or. 2.9, 36.

11. Cf. yo... 1 1.5.

12. Cf. ROM. 1.8.

13. 1 Juan 5.4.

14. Hebr. 12.2.



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