miércoles, 20 de noviembre de 2024

CATECISMO DE TRENTO (1566) - DE LA PRIMERA PETICION


CUARTA PARTE

DEL CATECISMO ROMANO

CAPITULO X

DE LA PRIMERA PETICION

Santificado sea tu nombre

Qué es lo que se debe pedir a Dios, y con qué orden se haya de hacer, el mismo Maestro y Señor de todos nos lo enseñó y mandó. Porque siendo la oración mensajera e intérprete de nuestros afectos y deseos, entonces pedimos bien y acertadamente, cuando el orden de las peticiones sigue al de las cosas que deben desearse. La verdadera Caridad nos enseña que encaminemos a Dios todos nuestros intentos y deseos. Porque como él solo en sí mismo es el sumo bien; de justicia debe ser amado con especial y singular amor. Y es imposible que sea Dios amado de todo corazón y sobre todas las cosas, si no se antepone a ellas su honor y gloria. Porque todos los bienes nuestros y ajenos, y en fin, todas las cosas que se pueden llamar con el nombre de buenas, están en todo sujetas a aquel sumo bien de quien han procedido. Por esto, a fin de que la oración procediese con orden, puso el Salvador esta petición del sumo bien por principal y cabeza de todas las demás, enseñándonos que antes de pedir las cosas necesarias, o para nosotros, o para nuestros prójimos, debemos pedir las que son propias de la gloria de Dios, representando a su Majestad nuestro amor y deseos acerca de esto mismo. De esta manera guardaremos el orden de la Caridad, la cual nos enseña que amemos a Dios más que a nosotros mismos, y que pidamos primero lo que queremos para Dios, y después lo que deseamos para nosotros.

Y porque los deseos y peticiones son de aquellas cosas de que carecemos, y a Dios, esto es, a su naturaleza, nada se puede añadir, ni aumentar con cosa ninguna la divina sustancia, que por un modo indecible está cumplida en toda perfección, debemos entender que las cosas que pedimos aquí para su Majestad, están fuera del mismo Dios, y que pertenecen a su gloria externa. Porque deseamos y pedimos, que el nombre de Dios se haga más notorio entre las gentes, que se dilate su Reyno, y que obedezcan muchos más cada día a su Majestad. Y estas tres cosas nombre, Reyno y obediencia, no están en la misma íntima bondad de Dios, sino que le vienen de afuera.

Más, para que se entienda mejor la virtud y valor de estas peticiones, será cargo del Párroco advertir al pueblo fiel, que aquellas palabras: Así en la tierra como en el Cielo; se pueden aplicar a cada una de las tres peticiones primeras de este modo: Santificado sea tu nombre, así en la tierra como en el Cielo; Venga a nosotros tu Reyno, así en la tierra como en el Cielo; Y hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo. Y cuando pedimos que sea santificado el nombre de Dios, lo que deseamos es, que se aumente la santidad y gloria del divino nombre. Donde ha de advertir el Párroco, y enseñar a los piadosos oyentes que no dice el Salvador que sea santificado en la tierra de la misma manera que en el Cielo: esto es, que iguale en grandeza la santificación de la tierra a la del Cielo (pues esto de ningún modo puede ser); sino que hagamos esta petición a impulsos de la Caridad, y con afectos íntimos del alma.

Y aunque sea muy cierto, como en verdad lo es, que el nombre divino no necesita por sí de santificación, porque es santo y terrible; así como el mismo Dios es santo por naturaleza, sin poder añadírsele santidad alguna, que no la haya tenido desde la eternidad; sin embargo, como es adorado en la tierra muchísimo menos de lo que es debido, y aún a veces también es ultrajado con blasfemias y voces sacrílegas; por esto deseamos y pedimos, que sea celebrado con sumas alabanzas, honor y gloria, a imitación de los loores, honra y gloria que se le tributan en el Cielo; esto es, que traigamos su honra y su adoración en nuestro entendimiento, en nuestra voluntad y en nuestra boca, de tal modo que le demos toda veneración interior y exterior, y que celebremos por todos los términos que fueren posibles a un Señor tan grande, tan santo y tan glorioso, como lo hacen los Ciudadanos soberanos del Cielo. Porque así como los Bienaventurados ensalzan y predican la gloria de Dios con suma uniformidad y armonía, así pedimos que se haga lo mismo en la tierra; que todas las gentes conozcan a Dios, le adoren y veneren, y que no se halle hombre que no abrace la Religión Cristiana, y que no se consagre todo a Dios, creyendo que es la fuente de toda santidad, y que no hay cosa pura y santa, que no dimane de la santidad del divino nombre.

Y por cuanto asegura el Apóstol, que fue purificada la Iglesia con el lavatorio del agua por la palabra de la vida, como esta palabra de la vida significa el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en el cual somos lavados y santificados, y asimismo es imposible purificación, limpieza e integridad en alguno sobre quien no haya sido invocado el nombre divino: deseamos y pedimos a Dios, que toda clase de hombres, abandonando las tinieblas de la impura infidelidad, sean ilustrados con los rayos de la divina luz, y conozcan de tal modo la virtud de este nombre, que busquen en él la santidad verdadera, y recibiendo en nombre de la santa e individua Trinidad el Sacramento del Bautismo, alcancen de la mano de Dios la santidad legítima y perfecta.

Y no menos aprovecha este nuestro deseo y petición a aquellos también, que habiéndose manchado con maldades y culpas, perdieron la gracia del Bautismo y la estola de la inocencia; por lo cual volvió el inmundo espíritu a colocar su silla en sus infelicísimas almas. Pedimos pues y suplicamos a Dios, que sea también en estos santificado su nombre; para que volviendo sobre sí y a su sano juicio, recobren la santidad antigua por medio del Sacramento de la Penitencia, y se ofrezcan a sí mismos como puro y santo templo y morada para Dios.

Pedimos finalmente que infunda Dios su luz a todas las almas, con la cual puedan ver, que toda buena dádiva, y todo don perfecto que desciende del Padre de las lumbres, baja a nosotros de su divina mano; para que reconozcan haber recibido la templanza, la justicia, la salud, la vida, y en suma, todos los bienes de alma y de cuerpo, exteriores, vitales y saludables de aquel Señor de quien proceden todos los bienes, como lo predica la Iglesia. Y que si el sol con su luz, si los demás astros con su movimiento y curso aprovechan al linaje humano, si respiramos con el ambiente, si sustenta la tierra la vida de todos con la abundancia de sus frutas y frutos, si por el buen gobierno de los magistrados gozamos de quietud y tranquilidad, todos estos y otros innumerables bienes semejantes nos vienen de la inmensa benignidad de Dios. Y sobre todo esto debemos confesar, que aquellas causas que los Filósofos llaman segundas, son como unas manos de Dios, hechas a posta y con artificio maravilloso para nuestra utilidad, por las cuales nos reparte y derrama sus bienes con abundancia y largueza.

Pero lo que más importa en esta petición, es que reconozcan y veneren todos a la Esposa Santísima de Jesucristo y madre nuestra, la Iglesia, en la cual sola está aquella muy caudalosa y perenne fuente, para lavar y limpiar todas las manchas de los pecados, de donde salen todos los Sacramentos de la salud y santificación; por los cuales, como por unos arcaduces del Cielo, derrama Dios sobre nosotros el rocío y licor de la santidad; y a la cual sola, y a los que ella abriga en su seno y regazo, pertenece la invocación de aquel divino nombre, que es el único, que debajo del cielo ha sido dado a los hombres, por el cual hayan de ser salvos.

Más aquí deben los Párrocos encarecer estrechísimamente, que es obligación del buen hijo, no sólo rogar a Dios Padre con palabras; sino esforzarse también con acciones y obras a hacer que resplandezca en él la santificación del divino nombre. Pero ¡pluguiera a Dios que no hubiera hombres, que pidiendo de continuo la santificación del divino nombre con la boca, le afeasen y manchasen en cuanto es de su parte con los hechos! por cuya culpa a veces aún es blasfemando el mismo Dios. Contra estos dijo el Apóstol: Por vosotros es blasfemado el nombre de Dios entre los gentiles. Y en Ezequiel leemos: Entraron entre las gentes, a los que vinieron, y mancharon mi santo nombre: pues se decía de ellos: Este es el pueblo del Señor, y de su tierra han salido. Porque cual es la vida y costumbres de los que profesan una religión, suele ser el juicio que hace el vulgo ignorante de la religión misma y de su Autor. Y así los que viven según la religión Cristiana que abrazaron, y ajustan sus palabras y obras a la regla que profesaron, dan a otros materia copiosa de alabar el nombre del Padre celestial, y de engrandecerle con todo honor y gloria. El mismo Señor nos puso en la obligación de que excitemos a los hombres con obras señaladas de virtud a bendecir y ensalzar su divino nombre, diciéndonos por el Evangelista: De tal manera brille vuestra luz delante de los hombres, que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los Cielos. Y el Príncipe de los Apóstoles nos dice: Teniendo vuestra conversación buena entre las gentes, para que considerándoos por vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios.


BARBIE HECHIZOS SECRETOS Y LA REVOLUCIÓN TENDENCIAL

Minimizar a la Barbie Hechizos Secretos por no ser “nada serio” es, de hecho, trivializar algo muy serio, muy maligno y muy peligroso.

Por Marian T. Horvat, Ph.D.


En cuanto a la formación de los niños, quienes insisten en que no hay nada malo en divertirse un poco con brujos (por ejemplo, Harry Potter) y brujas (por ejemplo, Sabrina, la bruja adolescente, Embrujadas) probablemente no tendrán demasiado problema con esta incorporación al mercado de muñecas. Me refiero a la “Barbie Hechizos Secretos” y a las “Chicas Encantadoras”. Estas últimas, Christie y Kayla, se supone que son las amigas wiccanas de Barbie, o algo así, que, según nos dice el anuncio, “de día son simples colegialas a la moda, pero de noche se convierten en mágicas hechiceras”.

Barbie y sus amigas hechiceras

Cada muñeca viene con dos trajes brillantes estándar, apenas la habitual túnica o traje ritual, como puedes ver. Luego están los accesorios: el libro de hechizos, las pociones (fórmulas de azúcar para mezclar con agua), el caldero, el soporte, la cuchara agitadora y las tazas para pociones. 

Un anuncio de televisión de la nueva muñeca empieza diciendo a las niñas que se reúnan con sus Barbies de Hechizos Secretos “a una hora secreta, en un lugar secreto” para hacer estos “hechizos secretos”. A continuación se ve a unas niñas en una oscura biblioteca mezclando pociones y haciendo hechizos. Una chica desconfiada pregunta a una amiga más iniciada: “¿Funciona de verdad?”. Justo en ese momento, un chico joven se pasea por el grupo atento a la chica que acaba de lanzarle el hechizo de amor. ¿Funciona? Por supuesto, y todas las chicas se ríen y sonríen con complicidad.

Todo muy imaginativo, novedoso y divertido para niñas inocentes, dirían algunos.

Yo no estoy de acuerdo. Tengo problemas con la Barbie wiccana para niños basándome en los mismos sólidos principios católicos por los que me opongo al fetichismo de Harry Potter. La Barbie de los Hechizos Secretos es, en mi opinión, un juguete muy malo porque alimenta las tendencias -en un individuo o en la sociedad en general- de aceptar la brujería y el paganismo como algo que no es malo. Transmite a una niña el mensaje de que está bien jugar a la brujería, hacer hechizos, seguir el horóscopo y hacer un poco de magia.

Mientras que algunos wiccanos y brujas han maldecido a la nueva Barbie por presentar una imagen artificial y hollywoodiense de sus rituales y su “religión”, muchos de los miembros más astutos de los aquelarres comprenden lo importante que es presentar la brujería como algo tan americano como Barbie. Lo reconocen alegremente en la página web de la Barbie de Hechizos Secretos:
“No tengo una niña pequeña, pero me voy a comprar una para mí. Esto demuestra que la gente por fin se está interesando por nosotros. Es algo estupendo”.

“Como pagana de tercera generación, ¡creo que es una idea maravillosa! ¡Enhorabuena! Aprecio que Mattel reconozca la espiritualidad alternativa”.

“Soy wiccana, y todos mis amigos de lo mismo piensan que es una idea completamente genial. Ya era hora de que se nos reconociera como corriente principal, y si hace falta Barbie para ello, ¡adelante chica!”

“Una idea decente. Yo misma no soy partidaria de Barbie, pero el hecho es que el paganismo por fin esté representado es algo bueno”.
En el sitio web de Witches' Voice, de nuevo, hay acuerdo general en que, aunque programas de televisión como Sabrina y Samantha o libros como la serie Harry Potter presentan una imagen superficial de la realidad, sirven a su propósito de despertar el interés por la brujería, que proclaman con orgullo que es “la religión de más rápido crecimiento en Estados Unidos”. Está aumentando especialmente entre los jóvenes, sobre todo entre las mujeres en edad de ir al instituto o a la universidad. Son las chicas las que constituyen la mayoría de los 5.000 jóvenes que se han inscrito en la “Sección Adolescente” de La Voz de las Brujas en los últimos 18 meses en busca de información o iniciación.

De hecho, la generación más joven ha crecido con imágenes diluidas de la magia y lo oculto. En sus dibujos animados y juguetes aparecen fantasmas, monstruos, brujos y brujas. La mayoría tiene acceso a Internet, con sus cerca de 6.000 sitios paganos, algunos con secciones especiales de contacto para adolescentes paganos, para que los jóvenes puedan chatear, reunirse y hacer proselitismo. Muchos cuentan que su interés empezó con los libros de Potter o con series de televisión como Sabrina y Buffy. Todo esto hace que la Wicca y el ocultismo les parezcan naturales porque han sido preparados tendencialmente para aceptarlo como algo normal, como algo bueno, como un entretenimiento alternativo más. Estos pasatiempos aparentemente inocentes tienen la tendencia a iniciar a un niño o adolescente en una especie de espiritualidad ocultista.

Revolución en las tendencias

Lo que estamos presenciando hoy en día es un entorno que estimula la aceptación de algo objetivamente malo e incorrecto -la brujería y la hechicería- como algo normal y bueno.

Si se considera la forma en que progresa la Revolución en un alma, la primera etapa, y la más crucial, hacia la aceptación de un principio malo no consiste en cambiar directamente las ideas y doctrinas, sino en cambiar las mentalidades, las formas de ser, las expresiones artísticas y las costumbres. Luego, en una segunda etapa, una vez hecha esta preparación tendencial inicial, irrumpirán como ‘naturalmente’ la doctrina y las ideas nuevas (1).

En este caso concreto, los adeptos del paganismo moderno y de la revolución de la Nueva Era se propusieron en primer lugar crear un espíritu de tolerancia hacia la brujería. Después vino el siguiente paso, del que somos testigos hoy en día. Se ha convertido en algo de moda, la moda del momento, como lo fue ayer el “punk” o el “gótico”. Los elementos vanguardistas y más sofisticados de la sociedad se ríen de los conservadores chapados a la antigua que se preocupan de que los niños jueguen con ouijas y hagan algunos conjuros. Tranquilos, dicen, sólo es diversión imaginativa.

La brujería y la Nueva Era atraen a las jóvenes. 
Sus rituales paganos y su estilo místico seducen a la juventud.

No tengo ningún problema con que los niños se diviertan un poco o ejerciten su imaginación. Lo que no me gusta es lo que se están tragando sus padres en este caso mientras se ríen, sin darse cuenta.

Recuerdo bien mi clase de catecismo en la escuela primaria, donde aprendí que la superstición, la adivinación, el espiritismo y la magia eran malos y peligrosos, pecados contra el 1er Mandamiento. A los buenos católicos se nos instruía para que ni siquiera siguiéramos las lecturas del horóscopo. Y no lo hicimos.

La Iglesia Católica enseña que no puedes dejar que tus hijos experimenten “juguetonamente” con tablas ouija, Dragones y Mazmorras, sesiones de espiritismo, pociones de amor, hechizos y maleficios, o cualquier otro tipo de encantamiento. Los espíritus con los que se “juega” son demonios, pura y simplemente, no conceptos abstractos, sino algo real y efectivo.

No es la enseñanza, sino el clima lo que ha cambiado tanto hoy en día, lamentablemente incluso dentro de la Iglesia, donde después del Vaticano II se convirtió en el estilo trivializar estas cosas. Los profesores de catecismo dejaron de hablar del diablo, que podría “asustar” a los niños. Las escuelas católicas empezaron a celebrar “Halloween” como algo inofensivo, en lugar de hacer hincapié en el Día de Todos los Santos. Recuerdo que en los años setenta algunos sacerdotes llevaban en broma a los jóvenes a casas encantadas y celebraban sesiones de espiritismo en cementerios. La sensación de miedo y temor a jugar con el mundo de los espíritus disminuyó.

Tras esta revolución en las tendencias, lo que siguió, como ya se ha señalado, fue la aparición de nuevas doctrinas, nuevas ideas. Como comentó el padre Gabrielle Amorth, exorcista diocesano de Roma:
“Desgraciadamente, una mala teología ha difundido también [sólo] un concepto abstracto del demonio en el seno de la Iglesia católica” (2).
Tras el Vaticano II y las innovaciones que generó, muchos progresistas empezaron a cuestionar la realidad de los demonios como personas y un lugar físico de castigo llamado Infierno. Naturalmente, la falsa teoría de la “salvación universal” tiene sentido en un clima “ecuménico” en el que no hay Infierno ni diablo, sólo “religiones alternativas”, que supuestamente “también conducen a Dios”. El vudú y el espiritismo no parecen tan prohibitivos cuando sus representantes son invitados por Juan Pablo II a reunirse para rezar en Asís. Sin embargo, esto es exactamente lo contrario de la enseñanza del Evangelio, del Magisterio y del sensus Catholicus [sentido católico].

Juan Pablo II saluda a un “sacerdote” vudú africano en Asís, 1985.
Un gesto con muchas consecuencias...

¿Cómo hemos llegado a esta situación? La revolución tendencial prepara al hombre para aceptar en las ideas unos principios que justifican las prácticas que ya había adoptado. De las ideas se pasa a los hechos, a las acciones que siguen como consecuencias. Tendencias, ideas y hechos: estos son los tres niveles de la Revolución que prepara al alma humana para sus metas más extremas. Por eso es tan importante estar alerta en las primeras etapas. Por eso, la Iglesia militante siempre advirtió a sus hijos que se pusieran serios y vigilaran, porque el demonio, “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pe 5,8). En este caso, hay que rehuir toda forma de espiritismo, adivinación o superstición. “¿Cómo puedes esperar la gracia de Dios -se pregunta san Juan Crisóstomo- si le abandonas y recurres al enemigo maligno?”.

Con esto, vuelvo a la Barbie Hechizos Secretos. Es fácil ver que la muñeca, que presenta a las brujas como “hechiceras mágicas”, sirve para que las niñas acepten la idea de que la brujería y la hechicería no son tan malas ni peligrosas. Los propios wiccanos admiten que su “religión” y su estilo de vida son cada vez más aceptables para los adolescentes porque, aunque una Barbie Hechizos Secretos tiene muy poco que ver con la práctica real de la wicca, sirve para popularizar el movimiento con sus representaciones positivas de mujeres jóvenes que practican diversas formas de magia. Minimizar a la Barbie Hechizos Secretos por no ser “nada serio” es, de hecho, trivializar algo muy serio, muy maligno y muy peligroso.

Mi conclusión es práctica: No permita que sus hijas jueguen con este tipo de juguetes si quiere llevarlos a ser buenos católicos.

Notas:

1) El proceso que sigue la revolución en las tendencias, las ideas y los hechos está magistralmente explicado en el “Capítulo V: Los Tres Niveles de la Revolución: En las Tendencias, las Ideas y los Hechos” de la célebre obra Revolución y Contrarrevolución de Plinio Corrêa de Oliveira, traducida por M. T. Horvat, (Sao Paulo: Chevalerie Artes Graficas e Editora Ltd., 1993).

2) “Satanic alarm” (Alarma satánica), por Stefano M Paci, Christian Order, junio/julio de 1996.


¿CÓMO SE DISTINGUE LO INSPIRADO DE LO NO INSPIRADO? (28)

Es imposible para un protestante saber si la biblia que lee es la palabra de Dios.

Por Monseñor De Segur (1862)


Desafío a todos los protestantes pasados, presentes y futuros a que me demuestren, sin faltar a sus propios principios, que la Biblia es verdaderamente la palabra de Dios.

Para mí que soy católico, la cuestión está resuelta. Yo sé lo que es la Sagrada Escritura. La Iglesia de Dios, autoridad infalible y viva, que Jesucristo ha establecido sobre la tierra, para hacerme conocer y practicar la verdadera fe, me presenta los Libros Santos y me dice en nombre de Jesucristo: “Estos libros son escritos por los Profetas y los Apóstoles. Ellos no solamente son auténticos, esto es, que no solo son de los autores a quienes se atribuyen; sino que son inspirados, es decir, que están escritos con la asistencia del Espíritu Santo; y contienen verdaderamente la palabra de Dios”. Esto me dice la Iglesia; y yo, lógico en mi fe, digo y creo que la Biblia es la palabra de Dios.

Pero el protestante que rechaza la autoridad de la Iglesia, no puede discurrir así. Mudo se queda con la Biblia en la mano, cuando se le pregunta, porque cree lo que en ese libro se contiene.

Preguntémosle primero ¿si los libros de la Biblia son auténticos, y cómo sabe él que están escritos por los Profetas y Apóstoles cuyos nombres llevan?

Sobre este punto nacen cuestiones históricas, muy embrolladas y, muchas de ellas, insolubles para la simple ciencia humana. “Cada individuo -dice el profesor protestante Schoerer- es invitado aquí a fallar en materias sobre las cuales difieren los Doctores. El más sencillo de los fieles, antes de estar seguro de su fe, debe resolver cuestiones de autenticidad, de crítica y de historia ¡Qué base para la sólida fe de los fieles! ¡Qué regla para la masa del pueblo cristiano!” Nosotros, los católicos, no tenemos necesidad de entrar en ese laberinto; pues la Iglesia nos afirma la autenticidad de la Sagrada Escritura, recibida y trasmitida de siglo en siglo por la Tradición de la misma Iglesia.

Pero aun en la hipótesis imposible, de que un protestante, pudiera saber ciertamente que los Libros Santos son auténticos, esto es, que todos ellos están escritos por los Sagrados Autores a quienes se atribuyen; ¿cómo sabrá este protestante que esos libros, son verdaderamente inspirados, que no son libros como cualesquiera otros?

No es imposible que San Pablo, San Juan o San Mateo, hayan escrito una porción de cartas, y aun otros tratados de religión, que no fuesen inspirados. En este supuesto, sin el juicio infalible de la Iglesia, ¿cómo se distingue lo inspirado de lo no inspirado?

Si dice el protestante, que el Espíritu Santo asiste a todos los cristianos para hacer este discernimiento, yo le replicaré: ¿entonces cómo es que entre los mismos protestantes hay tan poco acuerdo sobre este punto? ¿cómo es que Lutero rechaza tal o cual libro que venera Calvino? Y ¿cómo los sectarios de hoy admiten libros que despreciaban sus mayores, por ejemplo el de Tobías, el de Ruth, el de Esther, la Epístola de Santiago, la de San Pablo a los hebreos etc.? Aun sobre los cuatro Evangelios, no hay concordia entre los protestantes; y actualmente sucede que uno de sus ministros sólo admite el Evangelio de San Mateo y otro sólo el de San Juan.

Si hay alguna cuestión fundamental, es esta de la certidumbre de la inspiración de los Libros Santos; y ella saldrá a cortar el paso a los protestantes, desde que ellos quieran raciocinar con arreglo a la lógica. He aquí un trance mortal, para el protestantismo.

Así es que muchos protestantes que quieren ser lógicos, viendo todo el edificio de su pretendida religión basado en tan dudoso cimiento, pierden poco a poco las creencias que les quedaban y caen en el racionalismo o en la indiferencia.

Concluyamos con una tercera reflexión. Aun suponiendo gratuitamente que un protestante pudiera llegar a tener certidumbre de la autenticidad y de la inspiración de la Biblia, ¿cómo sabrá él que la traducción de que hace uso, y de la cual él mismo distribuye ejemplares, es perfectamente fiel; o que por el contrario en esa traducción, cosa que frecuentemente sucede, no se da el sentir erróneo del traductor, en vez del sentido verdadero y no comprendido del original?

Sobre esto hay que notar dos cosas: la primera que pocas personas saben el hebreo, a lo menos lo necesario para traducirle; y la segunda, que se ignora cuál era la lengua en que algunos de los libros santos fueron originalmente escritos.

Lo repito, para nosotros los católicos, ninguna de estas es dificultad, porque tenemos a la Iglesia que nos las ha resuelto; pero a los pobres protestantes, no sabiendo cómo salir del paso, no les quedan más que dos callejuelas, o abandonar la partida, no ocupándose más de Biblia, de fe ni de religión; o entregarse a largos y pesados estudios, en que careciendo de guía, llegan en fin por la senda de la duda a la negación de toda verdad. Esto es si quieren ser consecuentes a su falso principio del libre examen. Si no, echándole a un lado, creen en la inspiración de la Biblia, que el protestantismo es impotente para demostrarles, nada más que por la Tradición Católica. Estos tales, cuyo número es grande, en cierto modo y hasta cierto punto, son católicos sin saberlo.

Cada vez que un protestante apela a la autoridad de la Biblia, invoca a su pesar la autoridad de la Santa Iglesia Católica, porque sin el infalible testimonio de esta Iglesia, es imposible demostrar la inspiración divina de la Escritura. Evangelium non crederem, decía San Agustín en el siglo IV, nisi me commoveret Ecclesiae Catholicae auctoritas. Yo no creería en los Evangelios, si no me obligase a ello la autoridad de la Iglesia Católica.

Continúa...

Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.




20 DE NOVIEMBRE: SAN FELIX DE VALOIS


20 de Noviembre: San Félix de Valois

(✞ 1212)

El glorioso San Félix de Valois, llamado antes Hugo, que juntamente con San Juan de Mata fundó la Orden de la Santísima Trinidad, fue hijo de Ranulfo, Conde de Vermandois y de Valois, y nieto de Enrique I, rey de Francia; y nació hallándose su madre de paso en Amiens. 

Bendijo San Bernardo al santo niño en Claraval, y también el Papa Inocencio II cuando fue a Francia y se hospedó en casa de Teobaldo, tío de Félix. 

Se crió en Claraval con otros hijos de príncipes y caballeros con la enseñanza de San Bernardo. 

Habiendo muerto su madre, el rey llevó a su palacio al santo mancebo, el cual quiso acompañarle en la conquista de Tierra Santa, donde peleó con gran valor. 

Vuelto a París, determinó dejar la corte por el desierto, y la milicia secular por la espiritual, y para cortar de todo punto la esperanza próxima que le daban a la corona de Francia la ley sálica y la deuda estrecha que tenía con el rey, se ordenó como sacerdote y se retiró a un monte desierto. 

Veinte años después fue buscado por aviso del cielo, por San Juan de Mata, que habitaba en otra soledad; y Félix, que sabía que Juan había de venir a buscarlo, viéndolo, lo saludo por su nombre. 

Vivieron los dos se santos anacoretas tres años en aquel desierto, en santa y dulce compañía, hasta que Dios los sacó de allí para que fundasen la Orden de la Santísima Trinidad, con este caso prodigioso: Estando los dos conversando, vino a ellos un ciervo blanco que traía sobre la frente una cruz de dos colores, celeste y carmesí. 

Se admiraron de esto, y Félix no entendió lo que significaba la cruz, hasta que San Juan, que había tenido la misma visión le aclaró el misterio, y voluntad de Dios, de que fundasen una nueva Orden para redimir a los cautivos. 

Partieron pues a Roma, y dieron cuenta de todo a Inocencio III, el cual había tenido revelación de que habían de venir, y una visión, durante la Misa, en la cual se le apareció un ángel vestido de blanco con una cruz también de los dos mismos colores, y con las manos cruzadas sobre dos cautivos. 

Vistió el Papa a los dos santos el hábito que tenía el ángel, y fundó la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de los cautivos. 

Volvieron los dos Santos a Francia, y en el mismo lugar donde habían hecho vida solitaria fundaron su primer monasterio, llamado de Ciervo-frío.

Allí San Félix gobernó santísimamente a los religiosos que en él entraron, muchos de los cuales fueron ilustres por la nobleza de su nacimiento y por su santidad y sabiduría, hasta que fue avisado por un ángel de su cercana muerte. 

Sintiendo Félix la orfandad en que quedaban sus hijos, se le apareció la Santísima Virgen y le dijo que quedaban bajo su amparo, y que ella sería su Madre. 

Después de este regalo del cielo, dio espíritu al Creador a los ochenta y cinco años de edad. 

Reflexión

El bienaventurado San Félix derramando en su última hora lágrimas de consuelo exclamaba: ¡Oh, dichoso aquel día en que huí de la corte a la soledad, y troqué el palacio por una gruta! ¡Oh felices noches, las que gasté en la oración, en lugar de sueño! ¡Oh dulces lágrimas las que derramé por mis culpas! ¡Oh bien empleados suspiros! ¡Oh suaves asperezas con que maltraté mi cuerpo! ¡Oh bien empleados pasos los que di para cumplir la voluntad del Señor! ¡Cómo me lleváis ahora a la bienaventurada eternidad! 

Oración:

Oh Dios, que por una vocación celestial sacaste del desierto para la redención de los cautivos a tu confesor, el bienaventurado Félix, te rogamos nos concedas, que libres mediante tu gracia y tu intercesión, del cautiverio del pecado, seamos conducidos a la patria celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

martes, 19 de noviembre de 2024

ESPAÑA: SEMINARIOS PARTICIPAN EN UN ACTO DE ADORACIÓN HINDUISTA

¿Esta sería la “verdadera iglesia” a la que se someten quienes reconocen a Bergoglio como Papa?


Durante este pasado fin de semana, la ciudad de Ceuta acogió el encuentro de Seminarios del Sur de España en el que participaron 15 Seminarios, tanto Conciliares como Redemptoris Mater, de Andalucía y Murcia.


Según la página web de la diócesis de Cádiz, el citado encuentro “es un momento en el que se convoca a los seminaristas de los cursos de tercero y cuarto, los que están empezando a estudiar la Teología. La finalidad de estos encuentros es crear un clima de comunión, acercamiento y fraternidad entre los chicos que se están preparando para formar parte de los presbiterios de nuestras diócesis, y, por lo tanto, crear un clima de comunión entre los futuros sacerdotes de nuestras diócesis”.

En los días previos a la celebración de este encuentro, el rector del seminario de Cádiz, Ricardo Jiménez, esperaba y deseaba que fueran unos días de convivencia y encuentro, “que nos permitan acercarnos a la idiosincrasia de la realidad ceutí y conocer las otras religiones presentes en la ciudad, y que nos haga tomar conciencia de la importancia de crear puentes de encuentro y diálogo con los creyentes de otras religiones y la necesidad de evangelizar para que nuestros fieles puedan ser sal y luz del mundo”.

En el programa de este encuentro de seminaristas aparece recogido dentro del plan una visita a la Mezquita Sidi Embarek y a un centro hindú. La realidad es que más que una visita al centro hindú, los seminaristas participaron en un rito de oración pagano hinduista que ha causado gran consternación y polémica entre los asistentes.

Estas voces señalan directamente a la diócesis de Cádiz por lo ocurrido por ser el obispado organizador de este encuentro y en concreto al rector del seminario, Ricardo Jiménez, quien capitaneaba esta expedición. Además, remarcan que desde la vicaría general de Ceuta se suele indicar no participar en encuentros con hindúes.

InfoVaticana informó que tuvo conocimiento a través de fuentes directas que el rector del seminario de Cádiz participó activamente del polémico rito hindú. Estas fuentes especifican que los seminaristas de Málaga no asistieron a este encuentro debido a las consecuencias de la DANA en su provincia. Tampoco estuvieron presentes todos los formadores del resto de seminarios.

Estas fuentes relataron que “la visita al templo hindú llegó con retraso por lo que no hubo visita cultural sino que todos fueron introducidos en el templo en horario de oración”.

Ya dentro del templo hindú, se pidió, especialmente a portadores de clergyman, teólogos de los Redemptoris y sacerdotes, hacer círculos con una vela invocando a la su deidad propia del hinduismo. En ese momento, los seminaristas de Jerez y Huelva se retiraron inmediatamente junto con otros seminaristas.

Sin embargo, estas fuentes señalan que “la mayoría de estos portadores de clergyman hicieron círculos con la vela frente a las deidades, especialmente frente a Ganesha” (uno de los dioses más conocidos del hinduismo). Durante esa oración hindú, quien tomó parte activa fue el rector del seminario diocesano de Cádiz y deán de la Catedral, Ricardo Jiménez. El rector del seminario gaditano participó activamente en la ‘adoración’ de deidades hinduistas. Al ritmo de la música, el rector gaditano incensó con una luz a varias imágenes hinduistas participando así de un acto de idolatría mientras el grupo de seminaristas y formadores presenciaban sentados el citado espectáculo.

¿Qué dice la Iglesia sobre la idolatría?

El Catecismo de la Iglesia católica recoge en tres puntos como la idolatría es un pecado que atenta contra el primero de los mandamientos de la Ley de Dios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser”.

Esto dice el Catecismo sobre la idolatría:

2112): El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos […] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.

2113): La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).

2114): La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40)

TESTIMONIO DE UN FIEL CLANDESTINO EN PANAMÁ

Nos hemos enfrentado a una oposición que tiene pocos equivalentes en cualquier parte del mundo. Imagínense que la Misa en latín estaba prohibida incluso en los días del Summorum Pontificum.


Desde la época del Concilio Vaticano II, el catolicismo de este país ha sufrido un suicidio silencioso y voluntario de la fe.

Poco se sabe de estos laboratorios de la “nueva misa” alrededor del mundo, que fueron lugares meticulosamente seleccionados para experimentar con una “nueva liturgia” y documentar las reacciones de los fieles. Panamá fue uno de ellos. De hecho, en Panamá se probó la “nueva misa” antes que en ningún otro lugar. El cambio fue tan radical en Panamá que mucha gente bromeaba: “Un día estábamos cantando el Credo in unum Deum, y al día siguiente teníamos guitarras e himnos pentecostales”. Nadie dijo nada. Una especie de amnesia repentina se apoderó de todos los sacerdotes, seminaristas y laicos, hasta el punto de que el usus antiquior desapareció de la noche a la mañana, sin quejas ni vacilaciones, en todo el país.

Se construyeron “iglesias modernas” para dar cabida al flamante “movimiento carismático” que surgió de la tierra y se apoderó de ellas; las iglesias tradicionales derribaron sus altares mayores y trajeron “mesas Cranmer”; y la “nueva teología” que gritó “¡fuera lo viejo, dentro lo nuevo!”. Ningún sacerdote, ningún obispo, ningún seminario opuso la más mínima resistencia a los terribles “frutos”; se doblegaron, apoyaron y enseñaron todo como si actuaran a partir del mismo guion. Su unanimidad puede atribuirse en gran parte a la firma por los obispos panameños del “Pacto de las Catacumbas” (el 16 de noviembre de 1965, unos cuarenta padres conciliares celebraron la Eucaristía en las catacumbas de Santa Domitilla en Roma y firmaron un documento en el que se comprometían a promover “una Iglesia sierva y pobre”) y a su firmeza en la defensa de “sus ideales”. 

El paso de una práctica sólida del catolicismo tradicional a una reinvención modernista del mismo ha sido tan increíblemente rápido que no hay forma sencilla de explicarlo. La única explicación podría ser la siguiente: El modernismo, el pentecostalismo y la Nueva Teología siempre han sido grandes en Panamá; sus defensores sólo estaban esperando el momento adecuado para emerger, tomar el control y relegar el pasado al olvido. Y todo el mundo debía aplaudir esta “toma pacífica del poder”.

A partir de los años 70, nuestro país asistió a la llegada de la teología de la liberación, al declive inexorable de las vocaciones, a la hemorragia de católicos que abandonaban la Iglesia y al apogeo del movimiento carismático, al crecimiento lento pero constante de las sectas protestantes (que generalmente absorben a los católicos desilusionados) y a la solidificación del liberalismo (en el sentido de las ideas de la Revolución Francesa). Estos fenómenos se institucionalizan en el sentido de que se aceptan como normales y nunca se cuestionan. En resumen, en un instante, la tradición se olvidó por completo y fue abandonada en Panamá.

Iniciativas contrarrevolucionarias y retrocesos

Las primeras chispas de resistencia se encendieron cuando la TFP vino a Panamá en 2015 a dar charlas sobre Nuestra Señora de Fátima y Nuestra Señora del Buen Suceso, desde Quito, Ecuador, y a predicar sobre la contrarrevolución como respuesta católica a la modernidad. Pocos años después, se organizó la preocupantísima Jornada Mundial de la Juventud (Ciudad de Panamá, 2019) y, providencialmente, la Misa en latín volvió a brillar. Gracias a la intervención divina, fue como una llamarada de luz en medio de una noche de niebla que reunió a una nueva generación de católicos que deseaban desesperadamente algo sano y santo, que querían aquello por lo que los santos vivieron y murieron. Nuestros esfuerzos concretos por recuperar la Misa antigua dieron sus frutos a principios de 2019 (si no me falla la memoria), gracias al originalísimo padre Michael Rodríguez, radiante desde El Paso, Texas: nuestra primera, pero minúscula, victoria. Hay mucho que decir de lo que ocurrió después: nada menos que una aventura que contar a nuestros nietos.

Queridos lectores, por favor, miren más allá de lo que suelen ver y háganse una idea de la situación actual en Panamá. Nos hemos enfrentado a una oposición que tiene pocos equivalentes en cualquier parte del mundo. Imagínense que la Misa en latín estaba prohibida de frontera a frontera, incluso en los días del Summorum Pontificum. Los sacerdotes ni siquiera podían mencionar que deseaban celebrar la Misa en latín públicamente, porque sufrirían una de estas tres consecuencias: o serían trasladados a un lugar remoto del país, con una ladera inaccesible; o serían exiliados del país (que fue lo que le ocurrió al único sacerdote que tuvo el valor de celebrar en público); o recibirían amenazas de suspensión, retirada del ministerio público y/o cierre de cualquier apostolado en el que estuvieran implicados. Esta ha sido la voluntad unánime de la Conferencia Episcopal Panameña: los ocho obispos diocesanos que controlan las ocho diócesis del país han dejado claro que la Misa en latín y todas las formas de doctrina tradicional estaban y siguen estando prohibidas en Panamá. Y punto. Han hecho burocráticamente imposible que alguien solicite la celebración de la Misa en una parroquia, hasta el punto de que varias cartas, propuestas y peticiones con numerosas firmas han sido completamente ignoradas. Hay testigos fidedignos del momento en que el arzobispo de la diócesis metropolitana de Ciudad de Panamá dijo textualmente: “La misa en latín no llegará a Panamá sobre mi cadáver”.

Desde el año 2015, hemos estado tratando de lograr este objetivo principal (pero no exclusivo) de tener la celebración de una Misa tradicional en Panamá de manera regular; hemos intentado todas las estrategias posibles. Permítanme entretenerlos un poco con las ideas que hemos puesto a prueba. Intentamos ponernos en contacto con tres comunidades Ecclesia Dei para pedirles que se acercaran a nosotros: la Fraternidad de San Pedro, el Instituto de Cristo Rey y el Instituto del Buen Pastor, pero no pudieron atender nuestras peticiones o ni siquiera se les permitió poner un pie en Panamá. Lo intentamos con algunos sacerdotes indígenas, pero tenían miedo o no querían celebrar en secreto. Además, intentamos crear un grupo centrado en el trabajo misionero en zonas rurales, llamado PAX, y que anunció que iba a tener, como una cláusula en la letra pequeña al final de un contrato, el uso de la Misa en latín. El vigilante arzobispo pronunció inmediatamente un “NO” firme y enérgico: ¡era mejor no hacer ninguna obra misionera que decir Misa en latín! Al final, tuvimos que buscar un sacerdote autónomo en el extranjero para celebrar la Misa. El panorama no podía ser peor en aquella época, lo que llevó a muchos de los que inicialmente se interesaron por la liturgia tradicional a abandonar el “buen combate” del que habla San Pablo y volvieron a “hacer penitencia” en el novus ordo más mediocre.

Por fin una solución

Dios no deja a sus hijos fieles y obedientes abandonados de lo que les pertenece por derecho. Con la intercesión de Nuestra Señora, tenemos ahora una visita mensual de diez días de la Sociedad de San Pío X.

Como ustedes deben saber, en toda América Latina, pero también en otras partes del mundo, sólo hay un puñado de diminutos apostolados de comunidades Ecclesia Dei, y debido a la abierta oposición a la tradición que hace estragos allí, los fieles amantes de la tradición en estas vastas regiones son atendidos principalmente por la SSPX. Cuando los obispos se niegan incluso a negociar sobre la Misa en latín en Panamá, la SSPX se convierte en un faro de esperanza, que responde a las necesidades espirituales de la gente. La persecución ha sido tan severa que hemos tenido que celebrar Misa en lugares como (pero no limitados a) departamentos abarrotados con más de cien fieles, propiedades rurales, hoteles cerrados, e incluso el ático de una tienda. Es verdaderamente increíble ver el grotesco odio que se le aplica a la liturgia tradicional en Panamá y la grotesca forma en que el clero en general habla de ella. No me atrevo a repetir las declaraciones que se han hecho desde el púlpito sobre este tema. El lavado de cerebro es tan constante que se ha desarrollado una verdadera “tradifobia”.

Recientemente, nuestros obispos publicaron una carta condenando la Misa en latín, la SSPX y la Tradición en general para “darnos una lección”. Se dio una respuesta pública adecuada, que recibió la aprobación subterránea de un número sorprendente de católicos. Y así, por la gracia de Dios, tenemos un oratorio que está constantemente al máximo de su capacidad y que crece con cada visita de sacerdotes de la SSPX.

Somos una especie de Iglesia del silencio

La principal lección que he aprendido de nuestra experiencia, y que me gustaría compartir contigo, es que muchos “tradis” no son solidarios con la situación de los católicos que sufren en el mundo. Somos una especie de Iglesia del silencio. La mayoría de los apegados a la liturgia tradicional viven en países donde hay al menos algunos obispos tolerantes con la tradición, e incluso otros que están a favor de ella. Tienen Misa semanal o diaria en grandes iglesias, con hermosos ornamentos, hermosa música sacra, bellos cantos, un flujo constante de sacerdotes amables que pronuncian homilías ortodoxas y pasan interminables horas en el confesionario.

Aquí en Panamá, quisiéramos tener todas las expresiones naturales y sobrenaturales de nuestra santa fe católica, pero nuestros “pastores” nos las han negado repetidamente. El año pasado, hubo un evento de cinco días organizado por la Conferencia Episcopal y la Conferencia Regional del Episcopado Latinoamericano (“CELAM”), durante el cual los participantes invocaron “el espíritu de la Madre Tierra” y pidieron “la bendición de la Pachamama”. En cuanto al “novus ordo reverencial”, no existe en Panamá (también está oficialmente prohibido).

Esta es la situación en Panamá, amigos míos. Recen por nosotros y por la expansión de la Iglesia Católica en todo su esplendor y en la continuidad de su tradición secular.


LA MESA CRANMER

Rezo para que todas las iglesias católicas sean restauradas de una manera que ayude a dirigir nuestros corazones hacia Dios y lejos de las ideas de hombres como Thomas Cranmer.

Por Bob Sullivan


Antes de que las iglesias tuvieran campanarios, tenían altares. En realidad, los altares existían antes que las iglesias, como vemos en Génesis 8:20, así como los altares construidos por patriarcas como Abraham, Isaac, Jacob y Moisés.

En el Cristianismo, los altares tienen aún más importancia. Si vas a Jerusalén hoy, puedes tocar el altar de todos los altares. Lo encontrarás en la Iglesia del Santo Sepulcro, donde puedes subir los escalones hasta la cima del Calvario. Una vez allí, puedes arrodillarte en el mismo lugar donde creemos que Jesús fue crucificado. Bajo un altar ortodoxo griego, se puede tocar la roca del Calvario. Cuando lo haces, estás tocando un altar, porque para Jesús, el Calvario era el altar.

En los primeros siglos del Cristianismo, los cristianos rezaban la Misa en las sepulturas de los mártires en las catacumbas. Una vez que se despenalizó el Cristianismo y se permitió a los cristianos construir iglesias y celebrar Misas públicas, trasladaron los restos de los mártires “arriba” y los colocaron en el altar de las iglesias. A medida que la fe se extendía y el martirio disminuía, las nuevas iglesias recibían reliquias de los mártires y otros santos para colocarlas en sus altares. Si el altar no era de piedra, se utilizaba una losa de piedra para cubrir las reliquias. Por lo tanto, la Misa se sigue diciendo “sobre los huesos de los mártires” y otros santos, y esta parte del altar ha sido tradicionalmente de piedra. A menos que su parroquia sea la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, el altar de su parroquia también tiene reliquias. Pregunte a su párroco por ellas.

El autor de Hebreos explica cómo el altar del Calvario adquirió más importancia que los altares de Abraham, Moisés, Isaac y Jacob; esto se encuentra en Hebreos 9:13-10:18. Abolió el primero para establecer el segundo (Hebreos 10:9).

El primero era el sacrificio judío en el templo. El “segundo” es el santo sacrificio de la Misa. Los sacrificios y altares del Antiguo Testamento eran prefiguraciones y tipos del sacrificio “único” que Jesús hizo en el Calvario. Porque el sacrificio de Cristo fue una vez y para siempre, los cristianos no sacrifican toros, carneros, etc. En su lugar, volvemos una y otra vez al sacrificio único de Jesucristo.

Uno podría preguntarse: “Si la Misa es un sacrificio, ¿estamos sacrificando a Jesús de nuevo en cada Misa?”.

La respuesta a esto es “no”. La Misa no es la re-crucifixión de Jesús. En la Última Cena, Jesús anunció una “Nueva Alianza” en Su sangre y nos instruyó “haced esto en memoria mía”. La Misa es una re-presentación, no otra crucifixión. Jesús se nos hace presente de nuevo. Lo sabemos porque Jesús, que la noche en que fue traicionado, dijo que anhelaba comer la Última Cena con Sus apóstoles. Por eso, cuando dijo “haced esto en memoria mía”, no se refería a su crucifixión, sino a la Eucaristía (Lucas 22:15).

La realidad es que la Eucaristía no es Cristo-en-la-cruz o Cristo-en-agonía durante Su pasión; es el Cristo triunfante y glorificado que está sentado a la derecha de Dios ahora mismo. Lo vemos en Apocalipsis 5:6, y el Catecismo de la Iglesia Católica ayuda a explicarlo, concretamente en los párrafos 1362, 1363 y 1373.

Uno de los desacuerdos más significativos durante la revuelta protestante fue sobre la Eucaristía. Lutero, Calvino y otros negaban que el pan y el vino se transformaran en el Cuerpo y la Sangre de Cristo cuando eran consagrados (había múltiples teorías entre los protestantes y todavía las hay). También negaban que la Misa fuera un sacrificio. Argumentaban que como no era un sacrificio, no debía haber altar, porque tener un altar “confundía a todo el mundo”, incluidos los sacerdotes.

Mientras el tentáculo inglés de la revolución protestante ganaba fuerza, Thomas Cranmer se convirtió en el favorito del rey Enrique VIII y fue nombrado arzobispo de Canterbury. El sueño de Cranmer era eliminar el catolicismo del suelo de Inglaterra mediante amenazas, manipulación y el encarcelamiento y ejecución de sacerdotes. Cranmer era el protestante de los protestantes. En 1548 ya había eliminado las referencias al sacrificio en la liturgia anglicana, y en 1550 ordenó la demolición de los altares mayores y otros elementos distintivamente católicos de las iglesias británicas.

Los secuaces de Cranmer destruyeron estatuas, iglesias enteras, monasterios, vidas humanas y muchas otras cosas también, pero fue la demolición de los altares mayores lo que tuvo más importancia. Esto se debió a que sin altar, el sacrificio era menos familiar o reconocible para los fieles. Después de la destrucción, los protestantes instalaron mesas de madera. Esto fue para tratar de enfatizar que un servicio religioso no era más que “una recreación de la Última Cena” o “una comida comunitaria” con simbolismo, pero sin presencia real. Todo era un ataque directo a la Eucaristía y a la Santa Misa. En lugar de hacer de la Eucaristía el pináculo de la Misa, los protestantes enfatizaron la predicación.

Mientras que los altares mayores habían estado contra la pared trasera del santuario, similar a los estantes en las catacumbas, los nuevos altares se trasladaron a la parte delantera del santuario, dando la impresión de que el sacerdote estaba presidiendo una mesa de comedor como el jefe de una casa puede sentarse a la cabeza de una mesa de comedor.


Todos deberíamos desear la restauración de los altares mayores, los altares laterales y la arquitectura tradicional en las iglesias que una vez los tuvieron. Rezo para que esto suceda y para que todas las iglesias católicas sean restauradas y amuebladas de una manera que no sólo sea coherente con la arquitectura original del edificio, sino de una manera que ayude a dirigir nuestros corazones y mentes hacia Dios y lejos de las tradiciones de hombres como Thomas Cranmer.

Necesitamos la belleza visual, y ninguna fe en la tierra proporciona la belleza visual como la Iglesia Católica lo ha hecho y aún puede hacerlo hoy en día.




19 DE NOVIEMBRE: SANTA ISABEL, HIJA DEL REY DE HUNGRÍA


19 de Noviembre: Santa Isabel, Hija del Rey de Hungría

(✟ 1231)

La caritativa madre de los pobres, Santa Isabel, fue hija de los reyes de Hungría Andrés II y Gertrudis. 

Desde niña tuvo gran devoción por la Sacratísima Virgen y por San Juan Evangelista; y era muy enemiga de galas y de vestidos ricos y raros; y en sus palabras, muy compuesta. 

A la edad de quince años la casaron con el Landgrave de Turingia, Luis IV, apellidado el Santos y en su nuevo estado se ocupaba de buena gana de todos los ejercicios de caridad, por viles y bajos que fuesen. 

Recibía a los peregrinos, curaba a los enfermos, criaba a los niños huérfanos o de padres pobres, hilaba con sus doncellas para dar de su trabajo limosna a los necesitados, y en una cruel hambre que hubo, cada día daba de comer a novecientos pobres; y cuando le faltaba para dar, vendía sus propias joyas. 

En las procesiones públicas, como letanías, etc., iba descalza y muy modesta. 

En estas obras y en criar santamente a sus tres hijos se ocupaba cuando su marido, partiendo para la conquista de la Tierra Santa, con el emperador Federico, enfermó en Otranto, y pasó de esta vida. 

Cuando lo supo Santa Isabel, aunque lo sintió, como era razonable, pero entendiendo que aquella había sido la voluntad del Señor, se volvió a él, y con lágrimas de corazón le dijo:

- Vos sabéis lo que yo amaba al duque, más también sabéis que yo, aunque pudiese, no le volvería a la vida mortal contra vuestra divina voluntad. 

En aquel estado de viudez determinó abrazarse más estrechamente con Cristo, y comenzó a darse más a la oración, al ayuno y a la penitencia, y a dar a los pobres todo cuanto tenía. 

Fue esto de manera que su cuñado le quitó la administración de la hacienda, y la echó de su casa, pasando ella tanta necesidad, que tuvo que acogerse a un establillo. 

El rey, su padre, supo la miseria que padecía, y dio orden para que sus tres hijos se criasen honradamente en casas de parientes, y que a ella se le diese su dote, el cual lo gastó en socorrer a los pobres y enfermos; y para consagrarse a Dios más perfectamente, tomó el hábito de la Tercera Orden de San Francisco. 

A la medida de su piedad, eran los regalos que recibía del Señor, apareciéndosele algunas veces, visitándola con los ángeles, teniéndola arrobada y transportada en la oración, y obrando por su intercesión muchos milagros. 

Estando ya llena de merecimientos, se le apareció Cristo y le avisó sobre su cercana a muerte, de lo que ella se regocijó en extremo, y armándose con los Sacramentos de la Iglesia, dio su bendita alma al Señor a los veinticuatro años de edad. 

Quedó su hermoso cuerpo blando y tratable, y despedía de sí un olor suavísimo, que recreaba a todos los presentes. 

La tuvieron cuatro días sin enterrar por el gran número de gente que comenzó a verle y reverenciarle; y el Señor hizo por ella grandes prodigios entre los cuales hubo dieciséis muertos resucitados. 

Reflexión

Mucho se engañan los que piensan que las leyes de la verdadera nobleza son contrarias a las de Cristo: imaginando que la grandeza de los estados consiste en desechar todas las leyes de Dios y vivir a su apetito y libertad, como un caballo desbocado y sin freno. No pensaron así tantos señores, príncipes y Reyes, que, como Santa Isabel, no solo ajustaron sus vidas a la voluntad de nuestro Señor sino que vivieron raro ejemplo y menosprecio del mundo y fueron vivos retrato de toda perfección y virtud. 

Oración:

Alumbra, oh Dios misericordioso, los corazones de tus fieles; y por las súplicas de la gloriosa y bienaventurada Isabel, haz que despreciemos las prosperidades del mundo y gocemos siempre de los consuelos celestiales. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

lunes, 18 de noviembre de 2024

MONSEÑOR JOSEPH STRICKLAND: ¿QUÉ SE NECESITA?

Publicamos la Carta de monseñor Joseph Strickland a los prelados que han participado del infame “sínodo sobre la sinodalidad”.


Os reunís hoy aquí, apóstoles actuales, cuando la Iglesia y, por lo tanto, el mundo, se encuentran al borde de un precipicio. Y, sin embargo, vosotros, a quienes se os ha confiado la custodia de las almas, preferís no decir ni una palabra del peligro espiritual que acecha. Hoy nos encontramos en la cúspide de todo lo que se ha profetizado sobre la Iglesia y las abominaciones que surgirían en estos tiempos, un tiempo en el que todo el infierno ataca a la Iglesia de Jesucristo, y un tiempo en el que los ángeles caídos del infierno ya no buscan entrar en sus sagrados salones, sino que se quedan dentro, asomándose por sus ventanas y abriendo las puertas para dar la bienvenida a más destrucción diabólica.

Creo que San Judas tenía en mente a hombres como muchos de ustedes cuando describió a los hombres que festejan “juntos sin temor, alimentándose a sí mismos, nubes sin agua, que son llevadas de un lado a otro por los vientos, árboles del otoño, infructuosos, dos veces muertos, arrancados de raíz, olas embravecidas del mar, echando espuma de su propia confusión; estrellas errantes...” (Judas 1:12-13).

Muchas personas se han preguntado qué hará falta para que más de unos pocos obispos hablen finalmente en contra de los falsos mensajes que fluyen constantemente desde el Vaticano bajo el liderazgo del Papa Francisco, y yo me hago la misma pregunta una y otra vez:

¿QUÉ SE NECESITA?

¿No sabéis que Nuestro Señor enviará a sus ángeles vengadores para hacer caer brasas de fuego sobre las cabezas de aquellos que fueron llamados a ser sus apóstoles y que no han guardado lo que Él les ha dado?

Y, sin embargo, casi todos vosotros, hermanos míos, observasteis en silencio cómo se celebraba el Sínodo sobre la Sinodalidad, una abominación construida no para custodiar el Depósito de la Fe, sino para desmantelarlo, y, sin embargo, pocos fueron los gritos que se oyeron de vosotros, hombres que deberían estar dispuestos a morir por Cristo y por Su Iglesia.

El documento final del Sínodo ha sido publicado, pero con el juego de manos que es tan característico del Vaticano controlado por Francisco. Al llamar la atención sobre las cuestiones que preocupaban a muchos, han deslizado lo que siempre fue su verdadero objetivo sin que nadie se diera cuenta. Lo que buscaban en primer lugar era el desmantelamiento de la Iglesia de Cristo mediante la sustitución de la estructura de la Iglesia tal como Nuestro Señor la instituyó por una nueva estructura de “sinodalidad” diabólicamente inspirada que en realidad es una nueva Iglesia que no es en absoluto católica.

Ahora vemos las palabras proféticas del Venerable Arzobispo Fulton Sheen desarrollarse ante nuestros ojos: “Como su religión será la hermandad del Hombre sin la paternidad de Dios, establecerá una contra-iglesia que será el simio de la Iglesia, porque él, el Diablo, es el simio de Dios. Tendrá todas las notas y características de la Iglesia, pero al revés y vaciada de su contenido divino, será un cuerpo místico del Anticristo que en todo lo externo se parecerá al cuerpo místico de Cristo...” (Emisión radiofónica; 26 de enero de 1947).

Con el empuje de la “sinodalidad” vemos que los enemigos de Cristo están poniendo ante nosotros, como dice Sheen: “una nueva religión sin Cruz, una liturgia sin mundo por venir, una religión para destruir una religión, o una política que es una religión - una que rinde al César incluso las cosas que son de Dios”.

¿QUÉ SE NECESITA?

Una comprensión rudimentaria del papado nos deja con la realidad de que el Papa Francisco ha abdicado de su responsabilidad de servir como el principal guardián del Depósito de la Fe. Cada obispo hace esta solemne promesa de custodiar el Depósito de la Fe, pero el oficio petrino existe principalmente para ser el guardián de los guardianes y el servidor de los servidores. San Pedro recibió el oficio que lleva su nombre cuando, después de la resurrección, Cristo le preguntó tres veces: “¿Me amas?” y San Pedro respondió: “Tú sabes que te amo”, sanando así su traición mientras Cristo soportaba su pasión. ¿Y quién es este Jesús a quien Pedro profesa amar? Es, por supuesto, la Verdad encarnada; por lo tanto, San Pedro está afirmando que ama la Verdad. Esto nos deja con esta pregunta: “¿Ama el Papa Francisco la Verdad que encarna Jesucristo?”. Tristemente, sus acciones y sus políticas que promueven una versión relativizada de la verdad que no es verdad en absoluto nos impulsan a una conclusión devastadora: el hombre que ocupa la Cátedra de San Pedro no ama la verdad y busca remodelarla a imagen del hombre.

No puede haber obispo que desconozca las declaraciones que ha hecho el Papa Francisco que son negaciones inequívocas de la fe católica. Por ejemplo, Francisco ha declarado públicamente que Dios quiere la existencia de todas las religiones, y que todas las religiones son un camino hacia Dios. En esta declaración, el Papa Francisco ha negado una parte integral de la fe católica. ¿Cuántas almas se perderán si aceptan su errónea afirmación de que todas las religiones conducen a la salvación? Lo que me resulta tan difícil de entender es que los apóstoles modernos, hombres ordenados para ser guardianes de la fe, se nieguen a reconocer esto, y en su lugar ignoren o incluso promuevan esta falsedad mortal. Todos los obispos y cardenales deberían declarar pública e inequívocamente que Francisco ya no enseña la fe católica. Hay almas en juego.

Por lo tanto, pregunto de nuevo:

¿QUÉ SE NECESITA?

Como sucesores de los apóstoles, esta situación debe obligar a los obispos de la Iglesia de Cristo a responder a la pregunta fundamental nosotros mismos: “¿Amamos de verdad a Jesucristo, Verdad encarnada?”. Con un Papa que se opone activamente a las verdades divinas de nuestra fe católica, recae en los obispos del mundo la responsabilidad de profesar su propio amor a Nuestro Señor, de custodiar el Sagrado Depósito de la Fe y de oponerse a cualquier intento de desmantelar la Verdad.

Volvamos a la fatídica conversación entre Nuestro Señor resucitado y San Pedro. Cuando Pedro responde: “Señor, tú sabes que te amo”, Jesús responde: “Apacienta mis corderos”, y de nuevo “Apacienta mis ovejas”. ¿Cómo ha de apacentar Pedro a los corderos de Cristo? Con la Verdad, por supuesto: con Jesucristo mismo, que ES la Verdad.

Y sin embargo, ¿dónde están esos hombres a los que el Señor ha llamado para apacentar sus ovejas? ¿Dónde están los sucesores de los apóstoles que han prometido defender a las ovejas con sus vidas? Se sientan a unos metros de distancia, dándose palmaditas en la espalda, escuchando palabras que saben sin lugar a dudas que no son la Verdad, retozando con las tinieblas y blasfemando contra la misma Verdad que los apóstoles originales murieron por preservar.

¿QUÉ SE NECESITA?

Ustedes tienen palabras de aquellos que hablaron en la Sagrada Escritura, sabiduría de la Sagrada Tradición de la Iglesia, y guía de Papas anteriores y una gran multitud de santos que los falsos maestros vendrían y que la santa fe sería atacada, y sin embargo la mayoría de ustedes han salido a la batalla sin llevar armadura, y luego han reaccionado como uno desconcertado que su piel ha sido atravesada por flechas envenenadas. Se os ha dado todo lo necesario para que vuestras cabezas no fueran desviadas por las mentiras de Satanás. ¿Por qué entonces habéis salido sin la armadura de Dios? Es VUESTRA responsabilidad, cuando veáis que las flechas envenenadas de la falsedad caen sobre los hombres, llamarles y decirles: “Vestíos la armadura de Nuestro Señor, que es la Verdad, y no seréis heridos”.

Y a los fieles, les hago la misma pregunta:

¿QUÉ SE NECESITA?

¿Y si sus pastores no se reúnen? ¿Qué tienen?



EL FALSO PAPA EXPULSA A OTRO SACERDOTE QUE CUESTIONA SU “LEGIMIDAD”

El jesuita apóstata lanzó su rayo “misericordioso” sobre un sacerdote argentino que denunció la ilegitimidad de su “papado”.


El sacerdote Fernando María Cornet ha puesto en duda en su libro Habemus antipapam? - Indagine in onore della Verità la legitimidad del impostor argentino. Y semejante “afrenta” le ha traído consecuencias: ha sido “condenado canónicamente” por la (falsa) máxima autoridad y con la “pena máxima” (misericordia bergogliana en su expresión más elevada).


El padre Fernando María Cornet (57) es laureado en Teología y Ciencia Patrística, Lengua y Literatura extranjera, se ha dedicado a la docencia y a numerosas actividades pastorales, fue capellán de hospital, párroco, confesor y director espiritual de varias comunidades religiosas, misionero, predicador de ejercicios espirituales, conferencista e investigador. Fue ordenado sacerdote en 1992 en la ciudad de Tucumán (Argentina) y desde hace más de una década está denunciando que el “pontificado” de Jorge Bergoglio no es legítimo

Resulta irónico que este sacerdote ítalo-argentino haya sido condenado por “cisma” cuando el cismático mayor se encuentra hoy usurpando el Trono de Pedro. La “sentencia” contra Fernando María Cornet fue dictada por el propio Jorge Bergoglio, según anunció el miércoles la archidiócesis italiana de Sassari (Italia), donde el sacerdote era párroco. 

El “correctivo” aplicado a Cornet significa que ya no será considerado clérigo, no podrá ejercer funciones sacerdotales y perderá todos los cargos eclesiásticos. Como el propio Bergoglio, en su representación de “papa Francisco” ha dictado la “sentencia”, no hay derecho a apelación contra ella.

El “documento” firmado por el canciller Antonio Spanu informa:
“Se hace saber que el Santo Padre Francisco, con decisión suprema y definitiva, ha destituido del estado clerical a don Fernando María Cornet, de conformidad con el art. 26 SST2021 y exento del celibato eclesiástico”.
La posición de Cornet es que no considera “papa” a Jorge Bergoglio debido a que, según él, “la renuncia de Benedicto XVI en 2013, es un hecho inédito en la historia de la Iglesia y no debió ser reconocida”. Por ello, explicó que la posterior “elección” de Jorge Mario Bergoglio no se reviste de oficialidad.

Cornet se encuentra en Italia desde 1999 y desde 2011 trabaja en la archidiócesis de Sassari, en Cerdeña, más recientemente como párroco de San Donato.