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miércoles, 26 de junio de 2024

MI TESTIMONIO Y MONSEÑOR VIGANO

No te despiertas un día y descubres que te has convertido en sedevacantista. Es un proceso largo, de investigación y discernimiento. Empiezas a abrir los ojos lentamente y a veces, puede ser doloroso.

Por Cris Yozía

Puede ser doloroso porque descubres que ese lugar de culto al que concurrías, no era nada más que una iglesia falsa. Hasta que un día finalmente abres los ojos y te preguntas: “¿dónde estoy?”

El año 2015 tuve la oportunidad de comprar una nueva casa y como realmente tenía la intención de concurrir a misa, de ser posible todos los días, el hecho de que a 50 metros de la casa que me gustaba hubiera una iglesia, fue determinante. Ya mudada en mi nueva casa, fui algunas veces pero... algo en mi corazón me decía “no es por aquí”. Dejé de concurrir a esa parodia de “misa”.

Más recientemente, mi última “misa” novus ordo fue en un Miércoles de Ceniza hace unos 5 o 6 años, en una pequeña ciudad en la región de Traslasierra, provincia de Córdoba, Argentina. En aquellos momentos yo aún creía que esa organización humana era la Iglesia Católica y fui media hora antes con la intención de esperar al sacerdote para hacer una buena confesión y poder comulgar después de tantos años. Yo ya había comenzado a investigar el tema de que la sede está vacante, pero tenía mis dudas.

Entrar en aquella iglesia fue como entrar en un circo, previo a la “misa”, las personas entraban a los gritos, las mujeres vestidas con payasescos pantalones multicolores, faldas cortas, los hombres con pantalones playeros, chinelas. Todo era risotadas y jolgorio. ¿Dios está aquí...?

Vi que pasaban los minutos y fui a preguntar a la persona que correspondía si el sacerdote vendría y si estaba retrasado, me respondieron que sí vendría, pero que no sabían si llegaría a tiempo para una confesión. ¿Tan cerca como el aire que respiro...?

A la hora de inicio de la “misa” comenzó la música profana, y apareció el señor sacerdote muy sonriente, parecía ser el tipo de cura carismático y dicharachero que le gusta a los fieles hoy. ¿Tan cierto como en la mañana se levanta el sol...?

Y comenzó el show con sus cánticos protestantes. ¿Tan cierto que cuando le hablo él me puede oír...?

Recuerdo que salí de aquella “misa” con un sabor amargo en la boca, indignada, decepcionada, exactamente como se siente quien acaba de descubrir que vivió toda su vida en un engaño. Un cura novus ordo, ¿sabe que debe estar presente un tiempo prudencial antes de la misa en la iglesia, por si algún feligrés necesita confesarse? ¿O es más importante quedarse haciendo vida social en cualquier otro lugar y llegar con el tiempo justo para colocarse la casulla y “celebrar la misa”?

Aquella experiencia en Traslasierra marcó un antes y un después en mi vida espiritual. ¿Qué hubiera sucedido si el sacerdote llegaba a tiempo, me confesaba y hubiera podido comulgar? Los caminos del Señor son providenciales...

Porque si bien había leído algunos artículos sobre quienes fueron los “cráneos” que participaron en el nefasto conciliábulo Vaticano II y la guerra que se desató entre los modernistas y quienes presentían el desastre que ese evento traería dentro de la Iglesia, el Señor quiso que encontrase casualmente un escrito del padre Anthony Cekada (✞ 2020), que en aquellos momentos estaba en plena lucha contra la secta masónica que ha usurpado la Iglesia Católica. Comencé a leer sus escritos y fue literal... en ese momento se terminaron de abrir mis ojos. Había descubierto la verdad. La mentira había llegado a su fin.

Escribo estas líneas porque me produjo una gran alegría leer los últimos dos escritos de Monseñor Viganò (aquí y aquí), y por lo que he leído, este valiente Obispo se ha reconsagrado con el Rito antiguo, ha reconocido que toda la crisis que estamos viviendo en la Iglesia hoy tienen un solo origen: El Vaticano II. Y ha reconocido que la jerarquía del Vaticano es ilegítima, y que no tienen autoridad alguna para juzgarlo.

¿Qué más necesitamos para decirle a Monseñor Viganò: ¡Bienvenido al sedevacantismo!?

Escritos del padre Anthony Cekada: